CAPITULO 10| NEYLAN GURKAN

4971 Words
—Mataste a uno de los tuyos. El exilio fue tu pago—el resentimiento en mi voz fue imposible de ocultar cuándo recordé los acontecimientos que llevaron a su exilio—. Si me lo preguntas, tu los olvidaste a ellos y ellos te olvidaron a ti. Nada de lo que hacemos se queda sin consecuencias. Este fue tu pago. Pietro Gaspare era su nombre. Yo sabia todo lo ocurrido cuando fue exiliado. Un arrebato provocado por la ambición y sus nexos no aceptados con Calabria. Negoció con el enemigo a espaldas de los suyos en búsqueda de gloria. Traicionó a la Famiglia. Asesinó a la cabeza de la familia Gaspare en Sicilia con un certero disparo en la sien y después apuntó a Marcello. Esos acontecimientos lo marcaron para siempre y fue por esa razón que toda la Italia leal a su familia pidió un castigo. Asesinó a uno de los suyos, un siciliano, Gaspare, como represalia por la muerte de Mario y Remo Lombardo, el padre y hermano de Renata (Calabreses odiados por la Famiglia). Eligió a un calabres antes que aún siciliano. Ahora lo tenía claro. La información vacía que llego a mis oídos ahora era más vivaz y entendible que nunca. —Pareces saber mucho. —Tenía que conocer lo que te llevó a la muerte. Sin darme cuenta, mis ojos se llenaron de lagrimas, no por el pasado, si no por la sensación. Mi cuerpo recordó el impacto y lo que causó en mi la frase “Gianni ha muerto”. Hubiese deseado decir que no me importó, que pensé que habría más hombres, pero eso sería mentir. Me quebró, me quebró como nada ni nadie y mi corazón, cual cristal, se hizo polvo. —Nada que tenga que ver conmigo te debe importar—alegó con enfado después de un abrumador silencio—, de la misma forma que a mi no me importa lo que tengas para decir. Se apartó dispuesto a marcharse. —¡¿Valió la pena?! ¿El dinero que tienes compra la ausencia de tu madre? ¿La soledad en la que vives? Porque, aunque tengas una esposa, dudo que seas feliz. Lo noto en ti, en tus ojos. Vivías rodeado de gente que te quería y ¿Qué hiciste? Amargaste tu vida y la suya en el proceso. No medí mis palabras, esa fue la verdad. Antes de poder analizar el verdadero impacto de mis palabras, mi cuello estaba sometido a su agarre y mi espalda pegada al dosel de la cama. No era hora de mostrar miedo, pero el arrebato me tomó desprevenida. —¡Valió la pena! ¡Valio cada segundo y cada acción, Dolcezza! (Dulzura) ¿Y sabes que también valdrá la pena? Ver el rostro de todos cuando les muestre que la supervivencia de su amada Famiglia está en mis manos. ¿Debería mostrarle a tu padre hasta donde soy capaz de llegar para provocarle? Escuché que tiene problemas para medirse y eso es lo que deseo, caos. Caos, esa palabra fue acompañada de la mezcla de nuestros alientos. Su agarre en mi cuello era fuerte, pero no tan violento como para no tolerarlo. Intenté tragar saliva, pero lo único que logre fue decir su nombre con un ligero deje de desesperación. —Gianni… Su aura airosa no me dio tregua. Bajó la mirada descaradamente para apreciar el escote que su arrebato había abierto y después, inclinándose contra mi cuello, como si buscara oler mi fragancia, susurró: —Creo que he sido demasiado condescendiente contigo y olvidaste que eres una prisionera. Tal vez a llegado el momento de tratarte como una, pero primero, creo que ambos estamos ansiosos de ver a la mia Famiglia. SICILIA. Marcello pasó las manos por esos mechones ondulados. No sabía que decir, ni mucho menos, que palabras usar para apagar la ira de los Gurkan. No podían entrar a Calabria, eso era un hecho y aunque hubiera estado dispuesto a ofrecer su vida a cambio de ella, dudaba que esa oferta sirviera de algo para calmar la rabia que inundaba las venas de su casi suegro. Su padre le puso una mano en los hombros. No había dormido bien en días. Buscaba rutas alternas, esperaba poder negociar con los calabreses, pero cuando sentía que estaba cerca, todo se volvía más complicado, como una maraña de situaciones que por si solas no tenían explicación. —Nos vieron la cara—aseguró perdiendo por primera vez el control de sus emociones—. ¡Esos malditos no han estado observando desde hace años, padre! ¡Han asesinado a nuestros hombres, han violado nuestra seguridad y se han robado a mi prometida en un día especial! ¡Mi boda! Su respiración fue agitada. Leonard, quien también estaba sentado en la mesa, con una copa de vino en la mano, estaba en silencio. No tenía nada que agregar. Habían sido victimas del peor golpe en toda su vida criminal. Sus Sicurezzas eran conocidos por ser infalibles y ellos mismos no dudaban que tenían el mejor respaldo protegiendo su espalda, pero lo que pasó ese día no tenía explicación. Fue como si supieran por donde atacar. Usaron el agua como ruta, sabiendo que si había algo que no tomaban en cuenta eran los mares sicilianos que consideraban suyos. Leonard se aclaró la garganta y pronunció por fin sus pensamientos. Se mantuvo al margen durante varios días, pero ahora cualquier conflicto que Marcello tuviera con los Gurkan caía en los hombros de la Famiglia. Lucian, como siempre, les brindó tiempo al hablar con Kerem, pero esta vez, ese tiempo no les serviría de nada si los malditos calabreses no pensaban ceder. En un intento desesperado por obtener algo, enviaron un menssaggero. Esperaban poder llegar al corazón de Calabria, el corazón de algo que durante mucho tiempo creyeron que no tenían forma. Valery le dio un obsequió en una ocasión, la muerte de un Capo calabres, pero su muerte no extinguió las profundas raíces que una mafia tan antigua extendía por toda la costa del mar Tirreno. —Si quisieran algo de nosotros, ya habrían comunicado sus deseos o enviado una parte de la chica para mostrarnos sus planes y aterrarnos con ellos. Saben quien es, para nadie en este país es desconocido que Gurkan es temido en Europa. Atacaron a Neylan porque temían que la Famiglia se fortaleciera a traves de estos nexos—explicó—. No se que es lo que hay allí, pero lo que, si puedo asegurar, es que nos han observado y son astutos. Nos golpearon justo donde sabía que no teníamos capacidad de respuesta. La mansión de Sicilia, hogar de Leonard Salerno estaba siendo sede de esa conversación. Luca permanecía de pie, frente a la chimenea digital que emitía llamas casi frías y Marcello en la mesa, con las manos en la cabeza, siendo victima de la desesperación que poco a poco, le estaba estresando más. —¿Sabes lo que han estado haciendo? —¿Qué cosa? —Fabrican una mierda transparente que llaman Crystalum. —¿Que significa? —preguntó Luca. —Hace unas semanas atrapamos un cargamento de ellos, una carga pesada que llevaba Coca, pero también en cajas mucho más pequeñas, había unas bolsas que, aunque parecían más de lo mismo, resultaron ser algo distinto. Investigué con los contactos polacos del tio Franco y me dijeron su nombre. Crystalum o alas de ángel, así le conocen en el bajo mundo y la compran a precio de oro. El gobierno lo investigó antes que nosotros, pero creí que era un rumor sin importancia, a pesar de eso, le puse cuidado. Una vez que te pones eso debajo de la lengua, venderás tu alma al diablo para tenerla de nuevo. Nuestras ventas no han sido afectadas, pero parece que la Calabria tiene sus modos de hacer capital y no dudo que lleve años en el mercado sin que nos diéramos cuenta. Han usado países donde nosotros no tenemos mucha influencia. Leonard levantó las cejas, sorprendido. —Son N´drines, Marcello—replicó un poco confundido—. Las familias de la Calabria carecen de la influencia que nosotros tenemos. Uno de ellos tiene el mismo poder que un terrateniente. No puedes decir que venden esa mierda y que son ricos, porque los calabreses nunca han volado alto. —Pues con las alas de ángel, lo hacen—opinó Luca. —¿Está confirmado? —Me temo que sí—aceptó el capo de Roma, quien ya había tenido esa conversación con su hijo—. Si tienen suficiente dinero como para hacer meya a nuestro imperio, ahora van a atacar de la única manera que pueden, creando inestabilidad en nuestra Famiglia. —Y usaran a Gurkan para ello—completó el capo de Sicilia. —Posiblemente—continuó diciendo Marcello en dirección de su preocupado tio quien sintió que el vino le sabía amargo—. Han mantenido la guardia baja mucho tiempo y mientras eso pasaba, sus arcas se hacían más grandes. Temo que esto sea solo el inicio de una lucha que no vamos a poder evitar. No me importa que tan lejos debamos ir. No puedo perder a Neylan. Luca suspiró y palmeó el hombro de su hijo. —Si la quisieran muerta, hace tiempo que… —No se trata solo de si la asesinan, papá. Sabes lo que la Calabria hace—dijo con una expresión fría en la mirada que erizó los vellos del Capo. Claro que no deseaba que le hicieran daño a ninguna de sus mujeres y menos a la prometida de su hijo. Los Calabreses eran sádicos. —Los rumores dicen que hay una cabeza. No es una serpiente que carece de rumbo. Un Don. No sabemos su nombre, no sabemos su edad, y tampoco a que familia pertenece, solo que es escurridizo y dicen que es como un león parado entre hienas. Todos le respetan y lidera algo que la Calabria denomina Crimine. Estos días habían servido para obtener información que antes creyó que no valía la pena conseguir. No iba a negar que habían sido confiados y que su familia ignoró por mucho tiempo lo que había del otro lado del Canal y que los separaba de Calabria. La N´drangueta, era una organización criminal completamente distinta a ellos, tanto en normas, como en organización. Las N´drine no trabajan para nadie o al menos, así fue durante muchos años. Cada pequeña familia, trabajaba para si misma, pero al parecer, existieron cambios. —¿Un consejo de ancianos? —Ya no es un consejo de ancianos. —¿Cómo lo sabes? —Hice hablar a algunos calabreses que estuvieron en la boda. —¿Y por qué no obtuviste más información? —cuestionó Leonard un poco molesto de tener que hablar de grandeza y que no se tratara de su familia. Odiaba imaginar que su imperio ahora estuviera cuestionado en poder por un enemigo que hacia tres semanas no existía en su radar o al menos, no como algo más importante que una cucaracha recorriendo el interior de las paredes de su mansión. Marcello negó con la cabeza. —Le quitaron uñas, dedos y no dejó de decirle Don. No saben su nombre, no saben de donde viene, su apellido o si es calabres de nacimiento. Pienso que hay más cosas, pero son malditamente leales. Prefieren la muerte y la aceptan antes de decir algo que pueda perjudicarlo. —¿Entonces dices que no le conocen? —El que quiera poder, debe tener guardia baja. Creo que ese hombre o quien quiera que sea, se tomó muy en serio ese punto, tio. No se cuanto tiempo podamos resistir, pero no tenemos tiempo. ¿Debemos esperar una masacre? —No habrá tal masacre—exclamó Lucian irrumpiendo en la sala con su presencia—. Gurkan no puede asesinar a lo único que puede recuperar a su hija. Puede que no sepamos mucho del enemigo que mencionas, pero lo que, si sabemos, es que es italiano y si no podemos comunicarnos entre nosotros, menos lo hará con la Turk. Emirhan Gurkan habló conmigo. Marcello se puso de pie. —¿Y que ha dicho? —Kerem abandonará Italia. —¡¿Cómo?! —preguntó sorprendido. —No se que ha pasado. Yo también estoy confundido. No quiso decir más, pero mencionó que su hermana volverá a Turquía en su momento y que ellos harán lo propio para evitar una guerra. Me descolocó. Si yo fuera su padre… —No se iría… —Por supuesto que no—respondió apoyando a su sobrino. —Debe haber algo más—aseguró Marcello—. Me niego a pensar que nos dejaran con la encomienda cuando claramente no confía en nosotros. No es algo que hubiéramos esperado. —En su posición estar demasiado tiempo aquí imposibilita los negocios que mantiene en Estambul. Puede ser padre, pero al final también es Mudur, yo siento que, aunque antinatural, es lo más prudente y lo que hemos pedido. Le dijimos que nos diera tiempo y eso es lo que esta haciendo. Sus presiones podrían ser contraproducentes. Leonard tenía un punto con el que Marcello no estaba nada de acuerdo. No creía, considerando el enfado de Kerem, que fuera a dejarlo todo para irse y a esperar noticias por teléfono, aunque siendo un hombre con sus obligaciones, Turquía le exigiría su retorno. Cuando ocurrió el rapto, fue un caos. Enloqueció, casi pudo ver como sus ojos se enrojecían mientras exigía que su hija fuera recuperada. Hubo una lucha de egos entre él y Lucian, por supuesto, no existió un ganador. Arabelle Gurkan intervino con sabías palabras, aunque también parecía molesta y después, después solo hubo mensajes y amenazas. Quería recuperar a su hija y que todo ese desastre se solucionara lo antes posible. Al menos tenían claro que la Calabria lo hizo. No sintiéndose convencido del abandono de Italia por los Gurkan, Marcello exigió reunirse con Emirhan, quien parecía ser mucho más accesible que su padre. El heredero turco accedió, aunque a regañadientes, pues estaba próximo a abandonar el país y esa misma noche, se reunieron a las afueras de Sicilia. Marcello lo encontró fumando un cigarrillo y afirmado a su vehículo. Había venido solo. El turco dio una calada y exhaló. —Tu llamada me tomó por sorpresa. —¿Qué es lo que está pasando? —¿A que te refieres? —preguntó. —Me han dicho que se marchan. —Deberías estar contento, no creo que te guste tener a mi padre a tus espaldas cometiendo exigencias. Mi madre lo ha convencido de que lo mejor es esperar. No tenemos influencia aquí y tu familia es la que mejor conoce donde esta parada. Si existe una manera de recuperar a mi hermana, ustedes van a encontrarla. No se irá para siempre. Esperamos que, en menos de tres meses, puedan darnos una respuesta. Estamos abiertos. Han pasado varios días, así que tenga quien la tenga, es claro que no piensa pedir un rescate y nosotros no generaremos inestabilidad. No estamos en Estambul. Emirhan era un hombre serio que parecía estar preocupado, pero era objetivo. Observó a Marcello y sacudió las cenizas de su cigarrillo. El italiano sintió como si tuviera el deseo de decir algo más, pero eso no sucedió, así que continuó: —Yo les di mi palabra y les aseguro que la mantendré. Neylan volverá a estar en nuestras manos y bajo la protección de la Famiglia. Agradezco el tiempo y la comprensión. Emirhan sonrió con melancolía. —Ella lo dijo, eres responsable y muy justo, pero, aunque este enfadado porque hemos perdido a mi hermana, tanto mi padre como yo, sabemos que la responsabilidad no solo es suya, si no también es nuestra. Ambos estabamos en esa boda. También perdimos hombres. Pudimos hacer algo y no ocurrió—los ojos del turco le miraron con detenimiento—¿Quieres un consejo? —Adelante. —Tu enemigo te conoce—confesó antes de llevar nuevamente el cigarrillo a sus labios, pero Marcello no pudo entender el verdadero significado literal de esa oración—. Date cuenta como te ha golpeado o, mejor dicho, como los ha atacado. Conoce como te mueves, conoce a tu gente, tu estructura e inclusive a tus alabados Sicurezza. Es claro que no deberías subestimarlo. Sea como sea, es tu guerra no la nuestra. Emirhan comenzó a caminar en dirección de su auto. —Agradezco el consejo—dijo Marcello deteniendo sus pasos de forma abrupta—, pero quisiera saber porque tengo la sensación de que hay algo más que no me estas diciendo. La mano de Emir se quedó en la puerta y tomó aire. —No es personal, Salerno, pero somos respetuosos de tu mundo, como espero, ustedes sean con el nuestro. La boda no llegó a completarse, por lo que tus guerras, no son las nuestras y creo, sinceramente, que mi hermana se equivocó. Maldigo el día que conoció a Gianni Salerno y que entró a esta familia. Nos estaríamos evitando mucho si tan solo no hubiera escapado de Estambul la noche que conoció a tu maldito primo. Abrió la puerta y entró velozmente, pero sin poder cubrir del todo su mordacidad con la que se refirió a Gianni. Marcello maldijo para sus adentros mientras veía el auto alejarse. A la distancia, observó a Benedetto acercarse silenciosamente. —No me gusta el rumbo que esta tomando este juego. —Y creo que le gustará menos lo que tengo para decir. —¿Qué cosa? —centró sus ojos en él con pánico, pues cualquier cosa podría salir de su boca y destruirlo, si es que se refería negativamente a Neylan. No estaba tranquilo. Podría estar sufriendo, siendo torturada o cosas peores. —El Messaggero ha regresado. —¿Tuvo éxito? —Los Calabreses han aceptado una reunión. Esa noticia hizo que Marcello respirara de nuevo. Al menos, tendría una oportunidad de negociar y de intentar recuperarla. (…) Scilla era una buena ciudad para una reunión. Era arriesgado seguir los términos calabreses, pero tenían el poder de persuasión, pues en sus manos poseían algo que ellos deseaban recuperar a toda costa. Marcello se presentó directamente, en compañía de Leonard y de su padre. No sabían que esperar de esta reunión, pero era necesaria si deseaban conocer los pensamientos del enemigo. La vista al estrecho de Mesina era hermosa, desde el balcón de aquel restaurante popular que había sido reservado como zona blanca para una reunión entre mafias. Ellos fueron puntuales, pero al parecer, los calabreses no lo fueron tanto. Marcello estaba nervioso, golpeando con sus dedos la mesa mientras observaba el pequeño muelle delante de sus ojos. Algunos pequeños veleros y yates descansaban sobre las bellas y cristalinas aguas. Sin duda, Calabria era preciosa o al menos, sus costas eran una maravilla a la vista. Observó su reloj con inquietud. Tenía el restaurante minado de seguridad, como se suponía que debía darse aquel encuentro y justo cuando estaba por reclamar la tardanza, escuchó el sonido de un arma siendo cargada y a sus hombres acercarse a sus espaldas. Los calabreses habían llegado. Impusieron presencia con un sequito considerable, pero el hombre que parecía tener la batuta de mando era el que vestía de una casual camisa blanca de lino suave y poco corrugado. Unos pantalones color café cubrían de las caderas hacia abajo y parecía tostado por el leve sol costero de Scilla. No era la imagen común de un calabres. En su mano llevaba un cigarrillo y el tatuaje de una cruz, estaba dibujado en su dorso. El símbolo de la Calabria. —Lamento mucho la tardanza, señores Salerno—dijo con una sonrisa divertida en sus labios—, pero tuve que recuperarme después de lo ocurrido en su isla. La chica turca es aguerrida y parece que como dicen, no tiene miedo a usar un arma. Levantó su camisa para que vieran las vendas y después tomó asiento, como si hubiera estado esperando ese momento desde hacía meses. A Marcello, a quien no le cayó en gracia su actitud burlona, supo de inmediato que no era el hombre al que estaban buscando. —No nos hagan mencionar las reglas—expuso Santino, Sicurezza del capo de Palermo, que estaba detrás de Leonard como siempre—. Las reuniones de este tipo, se rigen bajo la seguridad de que la conversación no se saldrá del tema y que ambos negociantes están seguros. Lo recuerdo, porque soy consciente que los calabreses carecen de esa educación y honor entre famiglias. Debería comenzar por su nombre. —Tony, me llamo Tony Masseira—respondió haciendo contacto visual con Santino—y claro que conocemos las normas de dialogo. Podemos ser enemigos, pero al final, somos italianos. Entiendo porque están aquí y también lo que desean. La chica que buscan está bien, pero dudo que podamos llegar a un acuerdo por ella. Soy un hombre difícil de convencer y no tengo intenciones de dejar ir mi premio. Pocas veces se puede golpear el ego de la respetada famiglia Salerno. —Nos interesa poco convencerte a ti—habló por fin Marcello que no había dejado de analizar sus burlones gestos desde que se sentó en la silla delante de ellos. Sentía una falta de respeto al tener que compartir una mesa con un imbécil—. Creo que el mensaje se interpretó mal. Queremos conocer al Don, no a su gato. Mi familia sigue las normas de comunicación, pero esto, tu sola presencia antes que la suya, es una insolencia. La sonrisa de Tony se borró. Ya le habían dicho que Marcello Salerno tenía carácter, pero ahora que lo escuchaba, entendió porque le pidieron que lo mantuviera en consideración. Sus ojos le vieron como una larva insignificante. El calabres le dio una calada a su cigarrillo muy inquieto. Tardó varios segundos antes de soltar el humo, como si eso sacara la tensión que tenía en el pecho. No debía estar fumando. El costado le dolía, pero era consciente que Gianni no podía pararse por si mismo allí. Aun no era momento, pero no significaba que no los estuviera viendo. Tony desvió su atención a uno de los balcones de las villas contiguas al restaurante, donde con las manos en la espalda, Gianni observaba la escena con unos lentes de sol cubriendo sus ojos. Tenía muchos años sin ver tan de cerca a su primo y claro, a sus tios. Nunca pudo olvidar sus rostros, ni siquiera con el tiempo. Tony tragó saliva e hizo la pregunta del millón. —¿Qué estás dispuesto a ofrecer por ella? —Podría entrar con todos mis hombres a Calabria y asesinar a cada N´drine a cambio de ella, pero eso sería derramar mucha sangre. Son podredumbre y su jueguito barato que tuvo éxito, no les durará demasiado para mantener el ego que ahora presumen. Devuelvan a mi prometida o entonces tendrán que atenerse a las consecuencias. La mirada de Tony fue retadora. —Mi querido Capo—respondió sonriendo al escuchar su amenaza—, sus palabras no son nada en Calabria. Usted sabe que no puede entrar aun así lo intentara y puede que, si lo hace, se lleve la sorpresa de que hay algo mucho más grande esperando del otro lado. Neylan Gurkan vale mucho y si no les importara, no estarían aquí dispuestos a arriesgarse por ella. —No puedes ser tan estúpido. —No, no lo soy—aseguró—. Si quisiera podría poner un francotirador en cualquier lugar y matarlos. Sus cuerpos terminarían en el estrecho de Mesina y flotarían al lado siciliano, pero hay mas de tres Salerno en Italia y nadie quiere generar la ira del capo de capos, nuestro Don lo respeta mucho y le manda saludos. Somos conscientes también del respaldo que poseen fuera de Italia. Es abrazador el poder de Kadyrov. Queremos mantener la disputa, como interna. Una mano a mano y esta es nuestra ventaja. Cuando mencionó el apellido ruso, observó a Leonard, quien, callado, dejaba que su sobrino atendiera la situación. Era más que capaz y su presencia, imponía mucho respeto. Ellos estaban allí como respaldo, Marcello, como el negociador si es que podían llamar a eso, negociación. —No te andes con rodeos, Calabres. Habla de una puta vez. Ya aceptaste que el Don no vendrá y que mandó a su gato, entonces maulla para mi y dime sus condiciones. Supongo que no lo hizo nada más para demostrar su control. ¿Quería saludar? Si es así ¿Por qué no está aquí? —El Don se disculpa por su ausencia, pero ha enviado un mensaje. Quiere Basilicata a cambio de considerar devolver a la hermosa novia que ha raptado con todo y vestido. Ya que esa ciudad es del Capo de Roma supongo que…no les será difícil darme una respuesta. Basilicata era propiedad de Luca, por ende, herencia directa de Marcello y territorio bajo su mando una vez que ascendiera a Capo de forma oficial. No era una zona menor, era muy estratégica porque era frontera directamente con Napoles, una ciudad infectada de la Camorra y cuyos conflictos, desde hacía años, se intensificaron después de la muerte de los Rossi. —¿No quiere pedirme Roma también? Pensó que le pediría dinero o algo más, pero pidió tierra. Ni siquiera pensaba considerarlo. Se llevaba a su novia y el “Don” ahora pedía tierra descaradamente. Sin duda, era egocentrico. —Aun no es momento—se burló Tony provocando que Marcello golpeara la mesa para ponerlo a raya. Ese insolente. De no ser porque estaban siendo vigilados por todos y porque sería suicidio, hubiera sacado su arma y disparado. Era solo un puto calabres que no conocía su lugar. —Tranquilo, Capo, no quería molestarlo, pero esa es la petición que hay sobre la mesa. La chica no será liberada y el Don les dará un mes para que puedan decidirse. Una vez que pase ese tiempo, mandará pedazo a pedazo. Ahora está completa y les dejará corroborarlo. Como si lo hubiera tenido preparado, volteó hacia el pequeño muelle. Marcello se puso de pie al ver que del interior del pequeño yate que flotaba apacible, salía ella, amordazada y con las manos amarradas, hasta la proa. La hicieron subir a esa zona de almohadas y cojines donde solían tomar el sol, como si con eso, ellos pudieran observarla mejor. Neylan luchó y exigió al hombre que la soltara. Tony se puso de pie y les dio la espalda, en ese momento un arma fue cargada y la sintió en la parte trasera de su cabeza. Los ánimos se encendieron, pues supo que quien le apuntaba era Marcello. Levantó las manos y se estremeció cuando los vellos de la nuca se le erizaron al sentir el frio cañón. —Le recomiendo que retroceda, Capo. —¿Una guerra es lo que quiere? Dile a ese maldito que nos de la cara y que deje ver su rostro de rata. No puede pretender robar a mi prometida y que me cruce de brazos. Dile que, si le toca un cabello o respira demasiado cerca de ella, me encargaré de que vea su bella Calabria arder, aunque sea lo ultimo que haga. Va a entrar en una guerra que no podrá ganar, porque iré con todo. Tony giró su cabeza hacia el yate y Marcello entendió porque lo hizo cuando imitó su acción. Neylan estaba siendo apuntada por una escopeta justo en la sien. El italiano bajó el arma de inmediato y la chica dejó de ser amenazada segundos después. La chica desapareció en el interior del yate y este comenzó su camino a altamar a toda maquina. Su presencia jugó un papel crucial en generar tensión. Marcello la vio alejarse. Se sintió exasperado de poder verla y no tener el control de llevarla con él. La distancia le impidió ver las facciones de su rostro con claridad, pero no parecía estar pasándola bien. No deseaba verla llorar y tenía impotencia al no ponerla a salvo. Tony alisó sus ropas y volteó. —Así está mejor. Tiene un mes para darnos una respuesta o tal vez un poco más, nosotros nos comunicaremos con usted para saber cuales son sus opiniones sobre nuestra oferta que hemos considerado por su insistencia. No se preocupe, su prometida estará bien atendida, le doy mi palabra. Tony lanzó una ultima mirada al balcón donde Gianni le dedicó una sonrisa de suficiencia y un asentimiento antes de caminar hacia el interior. Marcello giró su rostro para poder observar el foco donde el calabres centraba sus atenciones, pero fue tarde y lo único que vió fue una imponente espalda, vestida de tela fina y un traje caro a medida. Su color de cabello le pareció familiar y su andar confiado también, pero nada le daba garantía de que fuera de relevancia. El calabres caminó hacia la salida junto con sus hombres. Marcello cerró los ojos y tomó aire con resentimiento. —No creo que la paz sea opción, padre—dijo volteando hacia Luca—. Hay explicaciones que dar a los Gurkan, pero más allá de eso di mi palabra de que nada malo le iba a ocurrir a ella. Si tenemos que iniciar una guerra, tendré que hacerlo. No me siento interesado, en jugar sus mismos juegos o prestarme a ellos. En un mes, ella tiene que volver, así tengamos que quemar Calabria para traerla de vuelta. Definitivamente Gianni lo estaba subestimando. Confundía su coherencia y prudencia con debilidad, y olvidaba que su primo era tan Salerno como él, aunque Marcello en ese punto no supiera, que se enfrentaba a su propia sangre.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD