REGIÓN DE CALABRIA.
Esa mujer será tu caída.
El whisky me pareció amargo. Había pasado mucho tiempo planeando mi proceder de forma calculadora como para que ahora los deseos de Neylan fueran solamente los escuchados. ¿Qué le había dicho a su padre? ¿Acaso pidió más que ser rescatada? Dudaba que su llamada hubiera tomado el rumbo calculado. Era obvio que no quería estar aquí, pero tampoco parecía tener el orgullo como para marcharse. No suplicaba, callaba y me observaba con esos ojos verdosos cargados de rabia en mi dirección. Había muchas razones por las cuales odiarme y ninguna de ellas me importaba.
Bebí cinco copas, deseoso de continuar.
Me afloje la corbata. Estaba asfixiado. Esa mujer resultaba igual de peligrosa que al inicio y aunque sus modos eran atractivos, eso no impedía que fuera una piedra en el zapato que debía tener bajo mi control. Necesitaba presionar a Kerem Gurkan y su querida hija me estaba orillando a tomar el camino hostil. Debía estrujarla, hasta que ella misma llorara y suplicara marcharse. No tenía una debilidad con ella, simplemente era una carta tan valiosa que debía ser tratada con cuidado. Tony no lo entendía. Puede que mis ojos me traicionaran, pero ¿Acaso nunca había sido débil con las mujeres? Neylan Gurkan era preciosa y yo estaba acostumbrado a que esa belleza me sirviera en todo momento. Como hombre tenía deseos, deseos ardientes de poseer aquello que me parecía atractivo, solo que ella ya no estaba en la lista de cosas disponibles.
Llené la copa nuevamente. Solía beber con prudencia, pero cuando tenía ganas de hacerlo, dos botellas resultaban pocas para mi insaciable apetito de alcohol. Debía dejar de pensar en su cuerpo, en sus pechos y la forma tan preciosa en como esos risos caían sobre sus hombros. Tenía el cabello mucho más largo. Posiblemente, no lo cortó ninguna sola vez en todos esos años y si lo hizo, fue para que tomara esa forma preciosa. Estaba en una pelea mental.
Sabía que me afectaba, pero me sentía con la capacidad de controlarla mientras me controlara a mi mismo.
Estaba a un solo movimiento de borrar cualquier sentimiento excitante que me provocara. Solo necesitaba meterla a mi cama, recordar y dejarla ir. Solía tener esa clase de deseos seguidos cuando una mujer me gustaba, nada que no terminara después de una buena sesión de sexo y con todos los anhelos cubiertos. La forma en como me miraba tenía contraste con lo que alguna vez fue.
¿Podría el deseo reflejarse en los ojos?
Absolutamente. Esos ojos deseosos eran distintivos de ello. Sus pupilas se dilataban, se hacían más exóticas y cobraban un sentido salvaje que erizaban la piel de cualquier hombre con solo sentirla sobre tu cuerpo. Escalofrios que recorrían desde la espalda baja hasta la entrepierna sacudían cada centimetro y cuando estaba delante de ti, espléndidamente desnuda, el cuerpo se tensaba, los músculos aspiraban a un preciado orgasmo y la entrepierna se endurecía. Eso era lo que alguna vez tuve con ella, un anhelo casi enfermizo por sexo y pasión. Los años la habían hecho mucho más sensual. Tenía las caderas mas anchas, los pechos aun más grandes y el olor, el aroma que desprendía su piel, cual flores y especias orientales, era tan distintivo que, en todos esos años, su fragancia fue imposible de replicar por alguien más.
Pudo ser el alcohol o los ánimos por los planes fallidos, pero conforme la botella iba reduciendo su contenido y mi cuerpo llenándose de fulgor, los pensamientos me comenzaron a traicionar. Verla vestida de blanco fue un shock, un vistazo de lo que pudo ser y no fue. Tragué saliva y dejé la copa de forma agresiva sobre la mesa. El control no me agradaba si no era ejercido por mi. Un matrimonio en tales condiciones solo hubiera servido para asfixiarme más en ese vaso desbordante que todos llamaban famiglia, pero la curiosidad era traicionera y mi mente comenzó a crear imágenes que causaron caos en mi ya alcoholizado sistema. ¿Y si el vaso se hubiera mantenido al borde un tiempo más? ¿Si la boda se hubiera llevado a cabo? Pasé las manos por mi cabello, tenso, de pensar en algo que estaba fuera de las posibilidades y que era jodidamente estúpido. Mis manos fueron a mi rostro.
Era una mierda.
Tenía que controlarme.
Golpee el vaso que terminó haciéndose añicos en el suelo. Mis deseos inestables con Neylan Gurkan me estaban atormentando. Tenía que sacarla de mi alcance y enfocarme en lo que necesitaba. Si Kerem Gurkan no metía las manos para recuperarla, tendría que orillar a la Famiglia a fallar y provocarlo. El secreto de mi presencia pronto dejaría de serlo. Estaba preparado para ello. Siete años y aun no me era sencillo encontrar la primera palabra que saldría de la boca de mi padre. ¿Me llamaría traidor? Era una posibilidad.
Fuí el mayor golpe que pudo recibir su ego. Un hijo que no acataba sus reglas, un hombre que se dejó dominar por la sangre Contti antes que la Salerno. Iba a superarlo, como cada golpe que recibió en su vida. Era un roble y estaba listo para recibir lo que fuera. Olvidar no era sencillo, así que trabajar en ignorar era lo mejor. Me levanté de mi asiento, pensando en las decisiones que debía tomar al día siguiente.
Las cosas no se podían quedar así, eso era un hecho.
Martino estaba de pie, cerca de las escaleras.
—Señor.
Subí el primer escalón sin saber exactamente a donde me dirigía. Afirmé mis dedos en el barandal y voltee hacía él cuando una curiosidad se instaló en mi cabeza.
—¿Ha hecho muchas preguntas?
—Lo normal, pero no ha obtenido tantas respuestas.
—Es una mujer astuta Martino, no te descuides—le advertí—. Asegurate de no despegarte de ella en ningún segundo o la próxima vez que intente escapar tendrá éxito. Si en algun momento sientes que la pierdes, disparale.
El hombre asintió y yo seguí mi camino.
Los riesgos de su escape eran demasiado fuertes. Si lograba cruzar al lado siciliano y hablaba sobre lo que sabía que en este punto debía ser considerable, me traería grandes consecuencias que echarían a perder todo lo que tanto trabajo me costó construir. No es que le tuviera miedo a Marcello o a mi familia en general, pero era una cuestión de respeto. Los respetaba como enemigos porque sabía lo que podían hacer si contaban con la información apropiada.
Mis pasos me llevaron hasta la puerta de su habitación. Puse la llave en la cerradura y entré. Estaba cubierta con las sabanas y dormía profundamente. Su cabello estaba desparramado sobre la cama mientras sus manos descansaban sobre su vientre de una forma tan inocente, que parecía imperturbable. Me acerqué hasta la orilla y la observé. La piel tenía un brillo natural y sus largas pestañas eran el distintivo de su sangre oriental. Curioso, abrí uno de los cajones.
No parecía tener nada de valor o al menos, nada que yo no le hubiese brindado cuando llegó. Estaba a punto de cerrarlo cuando una pequeña tela blanca llamó mi atención. La tomé en mis dedos y dentro rebeló una costosa joya de compromiso. La recordaba bien. Un anillo digno para una Regina.
Sonreí con amargura.
Eso es lo que siempre había aspirado ser y era lo que Marcello le hubiese dado, un título que ambicionaba más que nada en el mundo. Mi querido primo tenía un corazón justo y era responsable y comprometido. Tenía madera para ser un buen esposo y era justamente lo que ella buscaba. Guardé la joya en mi bolsillo. Una pena que la linda boda hubiera tenido un mal desenlace. Retrocedí un par de pasos cuando la vi moverse. Giró su cuerpo sobre el colchón y rebeló su espalda desnuda.
Maldita sea.
Mis ojos la recorrieron de forma instintiva y cual cuchillo, los recuerdos se encajaron en el fondo de mi cuerpo. Mis manos sintieron el tamaño de sus pechos y la forma tan linda de sus pezones cuando se endurecían. La juventud y el éxtasis nos acompañaron en esos momentos donde romper las reglas era sumamente placentero. Se suponía que Neylan tenía reglas que cubrir y una promesa de castidad que respetar, pero eso poco importó cuando ambos decidimos cubrir los deseos. Solía dormir con mi pecho pegado a su espalda y llenar de besos la parte de atrás de su nuca y su cuello, mientras ella guiaba mis manos entre sus piernas y buscaba el placer que le podía provocar. “Gianni” solía decir en medio de una larga respiración y una suplica ahogada. Llamaba mi nombre como si fuera el único que pudiera darle lo que estaba buscando en ese momento. Mis dedos jugaban lascivamente y encontraban el punto exacto que la llevaba al paraíso que buscaba. No había limites, solo deseos, deseos que buscaban ser saciados y placeres encontrados, así de sencillo.
Ese era el hilo que me ataba a ella, el deseo que me causaba al recordar.
Alargué mi mano y mis dedos rozaron su cabello. Esto, todo lo que estaba ocurriendo era una advertencia que me gritaba que debía parar y no desear de más. Si era una herramienta, debía usarla como tal. Las debilidades de un hombre eran plenamente cercanas a la carne y en una mujer tan astuta con Neylan, ese factor era riesgoso. Tal y como lo dijo, era momento de tomar decisiones y yo no tenía ganas de perder. Un mechón se perdió entre mis dedos y después llegó a su rostro.
El pasado, debía ser historia.
NEYLAN
—Espera…
—¿Por qué?
Mi espalda chocó de forma abrupta contra la pared mientras sus besos ávidos y necesitados devoraban mi cuello en búsqueda de liberar cualquier deseo contenido. Sus manos tomaron uno de mis pechos, el cual apretó sin miramientos justo antes de acercarse tanto, que su entrepierna rozó la mía.
Un suspiro contenido se apoderó de mi garganta.
—Solo…
Sus ojos azules fueron dagas cuando hizo contacto visual. Alargó su mano y acarició mis labios por breves segundos, sintiendo su carnosidad con lentitud. Me aferré a su fornida espalda y a la tela de lino humeda casi con desesperación, como si fuera posible caerme. Era improbable. Mi espalda estaba atrapada entre el mármol y su cuerpo. Mis piernas bien enredadas en sus caderas y mis manos sirviendo de soporte para una mejor estabilidad, eso sin contar las suyas. Olvidé lo que estaba diciendo cuando sentí la intromisión de su cuerpo en el mio. Mi voz no salió, fue imposible, pues poco a poco, cada centímetro de su cuerpo me reconocía de nuevo como si fuera la primera vez. Pegó su frente a la mía regalándome el goce mas directo de su entrecortada respiración. Un gruñido escapó desde su garganta cuando entró completamente. El contacto visual me doblegó, fue como si su mirada me dijera:
Sienteme dentro de ti, porque allí es donde debes de estar…
—Te dije que volverías a ser mia, Gurkan.
¡Allah me concediera el infierno!
Me senté de golpe en el colchón. Mis ojos analizaron, perdidos donde estaban y mis manos tocaron mi pecho para sentir el golpeteo abrupto del corazón. Me quité las sabanas para evitar que eso me provocara más calor. Tenía la ropa de dormir sudorosa y los pezones tan duros que dolían. Eso había sido un mal sueño, una pesadilla.
Fue una mezcla perfecta entre un recuerdo y un sueño.
Lo viví, lo sentí en el pasado, pero algunas cosas no eran cien por ciento verídicas o no ocurrieron de esa forma. Pasé las manos por mi cintura, inquieta. Sueños como esos no debían ocurrir de nuevo. Le busqué una explicación lógica y pensé en que la mente siempre crea lo que no debe o lo que no deseamos para formular las más escabrosas pesadillas. Ir a su cama en esos momentos sería la peor de mis tragedias y Allah me apartara de ese trágico destino.
¡Antes muerta que una simple amante!
Crucé las manos en mi pecho y cuando estaba a nada de comenzar a caminar, la punzada en mi tobillo me lo impidió. ¡Claro! Casi olvidaba que ese maldito pie me tenía en problemas. Llevaba tres noches en la habitación. Realmente me molestaba bastante el dolor y después de esa amarga situación, lo mejor fue mantenerme en cama para evitar ver su desagradable rostro. Ni siquiera sabía si estaba en la casa y siendo sincera no me importaba. Caminé a como pude hacia el ventanal, pero antes de poner mis manos sobre la orilla, escuché el fuerte sonido de un disparo. Mis ojos buscaron el origen y descubrí a Tony con un prominente rifle disparando de forma sumamente tiranica a palomas que salían de unas grandes jaulas para ser su blanco. Los animales apenas tenían tiempo para coger el vuelo y ya estaban cayendo precipitadamente al suelo. El sol apenas salía por el horizonte y ese hombre ya estaba matando aves y por diversión para variar. Noto mi presencia y de inmediato lo escuché gritar:
—¡Pero si es miss dolor de cabeza!
—Idiota.
—¿Aun sobrevive? Pensé que como lleva tres días encerrada en la habitación ya nos había concedido el placer de dormirse en la eternidad—continuó diciendo mientras cerraba un ojo y uno de sus hombres liberaba al ave que segundos después, terminó en la otra vida. Cayó al suelo mientras sus alas intentaban moverse con rapidez en los últimos espasmos de la muerte. Tomé aire. Tony se iba a convertir en mi nemesis.
—No me gustaría darte ese placer. He estado metida en esta habitación porque mi pie aun esta un poco mal, pero próximamente buscaré la manera de salir y por supuesto, de alegrar tu día con mi bella y sensual presencia.
Sonrió divertido y volteó hacia mi.
—Soberbia para variar.
—¿Miento?
—Por supuesto que no y eso es un problema.
Levanté mis cejas y entrecerré los ojos. ¿Qué significaba? Fingí que no le había escuchado para obtener un poco más de su parte. No quería estar encerrada en la habitación todo el tiempo y como mi cohabitante, debía usarlo a mi conveniencia.
—¡¿Cómo?!
—Olvidalo, Gurkan.
Una nueva ave se preparó para abandonar esta vida, pero la suerte pareció brillarle cuando la bala salió desviada y ella pudo esquivarla. Elevó el vuelo y desapareció en medio del lindo paisaje mañanero de Calabria. Una ligera risa salió de mis labios, ganando una mirada ofendida por parte del hombre.
—Parece que no eres tan bueno como aparentas.
—Soy un calabres, nací con el arma en la cuna.
—Si, si, claro—me burlé mientras señalaba el lugar donde la paloma había escapado—. Ella nos da fé de ello.
Mi tono socarron le irritó y entonces alargó la mano que sostenía el rifle y me retó a bajar.
—Deberías intentarlo tu y mostrarme como se hace.
Chasquee la lengua.
—Creo que ya hice eso.
Observé la parte del cuerpo donde hacia pocas semanas atrás, una bala salida de mi arma le había lastimado. Era divertido burlarse del captor y Tony parecía tomarse realmente en serio mis bromitas provocadoras. Su rostro se puso rojo cuando mis gestos hablaron más que mis propias palabras. Una de mis perfectas cejas se levantó. Si, eso era lo que quería lograr.
Amargarles a todos su mañana.
—Insisto—levantó el arma nuevamente y yo asentí.
—Si es así, entonces bajaré en un momento.
Me apresuré a cambiarme de ropa, mientras escuchaba el sonido de los disparos en la cercanía. No había parado su matanza y cuando mis lentos pasos llegaron a la planta inferior, noté que pocas aves corrieron con la suerte de la anterior. Tenía al menos quince muertas en el suelo, algunas, aun se movían. En cuanto se percató de que cumplí mi palabra, me observó y después a mi pie vendado.
—Eres amante de causar problemas.
—Solo cuando algo me irrita—respondí.
—Varias cosas deben irritarte aquí ¿No?
—Deduces bien. Quisiera estar en Estambul o en Sicilia.
—Y a mi me gustaría que estuvieras allí—aseguró tendiéndome el rifle sin temor a que yo lo usara en una represalia y como si leyera mis pensamientos me advirtió—. Puedes dispararme si quieres, si una bala sale de esta arma, estarás muerta en un parpadear así que no seas estúpida.
La tomé en mis manos. Si antes creía que Tony me tenía resentimiento, ahora era mucho más palpable y dudaba que fuera únicamente por mi mala broma matutina. ¿Acaso mi casi escape le metió en problemas? Analicé el rifle y revisé cuantas balas tenía en el cargador. Tony hacia lo propio, pues otro de sus hombres le tendió un arma similar como reemplazo.
—¿Por qué me odias? ¿Realmente te caigo mal?
—Me disparaste, pero muchas personas lo han hecho—comentó sin mirarme—. Tu presencia aquí me molesta. Podrías traer más problemas que beneficios y mucho más ahora que las cosas no están estables en ningún aspecto. La seguridad de la que gozamos podría pender de un hilo por culpa de una mujer. Gianni es obstinado así que…
¿De que estaba hablando?
—En eso concordamos. Es orgulloso.
—¿Le conoces más de lo que aparentas? —preguntó—. Y hablo de conocer en verdad, porque soy consciente de que has ido a la cama con él. Es algo que se siente a kilómetros cuando ambos están juntos. No es nada personal Gurkan, solo un comentario, no tienes que poner esa cara. No buscaba ofenderte.
¿Qué cara? Me aclaré la garganta. No busqué formar algun gesto en particular, pero no me gustó la forma en como soltó aquel comentario bajo. No quería que la gente pensara que estaba allí por otras razones ajenas a mi captura.
—Gianni y yo fuimos prometidos. Solo eso.
—Conozco esa historia—me dijo clavando sus ojos en mi después de poner un par de balas en el cargador—. Se conocieron en los Emiratos una noche de alcohol. No había nada fuera de lo común, ya sabes, cuando una mujer acepta una copa de un hombre en un bar, es porque tiene los mismos intereses. Hay quien quiere hablar y otros que desean conocerse a profundidad. Ambos deseaban lo segundo. No le culpo, he tenido esos deseos cuando conozco a alguien en el Dolce Notte. Todo hubiera salido con normalidad de no ser por ciertos intereses que aprovechaste para cumplir. Niña astuta.
—No sabes nada.
—De hecho, lo sé todo. Me encargaron traerte a Calabria y eso hice. Eras un encargo valioso y para eso, tenía que estudiarte bien. Neylan Gurkan, hija de Kerem y Arabelle Gurkan, princesa de Estambul y una de las herederas más formidables del país de los dos continentes. Eres dinero, sangre y conexión. No puedo decirte rastrera por querer unirte a un Salerno porque está en tu naturaleza ambiciosa, pero para tu mala suerte, Gianni fue más astuto.
—De hecho, fue más estúpido—respondí ofendida de que hablara del pasado con tanta naturalidad como si lo hubiese vivido de la mano de Gianni. ¿Habia hablado de mi así? ¿Tan regular? ¿Con tan poca importancia?
—¿Por qué?
Di un par de pasos.
—Veo que es ambicioso—expliqué—, desde siempre. No podemos negar que, aunque fue en contra de los deseos de su familia ahora tiene influencia, igual o más que su padre. Su inteligencia y habilidades de liderazgo han convertido esta región de Italia en una cuna de oro. Yo vi eso en sus ojos cuando le conocí y pensé en lo que podríamos lograr juntos. ¿Piensas en el imperio que pudimos construir? ¿En el poder de la sangre de los hijos que trajera para él? Fui la única que aspiro a gloria. Creo que era ambicioso, pero no cuidó sus límites e intereses y por eso terminó donde está…
—¿Qué quieres decir con donde está?
—Renata Lombardo no es nadie delante suyo. Es la hija de un terrateniente muerto que, si bien tenía algo de influencia, jamás tendrá lo que mi padre y yo si poseemos. ¿Amor? Amor por ella no tiene, estoy segura…
—¿Cómo puedes hablar con tanta soltura?
Sus ojos se desviaron breves segundos hacia sus hombres, como si le molestara que pudiera escuchar lo que acababa de decir. ¿Acaso temía que los rumores de nuestra conversación y mis deseos de hundir a Lombardo fueran escuchados?
—Porque hay cosas que solo sé y que los hombres nos dejan saber.
—Renata Lombardo tiene nexos importantes con los Barone en el norte de Calabria. Su matrimonio con Gianni facilita mucho la conexión entre ambas partes de la región y le han otorgado la posición que ahora posee. No carece de influencia, pues toda Calabria sabe de quien es mujer y le respetan.
—Vaya, interesante persona, pero un poco dudoso ¿Por qué si es tan importante para él no le ha dado un hijo? La sangre es infalible y si quieren que esa unión perdure, debían mezclarlas ¿No lo crees? Su presencia al lado de Gianni es similar a la de un árbol sin raíces o una casa construida a las orillas de la playa. No tienen estabilidad y podrían caer en cualquier momento. Gianni ama a las mujeres, así que dime ¿A eso le tienes miedo? ¿A que una mujer le haga tambalear en sus preceptos?
—Eres muy astuta, Gurkan.
Sonreí. Sus ojos me analizaron y yo no pude regalarle más que una mirada retadora. ¿Eso que veía en sus ojos era miedo?
—¿A que le temes Tony? ¿Acaso piensas que puedo ser una debilidad que Gianni no pueda tolerar? —bromee, pero él no lo tomó de forma tan divertida. Me acerqué un paso más—. Yo tengo razones para vengarme, me ha hecho muchas cosas, pero ¿Qué pasaría si olvido esas razones y decido jugar? ¿Crees que podría crear inestabilidad tu mundo y el de Renata? Siempre, logro lo que me propongo. No tuve a Gianni, es mi mayor derrota, pero fue porque escapó como un cobarde, pues te aseguro que de haberlo tenido en mis manos el anillo y todo lo que significa habría sido mio.
—No estás en posición de jugar. Eres una rehén.
—Una rehen que intentó escapar y está intacta. Cuando lo tenga delante le pediré una sola cosa, que, si es hombre y quiere matarme, que me dispare el mismo. Dime Tony, tu que lo conoces bien ¿Sería capaz de hacerlo? Me importa una mierda quien es Renata Lombardo. Esa perra se ganó mi enemistad cuando se atrevió a compararme con una ramera. Dile, la próxima vez que la veas, que, si yo lo quisiera, derribaría su mundo y haría valer el anillo que tiene el dedo, nada.
Cargué el arma y uno de los hombres liberó la paloma. Mi ojo se cerró y la dejó elevarse, hasta que casi fue imperceptible. Tony sonrió pensando que la había perdido y entonces disparé. El ave cayó en picada y se perdió en el mar, tiñendo de sangre el agua. El rifle impactó en su pecho. Solo quería un disparo.
—Vamos a jugar, Tony—aseguré divertida y retadora mientras le miraba a los ojos—. Ahora soy una rehen, pero estoy próxima a tomar partida y me agradas, deberías unirte a mi y tal vez podríamos lograr cosas grandes. Te aseguro que no me marcharé de aquí hasta asegurarme que ni Gianni ni Renata Salerno, me olviden nunca.