Mia dejó escapar un pequeño jadeo cuando Antoni la tomó por el brazo y la levantó, ese acto hizo que su motivo de placer quedara totalmente expuesto pegado al suelo de la regadera, Antoni lo vio, pero eso no fue impedimento para arrastrarla a la habitación. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de adrenalina, anticipación y ese nerviosismo que siempre la invadía cuando él se ponía así, era parte del juego, parte de la intensidad con la que él la reclamaría después de tanto tiempo lejos. — ¿Me extrañaste, esposa infiel? — susurró, con una sonrisa torcida antes de sentarse en la cama y acostarla boca abajo sobre sus muslos. Mia sintió un escalofrío recorrer su espalda, su respiración se volvió más errática mientras Antoni sacaba una de sus piernas y la colocaba detrás de sus rodillas dej

