CAPITULO 11|NEYLAN GURKAN

3199 Words
SOVERATO, REGIÓN DE CALABRIA. Me sentí asfixiado y aflojé mi corbata mientras cruzaba el umbral de la puerta principal. Era casi medianoche y después de tomar un par de tragos, no sabía exactamente como sentirme. Se suponía que debía ser malditamente gratificante comenzar, pero los sentimientos aun no estaban claros. Marcello, Marcello, había crecido. Más allá de lo que su captura significará para la Famiglia, parecía que ella realmente le importaba. Sus ojos grises casi enloquecieron cuando vieron la escopeta en su cabeza. Eso era un poco irritante. Maldije y culpé a Neylan por ello. Siempre que abría la boca tenía que lanzar una línea de rosarios en forma de palabras que terminaban poniéndome al limite. No tenía razón, pero odiaba que hablara como si lo hiciera. Lancé el saco sobre el sofá. Tenía varios días sin pisar Soverato. Estuve en Tropea ocupándome de mis asuntos. Mi teléfono se había perdido en alguna parte y no tenía idea de las llamadas y mensajes de Renata. Tampoco era como si me importara. Mis pensamientos sobre ella parecieron invocarla, apareció a mis espaldas con las manos cruzadas sobre su pecho y visiblemente molesta por mi ausencia. —Estoy cansada, Gianni. —Entonces deberías ir a dormir—respondí restando importancia a su sentir mientras me dirigía al bar para tomar una copa del whisky más intenso que encontrara. Sus pasos no se alejaron por las escaleras si no se acercaron a mi. —¿Alguna vez me escuchas? —He estado ocupado, muy ocupado. Perdí mi teléfono en alguna parte y no tuve oportunidad de llamarte. Le dije a Martino que te llamará para mantener la comunicación. Ella tomó mi brazo deseando que ambos hiciéramos contacto visual y cuando mi copa estuvo llena, yo atendí su petición. Diablos. Estaba realmente molesta. Sus ojos encendidos parecían estar a punto de soltarse en llanto, pero el fuego en ellos la hacían peligrosa. —¿Qué soy para ti Gianni? —Cariño… Alargué mi mano para tocar su rostro, pero por primera vez en todos esos años, se alejó. Retrocedió un par de pasos y decepcionada, tragó saliva. Eso activo mis instintos. Estaba a nada de explotar en uno de sus característicos dramas y aun teníamos pendiente la conversación de Neylan. No tenía por qué ir a verla, tampoco soltar toda clase de mierda como si fuera una loca irreverente. —¿Cariño? Llevo años viviendo en esta casa, teniendo el respeto de una esposa, pero tu, tu jamás has cambiado. Entras a los Dolce Notte y disfrutas de tus putas como si yo nunca te fuera suficiente y estoy segura de que ellas tampoco. No me respetas y tus acciones me dejan claro que jamás, ni una sola vez, has pensado en mi como la mujer con la que pasaras el resto de tu vida—dijo con los ojos llorosos—. Yo siempre he confiado en ti. Te di mis conexiones. Hice que mi padrino te diera su apoyo cuando no tenías nada y solo te pedí una cosa, te pedí un lugar en tu vida. Quería ser tu esposa, tu mujer…pero no así. —Yo fui claro y te di lo único que podía ofrecer. Renata Lombardo no era una paloma blanca. Como aliada tenía el peso de lo que su apellido alguna vez fue y sangre calabresa. Había olvidado la primera vez que entró a mi cama, posiblemente cuando aun era parte de la Famiglia. Sus bellos ojos y esos modos tan osados eran atrayentes para cualquier hombre, además el sexo a su lado no era malo, todo lo contrario. Su presencia en mi casa tenía razón de ser, primero, porque había una deuda del pasado y un respaldo con Stephano Barone, su padrino y figura paterna que no tenía problemas en proteger sus intereses. Barone, como aliado era firme, respetado y tenía una N´drine muy poderosa en el norte de Calabria que tenía el respaldo de las demás. No era un aliado inferior y la presencia de Renata en mi casa lo mantenían de mi lado. No le pareció prudente que su hija viviera con un hombre sin tener un papel que la acreditara como esposa, pero al final, lance la oferta y Renata la tomó. Nunca prometí un anillo, tampoco una boda y menos un hijo. Cualquiera de esas tres cosas que deseara, estaban fuera de juego, pero era divertido que Neylan pensara que estaba casado. Siempre lo reprochaba, joder. Esa triada de deseos, nunca las prometí y, por ende, ella no tenía derecho a exigirlas en ningún sentido, ni siquiera con la presión Barone. —¡¿Tan difícil es firmar un papel?! —preguntó para después pasar las manos sobre sus ojos y quitar las lagrimas que la atacaban. El whisky me pareció amargo. Aquí íbamos de nuevo—. Mi padrino ha venido hoy. Fue claro con sus palabras y creo que tiene razón. He vivido muchos años como una sombra bajo tu ala, dándote exactamente lo que quieres y aceptando a tus zorras como parte de mi vida, pero estoy cansada y espero que seas capaz de darme lo que corresponde. Quiero casarme y quiero hacerlo en dos meses. ¿Pero que demonios? Mi ceño se frunció ¿Me estaba poniendo una condición? Dejé la copa sobre la mesa y me afirmé a ella, cruzando mis brazos con despreocupación. Claro que no habría una boda, eso quedó claro cuando entró a esta casa y su antigüedad no le daba derecho a exigirlo.Tenia todos los privilegios ¿Porque le obsesionaba tanto un anillo? ¿Creía que las cosas cambiarían si lo tenía? —Creo que tu cansancio te ha puesto un poco histerica. Lo mejor será que subas las escaleras y duermas un poco. No quiero tener esta conversación contigo, ni esta noche, ni ninguna otra. Dile a Barone que mi boda contigo jamás estuvo en mis planes y que fui claro con mis términos. Tienes todo en esta casa—señalé el ambiente que nos envolvía—, caminas de mi brazo cuando es necesario y jamás has tenido que preocuparte por nada que no sea llenar tus alhajeros de joyas y tu armario de ropa. Te he dado la vida de una reina. Tienes absolutamente todo lo que has deseado. —¿Pero te tengo a ti? El silencio se apoderó del ambiente. Negué con la cabeza. Que se tragara sus jodidas ilusiones, mierda. Cómo odiaba cuando hablaba asi. —Por favor, Renata. Si no le ponía un alto ahora, las cosas se iban a descontrolar. Estaba poniendo en juego mi paciencia y no tenía mucha. Tomé mi saco y comencé a subir las escaleras hasta llegar a la planta alta, pero para ella no pareció ser suficiente. Me siguió y me sujetó del brazo. —Entonces mata a Neylan Gurkan—exigió—. Si no quieres casarte conmigo lleva a cabo la venganza y el futuro que tanto has planeado, pero con ella muerta. No hay razones para que siga respirando. Dicen que quieres enfadar a Kerem Gurkan, entonces esta es la forma. Manda la cabeza de su hija en una caja y te aseguro que tendrás la guerra que tanto deseas. Una risa divertida apareció en mis labios. ¿Realmente me acababa de pedir algo así? —Creo que has perdido la cabeza. El control que tengo de la situación recae en que esa chica respira. No puedo… —¿No puedes o no quieres? —inquirió buscando mis ojos. —No puedo, aún. —¡Mientes! —¡Por una mierda, Renata! Estas agotando mi paciencia y no tengo tiempo para tus jodidos celos. Se perfectamente lo que hiciste, se que fuiste allí violando por completo mis peticiones y si no te lo he reclamado es porque no tengo tiempo para prestar atención a tus jodidos comportamientos infantiles. Es cansado. Le di la espalda nuevamente, discutir con ella era un cuento de nunca acabar. Solía sacar el pasado, el presente y el futuro como si tuviera control de todo. Cuando pensé que me había librado de la discusión, sus palabras me detuvieron abruptamente. —Siempre has deseado a esa chica. Han pasado siete años y sigues conservando fotografías de ella como si fuera la razón por la que respiras. Pudiste hacer esto desde siempre, pero todo indica que tomaste esta decisión cuando supiste que terminaría en la cama de Marcello. No soy estúpida Gianni y yo no olvido. Crees que no me doy cuenta de que es su nombre el que susurras cuando estas conmigo, que tus favoritas del Dolce Notte tienen su cabello rizado y que te fascinan los ojos verdes. Todo eso me lo he guardado en el pecho esperando que algún día la olvides, pero ahora que está aquí no pienso tolerarlo. Librate de ella o vas a conocerme. Volteé y me encontré con sus ojos brillantes de dolor. —Tus inseguridades van a devorarte—dije, aunque el fondo tenía algo de razón, pero no iba a decírselo, no iba a darle la posibilidad de ganar. Caminó un par de pasos hacía mi. —No, no lo son—aseguró para después tragar saliva—. Yo he vivido para ti y tu, tu has vivido con el imperio que has construido y haciéndolo más grande, pero en el fondo sabes lo mismo que yo. Neylan Gurkan es tu mayor arrepentimiento, un arrepentimiento que cubres y toleras únicamente por tus malditos pretextos de grandeza y ambición. Me lanzó una ultima mirada y después me dio la espalda. Mis ojos la siguieron mientras ardían de colera y molestia. Había tocado un punto que… —No eches mis palabras en saco roto. Quiero mi boda o su cabeza. Deberás elegir tarde o temprano. Si no lo haces, pronto te darás cuenta de que siempre he tenido el poder de persuadir, pero te respeto y por eso lo he evitado. Ahora ese respeto se ha roto y pondré mis condiciones en la mesa. Se marchó a su habitación y cerró la puerta con tanta fuerza que la casa pareció vibrar y yo me sorprendí de que no se cayera. Renata no amenazaba sin sentido y si lo había dicho, era porque estaba dispuesta a hacerlo. Como mujer era caótica cuando se lo proponía. Me quedé de pie observando la puerta de su habitación mientras sus palabras hacían eco en mi cabeza. “Siempre has deseado a esa chica.” Entré a mi habitación y lancé el saco a la cama con molestia. Si había hablado con tanta seguridad, era porque había estado husmeando en cosas personales. Abrí uno de los cajones que mantenía con llave y al hacerlo, descubrí el pañuelo y la fotografía que, durante siete años, había estado resguardada con candados. Tomé la foto de esa sonriente chica de rizados cabellos y al girarla, estaba su perfecta caligrafía. Neylan Salerno había escrito ella justo detrás como regalo para no olvidarla cuando se marchó a Turquía con la promesa de aguardar para casarnos, estando segura de que cumpliría con la palabra que había aceptado a regañadientes por sus propias tentaciones. Me envolvió como una araña en su red y como la princesa que era, se aseguró de tener un capricho más cumplido o al menos, así lo sentí en medio de mi enojo, hasta que el tiempo comenzó a mostrarme otra perspectiva. Una que enterré y decidí olvidar si quería seguir adelante. Neylan Gurkan había sido esa mujer que con sonreír tenía el poder de hacer desear a cualquier hombre cumplir cada una de sus caprichos y fantasías. Esos ondulados y perfectos cabellos aunados a sus bellos ojos verdes robaban el aliento en todo momento. Me senté en la cama y recordé como esos mechones rebeldes acariciaban mis mejillas cuando estaban sobre mi y como sus ojos, esos exigentes ojos, mantenían el contacto visual cada momento. Tragué saliva. Si alguna vez sentí que el fuego quemaba mis entrañas, fue con ella. La verdad es que como amante nunca tuvo comparación. Muchas mujeres entraron en mi cama después de ella y ninguna, ni siquiera una sola pudo igualar lo que esa chica causó en mi. Cada vez que acariciaba el cabello de una de ellas, esos suaves rizos volvían a mis recuerdos. No importaba cuantas veces pasara las manos por el cabello de lacio de Renata, en mi cabeza siempre terminaba siendo su cabello. Pensé que no se daba cuenta y resultó que solo lo evadía. No era un mentiroso conmigo mismo. Esa mujer, su sola presencia me molestaba, pero detrás de todo eso, estaba la atracción que sentía por ella y que intentaba encubrir con recelo y resentimiento. Era astuta y mi fascinación s****l podría ser tomada como arma si ella la descubría. Nuestra pasión del pasado estaba muerta. Siempre fue s****l. No fuimos más que amantes que disfrutaron del cuerpo del otro, aunque a nuestro alrededor el mundo se estuviera quemando y al terminar de comer nuestros cuerpos a besos, solo quedara una tensión de la realidad. Estuve a punto de casarme con ella, no por deseo, pero si mi vida no hubiera tomado un vuelco, no descartaba que hubiera usado la pasión que alguna vez sentí para ceder. Neylan Gurkan era adictiva, una adición del pasado. “Tomaste esta decisión cuando supiste que terminaría en la cama de Marcello” —eso había dicho Renata mirándome a los ojos con si supiera que con esa oración podía provocar los mil infiernos. Claro que no tenía la razón. Estaba buscando cualquier pretexto para poner sus celos en contraste y hacerme sentir culpable. Neylan podía terminar en la cama de quien deseara. Su presencia era una herramienta destinada a ser parte de mis planes y a darme éxito. Siete años habían pasado y aunque me parecía igual que deseable que al principio, eso no quería decir que el deseo no pudiera controlarse. Mis deseos por ella estaban a raya, desde siempre. Como hombre era imposible no recordar a una mujer así y mucho menos después de compartir cama varias veces. Era natural que la creyera atractiva porque no estaba ciego y porque su piel estaba impregnada de una fragancia que me hizo tragar saliva, al olerla de nuevo. Tenía mis pensamientos perfectamente centrados y esa fotografía no significaba nada. Lancé la foto y el pañuelo de regreso al cajón casi con agresividad. Ella, jamás había significado nada más que placer y deseo. Pasé las manos por mi cabello y cerré los ojos. El tiempo me mostraría que desde siempre significó mucho más, que simple lujuria. NEYLAN —¿Por qué demonios no estás muerto? —La próxima vez que tengas un arma me apuntas a la cabeza—respondió Tony—, tal vez con eso ganes el placer de no verme de nuevo. Estuve en el hospital más de una semana por tu culpa. Eres una desgraciada osada. Aun así, supongo que debo darte la bienvenida a Reggio. Estarás aquí un tiempo. Analicé la casa. Era mucho más grande que la anterior, cinco veces más, pero seguía siendo costera, y con las características calabresas que ya conocía bien. Esta casa no parecía moderna, de hecho, era muy estilo Old Money o neoclasicas, con paredes blancas y pilares un poco griegos. No tenía idea de como explicarlo, pero sus enormes ventanales dorados y simetría, la hacían ver la casa de un gran político en vez de la de un mafioso. —¿Ahora me cambian de jaula? Froté mis muñecas, pues las amarras habían sido sujetadas con mucha fuerza. No entendía porque tenía que ser sometida a tal humillación solo porque Gianni adoraba sus putos juegos de control. Tony sonrió. —De hecho, así será. Me han ordenado que te mantenga en la habitación más fría de la casa. Creo que te has portado mal. Si fueras un poco más comedida tal vez podríamos llevarnos bien—dijo provocando que mi ceño se frunciera. No era como si quisiera ser su amiga. —Esta reunión que hemos tenido se repetirá pronto. Confiemos en que tu querido prometido considere nuestros términos. Estaba enfadado. Le gustas. Puso su mano en mi espalda y me empujó para que comenzara a caminar. ¡Vaya pedazo de idiota! Mis tacones se movieron en las escaleras con dificultad. No tenía ganas de estar encerrada en cuatro paredes de nuevo, pero no había opción. Tony abrió la puerta de una de las habitaciones y tal y como advirtió, estaba alejada. Si habia empleados, allí no escucharía ni un solo murmullo. Carecía de ventanas y aunque comoda, no era a lo que estaba acostumbrada. Me quedé de pie en el umbral. —¿No piensas entrar? —Debe ser una jodida broma. Me voy a asfixiar. Se encogió de hombros. Martino, que permanecía a su lado, me observó con un poco de compasión, pero no comentó nada. Solo apartó la mirada y caminó un poco para alejarse. Vaya apoyo. —Por eso debes ser astuta. Enojar al Don provoca esta clase de cosas. Estuviste comoda en la otra residencia, pero parece que cometiste un error. Debes cuidar lo que dices. En algun momento podría ordenar que te demos un tiro. Es algo común, mucho más si te niegas a cooperar. —No le gusta que le digan sus verdades a la cara. —Y tu pareces disfrutar recordarlas. Sonreí sin moverme de mi lugar. Afirmé mi cuerpo a la madera de la puerta y crucé mis brazos sobre mi pecho. Tal vez Tony podía ser de más ayuda que Martino. Hablaba más. —Gianni y yo tenemos un pasado. Puedo decir que le conozco un poco y si me enfada, no tengo nada que perder. Sus verdades son algo que puedo soltarle en la cara ahora o en cualquier momento. La perra desgraciada que tiene como esposa… —Cuidado… —La perra desgraciada de su esposa—repetí sin temor—, es una loca por completo. Yo soy la que debería estar enfadada. Me ofendió, como si mi presencia aquí la amenazara. La cama de Gianni Salerno perdió mi interés por completo desde hace muchos años, pero es algo que sus inquietos celos parecen no aprobar. Me importa una mierda quien sea ella. Yo se quien soy. Tony borró su sonrisa y me analizó con curiosidad. —Renata Lombardo no es una mujer sencilla. Tiene a los Barone de su lado y a media Calabria respetando su apellido. No creo que debas hablar así de ella si quieres seguir intacta. No me agradas, pero seria una pena que te desperdicies así—advirtió con severidad—. Se que tu apellido es prominente, pero estas en suelo enemigo y necesitas tener humildad. Yo estaré contigo en esta casa, así que no quiero problemas. Mantente en tu jaula con la boca cerrada. Yo iré al Dolce Notte. Pasó a mi lado y cuando estuvo cerca del umbral, me indicó que entrara. Sonrió divertido, con su característico rostro sarcastico. Era un grandísimo idiota. —Quiero un teléfono. —Y yo besar a Monica Bellucci, pero no se podrá. Después me cerró la puerta en la cara. Definitivamente, debí dispararle a la cabeza.
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