CAPITULO 20 ― LA CONOZCO MEJOR QUE TÚ

1384 Words
Kendall bajó la mirada. Algo en su respiración cambió. Julianne los vio una vez más... Su expresión no cambió. Pero la temperatura sí. Las chicas anunciaron que subirían a la zapatería del piso superior. Eva se acercó a Matt, le tomó la cara entre las manos y lo besó suave, rosándole los labios como quien marca territorio con pétalos. —Te quiero ver con ese traje completo, mi amor —susurró, acariciándole la mandíbula—. No te tardes. Y se marchó con las demás. Matt se quedó solo. Se probó el traje, camisa blanca, corbata oscura, chaqueta italiana. Se miró al espejo. Se vio distinto. Más fuerte, pero más roto. Su corazón seguía acelerado por Olivia, su mente atrapada en Kendall. Su culpa estaba respirándole detrás del cuello como un fantasma húmedo. De repente la puerta del vestidor se abrió de golpe, suave pero urgente. Era Kendall. Entró y cerró la puerta sin ruido alguno. Su respiración estaba alterada y su mirada, oscura, sus manos temblorosas demostraban el nerviosismo de meterse allí junto a él. —Matt… —susurró, acercándose con pasos lentos, como si cada paso fuera un secreto que se deslizaba por el aire—. Mírame. Él lo hizo. Su respiración tembló apenas. Kendall levantó las manos y le acomodó la corbata con una delicadeza casi reverencial, pero su toque ardía como si le quemara la piel a través de la tela. Luego se inclinó hacia su cuello y aspiró su perfume con un suspiro que parecía un gemido contenido. —Este perfume… —susurró, rozando su nariz contra su piel—. Siempre me ha encantado… siempre me ha roto. Sus dedos se deslizaron bajo la camisa, tocando la piel caliente del pecho. Matt cerró los ojos; el cuerpo entero se le tensó como un arco a punto de romperse. —Kendall… —murmuró, pero la voz se le quebró, mitad deseo, mitad miedo. Ella lo tomó por la nuca con un hambre que nunca había mostrado. Lo acercó con un tirón suave pero desesperado. Sus labios se encontraron en un beso explosivo, húmedo, feroz. Un choque de culpa, rabia, deseo prohibido. Lenguas rozándose. Respiraciones devorando el aire. Manos que buscaban piel donde no debían, con urgencia, con necesidad. Kendall temblaba en sus brazos, su pecho subiendo y bajando contra él. —Desearía ocupar el lugar de Eva… —susurró entre un beso y otro, mordiéndole el labio apenas—. Me haces pensar que te casaste con la hermana equivocada. Matt apoyó su frente contra la de ella, sintiendo su aliento mezclarse. —Eres luz dentro de toda esta oscuridad… —confesó, con la voz rota de verdad. Ella cerró los ojos, como si esa frase la atravesara. Y entonces, de pronto, Kendall se detuvo. Jadeando. —¿Tú sabías que Eva tuvo un esposo antes de ti? —soltó de golpe, mirándolo como si buscara confirmar un miedo. Matt se congeló. —¿Qué…? Kendall tragó saliva, la garganta moviéndose con un nudo casi visible. —No murió… —susurró—. Solo un día desapareció. El corazón de Matt cayó como una piedra brutal al estómago. —Nadie lo busca… nadie lo pregunta… —continuó Kendall, con la voz baja—. Y a veces pienso que Eva está detrás de algo mucho más grande de lo que imaginas. Matt sintió que las piernas le temblaban. ¿Eva? ¿Un esposo desaparecido? Entonces escucharon pasos. La voz de Eva acercándose. Kendall se apartó rápido, pero no lo suficiente. La puerta se abrió un centímetro. Y una mano la cerró de inmediato. Julianne. La matriarca entró como un fantasma, su perfume llenaba el aire. Su mirada era puro acero. —Eva, cariño —dijo atravesándose entre el vestíbulo y Eva, con una suavidad mortal—, déjalo un momento. Los hombres necesitan privacidad para estas cosas. Eva murmuró algo. Julianne respondió con calma experta. En menos de veinte segundos, Eva se fue, engañada, pero se fue, ese pequeño acto evito un gran show familiar... Julianne entró al vestidor. Miró a Matt. Miró a Kendall. Solo había un silencio absoluto. —Salgan —ordenó en voz baja—. Uno por uno y sonrían disimuladamente... Matt abrió la boca para hablar, intentando adelantarse. —Señora Julianne, yo no… Kendall solo quería... —Solo necesitaban hablar algo muy personal, ¿no? —lo interrumpió Julianne sin dejarlo terminar, sin siquiera mirarlo del todo—. Porque en la casa a mi niña menor le es imposible hablar contigo, porque Eva siempre la aleja, como si intuyera que quiere quitarle a su esposo. Sus palabras no eran pregunta, eran diagnóstico. —Y es exactamente lo que Kendall está pensando en hacer —añadió con una precisión quirúrgica. Matt tragó saliva. —Ella solo me estaba contando algo personal, nada más que eso. No fue... —No me expliques quién es Kendall —lo cortó otra vez, inclinándose apenas hacia él—. La conozco mejor que tú. Su voz bajó todavía más era un susurro frío. —Eva puede perdonar muchas cosas… pero jamás la humillación. Y tú, Matthew… —lo miró como si pudiera ver dentro de él—. Estás peligrosamente cerca de cometer la peor humillación posible a una Winterhaus... Matt sintió un nudo en la garganta. No era una advertencia. Era una sentencia diferida. Kendall salió primero, pálida, parada recta, sin mirar atrás. Matt salió después, secándose el sudor de la frente. Las chicas regresaron riendo, con bolsas llenas de zapatos minutos después, perfumes y cajas doradas. Eva se acercó a él, colgándose de su brazo con un brillo emocionado en los ojos. —¿Ya terminaste, amor? —preguntó con sonrisa dulce. Matt forzó una sonrisa, intentando recomponer el alma. —Me llevé los tres que escogiste —dijo, respirando hondo mientras ajustaba el saco como si buscara esconder el temblor interno—. Gracias… de verdad. Me gustaron. Eva lo besó en la mejilla, lenta, como saboreando el gesto. Su mano se deslizó por su pecho, deteniéndose un segundo sobre su corazón, notando lo rápido que latía. —Te mereces eso y más. Eres mi esposo —susurró con una dulzura empapada de posesión, acariciándole la mandíbula con la yema de los dedos—. Me encanta consentirte. Matt tragó saliva y asintió, intentando sonar natural, aunque le ardía el pecho por todo lo que venía cargando. —Y tú te veías hermosa con esos vestidos. Todos —dijo, rozando su cintura con una caricia breve, intentando recuperar el control de la escena. Ella rió bajito, orgullosa, inclinándose hacia él como un gatito satisfecho. —Lo sé. Pero te escuché, y me encanta que te fijes. —Su mano bajó por su brazo, entrelazando sus dedos con los de él mientras caminaban, como queriendo asegurarse de que no se le escapara. Matt sonrió otra vez, pero su pecho aún ardía por todo lo que acababa de pasar. Intentaba disimular el mal trago... La familia siguió caminando y Matt se quedó un paso atrás. Las miró a todas, Eva, Olivia, Alexandra, Kendall… Todas jugaban algo. Un juego s****l, político, familiar y muy Peligroso. Pero lo peor no era eso. Matt no podía dejar de pensar en algo mucho más grave. La forma en que Julianne miraba. Como si supiera, como si conociera el secreto entre él y Kendall y el simple pensamiento le helaba la sangre. Ella sabe… y ahora puede destruirnos a los dos. Mientras caminaba detrás del grupo, sintió un nudo apretándole el estómago. Temía que, en cualquier momento, la matriarca pronunciara su nombre y revelara todo frente a Eva, frente a las hermanas… frente al mundo. Y como si hubiera pensado en voz alta, Julianne redujo la velocidad hasta quedar a su lado. Sin mirarlo, sin detener su paso perfecto, susurró. —Relájate, Matthew. No voy a decir nada. Matt sintió que el aire se le atascaba en los pulmones. Julianne siguió hablando, suave pero mortal. —Pero ten cuidado con lo que haces. Ellas son competitivas, demasiado y no dudo que te vean como un trofeo… o como un premio que pueden arrebatarse. Lo miró de reojo, era apenas un milímetro. Un filo plateado en sus ojos. —Y nadie quiere convertirse en el centro de esa competencia. Matt tragó saliva.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD