CAPITULO 7|NEYLAN

3783 Words
Hubo una mezcla peligrosa de emociones en mi. Por un lado, mi corazón se había paralizado y mis manos desearon alargar la mano para tocar su rostro. Cuando subí a ese avión de regreso a Turquía y le vi de pie, en aquella pista con las manos en los bolsillos y su imponente traje, esperé que esa misma imagen me recibiera cuando tocara nuevamente suelo italiano, pero eso no ocurrió, en cambio, me recibió una famiglia vestida de n***o y con el alma llena de luto. Fue como si el sueño que alguna vez tuve se hiciera realidad. Verlo vivo de nuevo tenía que ser un jubilo enorme y por un lado lo fue, pero cuando recordé las palabras de Tony y lo que había pasado conmigo ese día, supe que no era el mismo. Era un tirano. Su sangre fría era considerable como para asesinar a miembros destacados de la seguridad de su familia, una traición que me daba cuenta de que la imagen del hombre en que se convirtió al final de su vida, era real, y no una mala interpretación por parte de los demás. Mis ojos no perdieron de vista ni un solo segundo sus ojos e incrédula, esperé que al igual que en la noche anterior, se esfumara. Conforme pasaron los segundos, fue claro, que eso no iba a ocurrir. Una sonrisa sínica apareció en su rostro después de la seriedad con la que tomó mi ataque. El arma en mi barbilla estaba cargada y al ver que yo no hacía ni un solo gesto de súplica, la bajó y se apartó de mi, dejándome respirar aire puro, alejado de esa fragancia que me alteraba los nervios. —Te he dejado el camino libre en mi casa como para que te comportes de esta manera—exclamó pateando el cuchillo para alejarlo de mi pues habia caido a unos metros quitandome mi poca seguridad—. No te voy a matar aún, pero tampoco pienses que dejaré pasar por alto alguna ofensa en contra de mis hombres. Comportate o la vas a pasar mal. Desee que no abriera más la boca. Cada cosa que salía de sus labios tentadores fue aberrante para mí. ¿Cómo se atrevía a hablarme de esa manera cuando había engañado a todo el mundo? ¿Quería que pasara por alto que faltó a su palabra y engañó a mi padre y a mi también? No podía creerlo, estaba entre incredula y lastimada. ¿Eso era lo unico que tenía para decirme ahora? Mi boca que hasta ese momento se mantuvo cerrada, no pudo contener el primer reproche de los muchos que tenía para sacar a relucir. Era más que obvio que nadie se la Famiglia sabía que estaba con vida ¿Qué había del sufrimiento de su madre? ¿De alma vacía que dejó en su padre? ¿No había tomado en cuenta el daño que sus acciones habían causado? —¿La voy a pasar mal? ¿Eso tienes para decir? —pregunté con un hilo de voz. —¿Hay algo más de lo que debamos hablar? Guardó el arma dentro de sus ropas. —Claro que hay mucho de que hablar. —Los muertos se llevan a la tumba muchas respuestas—soltó con una marcada ironía que me irritó. —¡Pero tu no estás muerto! ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacer eso a todo el mundo? ¿A tu familia? ¿Ofenderme a mi? ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer hoy? Justo ahora solo estoy deseando que realmente estuvieras muerto—logré decir justo antes de que su mano me sujetara violentamente por la barbilla. —Me importa poco lo que desees o lo que pienses sobre mi, Neylan. No tengo idea de que fue lo ultimo que supiste de mi o lo que sea que dijeron al respecto, pero todo lo que creiste conocer ahora no existe. Imagino los comentarios de la Famiglia y tu posición. No tienes ningún derecho a reprochar algo, porque tu y yo, nunca fuimos nada. Nada. Una palabra que fue suficiente para encenderme la sangre. —¿Nada? Claro, algo normal en un poco hombre como tú. —Soy un hombre de oportunidades. Tomo lo que se me da en bandeja de plata y lo que deseo al momento. Fuiste el intento de una noche que trajo complicaciones y después un polvo de tantos que ya he olvidado. Ahora vas a escucharme bien—exclamó con sus ojos azules inyectados de ira. No le gustaron ninguna de mis palabras—. Te quedarás en esta casa, te mantendrás lo más callada posible y acataras cada una de las ordenes que salga de la boca de cualquiera de mis hombres y de la mía. Yo voy a divertirme viendo las reacciones de mi travesura de hoy. ¿Qué tan molesto podría estar tu padre? Su última pregunta me hizo recordar las notas. —¿Qué estás buscando? —Diversión y poner a prueba el control de mi querida Famiglia. Soy un hombre que disfruta del crecimiento y de aprender a base de espejos. Lucian Salerno me dijo una vez que los pilares de la familia que mantuvo en la cima era su unidad familiar y sus códigos. Quiero ver si los mantiene cuando los ponga a prueba y el único que podría hacer algo así, soy yo, con un poco de la ayuda de tu poderoso padre. ¿Cómo sigue el Mudur? ¿Sigue lamentando que yo no sea su yerno? Papá lo odiaba. Iba a dispararle a la cabeza cuando lo viera. —Eres un desgraciado. ¿De eso se trataba todo? ¿Ambición? No quise sacar mis conclusiones cuando aun no conocía el transfondo, pero con la información que tenía en la mesa no pude justificar ni siquiera un poco su actuar. La poca felicidad que pude haber sentido de verlo respirando fue borrada por la inclemencia de sus ojos. El tatuaje en su mano resaltaba entre todos como una muestra de su propia pertenencia. —Puede que tengas un poco de razón, pero si realmente fuera un desgraciado, ahora mismo te tendría desangrada después de cobrarme la bala que le has disparado a Tony. —¿No está muerto? Desde que bajé del bote solo puedo pensar en que debí apuntar a la cabeza. Cualquiera que se atreva a tocarme recibirá una consecuencia por ello. Si tengo que matar a alguien para defenderme voy a hacerlo así que asegúrate de tratarme con respeto. No obtendrás nada bueno de esto, porque mi padre y Marcello van a sacarme de aquí. Cuando menos lo esperes van a encontrarme y tu…. —Estamos en Tropea—exclamó apartando sus manos de mi rostro para mirarme con diversión—. Los Salerno no entran a Calabria, preciosa. Una vez que entraste a mi lado del canal de Messina, lo perdiste todo. Si quieren intentar sacarte a la fuerza, tendrán que sacrificar muchos hombres, de la misma manera como yo lo he hecho. Cada uno es rey dentro de su territorio y yo tengo el mio bien resguardado. Cualquiera que entre a los mares de Calabria o intente penetrar mi península no va a salir nunca. No esperes un rescate, porque no pasará. —Subestimas lo que soy. —No, pero tengo bien sabido quien soy yo. Me quedé callada. No tenía que decirlo, parecía demasiado seguro. Alargó su mano para tocar los encajes de mi vestido de novia, ganando que yo hiciera una mueca de desdén y apartara sus manos de mi cuerpo. Lo había arruinado todo, desde mi boda hasta la paz que creí estar a punto de alcanzar. —Una pena que tu intento de ser la señora Salerno saliera mal por segunda ocasión. Vas a pensar que tengo algo en tu contra, pero la realidad es que eres una buena herramienta. El tesoro de Turquía puede generar paz o guerra y yo quiero ver que tanta destrucción puedes provocar. Espero que lamentes haberme conocido. Dio por terminada la conversación y comenzó a caminar por el pasillo dejándome anonadada. ¿A dónde iba? Aun tenía muchas preguntas que hacer. Fui detrás de él con rapidez. No podía irse así. Tenía que explicar muchas cosas. —¡Si! Lamento mucho haberte conocido. No tenía idea que eras un desgraciado infeliz que no tiene escrúpulos ni siquiera con su propia familia. ¡Prefiero darme un disparo en la cabeza a vivir bajo tu mismo techo! —¿Y quien te ha dicho que vas a vivir conmigo? Me detuve de golpe cuando él también lo hizo. Me aclaré la garganta incomoda. Solo lo estaba suponiendo. —Me refiero a vivir en una casa que te pertenece—corregí. Frunció el ceño y se tomó un momento para analizarme de cuerpo completo. Me recorrió desde los pies, a la cabeza. No era un análisis normal. Sentí que me estaba observando sin ropa. Me levanté el escote en forma de corazón del vestido. Sinverguenza. —Busco ser un buen anfitrión, ya sabes, por el pasado que nos une. Yo no vivo en Tropea. Zambrone es el hogar que comparto con mi esposa. Sería una ofensa para ella que seas su huésped, considerando que…ya te follé. De haber tenido mis zapatos, le habría lanzado uno. ¿Esposa? ¿Tenía una esposa? Sentí una puñalada en el pecho. No tenía nada que ver con los sentimientos, si no con el ego, un golpe directo a mi feminidad, a mi orgullo. Era como si con esa frase se hubiera reído en mi cara mil veces. Tuve muy claro que a diferencia de Marcello, no tenía palabra en lo más mínimo. Quise reclamar, replicar con desdén que había promesas que un hombre debía mantener y que él había violado como si valieran nada, pero estaba delante del rey de los canallas y mis reclamos solo ensalzarían más su algo ego. Ignoré el matrimonio y dedicí dar vuelta a la hoja aunque por dentró era llamas y calor. —¡Vaya! ¿Recuerdas eso? Yo ya lo he olvidado. Con su dedo índice tocó su sien. —Un hombre no olvida a su primera virgen como se que tu tampoco me vas a olvidar a mi—musitó mirándome a los ojos esperando mi reacción. Un gesto de satisfacción apareció en su rostro y después tomó una copa del pequeño bar de la sala. No había ni una sola botella de vino, pero si muchos licores finos. —Pasamos buenos momentos Gurkan, no seré tan imbécil como para negarlo, porque el Don no miente. Antes de dar un trago a su copa me ofreció una. Negué, no quería nada de él. Se encogió de hombros y dio un trago casi jubiloso. —Yo ya no los recuerdo—objeté con molestia. —Imagino que no, pareces haber creado nuevos—soltó con un ligero tono de reproche—. Quien diría que la bella Neylan Gurkan pudiera ser tan romántica. Los besos bajo la luz de la luna y en medio de la playa me causan un poco de nauseas por la dulzura, aunque no niego que la escena fue interesante. Eso era una nueva sorpresa. —¿Cuánto tiempo llevas vigilándome? —Eso no te interesa. Un hombre que maneja la información, lo maneja todo y yo me aseguré de tener todo dominado, así como conocer cada detalle. Lo que pasó hoy no hubiera sido un éxito de no ser por mis cálculos. La Fagmilia a endurecido su seguridad y es compleja, por suerte no permito que las probabilidades impacten en mis resultados, siempre suelo ir contra de ellas. —Mataste gente hoy. —Es lo que hago todos los días. Lo normal. —Tal vez conocías a esos hombres. —Esos hombres me olvidaron a mi—respondió mientras observaba por el ventanal y mantenía una de sus manos en el bolsillo de su pantalón de vestir—. No se que te han dicho, pero soy un exiliado. No me revocaron el apellido, porque tal vez era imposible, pero dejé de ser el heredero de mi padre y todo lo que creí tener se esfumó. No me duele, pero si ellos me olvidaron a mi, yo no tengo porque recordarlos a ellos. No tienen nada que ver conmigo. No hay sentimentalismo. —¿Qué hay de tu madre? ¿De tu padre? —Mamá está bien—respondió seguro, lo que me hizo pensar que sabía más de Leisel Salerno que yo—. Lloró, eso fue invitable, pero mi muerte fue mucho mejor que vivir con la pena de tener una paria como hijo. Mi padre, al contrario, sigue siendo el mismo hombre de siempre, controlador, orgulloso de su apellido y con su nuevo heredero. La Famiglia sigue siendo la misma sin mi, pero yo soy lo mismo sin la Famiglia, lo que me hace pensar que siempre fue el ancla que me frenó. Habla con frialdad y sin ningún remordimiento. Pensé que la mención de su madre serviría para aflojar alguna emoción, pero lo único que obtuve fue una nueva decepción. Me sentí fatal por la mujer que le dio la vida ¿Cómo podía decir que su muerte fue lo mejor para ella cuando hasta la fecha sufría? —Fuiste egoísta. —Si luchar por mis ambiciones es egoísmo, lo soy. Observó su reloj y chasqueó la lengua. El sonido de los autos llegó a mis sentidos y entonces observé las luces subir hasta la entrada mientras se estacionaban justo a las puertas de la casa. Un hombre cruzó el umbral y le saludó con un asentimiento sumiso. —Él es Martino, estarás bajo su cuidado. Comportate. ¿Comportate? ¿Así? ¿Nada más? Sonreí con amargura. —¿No quieres que tambien te ladre? —Cuida lo que sale de tu boca, Gurkan. —¡Entonces respétame! —¡No estás en condiciones de pedir nada! —gritó con tanta mordacidad que por dentro mi interior tembló al verse superada por su autoritarismo. Dios Santo. —Si sigues abriendo la boca para anteponer tu autoridad juro que te trataré como lo que eres, una simple rehén. Conoce tu lugar y no tendrás problemas. Nos veremos de nuevo pronto y espero que para cuando eso suceda, me hayas comprendido bien. Te odio. ¡Te odio! Pasó delante de mi mientras mis ojos se nublaban no por llanto ni dolor, si no por colera. Me sentía ofendida, humillada y él no paraba de tratarme con desprecio cuando era yo quien debía reclamar la forma en como me estaba tratando. Estaba en el umbral cuando mi encolerizado corazón habló cargado de ira: —¡Te juro que vas a arrepentirte de lo que has hecho, Gianni Salerno! —exclamé haciéndolo detenerse en la puerta. —Quiero verte intentarlo—bufó. Me miró de reojo antes de continuar su camino y que las puertas se cerraran a sus espaldas. ¡Eso era un hecho! (...) Mis pulmones rogaron por aire y yo tomé impulso para salir de la bañera y después aspirar una gran bocanada para saciar la desesperación de mi cuerpo. No había sido una buena noche precisamente. Todos mis sentidos estaban decididos única y exclusivamente a encontrar respuestas. Él había estado en la isla la noche anterior, el fue quien dejó el collar en aquel muelle y la nota sobre la cama. ¿Nos vemos en Sicilia? ¡Las alertas estuvieron allí siempre y yo fui una estúpida! Aparté el cabello húmedo de mi rostro. No tenía sentimientos encontrados, solo deseaba venganza y tenía una lista bien larga de cosas por las cuales vengarme, empezando por la ofensa que cometió al abandonarme y para finalizar, la boda que me arruinó. Mi familia no iba a ser una pieza en su juego de ajedrez y mucho menos manipulada para sus oscuros fines. Si quería hacer algo en contra de los suyos, debía buscar sus propios medios, no intentar afectar la gente que yo amaba en el intento. Para poner comenzar a formar un plan necesitaba conocer donde estaba parada. Había una esposa y yo necesitaba saber quien era ella. Salí de la bañera enrollando mi cuerpo entre la enorme toalla. Tardé demasiado en tomarme la libertad de dirigirme a la habitación y abrir los cajones. No deseaba nada que viniera de sus manos o su dinero, pero era eso, o seguir apestando a sangre y pareciendo una novia cadáver. No tuve opción y tomé lo que más me convenía. La ropa en los cajones estaba a mi medida y tenía etiquetas. Eso era una bendición. El armario constituía el tamaño de una habitación de entera llena de toda clase de ropa, desde despampanantes vestidos de noche, hasta pequeñas camisetas de delgadas mangas y transparente tela. Encontré un vestido color verde oscuro, pegado al cuerpo, con un corte que delineaba mi cuello, pero mantenía el escote en forma de V y unos tacones delicados de color plata. Era un buen atuendo para estar en casa. Peiné mi cabello en una coleta alta y bajé las escaleras. Lo peor que podía hacer era dejarles verme derrotada. Fui traida como la mayor de las criminales, sujetada con esposas y con un vestido arruinado. No les daría el gusto de verme así de nuevo. Mi orgullo me impedía bajar la mirada. Mis tacones alertaron mi presencia y Martino que aguardaba bajo las escaleras me dedicó una mirada rápida. Yo hice lo mismo y le reconocí. Era el hombre que me puso el pañuelo sobre la boca y me lanzó dentro del bote como si fuera un poco valioso costal de papas. Entrecerré los ojos y levanté una de mis cejas. —Buenos días, Martino. No respondió, solo asintió. —¿Los calabreses no tienen educación? —insistí. —Tengo estrictamente prohibido hablar más de la cuenta con usted. Si tiene algun requerimiento puede decirlo, se lo haré saber al Don a la brevedad, tengalo por seguro. —El Don... ¿Está con su esposa? Asintió. —Interesante—susurré casi para mi misma dando unos pasos más para terminar de bajar las escaleras—, me imagino la clase de mujer que es. Los hombres siempre terminan tomando las decisiones equivocadas en cuanto a mujeres. Lo complicado les asusta, mientras que lo simple les hechiza. Mis pasos se alejaban de la escalera cuando Martino tomó la palabra de nuevo para lanzar una advertencia. Estaba de espaldas a él así que sonreí. ¿Iba a lanzar una advertencia? —Le recomiendo abstenerse de esa clase de comentarios. La esposa del Don es una mujer respetable, de la buena familia Lombardo y con buenos socios que podrían tomar como una ofensa la manera en la cual se expresa de ella. Los Barone. —¿Los Barone? —dije—. ¿Y quienes son los Barone? —Una de las familias lideres de la Locale más importantes de Calabria. Me di la vuelta para continuar con la conversación. —Parece que son una familia importante, pero no tanto como la mia, Martino. Un solo terrateniente de mi padre bastaría para destruir a los Barone en un abrir y cerrar de ojos. Una mujer de mi apellido no se deja asustar por amenazas tan vacías. Cada uno sabe lo que es y que tan peligrosa es la sangre que lleva en las venas. Supongo que la dichosa esposa es Renata Lombardo ¿O me equivoco? No lo aseguró, pero tampoco negó. Justamente como lo suponía. —No necesito que digas más. Una arpía al parecer. El nombre de la mujer me amargó la mañana. Era la misma que Marcello había mencionado durante la cena y que la Famiglia decidió ocultar. El amor entre ambos había florecido a tal punto que decidió ponerle un anillo en el dedo que según la forma de ser de Gianni no debía valer demasiado. Dudaba que la amara de verdad y si lo hacía, debía estar a su altura. No pensaba juzgarla, pero fue imposible no hacerlo cuando su apellido y nombre fue rebelado. Renata Lombardo debía ser toda una fichita. Martino se quedó en las escaleras posiblemente amargado por mis respuestas, pero ese era el objetivo, que me diera información de forma inconsciente que yo pudiera usar sin culpa. Era experta en hacer cosas como esas y tendría que ser más inteligente si quería obtener más. Una de las sirvientas puso un plato en la mesa. La comida tenía buena pinta, pero yo no sabía si tenia apetito. No era lo que tenía planeado para esa mañana, pero no hubo más remedio que aceptarlo. Tomé el tenedor y comencé a comer las frutas esperando que no tuviera veneno. Podía esperar todo tratándose de Gianni Salerno. Las fresas me parecieron amargas, pero culpé a mi situación y no a que tuvieran un mal sabor. El comedor estaba justo frente a un enorme ventanal. La casa estaba llena de ellos y en ciertas partes tenía paredes plenamente de cristal. No había espacio donde no hubiera un guardaespaldas opacando la vista. La idea de escapar en uno de esos barcos era tentadora, no sabía como conducir uno, pero de intentar podía salir algo bueno. La parte negativa del plan era que no iba llegar sin ningún disparo y si lo pensaba con mucha atención, muerta no podría evitar nada. Papá y Emir iban a enloquecer y cobrarían mi muerte al primero que se pusiera delante de ellos. Morir no era correcto, no cuando eso iba a causar un desastre en mayor escala que daría a Gianni la victoria. Debía moverme con más astucia de aquí en más. La noche anterior, había estado confundida por los sucesos, pero ahora con la cabeza fría podía planear con más cautela e inteligencia. ¿Qué era lo que quería de todo esto? Primero debía darme cuenta de las aspiraciones de él. Quería caos, mucho caos y yo no quería que tuviera éxito. La Famiglia no merecía un golpe así por parte de la mía y nadie de los dos bandos tampoco una guerra. Sus provocaciones eran calculadoras, infundadas hasta que me dijera lo contrario y no podía ganar. Mis pensamientos iban de la mano de las afinidades personales y también de las ofensas que cometió en el pasado y presente. Tenía una promesa que cumplirme y ahora la señora Salerno era otra. Dadas las circunstancias y el hombre en el que se había convertido no echaban en falta ese titulo, pero si estaba lo suficientemente molesta y ofendida como para no ignorarlo. Si él quería llevar caos a mi mundo, yo le daría lo que buscaba, pero en el suyo.
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