Comprender

1302 Words
Su padre era orgulloso, sin embargo, había notado un leve cambio en su carácter esta noche. —Padre, ¿No vas a cenar? —preguntó Lana tan de repente. Don Félix se dio la vuelta y la miró. —Es que no quiero comer sola —se justificó Lana. Al ver que su padre hiciera silencio, ella se retractó diciendo. —Está bien. Ambos caminaron hacia la mesa, la señora en la cocina corrió apresurada a servir. Mientras Lana tomaba los cubiertos, don Félix la miró con desconsuelo. Lana no sabía porque su padre la miraba con escrutinio. —Lo siento papá. Si no quieres estar en la mesa y no quieres acompañarme, está bien, puedo irme a mi habitación. —dijo Lana poniéndose de pie. —No, está bien. Solo quédate y cena —dijo don Félix. —Veo que algo te preocupa —Lana lo dijo porque lo estaba presintiendo, además veía preocupado a su padre. —Algunas pérdidas en los negocios, nada que no se pueda solucionar. —respondió don Félix empezando a comer. Cómo Lana sabía que su padre no la involucraba en los asuntos de negocios, no pudo preguntar mas, solo asintió levemente. —Es natural —agregó ella —. A veces hay altibajos —concluyó. —Si, cuando los factores cambian, cuando hay cambios, sea estos de falta de ventas o de producción, sin embargo, todo está bien, no debería haber bajas. —Don Félix sin querer había hablado mas de la cuenta delante de Lana. —“Si requieres mi ayuda, puedo hacerlo.” Iba a ofrecer Lana, pero se arrepintió. Pues para su alegría, ésta era la primera vez que su padre estaba compartiendo información de sus negocios con ella. Justo don Félix iba a decir algo mas, cuando Álvaro entró , éste no venía solo, Aura lo acompañaba. —¡Oh, vaya! —dijo Álvaro mirando a Lana y a don Félix. —Tenemos reconciliación en casa, hahaha. —se carcajeó en tono burlón. —Señora Aura, usted al parecer olvidó el camino a su propia casa. —las palabras de Lana cayeron sobre un gran silencio. Aura miró a Álvaro primeramente, luego aterrizó sus ojos en Lana. —¿Te molesta que venga a tu casa, solamente? ¿O es algo mas que te carcome? —Aura se había vuelto muy arrogante ya en los últimos días. —¡Bueno, que Álvaro te pise no me incomoda! —respondió Lana. —¡Eres su gata! —el rostro de Aura enrojeció de furia. —Me molesta que entres a mi casa como perro por su casa. Date tu lugar y deja de venir a mi casa. En cuanto Lana terminó de hablar, Álvaro ya se había acercado a ella, apretando la mandíbula dijo: —¿Qué has dicho? —¿Acaso además de perro, también eres sordo? —preguntó Lana. Álvaro levantó la mano para golpear a Lana, pero ella esquivó el golpe. —¡No te atrevas Alvaro! —Don Félix habló al fin, tenía la mirada tensa y miraba a Álvaro con enojo. —¿Qué? —dijo Álvaro posando sus ojos en Don Félix, —Tu hija me falta el respeto todo el tiempo, pero todavía, ¿debo soportar sus majaderías? —¿Cuáles majaderías? ¿Las que con justa razón acaba de decir? ¿Que tu amante no venga a esta casa? — Aura miró con sorpresa a don Félix. —Esas son calumnias. Álvaro y yo somos amigos y colegas. —mintió Aura. —¿Colegas? ¿Tratan de tapar el sol con un dedo? —dijo don Félix. —¡Vaya, vaya! —concretó Alvaro, mirando a Don Félix. —Estás de lado de Lana y de todas sus majaderías. —Estoy de lado de lo justo. No quiero ver a esta mujer aquí. —ordenó don Félix. —Pues se van a tener que aguantar. Aura, es mi mujer. Ella es la única que se preocupa por mis necesidades y estará a mi lado. —retó Alvaro, y no conforme con lo que acabara de afirmar , se sentó justo al lado de don Félix. Aura lo siguió y se sentó al lado de Félix y justo en frente de Lana. Se acababa de servir sopa. Era tanto el atrevimiento de Aura, que a Lana no le faltó las ganas de echarle encima el perol de sopa caliente, sin embargo, tenía control de sí misma, ella se contuvo. —Nos divorciamos —dijo Lana para sorpresa de tanto su padre como Alvaro. —¿Divorcio? —repitió Álvaro, esta vez viendo a don Félix si estaba en contra de lo que acababa de decir Lana. —¿Oíste la estupidez que acaba de decir tu hijita del alma? —Álvaro estaba alzado. Sentía ganas de darle la paliza de su vida a Lana, pero ella se mantuvo seria y enfocada en su deseo. —Las personas se casan para compartir sus vidas, y es por elección, se eligen y llevan una vida armoniosa juntos. —No es nuestro caso —afirmó Lana. —Don Félix, usted no estará de acuerdo con las tonterías que está diciendo su hija, ¿verdad? —Álvaro miró esperanzado en Don Félix. —Esa decisión es de ella, y tuya —dijo don Félix. —No interfiero en su decisión —concretó tranquilamente. —¡Pero …! —Te metes en mis asuntos, pero no puedes decirle nada a Lana, ella es tu hija. —dijo Álvaro mirando a Lana con desagrado. —No interferí en tu vida, te di consejo de hombre a hombre y como tú suegro y como padre de Lana, pero no tomaste en cuenta mi observación. —Ahora, resuelve tu matrimonio. O divórciense. Álvaro ya estaba en el proceso de transferir uno de los negocios mas rentables de don Félix a su nombre, si se divorciaba ahora, no lograría su objetivo. Como lobo con piel de oveja, de inmediato cambió su actitud. —Señorita Aura, puedes irte ahora mismo —en cuanto dijera esto, el rostro de Aura palideció. —¿Qué? ¿Cómo? —¿No escuchaste lo que dije? ¿Acaso estás sorda? —Aura se sintió humillada. Ella se puso de pies y miró a Lana con odio. —Esto no se va a quedar así —dijo antes de salir corriendo. Lana no quería seguir en lucha de palabras con Álvaro, temiendo que su padre cambiara de opinión, por eso dejó las cosas por el momento, pero Alvaro creía que con lo mínimo que hizo, ya tenía de vuelta su lugar asegurado. La cena se llevó a cabo sin más peleas verbales, Álvaro de vez en cuando le lanzaba miradas a Lana, la veía diferente el día de hoy. Más atrevida, pues se atrevió hasta de pedir el divorcio delante de su padre. Sería que ahora don Félix estaba del lado de su hija y no de él, se preguntaba. —Señor Félix, mañana viajaré a la capital, me gustaría que me extendieras un cheque para mis gastos rutinarios. —Álvaro actuaba como si tal, él no tuviera el dinero para gastos, actuaba como un mendigo. —No es necesario que vayas —respondió don Félix. Ante el asombro de Álvaro. —Ya envié al señor Cleto Méndez. —¿Qué? ¿El señor Méndez? —Pero se supone que yo estoy a cargo.—dijo claramente molesto. —Cleto Méndez siempre se ha encargado de los asuntos de exportación y diversificación de los productos. No he cambiado ese rol aún. —Pero, pero, se supone que yo soy tu mano derecha. —En algún momento lo serás, apenas llevas tres meses en mi familia. Álvaro miró con curiosidad a Félix, algo estaba cambiando en la actitud de don Félix.
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