Cuarto

2177 Words
Viernes, el día más esperado por todo el mundo, pero yo era la única (creo) que esperaba con muchas más ansias el viernes, ya que tenía clases de ballet y volvería a encontrarme con aquel chico, Emanuel. Solo con recordar su nombre, recordar su rostro, su perfil, sus ojos... ¡Dios!, ¡me volvía loca!. Llegó la hora y me fui escuchando música, iba con una sonrisa en la cara, temprano en la mañana mi profesora de ballet me mandó un mensaje diciendo que podía quedarme al grupo de grandes y ese fue motivo suficiente para poder estar feliz todo el día, debido a que ahí estaba Emanuel. Llegué, me puse mis zapatillas, me hice una cola alta con mi cabello y como era costumbre me puse desodorante y un poquito de perfume, no piensen que soy rara, solo quería oler bien, no hay nada de malo con eso o ¿si?. Llegó la hora de entrar al salón y por primera vez en tanto tiempo deseaba que la puerta se abriera y que Emanuel asomara su cabeza para poder verlo, pero no pasó, creo que hoy no lo iba a ver y así fue, no lo vi, pero estaba segura de que el lunes si podría verlo. Me decepcioné un poco, pero son cosas que pasan. Cuando llegué a casa hablé con él y me comentó que no había podido ir por temas personales, así que no le pregunté más y seguimos hablando tonterías. Debo decir que fue difícil de hablar con él, no me contestaba muy seguido, pero en fin hablábamos tonterías de a rato. Pasaron unas cuantas semanas, entró el mes de mayo y con Emanuel nos llevábamos súper bien, hacía un tiempo le había mandado la solicitud en f******k, porque le hablaba sin ser amiga en f******k y yo le hablaba y él no me daba mucha pelota, pero intente por lo menos 2 veces, alguien tenía que dar el paso, ¿no?, nos empezamos a llevar bien incluso él vio que me iba por la misma ruta que él, y siempre cruzaba por mi lado y me decía "Adióooos" con un tono suave y una sonrisa preciosa, iba en bici, por eso siempre me saludaba así. Por f******k hablábamos más que en persona, creo que la vergüenza comenzó a ganar terreno y se nos hacía difícil poder hablarnos cara a cara, en las clases de ballet estábamos juntos y ya comenzaban a molestar los demás compañeros con: "¿Son novios?", "¿Están en algo?", "Que linda pareja hacen" y demás cosas que hacían que un destello en mis ojos y un color rojo apareciera en mis mejillas. Con Emanuel hablábamos poco en persona, pero jodíamos mucho y a veces parecía que realmente éramos algo, pero la idea de ser algo se esfumó cuando vi que aquel día trajo a su novia e iban agarrados de la mano, era petiza, de pelo largo, como les había comentado, pero algo más era que ella tenía piel morena, ojos grandes y un carácter y una voz bastante irritante, su cara era de arrogancia y ya con eso, hizo que no la quisiera cerca de mí. Con mi profesora de ballet coordinamos para que pudiera ir todos los días, pronto tendría que dar mis primeros exámenes para profesorado y tenía que ir preparándome con las chiquitas para que Silvana, la profesora por excelencia de exámenes de ballet no me agarra desprevenida. Cada día que iba hablaba con Emanuel por f******k y una pequeña sonrisa brotaba de mis labios y como a eso de las 19 hs él aparecía en el instituto de ballet y entraba por la puerta del salón de danzas y se sentaba a mi lado, nos molestábamos mutuamente, obvio yo tenía que estar atenta a mi profesora, ella confiaba bastante en mí ya llevaba un buen tiempo estudiando con ella y me dejaba poner y parar la música cuando las pequeñas se equivocaban en algún paso, era como su DJ, Íngrid siempre confió en mí y me ayudaba en muchas cosas, era como mi segunda mamá. Después de cada clase de ballet me iba a mi casa y ni bien llegaba me ponía a hablar con Emanuel, éramos como mugre y uña, no podíamos despegarnos del celular, a veces me quedaba hasta las 3:00 AM hablando con él y nos mandamos a dormir y ninguno de los dos se iba, porque ambos queríamos seguir hablando con el otro. En ese momento descubrí los pequeños sentimientos que empezaban a aflorar por él. Entraba el mes de junio y el invierno se sentía bastante, el frío era insoportable, además empezaba a oscurecer temprano, odiaba con todo mi ser el invierno. Las clases con mi profesora iban bien, con Emanuel seguimos hablando día y noche, hasta que llegó un día en donde decidió acompañarme hasta cerca de mi casa, salimos del salón y yo me quedé a esperarlo, él tenía que hablar con Íngrid sobre la paga del mes o algo así. Me puse supercontenta porque no creí que esto fuera a pasar, me imaginé como sería el camino y empecé a ponerme nerviosa, no quería que todo fuera silencio, pero tampoco quería ser una cotorra hablando... - ¿Vamos Ella? - Dijo sacándome de mis pensamientos y eso hizo que parpadeara varias veces y pudiera asentir. Cuando salimos del vestuario, dirigiéndonos a la puerta principal varios de los chicos gritaron cosas y con Emanuel solo reíamos, sin decir una palabra, ambos estábamos con vergüenza o por lo menos yo sí lo estaba, porque como no estar nerviosa con tremendo... - Te he visto varias veces ir por este camino... - Se detuvo para mirarme y señalar el camino - pero no sé por dónde vives. Supuse que era una especie de pregunta así que decidí contestarle con algo de información sobre dónde vivía - Si, bueno, es la única calle iluminada y transitada a estas horas de la noche -Dije algo sarcástica y con una sonrisa - Yo vivo a 7 cuadras de aquí, pero desde el instituto hasta casa son 12 cuadras - Terminé diciendo y lo miré y él asentía cómo tratando de buscar en su mente la ubicación exacta. - Bastante cerca, yo vivo del otro lado de la ciudad y es bastante cansador ir y venir caminando por eso siempre la llevo conmigo - Terminó diciendo para levantar su bici y mostrarla. El resto del camino fue silencioso, no fue incómodo, pero podía sentir mi corazón a mil por hora, era algo extremadamente raro, pero me fascinaba, cuando llegamos a una esquina tuve que parar, debía doblar y no podía acompañarlo más, ni él a mí. - Bueno, hasta aquí te acompaño Ema - Dije frenando de golpe y agregando un apodo a su nombre, me miró raro, pero al segundo sonrió. - De acuerdo, nos vemos el lunes, que descanses - Terminó la frase y vi como venía hacia mí con la intención de saludarme y fue cuando mi corazón di un vuelco y comenzó a acelerarse, se despidió con un beso en la mejilla y continúo su camino y por unos segundos me quedé estática, viendo cómo él se alejaba en su bici y comencé en mi mente a buscar algo que me despertara de este sueño, pero no era un sueño, era la realidad, luego de unos minutos salí de mi trance y continué hacia mi casa con una sonrisa de oreja a oreja y con un color rojo en mis mejillas, aquella noche fue especial porque le confesé a Emanuel que me había puesto un poco nerviosa por su cercanía y saludo, pero no quería decirle que estaba enamorada, porque realmente no sabía si era amor o calentura, aunque me tiraba más por la primera opción. Primeramente porque nunca salía de casa y cuando salía trataba de verme con algún chico para poder besarlo y después bueno, desecharlo, sabía que no podía tener novio entonces disfrutaba esas pequeñas horas que salía, cuando Emanuel llegó a mi vida todo cambió, fue muy difícil no mostrar alegría cada vez que iba al instituto de ballet, mamá y papá estaban sorprendidos, porque yo no era de estar alegre todos los días y ahí, creo, que comenzaron a sospechar de que podría tener algo con alguien. Hablaba con mamá y le confesé que me gustaba un chico, lo cual creí que iba a ser peor, pero no fue tan malo después de todo, me olvidé de decirles, mis padres son muy sobre protectores, ellos no me dejaban salir mucho, no tenía casi amigos con los cuales salir, era muy sencilla, pero detrás de todo hijo o hija que es sobre protegido hay un hijo o hija que desobedece, continuando con lo que decía, hablé con ella. - Hija mía, sabes que no puedes andar por todos lados enamorándote de todos, ¿verdad? - Dijo con un tono algo burlón, pero en sus ojos veía que entendía lo que le decía. - Sí mamá lo sé, pero es que me gusta mucho y me gustaría que fuéramos algo más que amigos - Terminé de decir eso y sus ojos se abrieron de par en par. - ¡Ella! ¿Qué dices?, sabes que tienes prohibido tener novio, ¿en qué estás pensando?, primero termina de estudiar y luego, sí, haz lo que quieras. - Dijo esto, no en forma de reto, sino más bien como un consejo, uno no muy bueno. - Está bien mamá, haré lo posible - Suspiré, le di una sonrisa de complacencia y me fui a mi habitación. No entendía esa manía de querer tener todo controlado y querer que yo tenga novio a los 18, ¿estaba mal enamorarse?, definitivamente no, pero esta familia creía que sí. El tiempo pasaba y todos los días que salía de danza Emanuel me acompañaba hasta esa esquina y poco a poco íbamos avanzando en nuestra conversación, siempre teníamos algo de que hablar, últimamente hablábamos de Victoria, una chica superegocéntrica, creída y perversa, que siempre quería ser la primera en todo y la mejor en todo, sabíamos que con esa actitud no iba a llegar a nada. - ¿Si viste como trato a Melanie?, no puedo creer que este por ser profesora y tenga esa actitud - Dijo Emanuel negando con la cabeza y tensando la mandíbula, eso lo hacía ver más sexy de lo que ya era. - Si, no es la forma, ni el lugar para hablar así, por favor, ¿Qué tenemos 5 años para que nos trate así? - Decía, ya entrando en esa nube de enojo e ira. - Si, no sé, por eso no hay que dejarse pasar por arriba por esas chusmas - Dijo mirándome y sonriendo. Iba a decirle que ya quedaba poco camino pero me interrumpió. - Por cierto, tengo tus anillos - Ok... eso fue raro, cómo es posible que tuviera mis anillos si yo los tenía puestos, automáticamente me mire la mano tan delgada, con dedos largos, uñas largas y una palidez única y no, no los tenía. - Oye, ¡eso es mío!, ¿Cómo los conseguiste si yo los tenía puesto? - Le digo en un tono algo enojada, pero a la vez divertida, él solo sonríe, niega con la cabeza, la agacha y me mira con una sonrisa amplia. - Como los vas a tener puestos, si estaban en la repisa, en donde siempre los dejas, Ingrid me dijo que te los alcanzara - Terminó diciendo con un destello en sus ojos y una sonrisa que iluminaba todo su rostro, menos mal este chico no era un sol, porque si no ya estaría ciega. - Bien jugado, ahora devuélvemelos - Le digo algo seca y su sonrisa se ensancha más. ¡Dios!, es hermoso que ya no sigas haciendo eso o me le lanzo encima y al carajo su novia. - Te los daré - SIIIII gritaba internamente, mientras por fuera me mostraba tranquila y con una sonrisa - Pero me quedo con este - Rayos, sabía que era demasiado bueno para ser verdad, levantó delante de sus ojos aquel anillo que mamá me prestó, espero no lo pierda, mamá me mataría. - Está bien, tú ganas - Le dije rodando los ojos y él solo sonreía, se lo colocó en el dedo anular y yo me sonroje un poco, le quedaba bien y todo, pero era de mujer, tenía brillitos y no es normal que un anillo de hombre tenga brillitos... Seguimos nuestro camino hablando sobre la malvada de Victoria, sobre nuestros cumpleaños y familias y de pronto, llegó aquella esquina que tanto odiaba en estos momentos, aquella esquina que nos separaba, ya me había acostumbrado a que Emanuel me saludara con un beso en la mejilla, pero aun así mi corazón se aceleraba, era imposible evitar aquello, era un sentimiento demasiado fuerte. Continué mi camino a casa, pensando en que algún día podría estar con Emanuel feliz y contenta, pero como dije, esas ideas se esfuman rápido, cuando sabes que tienen novia...
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