Kalha respiró con un poco de dificultad, el aturdimiento la hizo suspirar un par de veces, sus ojos se negaban a abrirse, pues se sentía como si estuviera en un lugar desolado y oscuro. El dolor en su cuerpo la hizo quejarse levemente y la desesperación por no escuchar absolutamente nada la estaba invadiendo. ¿Acaso había perdido por completo la audición? Se preguntó moviéndose un poco y dándose cuenta de que en realidad no estaba muerta.
Un ensordecedor pitillo atrajo a la realidad a Kalha, sus ojos se abrieron con una rapidez desconcertante y se anclaron en la camilla que estaba a su lado. El hombre imponente, cruel y frío que reclamó cada parte de ella en cuanto la tuvo en su poder estaba ahí de pie, mirando fijamente en una dirección.
No lucía bien, sus ojos estaban vacíos, su gesto acongojado y cada parte de su cuerpo se veía tensa, pero a la vez como si no tuviera ni un gramo de fuerza. Él estaba totalmente destrozado y entonces lo entendió, él miraba fijamente a la camilla encontrándose con el cuerpo inmóvil de la luna de su alma. Esa mujer con la que él parecía ser un hombre completamente amoroso, delicado y atento ya no estaba con vida.
Los doctores saliendo y entrando con urgencia parecían tener solo ojos para la mujer en la camilla de al lado, pues pasaban de su presencia y el dolor aguado que tenía, la hicieron sentir invisible. ¿Acaso fue su culpa que algo saliera mal? ¿Acaso el bebé también había muerto? No pudo evitar hacerse las preguntas. Sentir el dolor en su propio cuerpo le aclaró que la operación se había llevado a cabo, le quitaron parte de ella para dársela a la mujer.
En medio de su confusión, los pitillos de las máquinas, ver al alfa parado como si estuviera sin vida, no ver movimiento de la mujer ni llantos del bebé su mente la alertó. Ella no debía quedarse ahí, ella tenía que huir, la mujer que ese hombre cruel amaba ya no estaba con vida y la necesidad de marcharse movió todo en ella. Kalha con un gran esfuerzo y pasando de su dolor bajó de la cama, pero su cuerpo estaba totalmente debilitado y la estrepitosa caída fue inevitable.
Su cuerpo cayó con fuerza al suelo llevándose por delante las máquinas y los platinos con insumos que había en la mesita que permanecía al lado de su cama. Tobal ancló la mirada en ella, aquel odio y repulsión que detonaban esos ojos rojos, esa forma en la que él lo decía todo con solo una mirada le hizo entender muchas cosas. A Kalha le pareció impresionante que con solo una mirada ella se pudiera sentir morir.
―¡Quiero que la saquen de aquí! ―Rugió Tobal con dientes apretados furioso por el dolor caminando hacia ella.
Kalha intentó mantenerse despierta, deseó rogar por su vida, explicarle que no quería que pasara eso, pero la debilidad de su cuerpo fue tanta que desmayó no sin antes haber notado un cálido abrazo que la elevó con delicadeza del suelo.
La manada Reflejo Del Lobo y todo el mundo Lycan estaba en una insoportable tristeza por la muerte de su querida luna. Habían perdido incluso a su alfa quien por su profundo tormento no había podido salir del castillo ni hacerse responsable de sus obligaciones, solo se hundía en la desesperanza que lo hizo solo la sombra de lo que era antes.
A quien llamaban un rey conquistador a pesar de que no había un monarca en el mundo lycan estaba quebrantado. El hombre frío, poderoso, cruel y quien era considerado un Dios sobre la tierra ahora no valía nada. Sus penas eran ahogadas por alcohol, el dolor apaciguado con golpes directo al concreto duro y su lado salvaje dominaba sin poder ser reprimidos. Él no podía con la aflicción, la muerte de la mujer que amaba, de esa que le daría a su heredero ya no estaba y no era capaz de vivir con tal soledad que lo desgarraba siempre más.
―Alfa. ―Farid entró al desastroso despacho. Su mirada vagó por cada rincón del lugar y a la vista solo estaban botellas de alcohol vacías, muebles rotos y el ejemplo del tormento por el que estaba pasando su alfa. ―La gente al igual que yo, entendemos que la muerte de la luna ha sido un golpe del que no nos recuperaremos con facilidad, pero la luna Mielir...
―¡Si vuelves a mencionar su nombre juro por los Dioses que te mataré! ―Lo tomó por el cuello mirándolo con furia, con esa que no se le había quitado desde que supo que su mujer no respiraba más. ―¡Quítate! ―Lo empujó a un lado y entre tropezones salió del despacho, recorrió el castillo hasta finalmente salir al aire libre por primera vez en meses.
Las personas rápidamente se inclinaron ante su alfa, todos preocupados por el aspecto que llevaba. Tobal tenía su pelo largo oscuro desaliñado, su barba crecida, sus ojos hundidos y hasta parecía más delgado. La preocupación de las personas lo enfureció a tal punto que aventó la botella a sus pies.
―Alfa...
―¡Quién mencione el nombre de mi mujer parará en la cárcel o en una tumba! ―Sentenció ignorando a su beta. ―¡Tienen terminantemente prohibido mencionar su nombre! ―Los señaló dominado por el dolor y la ira. ―Y tú. ―Miró a su beta y lo señaló como si se tratara de un enemigo. ―No estás excluido de esto, ¡la mencionas y te mato directamente! ―Farid pasó saliva con dificultad, sabe que está ebrio y es el alcohol que habla por él, pero sus amenazas ni él ni nadie las tomará a la ligera.
Para Kalha todo lo que estaba pasando afuera era desconocido, al despertar aquella vez hace cinco meses ya estaba en el calabozo pagando por la muerte de la luna y la de su bebé no nacido. El odio con el que la miraban y el desprecio con el que era tratada ya era una costumbre que no la molestaba en lo absoluto.
Estaba sola metida en ese lugar, pero últimamente había tenido demasiada compañía. Hombres, mujeres y hasta niños estaban metidos en la celda y no podía saber lo que estaba pasando porque a pesar de que todos estaban justo en el mismo lugar que ella, parecía que era la única que había cometido un gran pecado.
Todos la ignoraban cuando trataba de preguntarles el motivo de su estadía ahí, algunos incluso la escupían y la llamaban maldita, la maltrataban y hasta la humillaban.
―Ven aquí, despreciable mujer. ―Uno de los guerreros la tomó con fuerza del brazo y tiró de ella sin el mínimo cuidado.
Kalha gimió por el dolor del agarre, así es desde que llegó. Ellos no se preocupaban por lo lento que sanaba su herida y al contrario la lastimaban empujándola, tirándola y obligándola a dormir en el piso frío y húmedo, tuvo que estar al borde de la muerte para que alguien atendiera su herida.
―¿Podrías tener más cuidado, por favor? ―Pidió al ser arrastrada fuera de la celda. ―Tu agarre me está lastimando.
―¡Deja de mover las manos como una maniaca, fenómeno! ―Gritó el hombre frustrado por su inquietud. ―Eres una rareza que nadie nunca podrá comprender. ―Se le rio en la cara. ―Agradece que el mundo entero te odia por la muerte de la luna, ahora podrás estar en un lugar sola. ―La empujó dentro de un pequeño cuarto. ―Al parecer que te aborrezcan tiene sus ventajas. ―Cerró la puerta. ―Hay una cama, así que disfrútala. ―Kalha que no había entendido la mayoría de las cosas que dijo porque no dejaba de empujarla miró la cama y en sus labios se dibujó una sonrisa, ya estaba cansada de dormir en el suelo.
Al mirar la luz de la luna entrar por la ventana una felicidad la inundó. Ella siempre ha tenido una conexión con la luna y poder verla la alegró como tenía tiempo de no hacerlo, ella suspiró como el alma más pura del mundo y sus ojos brillantes adoraron tan majestuosa vista.
Nunca había culpado a la Diosa por haberla traído al mundo, así como era, ni tampoco le reclamaba por su desdicha, simplemente le agradecía el que siempre estuviera ahí haciéndole compañía en medio de la soledad.
El cansancio recayó sobre ella y la alegría pareció darle una paz reconfortante que la llevó a acostarse en la cama y dormirse de inmediato.
No había descansado en meses como lo estaba haciendo ahora, la cama estaba suave y cómoda, pero algo en ella se sentía mal, es como si aquello que le interrumpe el sueño provocara que su cuerpo reaccione en contra de su voluntad.
Al abrir sus ojos en medio de la oscuridad justo al lado de ella estaba una figura que parecía más un fantasma, no solo la mira con ojos rojos y hambrientos, sino que sus poderosas manos estaban sobre ella.