Susan
Hace muchos años que no paso navidad con otra familia que no sea la mía. Recuerdo que de pequeña mi familia se reunía con algunos vecinos solamente en ese momento que sonaban las campanas, que la música estaba a todo pulmón, y que la comida era diferente al resto del año.
Eran los únicos momentos en los que yo podía decir: estoy con alguien más que no lleva mi sangre… y digamos que no era desagradable, eran unos cuantos minutos nada más, mientras nos abrazábamos dándonos buenos deseos.
Sin embargo, está vez es diferente. No solo debo compartir esa noche, no solo es eso… también debo compartir los días pre navidad.
Y no sé como afrontar todo esto.
Especialmente porque él es mi jefe, ella es su familia y si las cosas no salen bien… seguramente pasaré el año nuevo desempleada.
Me di un baño para estar más acorde a la situación. Hoy era una cena, una cena en la que todos hablarán de la gran noticia del momento. La relación de mi jefe.
Salí del baño luego de durar bastante tiempo allí mirando mi reflejo por el espejo. Miré la cama. No puedo creer que deba compartir habitación con él.
Pero no puedo echarme para atrás, no puedo arrepentirme. Sería peor hacerlo y que tal vez esa señora se muera, y yo viva con ese remordimiento… no, prefiero vivir con mi conciencia tranquila.
Bajé las escaleras con mis manos temblorosas.
Había luces blancas en cada rincón, un muñeco de nieve inflable del tamaño de un autobús pequeño y una corona tan gigantesca en la puerta principal que probablemente. Este lugar era tan excesivamente grande, que hasta ahora puedo detallarlo bien.
Las risas y el ambiente familiar se sentía tan cercano en ese lugar. Sonreí antes de pasar el marco de la puerta, se me vino a la cabeza los recuerdos con mi familia.
Mi jefe se puso de pie, me examinó con una mirada desagradable, supongo que me veo como un pavo mal envuelto, con un vestido verde esmeralda que él mismo escogió y que vale al menos la mitad de mi sueldo, y luego de nuevo puso su mano en mi cintura.
Un escalofrío me recorrió, era extraño ser tocada por un hombre como él.
—Te quedó bien —dijo aunque es claro que ni siquiera se inmutó—. Espero no tener que repetirte que debes hacer las cosas creíbles, bien.
—Tranquilo señor Black. Haré mi trabajo tan bien, que usted mismo dudará si soy una novia falsa o una verdadera —dije con una sonrisa que se fue desvaneciendo de mi rostro a medida que me di cuenta de mi comentario.
—No me interesa ser yo el que lo noté, sino ella. Susan trátame con más cordialidad, no quiero tanta frialdad o que me llames por mi apellido. Recuerda que somos pareja. Te diré rápidamente cómo sucedió todo, sé que te harán muchas preguntas.
Hice una fina línea con mi boca.
—No es necesario, no te preocupes por mi actuación. Lo haré muy bien. Diré que soy tu novia, y que fue amor a primera vista. Obviamente tú te enamoraste primero de mí. Nos conocimos en una galería de arte y después nos encontramos tú cómo jefe y yo como secretaria.
»La tensión era evidente entre nosotros dos. No podíamos estar el uno sin el otro. Luego tú te declaraste y yo me hice de rogar, hasta que finalmente acepté porque me di cuenta que eras un encanto, adicional sabes perfectamente que nadie te conoce como yo, puedo citar a la perfección la fecha de tu cumpleaños y la intolerancia a los lácteos de tu hermana menor, cualquier cosa que lo haga más creíble.
Por primera vez pude notar como él me miraba fijamente a los ojos, aunque no comprendía bien que querían decir ese par de ojos.
Aunque lo que sí estaba claro, era que había una chispa de advertencia en su mirada.
—Lo único que me interesa es que convenzas a mi abuela, que ella crea que no soy un loco obsesionado por la empresa.
—Perfecto, pasarás de ser un loco obsesionado por la empresa a un loco obsesionado por tu secretaria. Tengo todo pensado, confía en mí.
—Luego de escucharte, no sé si confiar en ti sea la mejor opción. Susan lo único que me importa es que hagas bien tu trabajo, después de esto te aseguro que saldrás muy bien beneficiada. Así que enfócate en hacerlo muy bien.
— Señor Black, y sí por casualidad… ¿No nos creen?
—No te preocupes, sí mi abuela no nos cree y descubre que esto es una mentira. Tú te irás a trabajar en la bodega cada día de lo que queda de tu vida. ¿Claro?
Él gruñó, recordándome el verdadero rostro de mi jefe. Un hombre que no se dejaba inmutarse ante nada. Petulante, arrogante, gruñón… todo lo contrario a lo que sería El hombre perfecto para mí.
Me jaló para llegar al lugar, con la presión que su brazo ejercía sobre mi cuerpo me obligaba a caminar. Su abuela me miró, como si acabaran de darle el regalo perfecto.
—Hasta que por fin bajaste querida —mencionó la mujer con voz fraternal—. Matthew nos dijo que trabajas con él. ¿De verdad es tan ogro como todos lo dicen?
Sentí la mirada de absolutamente todos encima de mí, no creí que sufría de pánico escénico, solo hasta este momento.
Él golpeó mi cuerpo con su codo haciendo que volviera en sí.
—Sí, es un ogro. Pero soy la única que lo aguanta —dije entrando en confianza.
Él carraspeó con su garganta, mostrando la molestia que mis palabras.
Entrelazó sus dedos con los míos tomándome por sorpresa… esto no será nada fácil. Pero mi cuenta de ahorros estaba a punto de recibir una inyección de capital tan grande de su parte que no podía quejarme.
Sus manos grandes eran cálidas. Sus manos... bueno, no. Foco, Susan, foco. Es tu jefe. Es trabajo.
Escuché la risa por parte de su abuela, y luego los demás continuaron riendo.
—Ay querida, mi nieto debe estar profundamente enamorado de ti. En donde alguien más lo hubiera llamado ogro, seguramente ya lo hubiera despedido.
Forcé una sonrisa… ese “ya lo hubiera despedido” sonó más como una pequeña advertencia para controlarme.
—Pero ven con nosotros, integrate. Necesito saber todo de ti, y de tu relación con mi nieto. Matt cariño, suéltala y alista las cosas para terminar la parrillada. Debemos celebrar en grande que mi nieto por fin está compartiendo las fiestas con nosotros… y todo gracias a ti querida.
Él me soltó, en ese momento caminé directo hasta su abuela.
La mujer parecía ser la más feliz con toda esta mentira… eres cruel Susan, engañar a una persona que está con un pie más en el más allá, que en la tierra, es demasiado cruel.
—Querida —dijo la mujer tomando mi mano cuando llegué hasta donde ella—. No te cohibas porque estamos aquí.
—No le comprendo señora ¿a qué se refiere?
—Llamame Marie. Y a lo que me refiero es que no te cohibas con él, únicamente porque estamos aquí, valora cada momento con tu novio. Hoy están juntos, pero la vida puede arrebatártelo más adelante.
—La verdad, Marie —forcé una sonrisa—. No estoy entendiendo nada.
—Ve y besalo, ¿No suelen hacerlo cada vez que se alejan el uno del otro? No hay nada más rico que besarlos con este frío.
Miré hacia atrás, e inmediatamente recordé sus malditas palabras
“Tú te irás a trabajar en la bodega cada día de lo que queda de tu vida. ¿Claro?”
Le devolví una sonrisa a la mujer y me puse de pie decidida por hacerlo bien.
Me eché la bendición unas cuantas veces antes de llegar hasta donde él estaba revisando el teléfono.
Lo jale de su hombro e incliné mis pies, y sin darle tiempo alguno de pensar… estrellé mis labios a los suyos.