Hay personas que marcan nuestra vida, personas que no importa en donde se encuentren hacen que algo dentro de nosotros se mueva de un modo espectacular.
No importa la distancia, el tiempo o el lugar, esas personas marcan de un modo esencial nuestra vida, llenando de colores cada cachito de nosotros. No importa como, no importa cuando y no importa el porque, siempre encontrábamos un modo de regresar, de vernos.
El destino siempre une a las personas en el momento correcto.
Capitulo 3
REBECCA
Cuando Zack me pidió matrimonio pareció un chiste para mí, me llevo a un gran restaurante, con un ramo de rosas rojas, eran demasiadas y aunque no me gustaban las rosas pareció lindo, aunque, extraño. El anillo era lindo y parecía una propuesta sacada de una película romántica, pareciendo ser demasiado planeado para la prensa que estaba fuera del restaurante esperando tomar la primera nota.
Pensé mucho y en lo único que tenía en mente era en que si quería a una persona en mí boda era a Esteban.
Siempre habríamos hecho todo juntos, desde que tenía memoria pensaba en ello, siempre habríamos encontrado un modo de ser apegados, recuerdo que en una ocasión yo no encontré pareja para el baile y el fue quien me llevó, era un gran amigo y una gran persona.
Esteban era guapo, agradable y el hermano menor de Zack, era mi mejor amigo, desde que éramos unos niños, siempre encontrábamos los momentos adecuados, habríamos estado ahí el uno para el otro y si sabía que alguien no me fallaría jamás, era Esteban. Giré ligeramente sobre mi lugar en aquella silla mirando hacía el techo.
Esteban y yo hacía un par de tiempo, ya que él viajaba constantemente conociendo el mundo comiéndose este, era el plan de ambos, conocer el mundo y ser felices, ambos estrellados, quizá por ello nos llevábamos tan bien.
Zack me dijo hace un rato que la boda se adelantaría ¡Estaba precipitado las cosas! Y sí, quizá él me gustaba, pero el saber que los sentimientos no eran mutuos me hacían querer comerme mis palabras y acallar mis pensamientos.
Solté un suspiro pesado para dejar caer mi cabeza hacía atrás con toque de pesadez, tenía sueño y solo pensaba en que Zack seguramente tiraría mi vida por la ventana, de ser posible. Quería ir por un trago a nuestro bar, al de Esteban y mío, pero hasta donde supe él estaba en España ¿Cómo podría venir hasta nuestro bar? Solté un bufido.
Escuché un par de pasos, pero no alcé la mirada, ni siquiera cuando la puerta se abrió, seguramente era Zack, lo dude cuando el perfume se incrustó en mis fosas nasales, no era la fragancia de Zack... Esa la conocía al derecho y al revés...
—Que cálida bienvenida—, se burló. Mis ojos cayeron hacía él, quien me miraba burlón—, ¿Viste a un muerto?
Alcé ambas cejas sin poder creer lo que mis ojos estaban mirando. Ahí estaba él, su cabello estaba perfectamente peinado hacía atrás, sus ojos aceitunados me miraban con burla y aquella sonrisa que tiraba de sus comisuras lo afirmaban. Estaba usando un traje azul marino, con sus manos incrustadas en sus bolsillos.
—¡No puede ser! ¡Volviste!—, grité emocionada saltando de mi lugar. Corrí en su dirección aferrándome de su cuello como un koala—, ¡Lo hiciste!¡Me alegra que volvieras! ¡No sabes cuanto te he extrañado!
Soltó una risa ronca tambaleándose hacía atrás y aferrando sus manos en mi cintura, levantándome del piso girandome un poco con la misma emoción que yo.
—También te extrañe mucho—, dijo mirándome con emoción—, ¡Sigues igual de guapa!
—¡Tonterías! ¿Cuando volviste?—, dije bajando de él. Mirando con una sonrisa en mis labios.
—Llegué ayer, quería sorprenderte—, dijo sujetándome de las manos—, ¿Lo hice?
—¡Claro que lo hiciste!
—¡Mira nomás! ¡Luces bellísima! Te ha sentado bien la pubertad, ya no tienes esos frenos horribles—, me sujeto de la mano y me giro—, Estás guapísima.
—¿Te gusta? el último modelo de tu hermano—dije modelando. Para soltar una risa leve—Ya ves. A tu hermanito le encanta tener cosas encantadoras en la vida. ¡Y que yo brillo demasiado!
Bromeo, él soltó una risa entre dientes para pasar un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.
—Sí, se a encontrado un gran modelo—, me giró, a lo que solté una risa—, la más bonita del lugar.
—Eres un tonto.
—¿Y que tal estrellada?—apenas dijo eso una sonrisa de lado se poso en mis labios—, ¿Te sigues estrellado aún más?
Rodé los ojos con diversión—Lo mismo que contigo. Los estrellados de la familia.
Eso opinaban nuestras madres, mofandose de tener dos hijos estrellas—Renata y Zack—y dos estrellados, nosotros, los susodichos.
—Sí, ¿Quieres ir a beber un trago? Tal vez...—comenzó Esteban, pero sus palabras quedaron en el viento cuando la puerta se abrió de golpe.
—¿Coquetas con mi prometida Esteban?—La voz de Zack resonó por la oficina, al igual que sus pasos y una respiración pesada. Estaba furioso—Rebecca necesito que vayas por unos papeles con Karen.
—Sí Señor Bennet—dije haciendo una seña, el me jaló hacia él dejando un beso en mi comisura y su mano tomando mi cintura—, En un momento vuelvo...
Mis palabras se quedaron atoradas en mi garganta apenas hizo eso, hable con tanto nerviosismo que parecía irreal.
Le mire con confusión. Parecía que lo había dicho en tono celoso, pero no entendía de qué, ¿Celos de Esteban? Por dios, éramos amigos cercanos desde niños, nada habría cambiado, excepto de que él se habría ido por un tiempo
Además de que eran hermanos y aunque no se llevaban bien del todo, a final de cuentas no creo que Esteban hiciera algo para dañar a Zack. Él era una buena persona, noble.
—Es mi novia. No puedes ir coqueteando con ella idiota—le recrimina Zack con enojo—¿Qué demonios te pasa?
No necesitaba pensar demasiado, para pensar e imaginar que le estaba tomando de la camisa y alzándolo del suelo esperando intimidarlo, no necesitaba mucho para pensar y apostar que las cosas en realidad eran de ese modo, me quede apoyada con una de mis manos en la puerta, necesitaba escucharlos.
—¿A mí que me pasa? ¿Quieres hacer ese tipo de preguntas imbécil?—le dijo furioso Esteban—Tu sabes perfectamente de que va todo esto.
Quería ver de que se trataba y entender de que era lo que estaban hablando. Pero no podía introducirme en la conversación y entender con claridad de que era lo que estaban hablando.
Mordí el interior de mi mejilla y pensé por un par de segundos sobre lo que sucedía.
—Las cosas cambiaron, es mi prometida, ¿No te has leído los titulares?
—Dudo que lo hagas por amor, por dios—, se mofó Esteban—, Se que es...
—¿No le enseñaron señorita Rebecca que no debe escuchar conversaciones ajenas?—apenas escuché su voz mis cejas se fruncieron, hice una gran y enorme mueca apartando mi oreja de la puerta—, Pareces niña pequeña. Chismosa.
Me gire encontrándome a Francis, el encogió los hombros; sabía que no lo hacía por molestar, en realidad, yo ya me había metido en muchos problemas con Zack al ponerme detrás de la puerta escuchando sus conversaciones, le molestaba—con justa razón—pero no podía evitarlo. Sentía que algo me escondía, algo que me hacía sentir cómo si no perteneciera en ese lugar.
—¿Qué es lo que dicen?—, cuestionó para darle un trago a su taza de café blanca—, ¿Algo interesante?
—No lo sé. Me hablaste en el preciso momento en que empezaba lo emocionante—Chasqueo la lengua, para emprender mi camino hacia con Karen—Zack y Esteban. Siempre tienen un gran tema de conversación.
No se habían visto hacía un tiempo con Esteban fuera, pero siempre que estaban juntos no era para sorpresa de nadie que siempre armaban una revolución con los temas que metían. Eran un show tremendo.
No se llevaban bien, pero no parecían tener el odio incrustado en las venas.
—Y con Esteban volviendo de España. Sí—, me dio la razón, para después encogerse—, Lamento interrumpirte.
—Da igual—, mentí, para llegar con Karen—, Zack...
—Rebecca—dijo con desdén Karen. Fruncí las cejas mirando las carpetas que dejaba frente a mí de modo descortés. Rodé los ojos.
Karen, ella era una chica preciosa y se llevaba bien con toda la oficina y se llevaba de a madres con Renata, a pesar de que saliera con Zack, pero yo parecía desagradarle con cada letra de mi nombre multiplicada por diez millones. La única chica de la empresa que no era del total agrado de Karen.
Tome las carpetas y las pegue a mí pecho ligeramente, nunca le había demostrado mi molestia con el tema de que me tratará como si yo fuera una completa zorra.
Había escuchado en los baños como se expresaba de mí con Barbara, diciendo que era demasiado bajo que me casará con el ex de mi hermana muerta. No juzgaba que dijera eso, porque en realidad a mi también me parecía demasiado bajo.
—Gracias—Dije apretando mis dientes.
—Ajá. Apresúrate que son papeles importantes—, no me miró. Sus palabras eran secas.
Miré hacía Francis, quien tenía la mirada igual que yo, era desesperante pensar en ello, en que Karen me tratará de ese modo. Pero no dije nada, me balance un poco hacía adelante y hacía atrás para después soltar un pequeño suspiro.
—Francis. Nos vemos en la tarde.
El asintió. Camine hacia la oficina de Zack nuevamente presionando los papeles sobre mi pecho. Abrí la oficina y note como Zack hablaba por teléfono.
—Déjala abierta—, murmuró bajamente apenas notó que iba a cerrar la puerta.
Dejé los papeles en su escritorio y tomé una bocanada de aire esperando que con este llegará la valentía a mi cuerpo.
—Listo. Señor Bennet.
Zack corto la llamada y me miró con las cejas alzadas.
De un momento a otro reaccioné en cómo lo decía, si bien, Zack era mayor que yo, no sería considerado cómo un señor para mí, sería un poco extraño pensar en el seguir llamando de ese modo a él. Pero al final era mi jefe, y me causaba demasiado estrés pensar en que don hielo no me dejará de hacer la vida en pequeños cuadritos.
— Mi prometida me llama señor Bennett, ¿Te has leído las sombras de Grey? ¿O señor por qué?—dijo tomando las carpetas que dejé sobre el escritorio—, ¿Tengo finta de anciano?
—Quizá porque es mi jefe—, chasqueo la lengua para ver su computador de reojo—, ¿Qué es lo que mira?
—Ven—me llamó. Rodé los ojos y camine hacia el quedando frente a él—No muerdo Rebecca.
Su mano sujeto mi cintura haciendo que una corriente pasara por mi cuerpo, mordí la punta de mi lengua al notar de lo que se trataba.
"—Señorita. Se le ha visto en un periódico muy cerca de un chico en los Ángeles. ¿Usted engaña al Señor Bennet? ¿Es posible que la boda se cancele?"—Entrevistadora.
Mis mejillas se calentaron apenas noté que era, porque sabía perfectamente la respuesta que había dado, me resultaba incluso demasiado cursi de pensar.
Le miré de reojo, notando cómo sus cejas se fruncían ligeramente.
—No me dijiste que la prensa te cazo—menciono mire hacia la pantalla, intenté alcanzarla para apagarla, pero sus manos rodearon mi cintura, habría respondido de un modo sincero...
Me jalo un poco haciendo que quedara sentada en sus piernas y nuevamente mis mejillas tomaron un color carmesí.
—Yo... Ya, conteste acordé a lo que somos no es necesario que—, su mano se aferro aun más en mi cintura y me impidió hacer algo.
El subió el volumen.
"—En ese momento yo estaba en una entrevista con mi prometido en Philadelphia. Lo pueden corroborar en realidad. Yo lo amo y nunca le sería infiel—, dije alzando las cejas ligeramente—, Él confía en mí, como yo lo hago en él y ninguno de los dos haría algo para perjudicarnos—Rebecca.
Rodé los ojos. Seguramente usaría aquellas palabras en mi contra para burlarse de mi, Zack, ¿Cómo es que me llegué a enamorar del hombre más arrogante del mundo? ¿Cómo era que Zack me hacía sentir mariposas en el vientre?
Sus dedos presionaban en mi cintura y sus manos me acercaban un poco más a él.
"—¿Y aquella chica?"—Entrevistadora.
"—Quizá tenía un ángulo parecido a mí. Zack y yo nos cansaremos en unas semanas. Somos felices juntos.
¿Tiene alguna otra pregunta?"—Rebecca.
"—¿Sobre la boda...?"—Entrevistadora.
"—Estoy enamorada de Zack Bennet..."
Zack pauso la entrevista para mirarme directamente a los ojos aferrando sus manos en mi cintura, rodé los ojos y me levanté el me acercó un poco más a él levantándose, me miró con duda entre sus pestañas. Parecía dudar si mi respuesta era por los medios o porque en realidad lo sentía.
Dudaba. De lo que salió de mis labios y aquellas palabras sonaban irreales también para él. Pensé, ¿Significaba algo para él? Seguramente no, lo dudaba. Al final del día, era Zack.
—¿Me amas?—, su pregunta me caló los huesos. Le miré—, ¿Tu en verdad me amas?
—Se supone que se casa por amor. Señor Bennet—, mencioné mirando hacía otra parte, intentando que mis ojos no delatarán que en realidad, sí, lo amaba, con cada letra de la oración y cada color del día—, Nos estamos casando por amor, bendito amor. Es lo que su abuelo cree... Lo que todos creen.
Él suspiro y me soltó por un par de segundos.
—¿Lo dijiste por los medios?
—Lo dije porque esta estipulado en el contrato—Mentí. Para dar un paso hacia atrás.
—Lo dudo.
—Que crea que tiene a todas las mujeres en sus manos, no significa que lo sea en realidad.
—Quieres jugar, lo haremos—Me desafió. Rodé los ojos, él me jalo del brazo mirandome con indiferencia—. Apartir de la hora de salida iras a mí casa ya. Llamaré para que recojan tus cosas importantes.
—¿Mis cosas importantes?—Arrugue mi nariz. Para hacer una mueca.
Mi pregunta salió llena de duda, ¿Qué eran mis cosas importantes? Mis labios se fruncieron en una enorme mueca, me habría llegado por sorpresa en cada pequeña palabra de su boca.
—Sí. Lo único que necesitarás.
—¿No se cansa con tener a su accesorio en la oficina?—pregunté bordé—, ¿Qué más quiere de mí?
Me sujeto fuertemente para cambiar de posiciones para terminar arrinconarme en la pared, solté un suspiro ahogado. Mire sus ojos oscurecidos por el coraje que estaba generando dentro de su cuerpo.
—Me colmas la puta paciencia Rebecca—Sentenció enojado.
—¡Y usted me va a volver loca! ¿Le cuesta preguntarme? ¿Consultarme?—dije molesta intentando soltarme de su agarre en un intento fallido—¡Da por hecho las cosas! ¡Que puede moverme y cambiarme en el segundo que se le antoje!
—¡¿Por qué tendría que preguntarte!? ¡Eres mía!—gruñó en voz ronca. Para acercarse un poco a mí—, ¿Lo entendiste? Mía.
Presione mi mandíbula, aguante la respiración y sentí como miles de pensamientos caían dentro de mi garganta. Estaba furiosa por las palabras que estaban saliendo de sus labios.
—No. No soy suya—, le rete.
Tomó mi mano y alzó esta, haciendo que mis ojos miraran aquel anillo de compromiso. Trago en seco.
—Creo que esto dice lo contrario, eres Mía.
—¡Que no! ¡Nunca sería suya idiota!
—Rebecca. Estamos en la oficina. Cállate—me dijo. Le mire furiosa, mirando con furia hacia él.
Su cuerpo presionó sobre el mío y sus ojos me miraban amenazantes, mi respiración estaba agitada entre el momento que estábamos pasando. Sus dedos presionaron en mi cintura y me acercó un poco más hacía él.
Le fulmine con la mirada. Abrí mis labios para gritar algo más, sin embargo el se acercó a mí como si fuera a besarme. Sus ojos miraron mis labios y la situación se tenso por completo, baje mi mirada hacía sus labios y por un momento pensé en besarlo, aleje esos pensamientos de inmediato de mi cabeza, ¡Por dios Rebecca! ¡No seas absurda! ¿Cómo podrías besar al ser más egocéntrico del mundo y llenar aún más su estúpido ego?
—j***r Rebecca. Porque tienes que hacer esto—solto con desesperación, su mano viajo a detrás de mi cabeza y me acercó un poco a él, admitiré que quedé completamente helada. Casi un hielo.
Cómo él. Pensé.
Su mano libre me acercó aun un poco más de la cintura, miré sus labios para después apartar la mirada. Contrólate Rebecca.
—¿Sigues dudando que eres mía?—Se burlo.
Mis ojos siguieron su mirada. Daba hacía dónde estaba Esteban la vena del cuello de aquel hermano sobre salía ante la furia creciente en su cuerpo y me di cuenta de algo, esto no era por mí, ni por él, era por su jodido y enorme ego de querer molestar a Esteban con una situación absurda creyendo nuevamente que todo se trataba de él.
Puesto que, en los labios de Zack había algo diferente. Una sonrisa de oreja a oreja, aquella sonrisa ganadora que indicaba que estaba haciendo esto para joderlo.
¿Por qué algo tan absurdo molestaría a Esteban? Por ello se habría negado a que cerrará la puerta. Por ello habría hecho que nos acercaramos tanto.
—¿Estaba celoso de Esteban?—, pregunté, en voz baja—, ¿Por ello me usa para causar furia?
—¿Por qué lo preguntas?
—A mi me parece que es al revés, usted es quien estaba furioso. Quién esta furioso ahora—le señalé. A lo que él rodó los ojos—, Pero, ¿Por qué?
Se enderezó. Mis ojos notaron como Esteban salía del campo de visión de ambos, molesto, el par de hermanos estaban ahora molestos, conmigo, y aún no entendía el porqué.
Porque Esteban parecía odiar a Zack. Pensé.
—Te equivocas. Yo no estoy molesto—, dijo con desdén sentándose en su escritorio—, No podría ponerme celoso porque se que tu me perteneces.
—Cómo un objeto—, chasqueó la lengua.
—No. Ugh—, jadeo. A lo que rodé los ojos—Hagamos algo.
—Iluminame—, dije sentándome frente a él—, ¿Cuál es su siguiente movimiento?
Zack se levantó y se posó detrás de mí sujetando mi cuello ligeramente, alzando mi mirada a sus ojos.
—Sí me sigues hablando así, Rebecca. Te follaré sobre el escritorio hasta que grites mi nombre—me advirtió a lo que mis mejillas se calentaron—, Tan duro que no podrás si quiera levantarte.
—Es mi jefe Señor Bennet. No hay otro modo del cual deba hablarle—dije fría. Él me soltó para caminar hacía la puerta cerrando esta—, ¿Qué hace?
Su mano sujeto mi muñeca y me levantó, de un modo brusco me subió al escritorio y me miró directamente a los ojos.
—Me gusta jugar, Rebecca. No me tientes—mencionó con seriedad—. ¿Por qué Vistes así?
Miré mi vestimenta. Frunciendo las cejas.
—Ah...
—Parece que repartes biblias fuera de una iglesia—, se mofó. Rodé los ojos–, ¿Te gusta vestir así?
—Me visto como su madre me lo a señalado—, mencioné con las mejillas coloradas, él paso las manos por aquella falda larga–, Propio de una... No repetiré sus palabras, en realidad no me gusta.
—¿Por qué obedeces a mi madre?—, preguntó arrugado la nariz.
—Porque es un contrato. Porque esto se a establecido..
—El contrato lo tienes conmigo—, sentencio a lo que rodé los ojos—, Y cómo a mí si me tienes que obedecer. Sólo puedes rodar los ojos cuando tengamos se...
—¡Ay! ¡No termines esa oración!—, interrumpí escandalizada. El se burlo—, Ya. No ruedo los ojos.
—Llamaré a alguien. Irá a verte esta tarde. No quiero que seas como Renata—, señaló, le miré con duda—, Pero tampoco... Esto.
—¿Entonces? ¿Me vestiré de botarga de una hamburguesa?—, me mofé.
—Te tengo un trato—, dijo colándose entre mis piernas finalizando la distancia que había entre nosotros y generando aún más nervios dentro de mí—, Tu escogerás tu estilo, tu ropa y esas cosas.
—¿Ajá...?
—Aunque serás tú quien planee todo.
Fruncí las cejas, ¿Cómo podía tener o una sonrisa burlesca hacia mi o un rostro digno de don hielo? ¿No había algo más?
—Sea más claro, Señor Bennet–, pedí.
—Planearas la boda, iras a escoger tu vestido, veremos los detalles y será una boda feliz para ti.
—¿Por qué querría eso?
—La boda en realidad a mí me da igual—, confesó escogiendo sus hombros—Pero, para las chicas les parece algo importante, así que quiero que sea... Por decirlo de un modo, algo que a ti te llame la atención.
—Pero... Creí que quería...—acalle mis palabras, pensando en lo que decía—Su madre no estará de acuerdo.
—Pero quien se casa soy yo—, me recordó mirando a mis labios. Aún no bajaba del escritorio—, También quiero otra cosa.
Rodé los ojos, su mano sujeto mi nuca y me miró autoritario.
—Esos ojos–, me regañó. Mordí la punta de mi lengua esperando que los pensamientos no salieran de mis labios—, También quiero que seas aquella chica.
—¿Qué chica?
Él paso su mirada hacia mis labios y sujeto mi cintura jalandome al borde del escritorio. Sentí mi corazón latirme con fuerza.
—La que respondió de ese modo. La loca que habla y después piensa, quiero a esa Rebecca en el matrimonio.
—¿Esa Rebecca?
—Sí. La loca.
Fue gracioso. Porque las palabras que dijo lograron enternecer algo dentro de mí pero acalle los pensamientos. Y fue aún más extraño porque sobre el escritorio, con él entré mis piernas paso por mí cabeza aquello que dijo.
¿Él quería sexo conmigo?