3.

1432 Words
Carlo entra con cajas de cerveza. Para sus amigos es un tipo genial, agradable pero… ¿qué podrían saber ellos de lo que es capaz? Si los recibe en su casa es en beneficio suyo, pero no lo saben, no hay forma de que lo sepan. Carlo rompe el formalismo repartiéndoles cervezas. La televisión encendida tiene un propósito macabro. Muestra los c*******s de jóvenes, como ellos, con sueños y metas que jamás se cumplirán porque se les ha arrebatado la vida. —¿Ven eso? Ese podría ser tú, o tú. El día de mañana podría ser uno de tu familia. Porque… ¿qué le detiene a esas alimañas que entran a nuestras tierras? Silencio. — Nadie lo hace. La justicia está de su lado. Y ustedes… ¿qué están dispuestos hacer por la seguridad del país? Nuestros compatriotas mueren cada día a manos de delincuentes que vienen a destrozar NUESTRO país. Vienen a robarnos NUESTROS empleos. A matar a NUESTROS familiares. Y se quedan con nuestras casas. Y yo les pregunto… ¿Están bien con eso? Porque yo, no lo estoy. Hans sale a respirar aire puro. Le sigue de cerca Rony. —Uno de estos días me pedirá que invite a los míos… —Seguro, solo espero que no sea pronto. —No seas ave de mal agüero— Rony mira hacia adentro y agrega—. No ha venido Tomb. —Le habrá surgido algo. Mañana averiguo. — A mí me parece que no es uno de los nuestros… — No digas tonterías. Vendrá, estoy seguro. Rony suelta una de sus risillas malintencionadas. Hans le ignora y mira hacia el firmamento. —¿Llamó Brian? —No, pero escuché a papá decirle a Brown que se fue de viaje a Europa. Qué egoísta. Ni siquiera se despidió de nosotros. Aquella noticia le choca más de lo que puede admitir. ¿Europa? ¿Dónde quedaban sus planes de abrir un periódico con él? Brian le ha prometido entre muchas cosas que jamás se marcharía de casa. —Debe haber un error— suelta al aire. Rony no llega a escucharle. Cuando se dan cuenta, Carlo ya ha terminado su discurso. Tienen que regresar. Cuando la reunión acaba, Hans encuentra a Carlo ebrio. Sabe lo que tiene que hacer en esa situación. Busca a Rony por todos lados y lo encuentra en el patio trasero, encestaba el balón. —Necesito que vayas a lo de Andrew. —le dice. —Lo hice al salir de la escuela —Rony, responde sin mirarlo. Hans lo toma del brazo y lo lleva hasta el garaje. —Ve de todas formas —insiste. Rony lucha por hacerse soltar, odiaba que lo trate como si fuera su padre. —Ya sé que está ebrio desde el mediodía —su tono es despreocupado, distraído—.No pienso ir a lo de Andrew. —No importa si quieres o no. Solo hazlo —ordena Hans como última medida, pasa por alto la cara de rencor que le pone. Sabe que para Rony salir huyendo de su casa es vergonzoso pero no piensa permitir que Carlo lo golpee de vuelta. Sobre todo porque conoce bastante bien sus puños, desde que Brian se ha marchado de casa. Carlo, aunque no lo admita nunca, se sentía impotente y eso incrementaba su b********d con ellos dos para que no puedan hacerle lo mismo. Hans ve a Rony dirigirse a lo de Andrew, en ese momento Carlo aparece por detrás. —Tenemos que hablar —le dice sin darse cuenta de nada y lo conduce hasta su desordenada oficina en la planta alta de la casa de dos pisos, muy elegantemente amoblada, que mantiene la decoración de su madre. —Hoy en la noche es la reunión mensual de la Unión –le dice Carlo. La Unión, como llaman a la fraternidad a la que pertenece hace diez años, es una de las fraternidades con mayor prestigio en todo el distrito, sus miembros son ciudadanos con cierto poder en la sociedad, ya sea política, económica o religiosa. Pero Hans, sabe que bajo un seudo patriotismo oculta un macabro fin. Mantener limpia la ciudad, impidiendo el asentamiento político económico o poder social a comunidades inmigrantes. Todo aquella locura, del que forma parte, quiera o no, empezó después del trágico e inesperado fallecimiento de su madre, luego de eso, Carlo se había encargado de que sus tres hijos sean aceptados en Kingstone vale, núcleo de los futuros líderes sociales que buscaba adoctrinar la Unión. —Quiero que me acompañes —le dice. Hans sabe que no es una invitación, era una orden. Eso explicaba el motivo por el que varios días Thompson lo buscaba para hablar. Un año antes, todos en la Unión se preguntaban el motivo por el que Carlo no hacía líder a Brian, su primogénito que era mucho mejor que Hans. Lo que todos ellos ignoraban era que Brian, dentro de casa, jamás obedecía a Carlo. Hans recuerda esas interminables noches en desvelo por las tremendas discusiones que tenía Carlo con Brian, llegaban a los golpes, pero Brian siempre contaba con un as bajo la manga. Brian se había convertido, por sus propios medios en alguien respetado en la escuela, solo por eso, Carlo no lo masacraba a golpes. De todas formas Carlo sabía cómo manejarlo aún en contra de su voluntad, pero cada vez que Brian le demostraba que no podía controlarlo, era a él, a quien sacaban de la cama en media noche para molerlo a golpes, golpes siempre en el estómago, de lo contrario en Kingstone vale llamaría la atención. Hans sabe que Carlo es sádico y peligroso. Brian era un buen hermano, con tal de que no lo golpeara más, aceptaba hacer lo que se le ordenara. En esa época, Hans no estaba al tanto de lo que Carlo verdaderamente hacía en la Unión, ni cuál era su papel dentro. A veces veía que Brian se encerraba en el baño al volver de sus salidas nocturnas. Alguna vez les escuchaba en medio de conversaciones, Carlo le daba instrucciones a Brian, y Brian se encargaba de organizar grupos de control con el único propósito de hostigar e intimidar a inmigrantes. Sabía que Brian no lo soportaba, no odiaba a esa gente. En cambio él sí que habría hecho el trabajo sucio en su lugar, lo haría sin sentir el mínimo arrepentimiento. Al menos era lo que creía por entonces. Ahora. Esa misma noche, el curso de su vida será decidido por Carlo y por la Unión. Bajo un estricto ritual, como un nuevo nacimiento, le cortan el pelo, le tatúa en el hombro derecho el símbolo de la Unión. Tiene que pasar veinticuatro horas encerrado, en absoluta oscuridad para luego nacer con el título de líder de las nuevas generaciones que crecen junto a él en el Kingston vale, como en el barrio, y dispersados por el país. En las sombras, Hans piensa en lo que diría Brian si lo pudiera ver. Piensa también en esa chica latina, en el beso que le robó. Piensa en el libro de historia que no terminó de leer y que es para ese mismo día. Veinticuatro horas después lo sacan de la oscuridad. Los ojos le arden, no consigue abrirlos por completo. Ese día el sol irradia más que nunca. Después de los rituales de limpieza le leen las nuevas reglas a las que está impuesto a vivir. Al principio no logra concentrarse, le invade un tremendo sueño. Automáticamente asiente a todo lo que le dicen. No recuerda cómo ha llegado pero ya se encuentra en su cama. Al parecer Carlo también descansa; Rony hace lo mismo. Cree que todas esas personas balbuceándole cosas eran solo parte de un mero sueño. Al día siguiente, baja a desayunar como de costumbre. Carlo está sobrio y de buen humor. Es de esas pocas veces que lo está, desde que Brian se marchara. —Buenos días —saluda y toma asiento. Carlo corta los huevos fritos. —Dime las tres reglas básicas —ordena. Hans no recuerda una sola de esas tres reglas básicas, pero recurre, como medida desesperada a sus recuerdos de las conversaciones con Brian. —Respetar y hacer respetar la ley... Carlo asiente con la cabeza sin sacar los ojos de su comida. Hans no recuerda nada más y Carlo, sorpresivamente se lo perdona. —No mezclarte con ellos y sobre todo nunca traicionar a tus iguales. Al terminar el desayuno le explica todo lo que debe hacer de inmediato al llegar al Kingstone vale.
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