7 El señor del averno y peyote

389 Words
Lea quedó envuelta en una especie de sueño vaporoso. Estaba en una sala blanca, se acercó a la puerta y la abrió con decisión. De allí apareció un hombre joven y apuesto, sin embargo tenía una mirada turbia y atemporal. Lea se asustó y casi inconscientemente le lanzó una patada sin arrugarse el vestido si quiera. —¡Serás estúpida!— su voz era atronadora e intimidante. — ¿Acabas de golpear al señor de averno? —¿No?— se sentía pequeña y confusa como un insecto en un bote transparente. —No pretendo que sea una ofensa señor, pero esperaba un macho cabrío ... —¡Diablos!— sus ojos ardían de furia al pronunciar cosas incomprensibles para ella, parecía una lengua distinta, probablemente latín. — No soy un carnero, en mi maldita existencia jamás me he presentado como ese animal ni una sola vez.— su tono era tranquilo y sosegado a pesar de su enfado monumental. —Perdóneme, ya le hice saber que no pretendía su ofensa. — sonrió con los labios temblorosos viendo la luz al final del túnel. —De acuerdo, de acuerdo...— colocó una mano que a primera vista parecería humana sobre la cabeza de la joven.— Sin duda, eres una bruja. Ahora debes jurarme lealtad. — extendió un contrato fácil de comprender para las afortunadas como ella que habían aprendido a leer y escribir, básicamente prometía ser su aliada. «NO» escribió claramente, todavía llevaba la carga de la cruz en el pecho, pero él no se fijó y lo guardó tranquilamente. —Ya puedes volver. — chasqueó los dedos y cuando Lea volvió a abrir los ojos de nuevo se encontraba en la cueva con las demás. —¡Es una bruja!— gritó Begonia al alzar los brazos llena de felicidad. La multitud la condujo hasta Uria. —Bienvenida...— murmuró dulcemente. —¿Habría dejado que terminase en el caldero?— le reprochó aún aturdida. —Nunca se ha descubierto a una falsa bruja. — rió y dejando que Lea se apoyase en ella al ver cómo se tambaleaba. —Sabía que no corríais ningún riesgo, esos ojos vuestros no pueden mentir. —¿Qué es ese olor?— se preguntó qué clase de árbol del bosque podría producir aquel aroma. —Unas hierbas para rituales: peyote.
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