Necesitaba un teléfono.
Era desagradable ver pasar los días, las horas y los minutos sin saber que estaba ocurriendo del otro lado. Me estaban buscando, eso era un hecho, pero no conocía las circunstancias. Hablar con mi padre era una necesidad marcada y en esa casa no existían los teléfonos. No importó cuando busqué, no encontré absolutamente nada que pudiera ayudarme. Las líneas estaban cortadas y no tenía idea si la línea estaba funcional o también estaba incomunicada. Dos días después seguía en las mismas condiciones, observando el ventanal, perdiendo el tiempo intentando encontrar una salida o una posibilidad y maldiciendo el nombre de Gianni quien no se apareció ninguno de esos días, hasta aquella noche. Estaba acostada, metida entre sabanas cuando escuché el parloteo desde el exterior Las luces de los autos indicaron que acababa de llevar un convoy.
Descalza, me asomé por la ventana y allí pude observar la discusión que se estaba llevando a cabo fuera. Alguien parecía suplicar en medio de lloriqueos algo y su voz era un lamento lastimero que dejó de lado cualquier valentía varonil. Bajé las escaleras con rapidez, esperando enterarme de lo que ocurría y más que nada, encontrar algo que pudiera ayudarme. Detuve la velocidad de mis curiosos pasos cuando el llanto se hizo mucho más intenso.
—Yo no tenía idea de quien era, solamente…
—Pretextos y más putos pretextos.
Mis pasos fueron un poco más rápidos y logré abrir la puerta. El frio costero golpeó mis mejillas poniendolas rojas y yo amarré el camisón que mantenía abierto. Había un cadáver en el suelo.
—He servido a la Crimine por más de seis años. No sabía que era un Napolitano, nunca pasó por mi cabeza. Yo acepté su presencia en esta casa, pero…
Un disparo.
El hombre cayó muerto justo delante de mis ojos.
La bala le traspasó la cabeza y el casquilló rebotó en el suelo. Gianni bajó el arma. La atención de los hombres dejó de estar en el reciente cadáver cuando vieron mi presencia salir de la oscuridad. A diferencia de la primera vez, no estaba solo.
A su lado, estaba un hombre un poco regordeto, de cabello canoso y mirada severa. Me observó de pies a cabeza, no de forma morbosa, si no enojada. Caminé hasta ellos dándome cuenta de que acababa de romper una regla recientemente impuesta. Había salido de mi prisión aprovechando la confusión.
—Martino, llevala a su habitación.
El guardaespaldas intentó tomar mi brazo.
—No me toques —solté antes de que lograra poner sus manos encima de mi. Mis reflejos fueron rápidos y por la forma en como observó a Gianni, parecía dispuesto a no crear un escandalo. El invitado parecía ser alguien importante.
—Señorita, es hora de volver.
—Solo Gianni Salerno puede decir que me trata como una invitada y después asesina a un hombre en el jardín de mi morada. Eso es ser un poco descarado ¿No lo cree, Don? —pregunté usando por primera vez la manera en la que todo el mundo se refería a él. Martino se alejó unos pasos y yo me acerqué al grupo de hombres con toda la confianza del mundo.
Nuevos invitados, nueva información.
—El plan no era despertarte.
—Pero han creado un escandalo.
No fui irrespetuosa, porque eso iba a crearme una mala fama y quedaría como una loca delante de los demás. No era el plan que tenía en mente. Ser dócil en el momento indicado, iba a ser mi salvación y mi mayor arma. Gianni tampoco quería un escándalo.
—Uno que no debías escuchar. Vuelve a la cama.
—¿No me presentas a tu invitado?
Centré mi atención en el anciano.
Gianni observó a Martino y le hizo una señal.
No me quería cerca de ese hombre y eso aumentó mi insistencia. Le tendí la mano de la manera más educada y encantadora posible, recordando las muchas veces que fui amable con los socios de mi padre.
—Stephano Barone—dijo por fin y yo sonreí.
Vaya, que interesante.
—Neylan Gurkan, señor Barone—respondí complacida de tener delante de mi a un hombre que estaba bien ligado a mi nemesis y no me refería a Renata. El hombre tomó mi mano con seguridad y la estrechó, aunque un poco rígido a mi gusto.
—Esto no vale la pena Stephano. Debemos seguir nuestro camino en dirección de Zambrone—exclamó Gianni deseoso de cortar la conversación a como diera lugar—. Que preparen los autos, saldremos de inmediato.
El hombre asintió, aunque no muy convencido, me lanzó una ultima mirada y comenzó a caminar hacia las camionetas mientras mis ojos curiosos le seguían hasta perderse. Gianni sujetó mi mano y me empujó dentro de la casa como si acabara de cometer uno de los mayores crimines.
Estaba un poco tenso.
—Me estás lastimando.
—¿Qué fue lo que te dije sobre salir?
—Parecía que había una discusión.
—¿Y tienes el poder de solucionarla?
—No, pero me sirve para saber si debo huir—bromee solo para irritarlo. —Además pude conocer a tu socio. Escuché algo del señor Barone en mi estadía aquí. Intento acostumbrarme al ambiente. Algo debo hacer en esta prisión ya que no tengo compañía.
Mi respuesta le molestó.
Era obvio que no me quería cerca de nadie.
—Hablar con mis invitados no está en tu lista de entretenimiento. Manten las manos donde pueda verlas, Neylan, y no intentes jugar con astucia. Volveré aquí mañana, porque tu y yo tenemos que hablar de ciertos detalles.
—¿A tu esposa no va a molestarle? ¿Sabe que estoy aquí?
Su agarre en mi mano se aflojó.
Los hombres eran sencillos de descifrar y yo quería obtener algo de Gianni esa noche. Necesitaba su teléfono a toda costa y la única forma de obtenerlo era acercándome. Solo quería una llamada y calmar a todo el mundo con ella. No sabía que tanto había dicho o si tenían idea de quien se trataba. Mi mayor deseo era acabar con su juego y su ventaja.
—Mi esposa no se mete en mis negocios.
—Si te casaste debes quererla mucho ¿No?
Mis ojos le siguieron en cada pregunta y justamente en esa frunció el ceño y me evitó con evasivas. Tomó aire con molestia y asintió. Mi mano tocó su hombro y mis uñas demoraron un momento en acariciar su hombro.
—No me hubiera casado si no.
—Uno no siempre se casa por amor, a veces solamente es necesario el deseo. Una pregunta no me abandona desde anoche y ahora que estás aquí, me gustaría que me la respondieras—musité con seriedad, pero con una chispa de provocación.
—Dilo—ordenó tajante.
—¿Sigues siendo tan buen amante como la ultima vez?
Quite una pelusa imaginaría de su traje. No iba a negar que eso había sonado terriblemente descarado, pero ¿Vamos? ¿A quien le importaba? Solo necesitaba el maldito teléfono. Mis manos se metieron peligrosamente dentro de su traje. Joder. Antes de que detuviera mis manos pase de largo sus armas, dos escuadras que mantenía bien guardadas y pase de largo hasta su espalda. Su cuerpo era más grande de lo que recordaba. Allah. Ese no era el objetivo.
Sus ojos me siguieron en cada movimiento, pero no desistí. El descaro brillo en mis ojos. Renata Lombardo debía disculparme, pero estaba tocando a su hombre o más bien, él me estaba dejando hacerlo. Mis dedos subieron por su pecho de forma provocativa. ¿Dónde mierda estaba lo que estaba buscando?
—¿Quieres averiguarlo?
—¿Puedo? —pregunté dándome cuenta de que el tiempo se me estaba acabando. Di un paso para acercarme aun más y mis pechos rozaron sus pectorales. Bajó la mirada y la expresión tranquila que mantenía en su rostro cambio.
Hombres, todos eran débiles.
—¿Quieres? —continuó inclinando su cabeza poniendo a prueba mis labios. Tragué saliva al darme cuenta de que iba enserio. ¿No era capaz? ¡Mierda! Antes de que pudiera continuar con mi labor de búsqueda, me lanzó violentamente en dirección del sofá y trepó sobre mi cuerpo. Me tomó por la barbilla y metió la cabeza en mi cuello. —Claro que quieres.
Un jadeo escapó de mis labios.
Tenía el cabello desparramado sobre el sofá y cubriendo una parte de mi mejilla como si acabara tener un encuentro salvaje. Un solo movimiento bastó para dejarme paralizada. Sus labios me mostraron su sonrisa más sínica. Se había metido entre mis piernas y la posición me trajo recuerdos. Tragué saliva cuando su rodilla rozó mi ropa interior.
El camisón se había levantado y mis piernas estaban abiertas dando cabida a su cuerpo justo en medio. Me removí un poco. La situación se me había salido un poco de las manos, especialmente en la parte donde tenía sus labios a escasos centímetros de los mios. No debía moverme ni un centímetro, pero lo necesitaba, subí mis piernas para envolver sus caderas y acerqué mis dedos a los botones de su camisa. Solo un poco más. Su aroma me estaba consumiendo y estremeciendo por dentro.
—¿Has tenido recuerdos?
Relamí mis labios y sonreí.
Buscaba jugar con mi mente y su mirada no ayudaba.
—Algunos—jugué con el cuello de su camisa y perdí mi rostro en su clavícula—, muy similares a los tuyos, Salerno.
—¿Enserio?
Me sujetó la barbilla y se metió de manera mucho más directa entre mis piernas. Fue imposible no tensarme cuando sentí el rocé de su cuerpo con mi ropa interior y sus labios sobre los mios a un milímetro de distancia de un beso. Mis ojos estaban en su boca, pero subieron lentamente hasta los suyos. No iba a moverme ni un centímetro. No podía, no quería y tampoco debía. ¿Si él era quien me besaba no sería mi culpa? ¿Cierto? Luché por ocultar mis ojos asustados.
¡Mierda! ¡Eso no era parte del plan!
Enterré mis dedos en su saco y después comenzó a reír. Vaya risa sinica y sensual.
—Tienes agallas, Gurkan, pero te hace falta mucho para provocarme. La próxima vez ten cuidado, podrías terminas encontrando lo que estabas buscando—dijo con cinismo para después lanzarme de forma agresiva contra el sofá. Se levantó liberando mi cuerpo y yo me mantuve acostada observando hacia todas partes menos a su rostro. No tenía nada para decir.
Tenía la boca seca y el corazón acelerado.
Fue un pésimo plan o no del todo.
—Vendré a verte mañana—anunció antes de alisar su camisa de lino y dejarme nerviosa, casi pálida sobre el sofá. Eso había estado demasiado cerca. No me levanté hasta que escuché el sonido de los autos alejarse. Deslicé mi mano lentamente entre las ranuras del sofá y entonces lo toqué. Su teléfono estaba allí. Había resbalado de la parte trasera de su pantalón cuando sus labios amenazaron a los mios. Con la punta de mis dedos lo había sacado poco a poco hasta que cayó a una zona segura y se perdió en la ranura. Con sumo cuidado lo metí entre mis ropas y caminé discretamente hacia la habitación.
¡Esa fue una misión arriesgada, pero exitosa al fin!
Cerré la puerta del baño detrás de mí y apreté el botón.
Por favor, por favor.
Al momento que deslicé mi dedo, mis oraciones parecieron cobrar sentido cuando la pantalla de bloqueo desapareció. No tenía contraseña o algo similar. Sin duda, esa había sido una buena victoria.
Alla, Allah, Allah.
Últimamente rezaba mucho. No era mi culpa estar inmersa en esta situación, pero de lo que si estaba segura era que los astros y cielos, se habían acoplado para darme una pequeña victoria que estaba dispuesta a utilizar a toda costa. Mis dedos marcaron un numero que conocía bien, esperando que la señal se pusiera a mi favor. Hablar con papá no era opción. Debía estar molesto y no era un buen aliado hasta que mamá lograba calmar su ira como solo ella sabía.
Emir era el camino para llegar a él.
—Responde, por favor— supliqué en voz baja.
Martino no tardaría en asomar su cabeza y sacaría el teléfono de mis manos, lo que llevaría al fracaso de mi reciente victoria. Cerré los ojos y casi crucé los dedos. Por favor, por favor, por favor.
—Merhaba…
—Kardes, tienes que escucharme. No tengo mucho tiempo.
—¡Neylan! —casi pude sentir su desesperación y eso lo llevó a hacer justamente lo contrario a lo que había pedido—. ¿Estás bien? ¿Dondé estás? Papá está como loco. Mamá está teniendo problemas para calmarlo. Dice que va a hacer una masacre en Italia a pesar de las promesas de los italianos por recuperarte. No tienes idea del puto caos…
—Estoy bien, mejor de lo que cualquiera de ustedes espera.
Un suspiro aliviado salió de su garganta.
Lo adoraba demasiado.
—¿Por cuánto tiempo? Aunque Marcello insiste que fueron calabreses, ha pasado demasiado tiempo y no han pedido nada. No tienes idea de la confusión que hay en Sicilia ahora mismo. Papá se niega a abandonar Palermo y los Capos mueven cielo y tierra para encontrarte. Han enviado gente a cruzar el canal.
—¡No! Que no lo hagan. No pueden entrar a Calabria y yo tampoco creo que sea lo correcto. No voy a morir Emir, te lo aseguro, pero esto va mucho más allá que un simple secuestro. Mi muerte no es lo que mi captor desea.
—¿Sabes quien fue?
Tragué saliva. Me iba tachar de loca, estaba segura.
—Gianni Salerno.
Lo único que pude escuchar del otro lado de la línea fue su respiración. Pensé que se echaría a reír y me llamaría loca, pero eso no pasó, en cambio, sus intentos de respuesta parecieron un balbuceo incomprensive hasta que acomodó sus ideas.
—Repite lo que dijiste.
—Gianni Salerno está vivo, hermano.
—¡Ese bastardo! —soltó posiblemente conteniéndose de usar otra clase de insultos más duros. Podría jurar que sus ojos se oscurecieron, porque al igual que papá, le guardaba un rencor y un recelo prominente por el pasado.
Era mi ex prometido después de todo.
—No comprendo el nivel de poder que tiene, pero puedo asegurarte de que es muy rico y poderoso. Tiene una vida distinta ahora y gente que le respeta. Busca venganza por el pasado y usará a nuestra familia para desestabilizar a la suya. No puedes dejar que papá caiga en su juego o habrá ganado.
—Ahora muchas cosas tienen sentido. Voy a sacarte…
Eso no iba a funcionar y yo tenía un plan, uno que incluía hacer la vida de Gianni Salerno un infierno. Había roto promesas, desecho mis sueños, aplastado mis planes y, por si fuera poco, arruinado mi boda dos veces. No podía simplemente irme sin obtener un poco de venganza por el daño del pasado, por el sufrimiento.
—¡No! No vas a sacarme. Aun hay deudas que debo cobrar.
—¿Sola?
—No hay otra forma por el momento—repliqué con la voz entrecortada de rabia—. Humilló a nuestra familia dos veces, Emir. Si me voy ahora sin hacerle al menos un rasguño, no tendrá sentido. Está casado con una calabresa, mientras yo…
No quise ni siquiera terminar, mi ego se retorcia de rabia y mi corazón sangraba de recordar mi sufrimiento, sufrimiento que me había convertido el polvo el alma, pero en la mente egoísta de Gianni era perdonable, pues que yo sintiera, no significaba que él tenía que sentir lo mismo. Mi hermano guardó silencio y entendí, que comprendió mi amargura.
Verlo fue un shock, uno que ahora se esfumaba y estaba dando cabida a los deseos de cobrar las ofensas. No podía haber otro camino cuando después de haberme hecho daño, repetía sus fechorías de una forma mucho más intensa y buscaba hacer daño a quienes también lloraron su muerte.
Su alma se había podrido y era otro hombre.
—Se acabó Neylan. Han pasado casi siete años. No vale la pena que pierdas el tiempo con ese imbécil. Papá lo hará pedazos cuando lo tenga en sus manos y no habrá mejor venganza que esa para nuestra familia.
—No. Las promesas de sangre nunca se rompen.
Debí ser yo, siempre debí ser yo.
—Y él tiene una esposa ahora—exclamó provocando que la lava en mis entrañas se encendiera—, por lo tanto, su palabra vale poco, lo mismo que valdrá su vida cuando la guerra se desate si no te libera.
—Y no lo hará. La determinación en sus ojos es enfermiza. Te lo he dicho y te lo repito. Controla a papá y yo me encargaré de salir de aquí por mis propios medios. Voy a hacerle la vida imposible hasta que el mismo ruegue a los cielos arrancarme de su lado. Merece eso, así como también perder. Gianni Salerno no me conoce, nunca lo ha hecho.
GIANNI
—¿Cuántos minutos crees que deba dejarla rogar?
—Cada minuto que pasa pienso que es una mala idea—dijo Tony mientras intentaba subir un poco su cuerpo sobre la almohada y la enfermera intentaba darle una mano—. ¡Me disparó! No parecía ser la clase de mujer que suplica ser salvada y si esa llamada para la que le has dado oportunidad sale contraproducente, nos dará problemas.
Mis ojos vieron el video de ella entrando a hurtadillas con el teléfono en la mano. Su astucia era de cuidado. No olvidaba la primera vez que me atrapó y aunque parecía una chica ilusa, era caprichosa. Neylan Gurkan era peligrosa, pero estaba atada de manos así que podía considerarla un cachorro inofensivo.
—No lo hará. No tiene manera de saber donde está y ellos no pueden entrar a buscarla. Esta llamada alterará los nervios del Mudur y aumentará la presión en la famiglia. Tendrá justo el resultado que espero. No les dirá nada. No le conviene.
Tomé asiento y Tony no perdió el tiempo.
Sus ojos parecían reacios a aceptar que mi plan había salido mejor de lo esperado. Perdí hombres en aquella operación, pero había robado una pieza clave de la estabilidad y aunque estaba herido, no iba a morir. Habia éxitos que requerían un precio.
—Gianni siempre te he seguido en tus planes, pero siento que este no es el camino. Tienes un imperio y tu fuerza proviene de tu anonimato. ¿Crees que la famiglia perdonará está traición? Es mujer no me da buena espina.
Sonreí. Nunca era bueno darles tantas vueltas a las cosas.
—No hay limites para mi Tony. Ya he ganado todo lo que podía en Calabria y es hora de que comience a escalar mucho más lejos. Mi presencia no puede mantenerse oculta más tiempo y menos cuando la debilidad de mis enemigos es más visible que nunca.
—Estamos jugando con la Turk.
—No, la Famiglia lo hace—respondí poniendo de pie para acercarme a su camilla y clavar mis ojos en los suyos—. Kerem Gurkan podrá saber que soy yo, pero atacará a los que tenga a la mano y mi presencia solo lo hará ensañarse más con ellos. El caos se desatará en Toscana y entonces los códigos se harán polvo en la desesperación.
No pareció tan seguro como yo, así que tragó saliva.
—Si así son tus planes, atiendo las ordenes del Don.
—Eres más tratable que Barone. Vine a verte y logré escapar de él diciendo que nos veríamos en Zambrone en dos días. Me tiene harto y creo pronto tendré que buscar la manera de sacarlo de mi camino. Detesto las presiones y que se tome atribuciones que no son suyas. Ya conoció a la chica y me ha estado bombardeando con preguntas.
—Has secuestrado a una mujer hermosa—comentó—, con la que además es un hecho, tuviste una relación amorosa en el pasado. Te dará más problemas si siente que esa mujer es una amenaza para Renata. No puedes seguir posponiendo tus asuntos con ella más tiempo. Darle su lugar es crucial. Hay que mantenerlo a raya y a la chica turca también, porque no es una blanca paloma.
Definitivamente, Neylan Gurkan era todo menos santa.
—No le tengas miedo a una mujer.
—He visto a hombres poderosos caer gracias a una de ellas. Su belleza es la perdición y su afecto, la locura de cualquiera. Neylan Gurkan y tu tienen una historia que va en contra de tus planes y su odio, será la llama que encienda tu vida si no sabes como apagarla. Si realmente quieres una guerra, sabes el camino.
Matarla. No habría vuelta atrás, pero si lo hacia ¿Cómo iba a poder divertirme con la desesperación? No solo deseaba una guerra, si no ver a todos arrastrarse a mis pies, no porque los odiara, pero debían descubrir que, para crecer, se tienen que cambiar las antiguas costumbres en base al tiempo. Ellos eran el pasado de Italia y yo sería su futuro.
—Me voy, Tony. Vas a recuperarte.
—¿Volverás a Soverato?
—Tal vez pronto—respondí con diversión.
Mi entretenimiento estaba fijo en esa chica. Su mordacidad y su odio eran el combustible que hacía mis días más divertidos. Sus ojos maduraron y su cuerpo, era mucho más sensual que lo que recordaba en sueños. Mis ojos prestaron atención a su cuerpo a través de la pantalla. Sus pies descalzos, sus vestidos casuales que resaltaban la grandeza de sus piernas y la forma tan femenina en como acariciaba esos largos risos que tenía por cabello. Era muy sensual, mucho más que hacia siete años.
Toda la residencia que ahora la resguardaba como una mariposa dentro de una caja, estaba llena de cámaras y no había nada que pudiera hacer para ocultarse de mis curiosos ojos. Como si fuera un simple interruptor, ordené que fuera suficiente. La señal se terminó y su llamada también debió concluir. El teléfono no sería más que un cascaron vacio próximamente y en unos días, yo obtendría resultados de mi calculador plan.
Mi pasatiempo fue interrumpido cuando el teléfono vibró en mis manos anunciando la llegada de un mensaje. Renata casi suplicaba mi retorno a Soverato. No tenía tiempo para volver y mantenerme en un lugar fijo era la mejor opción por el momento, mientras descifraba el siguiente movimiento de la querida Famiglia. Stephano y yo teníamos negocios que cubrir en Zambrone, pero al escuchar sus preguntas sin sentido, usé el pretexto de Tony para enviarlo y que se adelantara. Siempre, desde joven, odie las malditas explicaciones y ese anciano no iba a presionarme ni, aunque su linda y seductora hija durmiera en mi cama la mayoría de las noches.
Ahora tenía que recuperar mi teléfono trampa.
—¡Martino! —lo llamé cuando el auto se detuvo en la entrada aquella madrugada y crucé el umbral de la puerta. El hombre apareció a mi lado como un fantasma. —¿Qué noticias me tienes de las costas?
—Hay movimiento del lado siciliano.
—Esperado. Diles a los hombres que estén alertas. No dudo que decidan cruzar. En caso de que eso suceda, ya sabes como recibirlos. No quiero errores y si necesitamos más hombres, házmelo saber.
—Si, señor.
Mi mirada recorrió la casa, curioso por saber donde estaba. Miré el reloj siendo sabedor de que, a juzgar por la hora, debía estar dormida, pero cuando mis pies subieron el primer peldaño, Martino tiró por la borda mis suposiciones.
—No está en la habitación.
—¿Y donde está entonces?
Martino señaló el techo y yo subí las escaleras con mayor rapidez. Iba reprenderlo más tarde. ¿Cómo demonios la habían dejado ir hasta allá arriba? Neylan no era una mujer convencional o no lo fue desde que nos conocimos. Si era capaz de disparar a un hombre, también podía saltar si las circunstancias la obligaban y estaba técnicamente secuestrada, así que ese era el escenario perfecto.
Cuando llegué a la terraza, no la encontré a punto de lanzarse como imaginé, si no de pie, con las manos sobre las orillas de vidrio y metal, observando como la luna llena brillaba con su máxima expresión en los cielos calabreses y las mareas tomaban un tono casi plateado por su reflejo. Mis pasos se mantuvieron rígidos en su solo lugar, admirando como el viento hacia que sus rizos se sacudieran casi de forma salvaje.
Esa imagen me hizo regresar a la noche cuando la conocí y que creí haber olvidado. Tenía una expresión enfadada en el rostro y la mano rodeando un coctel que ahora ya ni siquiera recordaba bien, pero lo que jamás iba a olvidar, era esa belleza oriental y esos ojos amables con los que miraba al mundo en general. Debió ser un encuentro de una noche, una mujer más en mi lista de conquistas, una ninfa con la cual compartir cama y saciar los más bajos instintos, pero ella insistió en que fuera más y yo no descuidé el hecho, que no todas las mujeres podían ser tocadas y amadas de forma temporal.
Neylan Gurkan era la clase de mujer protegida y caprichosa, quien, con solo lanzar una mirada suplicante a su poderoso padre, podría tener cualquier cosa que deseara, inclusive, una estrella con su nombre parecía sencillo. Fui su mayor reto y también su más grande karma, pues era una mujer que no sabía lo que estaba deseando, hasta que la soga rodeó su cuello.
—Me dijeron que estabas muerto—habló rompiendo el silencio e informando a la vez que me había descubierto—. Cuando lo hicieron yo solo pude pensar ¿Esto era lo que más deseaba no? ¿Acaso para él es mejor estar muerto que casado? Y ahora lo entiendo. No se trataba del compromiso, si no que tal vez la única que sintió la tensión entre ambos fui yo.
—Ya no estamos en los veinte, Gurkan.
—¿Y porque eramos jóvenes no sabíamos lo que sentíamos? —preguntó casi con agresividad para después voltear y clavar sus bellos ojos verdes en mi—. Tienes razón, ya no tenemos veinte y ahora me doy cuenta de la realidad y de lo que ambos deseábamos. Yo quería un marido lejano a mi mundo para sentirme más libre y a la vez poderosa, mientras que tu, deseabas disfrutar de lo que eras con la mayor rienda suelta posible, así como de los placeres del cuerpo. No eres de los que se queda con las ganas cuando añora algo.
La forma en como lo dijo me caló.
—Creo que recordamos cosas distintas.
—¿De verdad?
—Yo no deseaba nada de ti, salvo follar esa noche en los Emiratos, lo que pasó después entre ambos, fue porque tus ojos y tus acciones lo suplicaban. En ese tiempo era un caballero que no dudaba en atender a las necesidades de cualquier dama.
Río, pero fue claro que con amargura. Quitó las manos del barandal y comenzó a caminar descalza en mi dirección. Vestía un vestido de seda bien amarrado a la cintura y el cabello ondulado rebeldemente suelto. Llegó tan cerca, que los vientos nocturnos llegaron a mis sentidos su aroma a especias y vainilla.
—¿Quieres que te agradezca por eso entonces?
—Si quieres—continué notando como la llama en sus ojos se encendía. No estaba allí para hablar del pasado, estaba allí para usarla a mi conveniencia y asegurarme de mantenerla a raya. No eramos amigos y yo había olvidado que alguna vez fuimos prometidos o inclusive, algo más.
—Molte grazie—masculló provocándome una sonrisa.
—¿Has estado practicando?
—Voy a casarme con un italiano—respondió con obviedad—. Marcello ha dado lo mejor en este compromiso y yo no podía fallar. Nuestras familias verán resultados y sabrán que la boda entre un Gurkan y un Salerno no puede traer más que beneficios. Cuando la sortija recorra mi dedo y sea la señora Salerno, tendrá respaldo, tanto como un hombre de su altura necesita. La soledad es una debilidad muy clara.
No mostró nada de enfado, de hecho, parecía demasiado alegre al contarme sus planes. Una sensación amargosa se instaló en mi garganta. Alargué mi mano y la tomé por la muñeca. No quería ser quien apagara sus sueños otra vez, pero fue su culpa meterse en mi vida y en mi puto camino.
—Lamento mucho ser quien te lo diga—observé su dedo anular—, pero si tu dedo anular aun no tiene un anillo, este jamás llegará. ¿Sabes por qué? Porque para cuando seas libre, si es que llega a pasar, no tendrás una familia política a la que pertenecer. Tu padre habrá puesto la chispa y yo seré el combustible.
Caos, eso fue lo que formaron sus ojos.
Violentamente se soltó de mi agarre y chasqueó la lengua.
—No tienes idea de lo que haces. Quieres destruir algo de lo que alguna vez fuiste parte, porque, aunque el mundo se empeñe en llamarte Don, siempre, siempre serás un Capo y un Salerno—se acercó aun más y esta vez fue ella quien alargó su mano para tocarme el rostro—. Te veo, observó tus ojos, tus labios, tu rostro y cada parte de tu cuerpo y lo único que puedo ver, es una copia física casi idéntica de Lucian Salerno. Los calabreses pueden olvidar lo que eres, pero yo, la famiglia y la sangre que corre en tus venas, jamás lo hará, Gianni.