—¿Qué piensas? —me preguntó mientras se miraba en el espejo.
—Te ves muy bien —intenté sonar lo más convincente posible—, solo que me preguntaba si lo notarán.
—No sucederá —me extiende la mano para que me pare junto a él—, y si lo llegan a notar, no podrán opinar al respecto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Es una de las reglas del evento, todo aquel que participe guardará sus comentarios hasta la tumba.
—Definitivamente es una regla inquebrantable que todos debemos seguir.
—Y así será querida, fue una ideas más brillantes.
Coloca su mano en mi cintura y me mira fijamente a los ojos a través del espejo, muy intimidante, pero placentero.
—Quiero que me mires a los ojos —acaricia mi mejilla—. ¿Qué tal luzco con este traje? necesito tu sinceridad.
—Muy encantador Marcel, la piel que robamos de aquel pobre indigente ahora está en buenas manos.
—Es por eso que quiero ver a nuestros invitados luciendo sus obras de arte.
—Disfrutas mucho de esta época.
—No tanto como disfruto de tu compañía y amor incondicional.