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HANNAH —j***r, erais perfectos, lleváis toda la vida juntos. Habéis hecho que deje de creer en el verdadero amor —bromeó Molly cuando aparecieron a la mañana siguiente por la residencia.  —Yo tengo una duda —comentó Lisa desde detrás de Nora mientras le hacía dos trenzas antes de ir a clase—. ¿Os habéis puesto límites?  Limites. Lo odié porque había soñado con ello. No sabía si estábamos juntos, si eso del "tiempo" serían unas semanas distanciados y luego las cosas serían normales otra vez, o tal vez había sido una forma muy sutil de decirme que habíamos roto y estábamos solteros, solteros y disponibles para follarnos a cualquiera. Ni siquiera sabía si Josh se había imaginado con otras porque yo jamás lo pensé, era suya y sólo quería tener esas intimidades con él. Nuestra vida s****l era perfecta, intensa, erótica y cariñosa, pero yo ya no tenía nada claro. Eso de "tomarnos un tiempo" me causó inseguridades que me persiguieron durante muchos años.  Me desinflé como un globo y me senté en el borde de mi cama intentando no volver a llorar. ¿Cómo iba a sobrellevar que Josh quisiera estar con otras mujeres? Esa no era la forma de echarme de menos ni de saber si me quería.  —Quita esa cara —me exigió Nora y me lanzó una goma del pelo—. Eres una tía jodidamente atractiva, tienes a tíos babeando por ti y si quisieras te atarían los zapatos con la boca. Así que quita esa cara y sé la Hannah segura de sí misma que eras ayer por la mañana. Es sólo un tío, tu actitud va contigo y no depende de él.  —Eso es —animó Molly, y se sentó a mi lado en la cama—. Tienes que cogerle y le dices que si él quiere follarse a otras, adelante, que lo haga. Me jode decírtelo pero se van en una semana cuando empiece el torneo y no vas a saber lo que hace de todas formas, así que mejor lo dejáis claro y durante esas semanas vamos a salir y te vas a olvidar de Joshua.  —Seguro que Kaden te hace olvidarlo —canturreó Nora—. Te da con eso que tiene entre las piernas y se te quitan las penas.  —Es que yo no quiero que me de nadie, sólo Josh —refunfuñé con el nudo en la garganta.  —Hablando en serio, sin ninguna broma —dijo Lisa, y empezó con la segunda trenza de Nora—. ¿No tienes nada de curiosidad por ver como son otros chicos? ¿Experimentar y conocer cosas nuevas? —Deberías explorar tu sexualidad con otros, igual así descubres que te va el sadomasoquismo, o que te ahoguen, o tal vez te molan los pies —comentó Molly.  Josh y yo nunca sacamos nuestras cosas sexuales fuera de la relación, lo que hacíamos se quedaba con nosotros y yo ya sabía que me gustaba, me gustaba que él me tocara, que hundiera sus dedos en mi piel y me mordiera dejándome marcas por todo el cuerpo. Con Josh cada encuentro era diferente, más excitante algunas veces, otras más romántico, y otras era sólo b********d. Y yo amaba eso.  —No se me pasa por la cabeza acostarme con otro —dije. Ni si quiera quería imaginármelo. Cogí mi mochila y me subí la cremallera de la chaqueta de cuero—. Tengo que irme a clase, ya nos veremos chicas.  —Hannah... —suspiró Nora, y me giré desde la puerta. Sus ojos oscuros me sonrieron con cariño y apreté los labios asintiendo—. Estará todo bien.  Yo me lo repetía cada minuto, que todo estaría bien, que yo no era la primera ni la última en pasar por eso y la vida seguía. Por mucho que Joshua me prometiera volver juntos, que me querría, yo sabía que si no era lo que sentía eso no iba a aparecer mágicamente y no podía obligarle a cosas. ¿Obligarle a no estar con otras chicas cuando ni siquiera me quería? Yo no era de esas. Para él no había ningún problema, a fin de cuentas no me quería y follarse a otras sería sólo un momento; para mí, aquello, era una tortura porque era el chico del que estaba enamorada.  Más tarde, durante una clase a la que no podía prestar atención por estar pensando en el tema, llegué a la conclusión de que era demasiado rápido asumir esas cosas. Todavía quedaba una semana para que el campeonato de baloncesto empezara, tenía la esperanza de que volviera a mi corriendo y diciéndome lo mucho que me quería, pero no me hice ilusiones porque eso sería más doloroso. Supuse que si para entonces no habíamos solucionado nada, las cosas entre los dos estarían más que perdidas porque yo no creía poder perdonar que me fuera infiel aún si eso del "tiempo" era una ruptura. Guardé un ápice de esperanza que según avanzó la semana se fue perdiendo.  El jueves por la tarde, cuando volvía a la residencia después de mi última clase, me lo encontré. Iba rodeado de sus compañeros del equipo y me pareció que el corazón se me saldría por la boca. Entonces, cuando tuve que echarme a un lado para que los deportistas no me arroyaran, nuestros ojos chocaron y me apreció algo mágico y de película, salvo porque no pasó nada, yo hice un gesto de cabeza indiferente y él sonrió y me lanzó otro gesto. Eso dolía, que alguien a quién dos días atrás hubiera llenado de besos sólo se dignara a asentirme con la cabeza, dolía. Dolía mucho.  Cuando llegué a la residencia y me vi sola, me largué a llorar otra vez y eso que yo no quería hacerlo; intenté contenerme pero no pude. Por suerte sólo estuve media hora abrazando la almohada y para cuando mi familia me llamó, ya no tenía la voz tan pastosa.  —¿Qué tal por allí? —canturreó mi madre en la videollamada.  —Bien —mentí—. ¿Y por allí?  —Estamos deseando que llegues ya —aseguró mi padre.  —Sí, quedan tres semanas para que vengas y ya te están preparando la cama —bromeó mi hermana Hazel. Me seguía sorprendiendo lo mucho que nos parecíamos a pesar de los cuatro años que le sacaba.  —Eso pasa enseguida —aseguré, y recé porqué así fuera—. En nada estaré por allí rondando.  La charla fue amena, como siempre, cuando hablaba con mi familia se me dibujaba una sonrisa en la cara y me sentía en el ambiente más familiar que tenía. Se debieron dar cuenta de que alargué la charla hasta cuando Nora volvió y se unió a la llamada, porque no quería colgar, no quería volver a las charlas sobre chicos ni a pensar que esa era otra noche sin hablar con él.  —¡Hasta mañana, cariño! —se despidieron, y en cuanto sonó el corte de llamada dejé de sonreír.   —Hey, no hagas eso —me regañó Nora, y me dio una colleja—. ¿Has hablado con él?  Agité la cabeza de lado a lado. —No, y sé lo que me vas a decir, pero no quiero hacerlo ahora. Lo haré el domingo después de la fiesta, antes de que se marche.  —¿De verdad crees que él es capaz de tirarse a otra?  Era la pregunta más sincera que podía hacerme, y fue la primera vez que me paré a pensarlo muy de verdad. No lo sabía.  —No lo sé —admití, derrotada—. Creía que le conocía, pero también creía que me quería y resulta que no es así. Puede que lo haga, que se vaya y se acueste con otras, y yo no puedo hacer nada para evitarlo, pero si lo hace no voy a ser una estúpida y me voy a quedar aquí encerrada llorando por él. Y no estoy diciendo que me vaya a acostar con otros —me apresuré a decir al ver como sonreía—, me refiero a pasármelo bien, no espero que Josh crea que después de todo estaré aquí esperándole como si nada.  Me consideraba muy madura, y no haber hablado con él en casi tres días me dejó mucho tiempo libre para escribir en una libreta todos los pros y contras de la situación, aunque me puse a llorar y cerré la libreta, pero en esos días y cogiendo fuerza de mi madurez y las palabras de mis amigas, lo entendí mejor. Yo no podía retraerme en mi habitación esperando evitarle de por vida expectante por algo que, tal vez y por mucho que me doliera, podía no pasar. Josh me había prometido volver, pero también me prometió quererme por siempre. Tenía que ser mi mejor versión, una Hannah segura que se podía comer el mundo sin necesitar a Joshua. Por que a pesar de nuestra relación, algunas metas en la vida y nuestras carreras no dependían del otro. —Esa es mi amiga —canturreó Nora, y me rodeó desde atrás con sus brazos dándome un beso sonoro en la mejilla—. ¿Segura que estás bien?  Fue otra pregunta muy sincera. Agarré sus manos y entrelazó sus dedos con los míos dándome un apretón reconfortante.  —No, pero lo estaré.  Eran seis años... Conocía tanto a Joshua que ya me había dado cuenta que desde mediados de verano estaba raro. No raro del tipo que ni me habla, raro del tipo estar más pensativo. Me lo tuve que imaginar.  Nora se quedó tumbada en su cama y no comentó nada cuando me vio sacar una caja y empecé a meter cosas de Josh dentro. Tenerlas era duro, y lo primero que guardé en el fondo de la caja fue su sudadera con la que dormía. También metí un par de camisetas de manga corta que me había quedado y una chaqueta que me dejó semanas atrás después de una cita esporádica; y un pijama que siempre tenía en mi armario para cuando dormíamos juntos allí. Me subí a la cama y cogí de la estanterías sobre ella un trofeo de baloncesto que me regaló para que le recordara cada vez que tenía que salir del estado a jugar partidos. Tenía, además, un par de apuntes suyos que se dejó el sábado cuando estudiamos juntos y estuve a punto de meter en la caja las fotos que teníamos juntos, pero no lo hice, guardé todas nuestras fotos en mi maleta debajo de mi cama. Cuando me alejé y vi el panorama, se me estrujó el pecho pero fue sólo esa vez en comparación a lo que me dolía ver ahí sus cosas. —Es lo mejor —comentó Nora tapada con la sábana hasta el cuello—. Aunque luego volváis, eso te ayudará a tomarte un tiempo a ti también.  Me esperé hasta que se durmió para revisar las r************* , Josh no tenía muchas fotos de ocio en su perfil, la mayoría eran de baloncesto y la última que subió que era algo diferente porque éramos nosotros ese verano en la playa, juntos y tomando el sol; no la quitó de su perfil, ni esa ni las otras pocas que teníamos juntos y yo tampoco le quité a él del mío. Fue la última vez que le miré las r************* , hacerlo me creaba un nudo en la garganta y quería evitarlo. Quería centrarme en mí misma.  Por eso a la mañana siguiente, como sabía que Josh tenía clase muy temprano, cogí la caja y atravesé todo el campus cargando con ella hasta salir por el arco de entrada y caminar unos kilómetros más hasta las fraternidades. Me vino bien ese paseo mañanero porque me despejé y me sentí muy tranquila, me relajaba caminar a solas por las mañanas cuando todavía no había mucha gente. Golpeé suave la puerta de su fraternidad porque también sabía que había un montón de chicos todavía dormidos y por suerte uno me abrió la puerta. Iba sin camiseta y se pasó la mano por los abdominales antes de sonreírme y hacerme un gesto vago de cabeza.  —Buenos días, Hannah —me saludó, y me dejó entrar cerrando la puerta a mis espaldas—. Por favor, dime que vienes a hacernos uno de esos desayunos que nos regalas.  Los chicos allí ya me consideraban una más, había pasado allí fines de semanas enteros y se acostumbraron con rapidez a mis idas y venidas. Me caían bien todos ellos.  —Ya... —torcí el gesto y agarré con fuerza la caja—. Sé que lo sabéis, que Josh y yo... en fin. Creo que nos veremos por el campus, Alex.  Eché a caminar hacia las escaleras y me la apoyé en la cintura para ver los escalones. La fraternidad era enorme, blanca y con un techo super alto, parecía un pequeño palacio, hasta las escaleras eran elegantes.  —Puedes ser mi novia, si quieres —comentó con algo de gracia, y eché la mirada sobre la barandilla viéndole en mitad del salón con las manos en alto—. Te trataría como a una reina.  Me hizo sonreír.  —Ya lo sé, Alex. Nos veremos por ahí.  Llegué a la segunda planta y entre todas las puertas, la de la habitación individual de Josh era la que más me sabía de memoria; mis pies caminaron solos hasta ella y la abrí sin pensármelo. Agarré el pomo, lo giré y empuje levemente la puerta haciéndola chirriar. Tenía tan mala suerte que seguía allí, estaba despierto, tumbado sin camiseta contra el respaldo de la cama y los cascos puestos mientras, seguramente, veía algún partido antiguo de baloncesto. > Ya no había tiempo de salir corriendo. Sus ojos oscuros me miraron y tiró de los cascos quitándoselos del tirón.  —Hannah —susurró con una pequeña sonrisa—. ¿Qué haces aquí?  Subí un poco la caja y atravesé su cuarto hasta dejarla sobre el escritorio.  —Te traigo tus cosas —dije, y pensé en ordenarlas yo misma porque sabía que él las dejaría en esa caja hasta meses después, decidí no hacerlo porque ya no pintaba nada allí.  Escuché el movimiento de su cama y sus pasos acercarse. Se quedó tan cerca de mi que sentía el calor que su cuerpo desprendía. Allí siempre hacía calor, como ellos no pagaban algunas facturas, como la del gas, se pasaban el día con la calefacción encendida. Eso me causó estragos porque quise tocarle, deseé darme la vuelta y acariciar sus abdominales mientras nos besábamos. Por suerte él era tan alto que no me veía el gesto afligido.  —No hacía falta, enserio —alargó la mano y cogió el trofeo—. Esto es tuyo, quiero que lo tengas.  Agité la cabeza y me alejé un paso de él negando. Levanté la cabeza con mi máscara de Hannah la fuerte y me atreví a mirarle.  —No hace falta, lo ganaste tú.  —Sabes porqué te lo di.  Suspiré y ladeé la cabeza esperando que se diera cuenta de lo obvio que era eso.  —Deberías saber porqué te lo devuelvo. Yo también quiero mi tiempo. Soltó un suspiro y lo dejó dentro de la caja otra vez. Lo mejor era irme, me giré dispuesta a hacerlo cuando sentí su mano en mi brazo y me recorrió un escalofrío. Giré la cabeza y Josh me atravesó con sus ojos oscuros suplicándome algo.  —Sé que no tienes clase hasta tarde, ¿podemos hablar un momento? —me pidió.  Sutilmente alejé mi brazo de su mano y me entrelacé las manos detrás de la espalda.  —¿Tu no vas a clase?  Levantó el cuello hacia la puerta abierta de su habitación y de un par de zancadas la cerró.  —Tengo entrenamiento en una hora, el entrenador me está jodiendo con esto del campeonato. Nos vamos el domingo por la mañana y no quiero irme sin hablar contigo.  Me hice ilusiones muy rápido y me obligué a rebajarme ese sentimiento. Pero asentí con la cabeza porque si no iba a verle más, necesita dejar las cosas claras. —¿No vas a ir a la fiesta de mañana? —me atreví a preguntar.  Josh mantuvo la distancia y lo agradecí, pero deseé que se pusiera una camiseta.  —No, tengo que madrugar demasiado —explicó.  Me limité a asentir y jugué con las mangas de mi jersey esperando algo más. Ya que esa iba a ser nuestra última conversación en, por lo menos, dos semanas, yo también quería hablar.  —Yo también quiero hablar contigo —admití, y de un par de pasos me senté en el borde de su cama deshecha, golpeé un hueco a mi lado—. Ven.  No tardó en estar a mi lado y nos quedamos en un silencio. Josh y yo teníamos algo, nos mirábamos y las cosas se leían en nuestros ojos.  —Lo que te dije es verdad —empezó—. Quiero echarte de menos y quiero que este tiempo me recuerde porqué te necesito.  —Pero... —objeté yo, y puse mi mejor sonrisa falsa. Dolía pensar que lo iba a decir yo, me ardía la piel y el corazón—. Quieres estar con otras chicas.  Echó la cabeza hacia atrás y se me escaparon un par de lágrimas que me sequé con rapidez. Josh me miró y me sujetó por las mejillas mientras me temblaba el labio. No podía ser fuerte en ese momento.  —No, no llores, nena. No es eso... es que... —se relamió los labios y me apretó las mejillas apoyando su frente contra la mía—. Ni siquiera sé que coño decirte. Soy un cabrón.  —¿Tanto te aburro? —solté con algo de gracia y entre pequeños sollozos. Me sequé las lágrimas con las mangas del jersey y Josh apretó los labios.  —No me aburres, nunca lo has hecho, pero han sido seis años y nunca hemos salido de nosotros.  Estuve a punto de preguntarle si él quería que yo me follara a otros, porque estaba segura de que estaba siendo un hipócrita; él sabía que yo le amaba tanto que jamás lo haría, entonces él iría, se follaría a unas zorras y volvería, y yo me habría quedado sola. Tuve rencor, y odio, y mucho dolor.  —Vale —susurré, y sonreí entre lágrimas levantándome de la cama—. Está bien, podemos hacer lo que queramos.  —Nena... —se levantó conmigo y me sujetó el pelo a los lados de la cara acercándome a él—. Es sólo un tiempo, lo necesito, lo necesitamos. Te juro que nos vendrá bien, te lo juro, nena.  Me callé todo el dolor. —Está bien —repetí, y me volví a alejar apresurándome a la salida.  —Hannah... por favor, no te enfades.  Apreté los labios con la mano aferrada al pomo intentando destruirlo.  —No estoy enfadada, estoy dolida, no te imaginas cuanto—aseguré y no sé como soné porque pareció afectado. Abrí la puerta de mala gana y di un paso fuera sin mirar atrás—. Disfruta follándote a otras.  >  —Hannah —escuché que me llamó, pero aceleré hacia las escaleras—. Nena, por favor...  A mitad de las escaleras me giré y lo vi decidido a bajar, pero le apunté con un dedo.  —No me vuelvas a llamar así —espeté, y no me di cuenta de que estaba llorando hasta que me volví a girar y el sabor salado de mis lágrimas me inundó la boca. Me tuve que tapar la boca para no sollozar en voz alta.  Alex salió de la cocina aún adormilado y se quedó viendo la escena, pero yo pasé de largo secándome las lágrimas.  —¿Qué coño le has hecho? —le soltó a Josh, y me intentó pillar el paso mientras atravesaba el enorme salón con Joshua detrás.  —Ni te le acerques —le amenazó él, y sus zancadas me perseguían—. Hannah...  Qué hipócrita, Alex no se podía acercar pero él iba a follarse a otras. > tenía suerte de que su madre me cayera bien.  Aceleré más el paso y cerré la puerta de la fraternidad con una fuerza que no sabía que tenía, enseguida eché a correr hasta el lateral de la casa y cuando escuché a Josh gritar mi nombre me quedé escondida hasta que volvió a entrar en casa y eché a andar bordeando todo el campus hasta la residencia. Nora ya no estaba y me perdí mi primera clase por quedarme llorando. Esperé vaciarme de lágrimas para no volver a llorar.
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