Micro treinta y uno relatos

Día tres: Buque

Siempre he creído que conocer al dueño de un museo es lo mejor que te puede pasar en la vida, y tener a Fred como pareja lo corroboraba.

—He conocido muy pocas mujeres que se dejan deslumbrar por un paseo nocturno en el museo —me dijo mientras caminábamos de la mano.

—Es más tranquilo, además me gusta mucho tu traje azul.

—Lo mismo puedo decir de tu vestido rojo —se coloca en frente de mí—. Quiero enseñarte el cuarto secreto que todo museo esconde —se ríe entre dientes.

—¿Cuarto secreto? No creo que sea buena idea.

—Ser el dueño tiene sus ventajas, no tienes de que preocuparte.

Bajamos por las escaleras sin que nadie más no viera, se mantuvo discreto todo el tiempo, lo cual me ponía los pelos de punta.

—Es aquí.

Nos paramos ante una gran puerta negra bloqueada por tres candados dorados que lucían impecables.

—Nadie viene aquí, al menos que se los pida, hay cámaras en todas partes.

Le sonreí. Abrió la puerta y no podía creer lo que mis ojos veían. Un buque de tamaño real se encontraba en medio de la habitación encerrado dentro de un gran cristal.

—¿Es real lo que estoy viendo? —pregunté anonadada.

—Sí, lo es, es una reliquia familiar, al igual que este terreno.

—¿Qué hay dentro?

—Antes de decírtelo debes prometerme que no se lo dirás a nadie.

—¿Qué pasaría si lo hiciera?

—No quisiera llegar a ese punto, por eso necesito que me lo prometas.

—No se lo diré a nadie.

—Mi familia siempre tuvo muchos enemigos, celosos de nuestro poder querían hundirnos sin importar que alguien saliera herido o herida.

—¿Te hicieron daño? —me acerqué a él y levanté su barbilla—. Sabes que puedes contar conmigo.

—No, pero a mis padres sí, tuve que verlos sufrir y juré que los vengaría…

—¿Los mataste?

—Por décadas hemos matado a cada uno de ellos.

—¿Y sus cuerpos? —pregunté aún sabiendo la respuesta.

—Escondimos sus cuerpos dentro del buque, pero nos aseguramos que sus familias supieran que se encontraban bien.

—Fred…

—Por favor no me abandones —me detiene del brazo sin mirarme.

—No me iré a ninguna parte, tu secreto está bien guardado conmigo.