CAPITULO 9| NEYLAN GURKAN

4834 Words
Trazó una línea por mis labios y después bajó su mano. Aquel comentario fue aterciopelado, con su voz suave, una voz que pensé no volver a escuchar nunca. Era muy manipuladora, pues sabía que aun tenía el teléfono y que debía haber una razón para la que no opusiera resistencia. Debían haberle dicho que vendrían por ella. —Yo estoy muerto para ellos, de la misma manera que ellos para mi. Lo que sea que creíste conocer, lo que sabes desde hace siete años cuando pisaste Italia por primera vez ya no existe. Ellos tienen un mundo, un imperio que está próximo a caer, mientras el mio se vuelve más grande. Si algun día buscas un culpable de tus dolores, eres tu misma. Fuiste tu quien rogaste un espacio en mi vida por capricho. Siempre eres y serás una princesa mimada que busca obtener lo que desea a toda costa y esto, estar en medio de esta guerra y del fuego, es tu karma, Gurkan. Me regaló una sonrisa cínica y después abrió sus brazos con ímpetu, y eso, de forma inconsciente, provoco que su escote V se mostrara prominente dejándome ver el espacio de sus pechos sin sujetador. Recorde los enormes pechos que tenía y por breves segundos, mi cabeza tuvo un frenesí, el mismo frenesí de mi boca cuando perdí entre ellas sus lindos pezones erectos cargados de excitación. —¿Me llamas caprichosa? ¿Y que eres tu? No somos diferentes Salerno. Mirate, mira hasta donde has llegado para cumplir el capricho de demostrar que las cosas siempre se hacen a tu modo. Estoy tentada a saber hasta donde eres capaz de llegar y también añoro estar allí cuando descubras que estas en un error. Yo aguardaré en silencio y veré como caes. Sus ojos no verían ese momento. Debía bajar su ego de alguna manera, pues tendía a engrandecerse y dejarla ser presuntuosa era un castigo que no iba a tolerar. Otros ya hubieran muerto por la sola forma en como mencionaba mi apellido; Salerno. Pasó a mi lado dispuesta a irse, pero mi voz la detuvo. —Dame mi maldito teléfono. —Lo lanzé al inodoro—respondió antes de seguir su camino. Volteé y la vi bajar las escaleras. La advertencia de Tony ahora cobraba mucho sentido, pero tal vez era bueno probarnos y ver cuál de los dos, derribaba primero a quien. NEYLAN Él lo sabía y yo no dudaba en que fuera su plan. El teléfono debió ser una artimaña baja en la que pensó caería y de haber estado desesperada, lo habría hecho, pero ese no era el caso. Los días pasaron y con él, el shock de las primeras horas. Estaba secuestrada, pero tenía ropa limpia, comida a mi disposición y se sentía más como unas vacaciones en las playas sureñas italianas, que una reclusión. A partir de ese momento decidí que siempre debía estar un paso más delante de cualquiera de los movimientos de ese desgraciado. Nuestra conversación nocturna sirvió para darme cuenta cuan dañado estaba. Sus ojos, alguna vez descarados y malditamente seductores ahora solo mostraban ira, despreocupación y sobre todas las cosas, también resentimiento. No lo entendía y posiblemente nunca llegaría a hacerlo. Esa misma madrugada abandonó la casa y no supe de él por tres días seguidos, pero fue esa misma ausencia la que me ayudó a pensar exactamente como quería jugar. Debía conocer al enemigo para saber como atacarlo y después de siete años, yo no podía jactarme de conocer a Gianni. La conversación con Emir terminó de forma abrupta, con la señal apagándose y la línea perdida, pero hablamos lo suficiente. Papá debía saber la verdad, pero mantenerse lejos de los conflictos de los Salerno, esperaba y yo suplicaba, que pudiera darme un voto de fé. La Famiglia no debía saber que estaba vivo, porque no nos correspondía ser quienes soltaran esa bomba. Le envié un mensaje. Yo había iniciado esto y yo iba a solucionarlo, pues de no haberlo presionado, tal y como el mismo Gianni dijo, no estaría involucrada en esta situación. Confiaba en papá. Solo necesitaba un voto de fé y tres meses. Tres meses que mi hermano iba a darme, estaba segura. Le pedí que volviera a Turquía porque eso molestaría a Gianni. Nada le irritaría más que darse cuenta de que sus planes iniciales, caían en picada. Mientras pensaba en la forma más apropiada de acercarme, Martino bajó las escaleras con un destino incierto. Yo no le agradaba, pero, aun así, se detuvo a saludar. Aproveché esa oportunidad para obtener información. —¿El hombre al que le disparé vive? —Está perfectamente. Se recuperará. —Deberías tener miedo—bromee—. Llevo días pensando en como matarte para poder escapar de aquí, aunque dudo que tu jefe me deje salir ilesa. No se ha parado por aquí en tres días, lo que me hace pensar que debe estar con su esposa. Mi comentario sobre su muerte, no lo hizo sonreír. Ese hombre era una piedra en toda la extensión de la palabra. —Tiene negocios con la familia Barone que atender. —Interesante—me crucé de piernas—. ¿Y los Lombardo? —La única que sobrevive es la señora Renata. —Su esposa. —Así es—respondió cooperando de forma sorprendente. —¿Cuánto tiempo llevan juntos? —Muchos años, más de seis estoy seguro. Levante mis cejas. Desde siempre, posiblemente. —¿Y no tienen hijos? —cuestioné notando como la pregunta incomodó al hombre—. No me respondas si no deseas. Llevo varios días aquí y me estoy volviendo loca sin poder conversar y tu, tu eres muy callado. Se que, si las cosas salen mal, Gianni va a matarme, así que sea lo que sea que yo descubra, me lo llevaré a la tumba. Mis preguntas no destruirán el imperio que Gianni Salerno ha construido. ¿O podrían? —De ninguna manera. —Entonces... —No lo sé. Su vida marital no es mi problema y aunque esa pregunta que usted se hace, también la tiene medio mundo, ninguno de nosotros, ni siquiera Tony el más cercano al Don podría responderla. Su mente es un misterio que nadie, salvo su mujer, podría conocer. Gianni no era tan joven. ¿Treinta tres o treinta y cinco? No tenía mis cuentas en orden, pero era la edad apropiada para que un hombre tuviera hijos y con una relación tan larga, era sorprendente que su amor por Renata Lombardo no tuviera raíces solidas. Mi curiosidad había despertado. —Si ella sabe esos misterios, se lo reconoceré—susurré casi para mi misma. Me incliné un poco afirmando mis manos sobre mis rodillas con elegancia y poniendo mi mejor sonrisa decidí hacer una pregunta—. ¿Sabes si podre salir de aquí? —No. —¿Al jardín al menos? Martino frunció el ceño, posiblemente mi humor más agradable le sorprendía un poco, pero era parte de mi estrategia y ganarme a ese hombre era el primer paso de mi plan. Si quería llegar a Gianni Salerno, necesitaba aliados. —No he recibido esas instrucciones. —No te meteré en problemas. Solo quiero tomar aire y la terraza me aburre un poco. Tal vez podría tomar un baño en la orilla del muelle o caminar por los bastos jardines. No hay nada que desee más que dejar atrás las frustraciones. Han sido días complejos para mi que me gustaría olvidar. Claro, hasta que Gianni decida que hará conmigo, si es que regresa. Mi punto no pareció causar gran cosa en él, se despidió dejándome con una expresión derrotada en el rostro, pero media hora después cruzó el umbral nuevamente y abrió la puerta principal de par en par. Esa había sido una nueva victoria. Mis pasos fueron temerosos, pero en cuanto estuve delante del muelle, supe que no me negarían un poco de brisa marítima. Los yates de Gianni eran una barbaridad. Había al menos seis atados al muelle, unos más lujosos que otros, pero el que más llamaba la atención, era uno color blanco con orillas negras y los asientos de piel, en el que cabían al menos doscientas personas. Mis ojos rodearon el navío solo para ver su nombre, Dolce Notte o, mejor dicho, la noche dulce. Un hombre un poco romántico y seductor para un barco. —¿Tiene alguna obsesión con los barcos? Sentía la presencia de un hombre a mis espaldas y de reojo, me di cuenta de que era Martino, que preocupado, vino a hacerme compañía cuando vio que me acercaba demasiado a la orilla. No iba a ahogarme ni nada parecido. No era el plan. —En la costa de Calabria, el mar es la carretera y el cielo. Es una zona marítima muy popular y los calabreses adoran el océano, el Don no es la excepción. Suele perderse semanas en las playas calabresas de fiesta en fiesta, arriba de su joya más preciada—señaló el barco con la barbilla—. Dolce Notte, ama ese nombre, también así bautizó sus clubs nocturnos. —¿Clubs? —El Don tiene mucho dinero y cada euro que genera tiene que ser lavado de forma precisa. Tiene una línea numerosa de famosos bares por toda Italia, los Dolce Notte. Son bares hermosos, exclusivos, con cortinas de cristal y licores dignos de la elite. Son preciosos. Era un tema interesante. Gianni siempre pareció tener mente para negocios audaces y las palabras de Martino lo corroboraron. Dolce Notte, un nombre controversial para un club nocturno donde debía haber poca moral y nada de principios. Sonreí imaginando el ambiente explosivo. —Debe ser un lugar peligroso. —Todo lo contrario, famoso sería la palabra. Fruncí el ceño y volteé hacia él. —¿Te han dado permiso para cubrir mis dudas? Guardó silencio corroborando mis sospechas. —Bueno—me encogí de hombros dándome cuenta de que Gianni siempre tendría el control de lo que me rodeaba—, supongo que no importa, eso significa que eres leal, solo te agradecería que me digas la verdad, porque no soy fanática de las conversaciones poco sinceras. Si me pregunta de mi, yo te respondería aun sabiendo que eres parte del sequito de mi captor, pues lo ultimo que quiero es morir llena de mentiras. Comencé a caminar en la dirección de la casa. Había sido suficiente información y recorrido por el momento. Martino no era fácil de roer y no daba un paso sin que Gianni lo aprobara, posiblemente, me dejó salir hasta que el Don dio su visto bueno al respecto. Mis pasos fueron rápidos, pero poco a poco disminuyeron su andar cuando vieron una figura de pie en la puerta principal. Un vestido color n***o se ceñía a su cuerpo y unos lentes de sol la cubrían de los destellos brillantes. ¿Quién rayos era ella? Mi instinto me dicto que tal y como mi madre me había enseñado, debía saludar, pero cuando Martino bajó la mirada ante ella y me recorrió como si fuera un pedazo de basura entendí que esa mujer era una intrusa. Lo primero que hizo fue bajar sus lentes y mostrar sus ojos, algo intimidantes que no causaron nada en mi, pues estaba acostumbrada a mi padre y yo había heredado esa misma aura. Mis cejas se enarcaron al ser recorrida de pies a cabeza. —Supuse que podía ser una mentira, pero veo que Gianni nunca decepciona. Quise venir a corroborarlo y parece que aquí estas—su mano bajó abarcando mi cuerpo en un gesto confiado—. Una ramera más, supongo. ¿Cómo acababa de llamarme? —¿Y tu...eres? Martino casi palidece al escuchar mi hostilidad justificada. Ella acababa de decirme puta en mi propia cara. La mujer estaba por responder, cuando el guardaespaldas se apresuro a intervenir. Cuando dijo mi señora, entendí quien estaba delante de mí. Me pareció irreverente y de inmediato, entendí que los hombres a veces tienen gustos curiosos. No significaba que fuera un esperpento de mujer, porque sería mentir y yo siempre había sido sincera, pero carecía de varias cosas que las Reginas de los Salerno solían representar. La elegancia, la primera de ellas, por ejemplo. Una dama elegante no llamaba puta a una desconocida. —Renata, Renata Salerno. ¡Por Allah bendito! Mis labios lucharon por no curvarse en una sonrisa burlona, pero es que esa mujer no cooperaba mucho. Dijo el Salerno de una forma tan marcada que parecía que Gianni era el mayor logro de su vida. Asentí. —Debí suponerlo, pero me temo que estás equivocada. No se que te hayan dicho, ni que haces aquí, pero te aseguro que yo estoy en contra de mi voluntad. Si quieres explicaciones de lo que hago aquí, deberías pedirlas a tu marido. Su expresión cambió al escucharme. —Los negocios que mi esposo tenga o las rameras que lo rodeen, no son de mi incumbencia. He venido aquí, porque me han contado de tu presencia y quería conocer a la irreverente Neylan Gurkan. No debe ser agradable terminar aquí, presa entre estas paredes. Tu ausencia creo revuelo en la boda siciliana, toda Italia está hablando de eso. Se estaba burlando y comenzó a rodearme con una clara hostilidad que yo no pensaba ignorar. Odiaba que la gente buscara humillar con sus ojos y usara la lengua como arma. Le seguía de cerca sin perder detalle de cada expresión despectiva que lanzaba en mi dirección. ¿Quién se estaba creyendo? Parecía una loca un tanto celosa. Gianni no parecía darle tanto amor como profesó, si fuera de esa forma, no habrían existido estos arranques de desconfianza y falta de amor propio. Había lagunas de información que me parecieron interesantes de descubrir. —Si fuera irreverente no estarías aquí ¿Cierto? No nos conocemos y tampoco me interesa hacerlo, pero se que es de gente educada saludar a los desconocidos, pero tu pareces carecer de esa educación. Creo que tienes problemas para controlar a tu marido—dije aprovechando sus propias palabras como arma—. Cualquiera diría que has venido buscando poner en su lugar a su amante, pero no hay nada de eso. Yo tengo un prometido que es un gran hombre y nos tenemos confianza. Mis palabras fueron una bofetada directa, por su expresión, fue digna de una fotografía. Yo acababa de ganar esta partida. Ocultó su ardor y se aproximó hacía mi. —Se quien eres—aseguró—, también tu pasado y la fuerza que ahora te ata a los despreciables Salerno, pero eso no importa. Una vez que Gianni obtenga lo que desea te matará y yo solo pasaba por aquí a decirte que usar juegos sucios para llamar su atención no funcionará. Me imagino la clase de mujer que eres y lo que la desesperación te podría obligar a hacer. Solo quería ahorrarte la humillación y aconsejarte, para que tus últimos días no sean como los de una ramera de club. Ni que pongas el coño te salvará, mi querida princesa turca. Lo digo para que evites intentarlo. Martino tragó saliva al ver mis ojos. ¿Cómo podía quedarse callado cuando me estaban diciendo todas esas cosas? ¿Acaso garantizar mi seguridad no era su trabajo? Apreté la barbilla y supe que, si le daba una bofetada, el hombre iba a detenerme. Renata se burló en mi cara, sintiéndose victoriosa de su ofensa. Que mujer tan asquerosa. Caminó hacia el auto que permanecía aparcado a unos metros, pero mi voz y mi ego, no la dejaron continuar. No la iba a dejar marchar sin antes dar mi contraataque. —Primero pensé ¿Cómo será la mujer con la que Gianni está casado? Siempre ha odiado el compromiso y si te eligió debió quererte demasiado. Llevo pensando eso todos estos días, pero ahora que te conozco y te escucho, me doy cuenta de que idealicé mucho su amor y su matrimonio. Creo que estas acostumbrada a ir por el mundo amenazando mujeres, pero te daré un consejo: No existe cuerda lo suficientemente fuerte para controlar los instintos de un hombre. Si quiere engañarte, lo hará tarde o temprano, así que evítate la pena de pasar estas vergüenzas y recoge el amor propio que pareces haber dejado en el suelo, camino aquí. Martino se quedó atónito y en ese punto, yo no entendí el porque. Lancé una ultima mirada a esa mujer que, sin conocerme, había sacado conclusiones herradas. No pensaba ser amante de Gianni, pero ella me miró como si lo fuera. Entré a la casa echando un mar de rabia. Ser secuestrada era una cosa, pero que esa desgraciada buscara humillarme era algo que mi apellido y mal carácter se negaban a tolerar. Quería darle una bofetada. Escuché el auto, así que supuse que se había marchado. Martino apareció un poco ofuscado y clavé mi atención en él con un reproche que no fue sutil, si no directo. No quería ver a esa mujer de nuevo y esperaba que él pudiera garantizar que el tema no se repitiera. —¿Se supone que debo tolerar esto? Sé perfectamente que soy una reclusa dentro de estas paredes, pero no he hecho nada para merecer esta humillación. Intento adaptarme a mi situación, pero si esa mujer se para frente a mi de nuevo, te juro que soy capaz de muchas cosas—amenacé con una sensación grumosa en la garganta como si me estuviera asfixiando. —Me importa una mierda si es la señora como dices. Se comporta como una loca estúpida. Fue inevitable no reír amargamente. —No es prudente que diga algo como eso. Ella es… —¡Y yo soy una Gurkan! Mi padre se está conteniendo para no hacer arder Calabria, porque creeme cuando te digo que se atreve y yo misma abogaría porque no lo hiciera, así que exijo que se me respete. ¿Quién es ella? Es la hija de un terrateniente calabres sin poder, esposa de Gianni, pero delante de mi no es nadie. Dile a él que controle a su esposa o dejaré de cooperar y va a conocer de lo que soy capaz. Martino no respondió, tal vez porque mi voz sonó mucho más dura de lo que imaginé, pero estaba molesta y tenía carácter. Quería tomarla del cabello y hacer que su linda boca comiera tierra, pero dudaba que eso le agradara a Gianni y en mi situación, tenía todo que perder. Mi día, antes divertido y un poco más liberal, se tornó odioso. Ella lo arruinó. Vaya mujer que había escogido para pasar su vida. Terminé sentada en el mueble de la habitación, mientras pensaba en los acontecimientos. Renata Lombardo era explosiva y muy estúpida, casi podía asegurarlo por la forma en como se comportaba, pero también debió ser un pilar fundamental en la grandeza de Gianni. Los Barone y ella tenían conexión, lo había escuchado, así que alguna estrategia debía haber, aun así, su comportamiento dictaba que Gianni seguía siendo el mismo rebelde que siempre. Era divertido imaginarlo. Ese canalla no amaba a nadie. Sea como sea, su venganza parecía ser el único objetivo y quería conocer de donde venía esa ira, debía aprender a ir más allá y tal vez, ser un poco descarada. Al parecer la debilidad de Gianni eran las mujeres y yo era una. No pensaba cruzar la línea, pero si divertirme. No era una santa y esa desgraciada me había molestado un poco. Al menos, ya era una distracción. Necesitaba salir de mi encierro a como diera lugar y el único camino, era Gianni. Me negué a salir de la habitación esa noche y al día siguiente. No tenía ánimos para recorrer algo que ya conocía y mi malestar, me mantenía de mal humor. La ventana se convirtió en mi mundo y a la vez entretenimiento. ¿Por qué no venía? ¿Qué estaba esperando? No importaba cuantas vueltas le diera, no iba a descubrir lo que planeaba o más bien, el camino que seguiría para ejecutar esos planes. Después de darme un baño, comencé a abrochar los botones de mi camisón, mientras lo hacía, llevé mis dedos al tatuaje que decoraba la parte superior de mi pecho, era pequeño, pero muy sutil. Un conjunto de delicadas aves que surcaban mi piel. La puerta se abrió de golpe y yo saqué la mano de mi pecho lentamente al ver el reflejo del hombre en el espejo. Observó las bandejas con comida rebosantes. —¿Piensas morir de hambre? —No tengo apetito. —No me hagas obligar a Martino a hacerte comer. Cerró la puerta detrás de si y yo terminé de acomodar mi escote agradeciendo tener la ropa puesta y solo un par de botones rebeldes por abrochar. Me siguió de cerca, posiblemente para medir mi nivel de molestia. —Si hubieras escuchado lo que dijo tu jodida esposa y estuvieras en mi lugar, tampoco tendrías hambre. Vino aquí a señalarme como si fuera una de tus putas. Me trato y observó como basura. Entiendo lo que deseas de mi, pero no merezco ser sobajada así y te lo advierto, la próxima vez le sacaré la lengua con los dedos, aunque sea tu mujer. —Que viniera fue un error. —Uno muy grande, Salerno—respondí para después darme la vuelta—. Me dio pena verla. Parece que no olvidas tus viejas costumbres y sigues siendo el mismo canalla de siempre. Se acercó hasta que sus zapatos rozaron mis pies descalzos. —¿Sueles compartir cama con muchas amantes? Levanté una de mis cejas y sonreí burlona al ver sus ojos. Una hermosa tormenta azul. Tenía una mirada preciosa pero ahora odiosa ante mi percepción. Su rictus serio cambió y bufó divertido justo antes de sujetar mis hombros para acercarme más a él. Cuando tocó mi cuerpo, su tacto fue una corriente que me hizo bajar la guardia por unos segundos. —¿Quieres ver si tienes oportunidad? Reí. —¿Vas a considerarme? —pregunté de manera jocosa acercando mi cuerpo aun más, a pasar de su agarre—. Solo me preguntaba si alguna vez me mencionaste, porque parecía odiarme. Mientras la follabas tal vez. Tu sabes la clase de relación que teníamos y las reglas que cruzamos cuando los instintos lo dictaron. Me apena mucho ¿Sabes? Alargué mi mano buscando tocar un mechón de su cabello. El aire a nuestro alrededor se detuvo y por breves segundos, el único sonido disponible era el de nuestra respiración y mi corazón latiendo divertido por molestarlo. —¿Qué te apena? —Que nunca descubrí si serías romántico o salvaje en nuestra noche de bodas—dije buscando sus ojos que en segundos se volvieron evasivos. Maldito. Sus ojos color océano, se nublaron y la tensión que cree con un simple comentario fue casi abrumadora, tanto que decidí continuarla. Su mirada me estaba quemando. —Si me hubieras preguntado, yo te habría pedido que fueras salvaje. Quería eso para todas las noches de mi vida, pero la fantasía es efímera Gianni y la magia de la primera vez se rompe cuando conoces a otros hombres. Bajé mi mano y rompí esa tensión. —¿Ha habido muchos? —Varios, sí. —¿Marcello? —Marcello—articule haciendo sonar su nombre como un poema en mis labios—, Marcello y yo aun tenemos una historia que escribir. Hemos viajado juntos y aunque me apena mucho que tu matrimonio no sea tan feliz como mi compromiso, puedo decirte que nos complementamos bien. Mi noche pudo haber sido diferente de no ser por ti. Me propuse que mi reclamo sonara dolido y funcionó. Soltó mis hombros, visiblemente incomodo por mi revelación. Su rostro era muy serio. Parecía insistente en no mostrarme lo que pasaba por su cabeza, pero sus ojos no se lo permitían. Le molestaba mucho mi comentario y mis provocaciones no le eran indiferentes. Un arma más con la que atacarlo. —He de suponer que la Famiglia dijo que cumplirían su maldita palabra. Debiste ser libre, pero insiste en quedarte y Marcello no desechó la oportunidad. Nunca ha sido estúpido. —Dejaste una vacante y me diste un mejor prospecto. Un Salerno como esposo era un beneficio que no podía dejar pasar. —Nunca estuvimos hechos para estar juntos. Yo no pensaba eso. Creí que la conexión, que las sensaciones, garantizaban que seriamos imparables, pero él no deseaba lo mismo. No era la primera vez que lo decía y eso aumentó aun más el malestar que mi corazón creyó haber enterrado. Por breves segundos, desee saberlo muerto y enterrado. La sensación ya me era familiar y si viví siete años soportando, podía seguir haciéndolo toda mi vida. Perdida en sus ojos azules lo corroboré nuevamente: Gianni Salerno fue mi primer amor, de esos amores que queman y a la vez destruyen. —¿Cómo lo garantizas? —Solo lo sé, pero eso ya no importa—observó su reloj, como si existieran cosas más importantes que ambos hablando del pasado en aquella habitación—. Parece que eres muy importante para Marcello, tanto que han enviado al nuevo Messaggero de la familia a Calabria. Tiene miedo de que quedes atrapada en una lluvia de balas. Se apartó de mi y se dejó caer en el sofá. Afirmó su tobillo a su rodilla en una pose muy despreocupada y cuando cruzó sus brazos sobre su pecho, sentí de golpe la fuerte y autoritaria aura de su padre. Sus gestos, su rostro, su forma de vestir, inclusive los relojes sobre su muñeca, gustos aprendidos de su progenitor. Entre más años pasaban, el parecido se hacía cada vez más formidable. El Gianni de veinte años que conocí en los Emiratos, era despreocupado y descarado, con un carácter muy similar al que mantenía Luca Salerno, pero al crecer, y con las responsabilidades golpeando a su puerta, esa despreocupación se volvió rudeza. —¿Qué es un Messaggero? —El representante de la Famiglia para negociar la paz. No lo usan desde hace muchos años. Cuida sus intereses cuando hay cosas que pueden negociarse con diplomacia. No creo que exista algo similar en Turquía. La mayoría de las veces suelen usar la violencia porque el odio por sus enemigos es superior y a la vez muestran su dominación. Nunca han usado un Messanggero con la Calabria—explicó divertido—. Esto les golpea el ego, pero es la forma más segura de garantizar que regreses viva para continuar con la boda. —No me ofende—repliqué de inmediato al darme cuenta de que buscaba molestarme—. ¿Qué sería un Capo sin conexiones? Todos necesitamos de todos. Una vez que la boda se lleve a cabo, inclusive tu autocrático poder en Calabria se verá amenazado por la Famiglia. Sus nexos, los hará fuertes. La Bratva tampoco se quedará con los brazos cruzados si una amenaza se acrecenta en está zona de Italia. La mención de los Kadyrov no pareció preocuparle. Fue como si antes de tomar este paso, hubiera medido cada una de las variables. Valery Kadyrov, el esposo de Alessandra Salerno, su prima, no era un aliado débil, posiblemente más fuerte que la Famiglia misma y tenía la influencia suficiente. Eran todos contra él y permanecía fresco como una lechuga recién cosechada. La comparación de la lechuga fue inapropiada pero divertida. —¿Crees que mi hermana enviará a su marido a matarme? Su pregunta me enfadó. Tenía razones. —Si quieres hacerle daño a su familia ¿Por qué no lo haría? —Yo no voy a hacerle daño a nadie. Tu padre lo hará por mi. —¡Gianni! — No lo toleré y terminé acercándome a él justo antes de señalar con mi dedo anular su corazón. —Son tus padres, tus hermanos, tus tios. La familia donde creciste terminará echa polvo por tu maldito deseo de… Se puso de pie agresivamente. —¿Mi maldito deseo de…? ¡No hables como si lo supieras! Que nos hayamos conocido una noche que maldigo cada día de mi vida, terminaramos comprometidos por tus jodidos caprichos y tuviéramos sexo no significa que me conozcas. Puede que mi familia te haya dado acceso a su vida porque les agrades, mi madre suele tener un corazón débil cuando alguien le cae bien y que te hayan visto como un camino para una maldita alianza, pero eso no significa que los conozca y tampoco que me conozcas a mi. ¡Fui expulsado de la familia que me vio crecer como si fuera una paria! ¡Estuve allí cuando mi propia sangre resolvió lanzarme al vacio y mi padre, mi padre al que dices que me parezco tanto me desterró de mi hogar a pesar de las suplicas de mi madre! Mi único pecado fue desear la grandeza de mi familia y que ellos no tuvieran el mismo deseo. No, no había justificación.
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