( 🌼 Entré Dioses Griegos 🌼)

1222 Words
Un rato después, ante las miradas de extrañeza de las mujeres presentes, Scott besó la frente de Naomi. _ ¡Te has tardado, tío! ¿Y este ángel dónde lo encontraste? –agregó el más musculoso de los presentes, tan alto y grueso como un roble. _ En un contenedor de basura. Es mi cachorrita. Los chicos sonrieron al ver cómo Naomi ponía los ojos en blanco ante su declaración. _ Entonces llévame al contenedor. Puede que la mujer de mis sueños también esté allí. Un placer, señorita. Soy Ismael, la mano derecha y primo favorito del señor presente. Estrechó la mano de Naomi con una sonrisa galante, depositando un beso en el dorso de la misma. _ Soy Augusto y ellos son Gustavo, Ander Junior, Marcos y Valentín, todos a tus órdenes. Comentó uno de los acompañantes de la mesa. Su cabello oscuro rozaba sus hombros, y sus ojos, a pesar de la distancia, mostraban un color ámbar llameante. _ Un placer, Naomi. _ Un brindis por el futuro del que nunca más será solitario. Alzó su copa de whisky sobre la cabeza de Naomi para después gritar: _ Por la vida y la muerte, por este mundo y el siguiente. Salud. Todos tragaron el líquido y bromearon entre ellos. Tomaron asiento en la gran mesa redonda. Meseros con semblante cansado rondaban el lugar, portando charolas llenas de botellas y copas, pero en total silencio, como en trance. _ ¿Quieres algo más, preciosa? Pide lo que quieras, lo tendrás. El "ángel del deseo" susurró al oído de Naomi, dejando un suave beso en su costado. Un simple roce que sintió en el vientre. _ No estoy bien, gracias. Sonrió para seguidamente prestar atención a los caballeros presentes. Una de las chicas no apartaba sus ojos, analizando cada uno de sus movimientos. _ Oye, olvidé tu nombre. Escuché que eres cirujano plástico. _ Soy cirujano general, aunque podría abrir cualquier cuerpo humano y reconstruir cualquier daño que esté bajo mi conocimiento. Pero no, no ejerzo la cirugía plástica. Por lo que veo, hablas mucho de mí, cariño. Casi todos me conocen o creen hacerlo. Susurró Naomi al loco que había creado una historia de amor que ella desconocía. Él sonrió al guiñar un ojo y besar su frente con naturalidad. Por un momento, Naomi sintió el peso del peligro que la rodeaba; estaba entre gente perversa, y las armas y las drogas lo confirmaban. Pero la forma en que estas personas la recibían como si fuera la novia perfecta, repitiendo una y otra vez "Eres hermosa", le hizo imaginar alguna película donde la prometida terminaba en medio de un ritual satánico. _ ¡Ay, qué mala noticia! Porque quiero las tetas nuevas. Comentó como quien requiere un reloj. _ Podría recomendarte un colega. Comentó Naomi con amabilidad, a pesar de desear huir de aquella locura ilógica en la que se había convertido el día. _ ¡Sería genial! Estaría muy agradecida y en deuda. Contestó cual adolescente sonriente. La chica lucía un cuerpo perfecto, una cabellera y una postura elegante. _ También me puedes recomendar tu estilista. Tu cabello luce perfecto. Muchos aquí juran que tu color es natural. ¡Buena elección! A Scott le encantan las pelirrojas. Una voz sarcástica bajo una sonrisa de quien menos esperaba que hablara sorprendió a Naomi. La chica de cabello en ondas entre claras y oscuras, teñidas naturalmente con una belleza de modelo nacional, la observó con total desprecio. La pelirroja sonrió con malevolencia. _ Me toca disculparme porque no podría recomendarte ninguno. Hoy fue mi primera experiencia con un estilista. Mi cabello y todo lo que ves es totalmente natural. ¿O qué piensas tú, cachorro? ¿Hay algo falso en mí? Clavó sus ojos en Scott, quien la observaba, ocultando una leve sonrisa con el dedo. Recostado cómodamente en el sofá, parecía disfrutar del enfrentamiento entre las mujeres. Se acercó al rostro de Naomi y, con una sensualidad que derritió algo en ella en ese momento, apretó uno de sus pechos hasta pellizcarle un pezón. _ No, mi cachorrita. Eres totalmente natural y dulce como la miel. Con esas palabras, mordió su labio para continuar hablando en un idioma que Naomi no entendía con sus primos, quienes no paraban de reír de algún chiste. _ Sin duda es hermosa, por eso lo atrapó. Soy Yarina, Ismael es mi chico. Ella es Jocelyn, mi hermana, y su mejor amiga Débora. _ Hola, querida. ¡Bienvenida al clan Widman! Felicidades por tu pronto matrimonio. Levantó la copa con el mismo sarcasmo la pelirroja. _ Sí, nuestro matrimonio es algo rápido, pero es que el cachorro me vio y quedó prendido. Ahora vive lleno de amor por mí, por eso muere por casarse, tanto que si no acepto es capaz de matarme. Sonrió Naomi al pegar la copa a sus labios con el mismo sarcasmo que ellas usaron anteriormente. Los hombres callaron. _ Sí, me imagino lo romántico y posesivo que puede llegar a ser. Respondió Yarina al rozar con sus uñas bien cuidadas el fino cristal de su copa. _ Pues yo apenas estoy probando esa cereza del pastel, pero te aseguro que me encantan los detalles, y más cuando el hombre está loco por mí. Sonrió Naomi al sentir uno de sus dedos rozar su clavícula, haciéndole erizar la piel. Sus ojos se encontraron con los de Scott. Besó sus labios con descaro. Sus primos silbaron. _ ¿Puedo usar el baño? Preguntó Naomi sintiendo que, si no escapaba de aquellas miradas, se ahogaría. _ Claro, nena, está al final del pasillo. ¿Quieres que te acompañe? Volvió a susurrar en su oído para besar su hombro con sensualidad. _ Estaré bien, regreso enseguida. Se disculpó al levantarse, sintiendo las miradas escudriñar su cuerpo. Antes de cruzar la puerta, escuchó comentarios. _ Está buenísima, cabrón. Acabas de terminar de confirmar que sigues siendo un lobo temerario. _ Cállate, imbécil. Es mi mujer, no hables de ella como si fuese una zorra. Ella será la madre de mis hijos. Naomi escuchó las risas resonar a sus espaldas mientras seguía caminando a través del caos de cuerpos semidesnudos. Se tropezó con mujeres en bikinis y otras con prendas apenas cubriendo su piel, pero sin percatarse realmente del entorno, llegó hasta la puerta principal. Se detuvo justo en el umbral, observando la puerta abierta como una invitación silenciosa. Miró a ambos lados, comprobando que nadie le prestaba la más mínima atención, absortos en su propia celebración desenfrenada. Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, salió con cautela al jardín. Se quedó inmóvil durante unos segundos, conteniendo la respiración, esperando alguna voz que la detuviera, una mano que la retuviera. Pero el silencio fue su única respuesta. Miró a lo lejos, donde la oscuridad se fundía con el brillo plateado de la playa bajo la luz de la luna. Sin pensarlo más, impulsada por un instinto de supervivencia, comenzó a huir. Sus primeros pasos fueron lentos, vacilantes, pero la adrenalina y el miedo pronto se apoderaron de ella, transformando su trote inseguro en una carrera desesperada hacia la libertad incierta que la noche le ofrecía. Al ver a lo lejos unos faroles, emprendió la carrera. Corrió y corrió en busca de un teléfono o alguien que la ayudara a escapar de ese nido de psicópatas.
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