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Blurb

Hannah y Joshua han estado juntos toda la vida. Desde el instituto a la universidad. Seis años de relación siendo sólo ellos dos, su primera vez en todo y nunca ha habido otras personas. ¿Qué pasará si deciden tomarse un tiempo para acostarse con otras personas? ¿Podrán soportarlo o volverán corriendo a los brazos del otro?

Descubre los celos, la amistad, el odio y el amor en esta historia. ¿Te atreves?

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1
HANNAH El segundo año de Universidad empezó con fuerzas. Me arrasó por completo. Mi vida era perfecta, creía que lo tenía todo y las cosas se me echaron encima demasiado deprisa, no me pude ni poner amortiguadores. Primero está el que la carrera de derecho era mucho más dura de lo que esperaba, pero lo llevaba bien, todo el día entre libros de leyes y papeles. >. Después estaba mi familia con sus pequeños problemas de padres casados desde hacía treinta años; mi hermana no dejaba de llamarme porque últimamente discutían más de lo normal y me lamentaba de ella. >. Y luego estaba Joshua, Josh, pensaba que nuestra relación sí que la tenía bien vista, estaba sin fisuras y por eso nunca me esperé lo que se me vino encima. Él y yo llevábamos juntos desde séptimo grado, empezamos a salir con trece años y para aquel entonces teníamos seis años de un noviazgo impoluto. Pensaba que nos amábamos, que nos casaríamos y que después de la universidad viviríamos juntos en una casita y formaríamos una familia. Siempre es un error fantasear tanto. Siempre es un error dar las cosas por sentado.  Mi vida era, desde mi punto de vista, perfecta.  Hasta ese momento.  Estaba estudiando, con las piernas cruzadas sobre mi silla de escritorio y mi uniforme oficial de no salir de la residencia por el resto del día: una sudadera del equipo de baloncesto de Josh y unas mayas ajustadas, descalza y con una pinza sujetándome el nido de pájaros castaño que es mi pelo. En esos momentos extrañaba el escritorio de casa, uno mucho más grande con espacio para todos mis libros y cuadernos. Por suerte, la única que tuve ese día, Nora, mi compañera de cuarto y mi mejor amiga desde que entré en la universidad, se dejó su escritorio libre y pude ocuparlo con algunos libros míos para estar más cómoda. Revisaba la hora cada cierto tiempo, y cuando dieron las siete de la tarde le mandé un mensaje a Josh porque era cuando salía de sus entrenamientos con el equipo.  Hey, ¿qué tal el entreno?  Y volví a lo mío. No me consideraba una novia lapa, le dejaba su espacio y él me dejaba mi espacio, aunque sí que es verdad que pasábamos mucho tiempo juntos porque nuestros amigos eran los mismos. Tal vez eso le agobió. El móvil no tardó en vibrar sobre mis apuntes y sonreí como una boba enamorada cuando leí su respuesta.  ¿Estás en tu habitación? Me paso y hablamos.  Escribí una rápida afirmación y esperé terminando de estudiar un poco.  Después de que Josh consiguiera una beca deportiva en la GSU, la Universidad estatal de Georgia, yo apliqué para mi beca y le seguí hasta Atlanta entre otras cosas porqué él también me lo pidió para estar juntos. Así que básicamente le seguí hasta el otro lado del país. Y allí estaba yo, en mi residencia de estudiantes mientras él era parte de una fraternidad con otros deportistas. No me molestaba, adoraba nuestra independencia y ese tipo de vida adulta.  Escuché los golpes en la puerta antes de lo que esperaba, se me fue el tiempo volando como cada vez que estudiaba. Siempre sonreía como una idiota cuando Josh estaba cerca, cuando me hablaba o cuando pensaba en él; Josh me hacía feliz. Me hizo dar saltitos hasta la puerta y allí estaba él, alto, imponente, y muy sexy. Siempre lo recordé más alto que yo, mucho más, y era un chico que llamaba la atención de cualquiera, me sentía afortunada porque alguien como él se fijara en mi y no en cualquier otra. Debía ser por su pelo n***o degradado, o por sus ojos oscuros que le daban un toque de misterio, o seguramente Josh era magnífico por su increíble físico; esas eran las cosas que la gente veía en él, las chicas que no lo conocían, pero yo le quería por lo externo y por todas las cosas que había aprendido de él con los años; sus pequeñas manías, sus gustos, sus gestos, su actitud, su determinación...  Se agachó y me dejó un beso bastante corto, y con sólo eso me aceleró los latidos. —¿Está Nora? —preguntó, y vi a dónde seguía su mirada.  —No —dije, y me apresuré a arreglar un poco mi desastre en los escritorios—. Ha salido con Molly a tomar algo, he aprovechado que es la primera vez que veo su escritorio sin envoltorios de chocolate y cigarrillos.  Escuché la puerta cerrarse y cuando ordené unos cuantos apuntes y me giré, le pillé pasándose las manos por el pelo y el cuello en ese gesto nervioso e indeciso que solía hacer. Dejé que me dijera algo porque yo ya sabía que algo pasaba cuando no dijo nada en tres minutos, me dio tiempo a ordenar todos mis papeles y él no abrió la boca.  —Hey... —crucé de nuevo la habitación hasta él y le apoyé las manos en el pecho—. Cariño, ¿estás bien?  El pecho se le agitó con fuerza y me miró con los labios apretados. Supongo que, para amortiguarme el momento, cogió mis manos entre las suyas y asintió.  —Ven, vamos a hablar —me dijo con el tono más bajo y calmado que tenía.  Me llevó hasta que mis rodillas chocaron con la cama y caí sentada en el borde, no me soltó las manos ni cuando él se sentó y me las apretó en un gesto afectiva.  —¿Está todo bien? Josh... —insistí.  Con la cabeza gacha, mirando nuestras rodillas, lo escuché suspirar.  —He estado pensando últimamente... —empezó, y sus ojos oscuros me atravesaron. Decidí no decir nada, que soltara todo y ya luego veríamos. Entonces se pasó la lengua por los labios y me puso nerviosa porque eso lo hacía cuando iba a soltar una charla—. Creo que nos vendría bien un tiempo.  —¿Tiempo?  No lo entendí, y si lo hice, no quise creerlo.  Josh me miró y volvió a hacer esa cosa de relamerse. Estaba suplicándole con la mirada que no siguiera, que podía hacer como que no lo había oído. ¡Estábamos bien, j***r!  —Llevamos juntos mucho tiempo,  me parece que somos más dependientes el uno del otro que otra cosa.  —¿Insinúas que no nos queremos? ¿Qué sólo estamos acostumbrados? —Intenté sacar mis manos de las suyas, empecé a sentir calor en el pecho, y en la garganta, un calor que me dolía.  —Hannah... —intentó sujetar mis manos, pero de un tirón las alejé, y yo corrí lejos de la cama hasta lo que la pequeña habitación me permitió. Se levantó, y agité las manos pidiéndole que no se acercara—. No es que no te quiera, pero j***r, son seis años y quiero algo de tiempo. Y te vendría bien tener tiempo para ti, para tu carrera sin que te preocupes por mi. Deberíamos aprender a estar solos y volveremos, te lo prometo, te lo juro, Hannah, sólo necesito tiempo.  Me costaba asimilarlo. Esas eran cosas que pasaban, pero no a nosotros, éramos perfectos, ¿qué estaba pasando? Creía que nos queríamos.  Me tuve que morder la lengua y no llorar con él ahí delante, ¿qué debía hacer? Si quería un tiempo yo no podía evitarlo, no era ese tipo de persona. —¿Necesitas tiempo para saber si me quieres o si sólo estás acostumbrado a mi? —conseguí no romperme, porque dolía. Vaya si lo hacía.  Josh suspiró de nuevo y se llevó las manos al cuello frotándoselo. Ni siquiera tuvo que abrir la boca porque ya sabía la respuesta, lo supe en cuanto sus ojos volvieron a dar con los míos.  —Necesito saber que te quiero —dijo—. Necesito echarte de menos.  Estuve a punto de decirle que para eso me hubiera largado a casa, seguro que a miles de kilómetros me hubiera echado de menos, pero aquello era peor porque iba a seguir viéndolo por el campus. Sentí que alguien tenía su mano hundida en mi pecho, que Josh apretó su mano alrededor de mi corazón y lo destrozó.  —Vale... —conseguí susurrar, y me tragué el dolor, y las lágrimas, y el nudo de la garganta que me ahogaba—. Si es lo que tú quieres...  Si es lo que él quería, yo se lo iba a dar, y se lo di. Supongo que en caliente no me permití largarme a llorar porque no quería ser victimista, quería demostrarle que yo no le necesitaba tanto a cómo él debía creerse. Aunque no era de extrañar, después de seis años, ¿cómo no iba a necesitarle? Quitarlo de mi vida era quitarme un pilar fundamental.  —Nena...  Su intento de acercarse se quedó en nada, no podía tocarme porque eso me haría peor.  —No me puedes llamar así cuando quieres irte.  Estaba deseando dos cosas: o que se quedara y me dijera que todo era una broma de mal gusto, o que se fuera y me dejara llorar a solas. Sentí como se me nublaba la vista y tuve que apartar la mirada para que Josh no viera lo mucho que me afecta todo esto, no quería que me tuviera en la palma de su mano estando seguro de que después de todo volveré a él como si nada, como a alguien a quien dejas y luego recoges como si nada hubiera pasado. —Por favor, no llores, vamos a estar bien —me aseguró, y pasó, me puso las manos en los hombros y me costó más contener el llanto. Sobre todo cuando sus dedos me empujaron la barbilla y me obligó a mirarle—. Vamos a seguir siendo colegas, como siempre, pero necesito esto. Lo necesitamos, tenemos que vivir cosas nuevas por separado. Me parecía una gilipollez, pero sólo asentí y fingí una pequeña sonrisa.  —Está bien —susurré. La presión en el pecho me causó dolor y le tuve que echar para que aquello se fuera—. En ese caso nos veremos por ahí, colega.  No sé cómo fui capaz de bromear, sin embargo Josh sonrió y pareció aliviado de que me lo tomara tan bien. Se alejó y se ajustó la chaqueta vaquera antes de dar un golpe de cabeza.  —Bien —dijo con esa pequeña sonrisa que siempre me gustó. Entonces abrió los brazos y me rodeó apretándome contra su cuerpo. Sus brazos me apretaron con fuerza y dejó su barbilla en lo alto de mi cabeza, mientras, yo me aferré a él como si fuera nuestro último abrazo. Me frotó la espalda reconfortándome, porque por muy fuerte que intentara ser, él me conocía mejor que nadie—. No quiero hacerte daño, odio eso, pero...  —Pero lo necesitas, sí, lo pillo —corté, y me alejé a pesar de que fue difícil—. Estaré bien, Josh, no pasa nada. Tienes razón.  Volvió a sonreír y me quitó la pinza del pelo porque sabía que siempre me hacía de rabiar con eso.  —Está bien escuchar como dices que tengo la razón aunque sea así —dijo, abrió y cerró la pinza y la lanzó en mi cama.  Bufé y le rodeé para volver a recogerme el pelo.  —No te acostumbres.  La habitación se quedó en silencio y ya me empezaba a ahogar, necesitaba salir, o que él se fuera. Acababa de terminar todo y no podía hacer como no había pasado.  —Tengo que hacer unos trabajos para mañana, pero nos veremos —dijo.  No me atreví a girarme, fingí estirar la colcha de mi cama.  —Claro, nos veremos.  Se quedó un poco más, tal vez un minuto en silencio antes de suspirar con fuerza e irse. No pude aguantar ni dos segundos cuando me largué a llorar con el corazón en un puño, no creo recordar que nunca hubiera llorado tanto, ni siquiera de pequeña. Aquello dolía como nada y no estaba preparada para un corazón roto, no esperé que eso me pasara a mí. Resbalé por la cama hasta que terminé en el suelo, abrazándome las rodillas y acallando mis gimoteos. Las papeles en la residencia eran de papel de fumar, se escuchaba todo y no podía permitirme que me miraran raro por pasarme toda la tarde llorando como una niña. Me quedé sin fuerzas, me costó subir a la cama y arrastrarme hasta las almohadas para llorar mientras me quedaba dormida. Desafortunadamente no pude descansar y Nora llegó cuando todavía no me tranquilizaba. Por si fuera poco, el paso de las horas me hizo un mal terrible porque no podía evitar los malos pensamientos.  —¿Hannah? —preguntó en la oscuridad. Intenté estar en silencio y dejar que se fuera a la cama, pero en cuanto palpó mi cama y me tocó el pie, solté un sollozo. Enseguida encendió la luz de mi mesilla y me iluminó la espalda hasta que con la fuerza que tenía me giró y abrió la boca. Nora era una chica de mi estatura y su cuerpo se parecía al mío, así que era una chica delgada con algún que otro buen atributo, pero a diferencia de mi, a ella le encantaba intimidar a chicos cuando salíamos y hacía pesas en el gimnasio de la universidad sólo para poder decir que de un guantazo podía tumbarte.  Se lo conté todo sin que me preguntara, y terminó tumbada en mi cama mientras me acariciaba la cabeza en su regazo. Y volví a empezar a comerme la cabeza.  —¿Y si quiere probar a otras a chicas? Sólo nos conocemos entre nosotros y puede que...  Me tapó la boca y chistó con fuerza callándome.  —No digas eso, no pienses eso —me ordenó—. Y si es tan gilipollas como para hacer eso, tú te tirarás a Kaden. Ese tío la tiene enorme y te quitará las penas.  —A mi me gusta la de Josh.  Nora se rio y yo también. Sus comentarios graciosos me amenizaron la noche, pero no consiguió que dejara de pensar en los motivos por los cuales Josh quería alejarse de mi. No me quería, no sabía si me quería, y tenía a chicas detrás de él, tal vez las necesitaba a ellas, o tal vez las quería a ellas.  —Mira, tienes dos opciones: coges las riendas de la situación y haces ver como que estás bien, que ese idiota vea lo bien que te va sin él y que puedes tener a cualquier otro cuando quieras, o te largas a deprimirte y lo evitas quedando como una niñata desesperada y dependiente. Eres una mujer madura, independiente y jodidamente atractiva, él va a volver a ti, pero no se lo pongas fácil. Así que este sábado hay fiesta.  No tenía ninguna gana de ir de fiesta, pero todavía era lunes y esperé que las ganas me llegaran según avanzaba la semana, porque a mi me gustaban las fiestas, me lo pasaba bien con mis amigos y sabía que me podía mantener distraída.  —Gracias, Nora —apreté su mano entre las mías y me separé para que pudiera irse a dormir—. Es tarde, deberías irte a dormir.  Y aunque ella se fue a su cama, me siguió hablando hasta que me dormí.  —Y sino, que Kaden te de con su arma y verás como te deja la mente en blanco —bromeó, e hizo el gesto de una pistola con las manos—. ¿Te imaginas? Tiene que tener el cañón súper lleno con esa funda que trae... Seguro que se le llenan los cojones de sólo verte. Se muere por darte duro con su escopeta.  Apreté la cara contra la almohada y solté un pequeño grito por habérmelo imaginado. —¡Buenas noches, Nora!

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