4 Deseos de Navidad

1113 Words
Las siguientes tres semanas fueron un infierno con aire acondicionado y sueldo de verdad. Aprendí rápido. Aprendí que "El Ogro" odiaba las grapas (solo clips), que su café era n***o, sin azúcar y debía estar exactamente a 85 grados (Lucía tenía un termómetro), y que "luego lo hago" era causal de despido inmediato. Cometí errores, sí. Muchos. Le envié un mail sobre "Costos de Producción" a toda la base de datos de clientes (en lugar de solo al equipo de finanzas). Confirmé su vuelo a Monterrey en el aeropuerto equivocado (Toluca en lugar del AICM). Y una vez, solo una, me reí en una junta directiva porque el señor japonés dijo "prostitución" en lugar de "prostitución de datos"... bueno, "prospección". Cada error era una mirada helada de Alejandro. Una reprimenda corta, precisa y brutalmente humillante. —Señorita Villalobos, ¿me puede explicar por qué nuestros clientes más importantes acaban de recibir el presupuesto interno de la campaña de jabones? —Señorita Villalobos, ¿disfruta usted de los viajes largos a aeropuertos irrelevantes? —Señorita Villalobos, ¿le parece graciosa la expansión de mercado? Pero no me despidió. Y eso, en el lenguaje de Alpha Marketing, era casi un halago. Lucía me dijo que yo era la que más había durado en seis meses. Un récord. Y mientras más lo odiaba por ser un déspota perfeccionista, más me daba cuenta de lo brillante que era. Y de lo ridículamente atractivo que se veía cuando estaba concentrado, con el ceño fruncido y pasándose la mano por el pelo. Era una atracción estúpida. Como tenerle ganas a una bomba de tiempo. Sabes que te va a explotar en la cara. Llegó diciembre. Y con él, el espíritu navideño... excepto en el piso 20. El 23 de diciembre, mientras todos en el edificio intercambiaban regalos y planeaban la cena, Alejandro Montenegro salió de su oficina a las seis de la tarde. —Atención a todos —dijo, con esa voz que congelaba el ambiente—. Sé que esperan noticias sobre el feriado. La empresa operará de manera normal el 24. El 25 será el único día libre. El 26 los quiero a todos aquí a las nueve en punto. Hay mucho que cerrar antes de fin de año. Un murmullo de decepción recorrió la oficina. —¿Algún problema? —preguntó, barriendo la sala con la mirada. Nadie dijo nada. —Perfecto. —Miró a Lucía—. A usted y a mí, señorita Villalobos, nos veo mañana a las ocho. Tenemos la videoconferencia con Londres. Buenas noches. Y se fue. Dejando una estela de colonia cara y sueños navideños rotos. —¿Neta? ¿Ocho de la mañana el 24? —le susurré a Lucía. —Acostúmbrate, niña. El Ogro odia la Navidad. Dice que es una pérdida de productividad. Salí de ahí arrastrando los pies. ¿Ocho de la mañana? ¿El 24? ¡Quería hacer ponche! ¡Quería ver "Mi Pobre Angelito"! Llegué a mi depa sintiéndome miserable. Pero por suerte, mi Aquelarre estaba ahí. —¡Sorpresa! —gritaron Damián y Valeria, sosteniendo una botella de tequila y una pizza. —¡Noche de anti-posada del Aquelarre! —anunció Damián, vestido con un suéter navideño que tenía luces intermitentes—. ¡Prohibido hablar de trabajo! —A menos que sea para mentarle la madre a tu jefe —añadió Valeria, sirviendo tres caballitos generosos. Y eso hicimos. Entre el tequila, una botella de vino tinto que encontramos arrumbada y la pizza recalentada, empezamos a desahogarnos. Val se quejó de un casting, Damián de un cliente que quería un vestido color "verde aguacate pero no tan verde", y yo... yo exploté. —¡Lo odio! ¡Es un tirano! ¡Un robot sin corazón! ¡Nos hizo ir mañana a las ocho! ¡O-CHO! —¡Qué perro! —dijo Val. —¡Amiga, date cuenta, ese hombre necesita un polvo! —soltó Damián, sirviendo más tequila—. Uno bueno. De esos que te reinician el sistema operativo. —¡Damián, qué asco! —dije, aunque el tequila me hizo sonrojarme. —¿Asco? ¡Mariana, por favor! El hombre es un monumento. Está para comérselo con todo y traje Armani. Si yo no fuera tan fabulosamente gay con novio, te juro que yo misma me ofrecía a hacerle el favor. —¡Está horrible! —mentí. —Sí, horrible. Ajá. —Valeria me miró con picardía—. ¿No será que te choca porque, en el fondo, te súper pone? —¡Claro que no! Es... es un ogro. —Un ogro muy sexy —canturreó Damián. —Bueno, ya, ¡basta! —Me reí, sintiendo el calor del alcohol—. Vamos a hacer el juego. El de los deseos. Era una tradición nuestra. Escribir nuestros deseos de Navidad más profundos (o más ridículos) en el celular y mandarlos a nuestro grupo de w******p "El Aquelarre". —¡Va! —Valeria agarró su teléfono—. Yo pido: Un protagónico o, en su defecto, un sugar daddy que me pague la renta. —¡Yo pido! —Damián levantó su copa—. Que mi marca despegue. Y que el contador de mi ex se quede calvo. —¡Vas, Mari! —me animó Val—. Sé sincera. Estamos en confianza. Miré mi celular. La pantalla brillaba. El tequila había hecho su magia, borrando mis filtros y mi sentido común. Empecé a teclear en w******p, riéndome sola. Mis deseos de Navidad: 1. Que me suban el sueldo. 2. Encontrar calcetines que hagan juego a la primera. 3. Que el Ogro Montenegro deje de hacerme sufrir en la chamba. 4. (Y ya que estamos siendo sinceros...) 5. Que el Ogro sexy me dé un revolcón de esos que te dejan sin habla y te hacen olvidar cómo te llamas. Uno de esos, contra la pared de su oficina carísima, de esos que te reinician el sistema operativo. Solté una carcajada. —¡Listo! —anuncié, sintiéndome valiente y muy borracha. Apreté "Enviar". La palomita azul apareció al instante. —Bueno, ¿y qué pediste, atrevida? —preguntó Damián. Revisé el chat de nuestro grupo. No estaba mi mensaje. Sentí un frío helado recorrer mi espalda. El tequila se me bajó de golpe. —Oigan... ¿les llegó mi mensaje? —No... —dijo Valeria, revisando su celular—. ¿A qué grupo lo mandaste, güey? Abrí mis chats. Busqué el mensaje. Ahí estaba. Enviado. Leído. No estaba en el grupo "El Aquelarre". Estaba en el grupo "Dirección Alpha". El grupo que incluía a Lucía, a los gerentes de área, a los de finanzas... Y a Alejandro Montenegro.
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