2. Mal augurio

1912 Words
CIUDAD BUENAVENTURA ISABEL Y justo cuando siento que ya toqué fondo, cuando mi desesperación se vuelve un pozo sin salida, una llamada termina por sacudirlo todo. — Acaba de ocurrir un fatal accidente y tenemos su contacto como única referencia — informa la voz al otro lado del teléfono, fría, profesional, pero cargada de algo que me eriza la piel. — Lamentablemente, los dos adultos perdieron la vida… Mi corazón se detiene. — ¿Y el niño? ¿Cómo está Ignacio? — pregunto con un nudo en la garganta, temiendo que la tragedia también lo haya alcanzado, así como alcanzó a mi hija Esmeralda… lejos de mí, indefensa. — El pequeño está intacto. No sabemos cómo logró salir ileso. — Un milagro… claro que sí. Un milagro que llega cuando más lo necesito. — Quiero verlo. Por favor… Cuando me lo traen, Ignacio corre hacia mí sin dudar. Lo abrazo instintivamente, apretándolo contra mi pecho, como si mi alma también buscara sostenerse en él. Está temblando. Y me doy cuenta de que ahora está completamente solo en el mundo. — Haremos todo por proteger a Ignacio — afirma Xavier, colocándose a mi lado con firmeza—. Nosotros nos haremos cargo de él a partir de este instante. Ignacio tiene apenas diez años. No es tan pequeño como mi Esmeralda cuando se perdió… pero es igual de inocente, igual de vulnerable. Y ahora está herido de un modo que no se ve. — Madrina… — su voz se quiebra— ¿por qué mis papás tuvieron que morir? Es muy injusto… Me arrodillo frente a él, tomando sus manitas frías entre las mías. — Ignacio, cariño… Te prometo que en mí siempre encontrarás un refugio. Una imagen materna, un corazón que no te soltará. No soy tu madre, ni pretendo ocupar su lugar, eso nunca… Pero no voy a dejarte solo. Jamás. Sus ojitos se llenan de lágrimas, y entonces me abraza fuerte. — Gracias, madrina… te quiero mucho. — Y yo a ti, mi amor… más de lo que imaginas. ACTUALIDAD ANDALUCÍA Han pasado catorce años desde que Estrella llegó a nuestras vidas, tan pequeña, tan indefensa, tan perdida… y todo parece marchar bien. O al menos en apariencia. Porque aquí, en este pueblito donde todos se conocen y donde los secretos crecen como la hierba entre las piedras, nada es tan perfecto como se ve desde afuera. Estrella ya no es la niña temerosa que encontramos junto al río. Ahora es una joven de ojos profundos, del color exacto de aquella piedra esmeralda que llevaba colgada al cuello cuando la rescatamos. Un color tan inusual aquí, tan distinto, tan llamativo… que más de una señora del pueblo murmura a sus espaldas: — Esa niña no es de aquí… Pero Estrella nunca les presta atención. Ella trabaja con María en la casa, ayuda en la abarrotera cuando Changel lo necesita y estudia por su cuenta con una disciplina que sorprende a todos. Juan Pablo — Mujer, tómate tu medicina, ya deja de hacerte guaje. — Ay, Juan, es que yo no veo que me esté sirviendo ya. — Ándale, no seas necia; con lo cara que sale y tú todavía te pones tus moños. — Pos ta’ bueno, pues, pero ya no te enojes. Ándale, lávate las manos pa’ que te sientes a comer. — Voy a esperarme a que llegue el Changel, ya se tardó. — Ahorita llega; ya lo conoces, cómo es de replaticador y más ahora que ya está en edad de casarse. — Desde hace mucho que debió casarse ese muchacho descarriado. — No está descarriado, más bien nos quiere mucho y, pues, a lo mejor no ha encontrado a la mujer correcta. — Aquí en el pueblo hay un montón de mujeres pa’ casarse, nomás es cuestión de que se decida. — Ay, Juan, ¿a poco ya se te olvidó qué se siente casarse enamorado? — No, pos no. Si yo en cuanto te vi me dije: “Esa mujer es pa’ mí nomás”, y no me equivoqué. — Si yo también te había echado el ojo, no creas. — Pos ojalá no se tarde mucho en encontrar el amor, porque yo cada día estoy más viejo y me gustaría un chorro conocer a mis nietos. — Ay, apá, si el Changel ni tiene ganas de casarse todavía. ¿Qué no ve que él quiere estudiar y trabajar? —dice Sofía. — Pos sí, y ahora son otros tiempos. Supongo que tengo que hacerme a la idea. — Papá, ¿por qué no nos cuentan cómo se conocieron usted y mamá? — ¿Otra vez con eso? ¿Pues qué, no se cansan de escuchar la historia? — Pos no, papá —responde Estrella—. Es una historia muy bonita, es mi favorita… Cada día, la familia se levanta muy temprano para trabajar. Las gallinas y los cerditos esperan con ansias la comida que Estrella y Sofía les llevan y, durante el día, ayudan a doña María con los quehaceres del hogar, pues su salud ha estado delicada y ella debe mantenerse en reposo. Luego de cumplir sus deberes, se meten a la cocina a preparar deliciosos manjares para alimentar a la familia, mientras Changel trabaja en la abarrotera. En sus ratos libres se concentra en los libros; es aplicado y muy responsable. Don Juan le da un poco de tiempo para eso y, ya en la noche, todos se sientan a la mesa a platicar. A las niñas les encanta escuchar las historias de su padre. BUENAVENTURA Ignacio Primer día de universidad. Me siento muy orgulloso de mí mismo. El celular suena con insistencia. — ¿Hola? —contesto. — Ignacio, mi amor, ¿por qué no contestas? — Marbella, discúlpame, estaba un poco ocupado preparándome para ir a la universidad. — Lo siento, sólo quería saber si pasarás por mí. — Ya te había dicho que sí, cariño. Ya sabes que yo siempre cumplo mi palabra. — Tienes razón, mi amor, perdóname, es que estoy muy nerviosa también. — Nos vemos en media hora. Cuelgo el celular y mi madre viene para darme los buenos días. — Buenos días, hijo. — Mamá, buenos días. — Estás muy guapo. Cualquier madre pensaría que vas a buscar novia en lugar de ir a estudiar. — ¿Cómo crees? Con Marbella es más que suficiente. — Esa muchachita es algo… —ni siquiera se atreve a decirlo; nunca le ha caído bien. — Marbella es un poco insegura, mamá, pero me adora. — ¿Y quién no te adora, hijo? Te espero en el comedor, no puedes irte sin almorzar. — Enseguida bajo, mamá. —Ella se va. Mi vida cambió cuando mis padres perdieron la vida. Pensé que nunca volvería a sentirme feliz. Afortunadamente, mis padrinos me acogieron y son los mejores padres del mundo. Mi suerte no pudo ser mejor; ya hasta llevo su apellido legalmente. Son personas extraordinarias y espero que algún día puedan encontrar a su hija perdida. Mamá no lo dice, pero puedo ver la tristeza en sus ojos cada día; siempre observa el cielo con esperanza. Cuando bajo al comedor, allí está de nuevo, viendo por la ventana. — Mamá, ¿estás bien? Ella suspira, pero esta vez no lo contiene. — Ay, hijo, perdón… es que hoy —rompe en llanto— hoy mi hija Esmeralda estaría cumpliendo quince años y no estoy ahí para celebrarla. La abrazo. — Pero hoy es un día muy importante para ti, y no quiero echarlo a perder con mis lágrimas. Anda, que el almuerzo se enfría. — Mamá… ¿sí sabes que eres la mejor, verdad? — Ay, hijo, eso lo dices porque me quieres… ANDALUCÍA Estrella Siempre en este día siento algo muy especial en mi interior, como si mi ángel de la guarda bajara del cielo para darme un abrazo cálido y reconfortante. No sé cómo explicarlo bien, pero es una sensación única. Mi familia no lo sabe, pues creerían que me estoy volviendo loca, pero así me siento cada año. ¿Acaso sí estaré loca? — ¡Estrella! ¡Ven pronto, que mamá se puso mal! Corro para auxiliar a mi hermana y a mamá. Me da tanto miedo que nunca se recupere y… — Aquí está su medicina. — Mamita, tómese su medicina, verá que con esto va a estar mejor. — Ay, mija, perdónenme por asustarlas así… — Sólo siga las indicaciones del médico y ya verá que pronto se recupera — le digo. — Mi Estrellita, ya te vi esos ojitos de susto, pero no te preocupes, voy a estar bien. Mejor vayan a almorzar, que ahorita les empieza a gruñir la tripa. Pero mi mamá no mejora; las medicinas cada vez le funcionan menos y el médico del pueblo dice que tenemos que hacerle unos estudios que cuestan mucho dinero. Mi papá y mi hermano trabajan muy duro para juntarlo, pero todavía no es suficiente y ella empeora cada día. El día transcurre y mi mamá sigue mal. Hace rato le subió la temperatura y no le baja por más que hacemos para ayudarla. — Vas a tener que ir por mi papá a la abarrotera, mi mamá no se compone. — Voy corriendo, Sofi, no me tardo. — Ve con cuidado. Me lanzo de inmediato hacia la abarrotera por mi papá y por el Changel. El camino es un poco largo caminando, pues está en la entrada del pueblo y mi casa se encuentra en la otra orilla, así que debo atravesarlo por completo. En el trayecto me encuentro con Eliseo, el hijo del señor más adinerado de este lugar. Él es amable, pero su hijo es bastante pesado y presumido; siempre me mira muy raro y hasta me dice cosas. Dice el Changel que esos son los tipos de hombres que debo ignorar y hasta evitar, porque sólo buscan deshonrar a las mujeres. — Hola, Estrellita, cada día estás más bonita… Siguiendo los consejos de mi hermano, me apresuro a pasar frente a él y luego corro un poco más para llegar rápido. Juan Pablo Acabo de tener una visión sobre mi muchachita Estrellita. Lo que veo no es bueno, pues le espera mucho sufrimiento. — ¡Papá, papá! — escucho su voz y casi se me sale el corazón. — Mija, me asustaste, ¿qué pasó? — Mi mamá se puso muy mal, apá, córrale pa’ la casa. Miro a los ojos de la niña y confirmo mi visión, pero en este momento lo primero es ir con mi esposa. — ¡Vámonos, Changel! — le grito al muchacho, ya a punto de cerrar el negocio. Los tres nos subimos a la troca y nos vamos rapidito a la casa. Luego luego me llevo a mi mujer con el médico, pero resulta que no se encuentra, así que nos regresamos. Mientras esperamos a que le baje la fiebre, las visiones vuelven. No es bueno el destino de mi hija y eso me aflige el alma. Como buen conocedor de mi don, intento protegerla a toda costa, aunque no sé qué tan bueno resulte mi actuar; a veces es peor negar el propio destino. Pero es mi hija… esa criaturita que recogimos con tanto amor y que, aunque no lleve mi sangre, es parte de mi corazón. Espero que este mal augurio pase pronto. Me apresuro a poner unas veladoras para los ancestros, pidiendo protección y luz en su camino.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD