—Recuerdas a Franco ¿cierto?
—Como no he de recordar al heredero de tu apellido, Fabricio. Luciana tenía más curiosidad que yo de verlo de nuevo. Mi hija espera poder cimentar una fuerte amistad con tu hijo, ya sabes, por las uniones futuras.
Luciana era una belleza de mujer, largos cabello lacio y ojos azulados como el océano, seductora, elegante y con una sonrisa que podía hacer sucumbir al mundo a sus pies. Franco sonrió ligeramente en su dirección y entonces la chica se apresuró a saludarlo con un beso en la mejilla fue más hacía la comisura de sus labios, importando poco que su padre la estuviera mirando.
—Un placer verte de nuevo, Franco.
—El placer es todo mío—respondió de forma educada rogando que su cuerpo no oliera a la costosa fragancia de Ludmila Salerno. Su padre pareci
