La noche se siente interminable. Entre risas ahogadas y suspiros que se pierden en la oscuridad, la realidad se difumina. Estamos flotando, existiendo solo en este pequeño universo de piel y deseo, de toques que incendian y miradas que consumen. Pero también hay momentos de quietud, de pausas que parecen eternas, donde las palabras se detienen y solo queda la sensación del otro.
Nos quedamos tumbados en la cama, Brandon a un lado, su respiración aún agitada, y Patric al otro, su mano rozando suavemente la mía, como si quisiera mantenerme anclada a la tierra.
—¿Qué piensas, Valeria? —pregunta Patric en voz baja, rompiendo el silencio. Su tono es cálido, como si tratara de descifrar lo que pasa por mi mente sin necesidad de presionarme.
Brandon se ríe suavemente, su risa vibrando en el ai
