II

1689 Words
—No lo sé, querido, creo que deberíamos aceptar que la niña pueda quedarse en casa de nuestros hijos por el tiempo que necesita —añadió la mujer de cabello rubio teñido, a medida que organizaba la colcha de la cama para dormir. Su esposo escuchaba desde el cuarto de baño, ocupado en terminar su higiene. —¿Por qué lo crees? —Además de que se nota que es una dulzura de chica y eventualmente es muy bonita, también podría intentar llamar la atención de Christian al llegar sin previo aviso. Nuestro hijo no ha estado con ninguna chica formalmente, y me preocupa. —Podría ser homosexual, es normal hoy en día. —Podría ser, pero es demasiado varonil como para serlo, solo recuerda las veces que lo descubrimos metiendo a una chica en la casa. ¿Y por qué no me lo ha dicho, si es el caso?, ya tiene veinticinco años —su mirada viajó a la de su esposo, que salía del cuarto de baño sin la camisa y con el celular en su mano izquierda, marcando un número—. Soy su madre, no lo juzgaria jamás. —Y él lo sabe, cariño —besó la cien de su esposa, a medida que se llevaba el celular a la oreja, eventualmente por una llamada. Rebecca, quien estaba sumergida en sus pensamientos, no se dió cuenta a quien llamaba su esposo—. Hijo, hola —pero su voz repentina llamó por completo su atención. ¿Acaso que estaba planeando? —¿Que sucede, papá? —respondió soñoliento del otro lado de la línea—. Es tarde, ¿no? —Si, lo sé. Solo que tu madre está un poco preocupada, y en realidad Emma no contestó su teléfono. ¿Donde esta ella, hijo? —Está en casa de una amiga, ¿por qué? —Bueno, voy a ser sincero contigo, tu madre quiere saber por qu... —no pudo terminar la pregunta, ya que Rebecca le arrebató el teléfono enseguida—. ¿Por qué me lo quitaste así? —susurró molesto. —Yo no te dije que llamaras a nuestro hijo para molestarlo con esto, Martín —susurró de vuelta, tomando la llamada al oír la voz de su hijo preguntar qué sucedía—. Perdona que tú padre te haya llamado tan tarde, cariño, no queríamos molestar tu sueño —fulminó con la mirada a su esposo—. La razón por la que tú padre llamó es, por que hay una chica, hija de una de nuestras vecinas, que necesita viajar al pueblo y no cuenta donde quedarse. —¿Y?, no es mi problema —dijo cortante, soltando un bostezo. Rebecca soltó un bufido, extasiada con la actitud indiferente de su hijo—. T padre y yo decidimos que ella podría quedarse en la que era nuestra habitación, por el tiempo que ella necesite quedarse. Sabemos lo que está sucediendo en el pueblo, y no quisiera que le pasase nada por ir a un pueblo que desconoce con un maniático por ahí asesinando personas por diversión. Se que estará en buenas manos con ustedes. —No. —Christian, eso no lo decides tú. Ya tomé la desición, y espero... —la calló el sonido de un Bip, que significaba que habían colgado la llamada del otro lado—. Me colgó. —No es como si no hubieras presentido que se iba a molestar. En cierto modo, vivirán con alguien desconocido y ellos no acostumbran eso. Además, hablamos de Christian. —Lo sé, cariño, pero su comportamiento testarudo podría ser un problema con la chica cuando vaya. —No te preocupes por eso, si estaba dispuesta a venir a pedirnos esto, es seguro que podrá con lo que se le imponga. Es objetiva —Martín abrazó a su mujer—. Estará bien, de igual modo, podrá contactar con nosotros si hay algún problema. Asintió ella—. Tienes razón. Mañana llamaré a Corinne y a Emma. *** - Sky - —¡Levántate perezosa! —oía la voz de mi hermana mayor gritar, a medida que mi cuerpo se movía de un lado al otro. —¿Que quieres?, ¡déjame dormir en paz! —grité enojada, cuando iniciaron las patadas en la espalda. —¡Que te levantes! —dio un zape en mi cabeza, y me giré echa una furia para enfrentarme a su sonrisa divertida. —¡¿Que mierda te pasa, idiota?! —miré con los ojos achinados hacia la alarma. Marcaban las 7:03 am—. ¡Son las siete apenas!, ¿tu no sabes que día es hoy?, ¡es sábado arrastrada, déjame dormir! —le lancé un peluche, antes de volver a acomodarme para seguir en mi sueño con Brad Pitt. Él siendo el señor de la muerte. —¡Tienes visitas, imbécil! —sentí un tirón en mis tobillos, sin darme tiempo a reaccionar, y a los segundos después me encontré encima de una superficie dura y fría. —¡Te voy a matar! —gruñí, quitándome las cobijas que se habían caído conmigo al suelo para ir a por ella. —¿Pero que está pasando aquí? —me interrumpió la voz de mi madre, deteniendo mi acción de ahorcar el cuello de mi hermana encima de ella y su cama—. Sky Sáenz suelta a tu hermana ahora, ¿que es lo que pasa contigo? —Me estaba molestando —me crucé de brazos lejos de ella, después de soltarla. —¿Y esa es una buena razón para querer ahorcarla, jovencita? —No la iba a matar, solo quería advertirle que no me molestara de nuevo mientras duermo. O a la segunda, terminará inconsciente. —¡Sky! —reprendió—. ¿Y por que están tus cobijas en el suelo? —Pregúntale a la doña —miré amenazante a mi hermana. —Bueno, ya estoy cansada del comportamiento de ambas. Estas vacaciones, por fortuna, no habrán los mismos líos. Lele, levanta las cobijas de tu hermana y tu, señorita —me señaló con la mirada—. Tienes visitas. Arreglate rápido y lava tus dientes. Miré a mi hermana fulminante una última vez, antes de tomar lo primero que encontré en el armario e ingresar al baño. Cuando salí, encontré mi cama organizada y ya no estaba allí la mujer de mi martirio. No sabía exactamente de que visita se trataba, ya que no esperaba a nadie tan temprano. Normalmente cuando sabía quién venía, le pedía llegar después del medio día. Imaginaba que era Matías, pues hoy debía viajar al pueblo y probablemente quería despedirse, y además de eso, hablar sobre si iba o no a acompañarlo. Me llevé la sorpresa de que no era mi amigo quien yacía en el sofá blanco esperándome, sino el señor y la señora Sartori. Su presencia, en cierto modo, era intimidante, apesar de que eran muy amigables y transmitían confianza. Y ya que lo pensaba, me veía como una vagabunda a su lado, dada la costosa y bien combinada vestimenta que llevaban los dos. Si no me hubieran dicho solamente que eran unas visitas, probablemente me hubiera puesto el vestido de la graduación y robado los tacones de mi hermana mayor. Al menos me hubiera acercado a su altura. Ambos adultos sonrieron al ver mi presencia, sin desviar miradas a mi ropa de casa, lo que agradecía, mientras la señora Sartori me envolvía en un abrazo amistoso. Su esposo se mantenía a la distancia, con un simple saludo. —Que gusto volver a verlos, señor y señora Sartori. —El gusto es nuestro, querida Sky. Vamos, siéntate, tenemos buenas noticias para ti —me tiró de brazo en el segundo en que me iba a sentar más lejos, haciéndome sentar a su lado. —¿Enserio? —Si, podrás quedarte en la casa de mis hijos, en la habitación que era de mi esposo y mia —los ojos se me iluminaron enseguida—. Debes ya de saber la situación en la que se encuentra el pueblo hoy en día, pero con Christian estarás a salvo. No estuvo muy de acuerdo con la desición, te voy a ser sincera, pero Emma aceptó con gusto recibirte. —¿Enserio?, espero no tener problemas con él por eso —sonreí feliz—. Así que se llaman Christian y Emma. —Si, Christian es el mayor. Y efectivamente sabíamos que iba a ser díficil convercerlos, pero aquí tienes una copia de las llaves y Emma te escribirá más tarde para decirte la dirección. Y respecto a los gastos, no te preocupes —me entregó un llavero en forma de cápsula, en color dorado. —¡Enserio muchísimas gracias! —la abracé a medida que ella reía por lo bajo, y su esposo sonreía detrás—. ¿Les molesta si voy a contarle a mi amigo la buena noticia? —No es necesario, estoy aquí —oí su voz ingresando al salón, con una sonrisa. —¡Matías! —corrí hacía él para darle una vuelta—. Te voy a poder acompañar, ¿no es increíble? —Si, lo es. Y venía específicamente por eso. Me voy en unas horas, y quería saber si ibas a venir conmigo. —Bueno, nosotros los dejamos. Probablemente más adelante los visitemos, y espero tengan un buen viaje —se adelantó a nosotros la señora Sartori, tomada del brazo con su esposo. —Muchas gracias, no sabría cómo pagarles la ayuda —la abracé de nuevo. —Solo diviértete, con medida claro, y ten mucho cuidado —asentí con una sonrisa de oreja a oreja, antes de quedarme a solas con Matías. —Se notan que son muy agradables. Que suerte la tuya. —Si, lo sé. ¡Voy a viajar contigo!, y jamás me había emocionado tanto por viajar, créeme. —¿Quizas por qué será prácticamente gratis? Alcé los hombros con una sonrisa. —Tienes que ayudarme a empacar, engreído. Tenemos mucho por planear —lo tiré del brazo hacia mi habitación, después de que saludara a mis padres.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD