—Querida, os presento la honorable bota española, — una horrible sonrisa malévola inundó el rostro del viejo al señalar un aparato que tenía la forma de un pie y que parecía hacerse más y más pequeño.— el aplastapulgares,— sacó otro artefacto que hizo temblar las piernas de la joven.— no os matará, pero os hará sufrir hasta desearlo.— se acercó a algo que ni siquiera hubiera sospechado que tenía un fin tan perverso.— la rueda, te desencajará todo el cuerpo.— el miedo torturaba su estómago.— Y el gran potro.— ante sus ojos tenía un aparato de dos cilindros que sin duda terminaría arrancando sus extremidades.
—Es hora de que los conozca.— el engendro la apresó en sus monstruosos brazos.
—No creo que sea necesario.— Lea consiguió llegar hasta su cuello y rasgarlo con el clavo que encontró en su celda.
—¡Diablos salvad su alma!— el viejo arrancó el arma improvisada y aparecieron seis hombres más para reducir a la bruja en el suelo.
—¡No diré nada!— chilló Lea intentando librarse de sus captores.—¡Matadme si os agrada pero no podréis sacarme ni una palabra!— no paró de gritar y lanzar golpes (de los cuales, muchos los recibían aquellos que tiraban de ella).
Su resistencia aumentaba a medida que se acercaban a la celda donde ya había estado confinada.
Se revolvió contra aquellos hombres, y sin embargo dejó de resistirse , no por el cansancio (que estaba a punto de matarla) sino porque se fijó en uno de ellos.
Era realmente alto, con cabello castaño,tez bronceada y unos torturados ojos marrones.
—¿Elaia?— las canciones habían servido de poco, había perdido la cabeza y además estaba en esa asquerosa mazmorra de nuevo.