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EMPORIO SANGRIENTO

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Blurb

Nadia Kozlov dejará atrás la niñez y la adolescencia para convertirse en una perversa mujer de belleza insuperable y personalidad implacable .

Su inteligencia calculadora y sagaz, mezclada con una intrépida osadía, le permitirá fundar de la nada uno de los imperios más poderosos existentes en su gélida y recóndita ciudad natal gracias al diseño y creación de un peculiar producto único en el mundo del crimen organizado.

Este relato es una continuación de la novela “APARENTE INOCENCIA”; y aunque ambos libros no son dependientes entre sí, se recomienda leer el anterior para poder entender a la perfección el singular y peculiar perfil de la protagonista.

Novela registrada bajo Propiedad Intelectual

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EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR
─Te dije bien claro que se trataba de un mensaje de aviso ─comentó en voz alta Nadia Kozlov mientras observaba indignada y decepcionada el cuerpo difunto de Diniyar Bilyaletdinov─. Un mensaje que advertía sin ambigüedades de lo que te pasaría el día que dejaras de amarme. La bella mujer originaria de la helada y desconocida ciudad siberiana de Norilsk estaba a punto de cumplir la treintena; y aunque el paso del tiempo había conseguido desarrollar y perfeccionar los contornos de su cuerpo de una forma arrolladora hasta convertirse en una mujer físicamente irresistible, la esencia de su encanto continuaba descansando sobre aquellos fascinantes y expresivos ojos de color azul hielo, los cuales irremediablemente lograban que uno cayera rendido bajo su seducción y embrujo. Unos ojos que no habían variado en absoluto durante el transcurso de los años, manteniendo la misma mirada de fría insensibilidad angelical que cuando era una simple chiquilla. Nadia se encontraba sentada en una butaca a escasos metros del cadáver del que había sido su único e incondicional amor desde que ambos eran unos mocosos. Se recostaba de manera cómoda sobre el suave respaldo tapizado en tela gris claro, con las piernas cruzadas y dando cortas caladas a un cigarrillo de tabaco rubio mientras contemplaba en silencio y con cara de curiosidad el estilete de un palmo de filo hundido hasta la empuñadura en el corazón de su amado. En el exterior la noche ya se había presentado. Una noche sin luna, oscura y siniestra arropada bajo un manto de nubes plomizas imposibles de divisar a esas horas pero perfectamente perceptibles en el ambiente. El cuerpo sin vida de Diniyar Bilyaletdinov, también conocido coloquialmente como Iván, yacía completamente desnudo sobre una gran cama de matrimonio cuyas sábanas habían dejado de ser blancas a causa del enorme charco de sangre que inundaba la misma. Las sombras sobre aquella lúgubre estampa eran descompuestas por la tenue luz que emitía una pequeña lámpara de noche y por la vela que permanecía encendida al otro lado del dormitorio, muy cerca de donde se sentaba la mujer rusa. Nadia se fijó en la expresión de sorpresa y desconcierto que mostraba la cara de su novio, con los ojos abiertos en exceso y las oscuras pupilas enfocando hacia el techo de aquella habitación, como si intentara encontrar alguna esperanza de redención o de piedad, como si quisiera implorar perdón y arrepentimiento. Entonces, la hermosa mujer rusa poseedora de una larga melena tan rubia que parecía bañada en oro, desvió levemente su mirada y vio a la que había sido la amante de su pareja, a la otra persona directamente responsable de lo ocurrido. Permanecía amordazada y atada de pies y manos al somier metálico de la cama, tumbada desnuda justo al lado de Diniyar. Sus bonitos ojos de tonalidad ámbar mostraban terror, angustia, pánico. No paraba de sollozar emitiendo simultáneamente mansos y continuos silbidos en un tono casi inaudible. Nadia pensó que aquella chica, cuya edad no debía de rebasar los veintitrés años, era muy atractiva, con una mirada cargada de expresividad y su media melena azabache cortada de manera elegante. Los pechos eran desmesurados pero bien formados, aunque Nadia opinó al observarlos que prefería mil veces los suyos dotados de dimensiones impecables. La joven amante atada era de tez bronceada mientras que ella tenía un tono blanquecino tirando a pálido. La joven amante atada era morena y de cabello corto mientras que el pelo de ella poseía una longitud larga y un rubio brillante. La joven amante atada tenía un busto vultuoso mientras que el suyo era mucho más moderado. Demasiadas diferencias entre una mujer y otra que obligaban a meditar. Nadia trataba de analizar y de encontrar sentido a todo aquello examinando a la mujer que tenía enfrente maniatada, con su cara oculta entre la penumbra de la habitación y la estela de humo que dejaba el cigarrillo en el aire. ¿Por qué su amado la había traicionado? ¿Qué encontró en aquella persona que ella no tuviera? ¿Quizás la diferencia tan radical a nivel físico que existía entre ambas? ¿Fogosidad en la cama? Todas esas preguntas rondaban continuamente en la cabeza de Nadia; una y otra vez, como si se tratara de un bucle infinito de imposible salida y explicación. La mujer rusa volvió a fijar la vista en Diniyar y entonces se dio cuenta de que aquella era la primera vez en su vida que mataba directamente. Cierto fue que su adolescencia estuvo permanentemente salpicada por la muerte. Sin embargo, ella en persona jamás había asesinado a nadie hasta que llegó a casa y sorprendió a su querido novio fornicando salvajemente con esa chica que tenía delante. Cuando clavó el delgado y afilado estilete que siempre llevaba en el bolso como medida de protección en el centro de su corazón, la verdad es que no sintió absolutamente nada. Fue un instante indiferente carente de sentimientos. Aquel curioso comportamiento desconcertó completamente a Nadia. Lo que más le irritó de toda la escena fue que esa joven amante ya estaba amordazada y atada cuando ella llegó al domicilio, gimiendo como una posesa mientras él la cabalgaba sin parar.   ¿Cómo era posible que después de tanto tiempo compartiendo lo que la difícil y complicada vida les había dispuesto y el profundo amor que habían experimentado, ahora viera a su novio como si fuera un desconocido? Nunca él insinuó ni mencionó que le gustaran ese tipo de cosas; y de haberlo hecho, Nadia habría accedido sin dudar ¿Por qué no lo hizo? ¿Miedo? ¿Vergüenza? ¿Falta de pasión hacia ella? La mujer rusa era incapaz de responder a todas aquellas preguntas y eso la enfurecía aún más. Entonces, como si se tratara de una película que comenzara a proyectarse en los confines de su cerebro, empezó a recordar y a rememorar los años pasados desde la muerte de su familia adoptiva. Con una cuenta corriente repleta de dinero, los dos enamorados se dedicaron a disfrutar sin ningún reparo de los placeres de la vida. Viajaron continuamente a las ciudades más importantes del mundo sin importar la distancia, hospedándose en hoteles de lujo y degustando la gastronomía más selecta y exquisita existente en aquellos lugares. Se amaron con auténtica pasión; una y otra vez, dejando los terribles recuerdos de la complicada infancia arrinconados y apartados en lo más profundo de sus mentes. Trataron de olvidar para siempre una horrible experiencia de niñez que jamás debió existir. Sin embargo todo aquello había acabado de repente y de manera brusca, de un día para otro. En eso pensaba Nadia con el ceño fruncido mientras sentada en la butaca apuraba las últimas caladas del cigarrillo. Desde ese mismo instante debía de dar por concluida la idílica novela de auténtico amor que acababa de vivir y centrarse en el futuro. La mujer rusa reflexionaba en silencio barajando las diferentes opciones que disponía. Lo que tenía claro era que no se iba a dedicar a trabajar como una simple y triste asalariada de horario perpetuo, sino que poseía la indiscutible convicción de que montaría algún negocio o lo que fuera. Cualquier cosa que le permitiera continuar con una vida más que digna, aunque en esos momentos no tenía ni la más remota idea de cómo hacerlo. Observaba al cadáver de su amado y a la joven chica, quien continuaba tumbada e inmovilizada en la cama mirándola con ojos de espanto. Nadia era consciente de que después de haber asestado la letal puñalada al corazón de Diniyar, ya no había cabida para ella en los Estados Unidos. Era obvio que no pasaría ni una semana sin que acabara siendo arrestada y procesada por aquel pasional asesinato. El dinero tampoco resultaba ser un problema, pues incluso después de haber gastado una ingente cantidad en los últimos tiempos viviendo a todo trapo, todavía conservaba una buena suma; y más después de vender la casa que heredó propietaria de los Patterson, la que fue su familia adoptiva durante los años de su turbulenta adolescencia. El casi millón de dólares que aún atesoraba, aseguraría sin problemas un nuevo comienzo. ¿Dónde ir? Se preguntaba en su interior. Analizaba concienzudamente los diferentes destinos, considerando tanto las ventajas como las desventajas de los mismos y llegando siempre a idéntica conclusión: Un lugar desconocido para crear su eventual negocio sería un entorno sumamente complicado con altas probabilidades de fracasar. Tiró la colilla ya consumida en la alfombra y la pisó con su calzado de deporte cuando se puso de pie en el mismo instante en el que vio claro el rumbo decidido. Fue hasta su armario, el cual se ubicaba al lado de la cama del dormitorio donde se encontraban la amante atada y el cuerpo muerto de su novio. Inmersa en sus propios pensamientos, del interior extrajo una maleta que rápidamente abrió y rellenó con ropa de manera anárquica. Entonces, se dio cuenta de algo que no había visto desde que llegó al apartamento. En una esquina, entre dicho armario y la mesilla de noche, se hallaban tiradas en el suelo las prendas de aquella joven. Se trataba de un vestido rojo muy corto hecho de piel sintética. Encima del mismo se podía distinguir un buen fajo de billetes de diez y veinte dólares. Nadia los cogió y se quedó examinándolos en silencio, entretanto la chica empezó a ponerse cada vez más nerviosa al percatarse de aquel descubrimiento. La mujer rusa la miró fijamente con aquellos ojos gélidos y preguntó. ─ ¿Eres una puta? La muchacha amordazada asintió angustiada con la cabeza, sollozando simultáneamente de manera casi imperceptible, completamente aterrada por la posible reacción que pudiera tener aquella bella y siniestra mujer de mirada escalofriante. Nadia tiró el dinero de nuevo encima del vestido y fue un momento a la cocina. La tensión de la joven no paraba de aumentar y las lágrimas mezcladas con el rimel n***o ya había creado verdaderos estragos en su cara convirtiéndola en una estampa absolutamente dantesca. La mujer originaria de la helada ciudad de Norilsk volvió de la cocina y continuó haciendo la maleta sin decir nada hasta que al terminar la cerró. Se puso un abrigo largo de lana marrón y miró por última vez a la chica atada y desnuda. ─ Tranquila cielo ─dijo en un tono cariñoso─. No pienso ponerte la mano encima. Sólo prestabas un servicio y hacías tu trabajo. Ella se relajó al instante cuando Nadia la calmó e inmediatamente después empezó a respirar más aliviada y sosegada, con unos ojos cuya expresión había cambiado por completo mostrando evidentes signos de gratitud. Nadia extendió el asa de la maleta y se marchó del que había sido su entrañable hogar durante los últimos tiempos. Salió a la calle caminando y abandonando el edificio de apartamentos con calma, sin sentir absolutamente nada en esos momentos, sin mirar atrás, olvidando de un plumazo a su amado Diniyar ya muerto y centrándose exclusivamente en el futuro. Un futuro que comenzó justo cuando el gas liberado por los fogones de la cocina alcanzaba la llama de la vela del dormitorio provocando una brutal deflagración de efectos catastróficos en la vivienda que acababa de dejar, quebrantando sin compasión y durante unos instantes la imperturbable oscuridad de la noche.

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