Agradezco al cielo cuando miro a la Reina pasear en los jardines, y agradezco doblemente que esté sola, muy contra su costumbre. Ella no es santa de mi devoción, pero no puede ser peor que su hijo, ¿verdad? Ruego tener éxito cuando estoy a veinte pasos de ella. Inclino la cabeza cuando me ve.
—Majestad.
Hay sorpresa en su voz al responder:
—¡Kohana! No pensé encontrar aquí a mi futura hija, ¿necesitas algo de mí? —al ver mi expresión, sonríe abiertamente—. Es la boda, sé que una semana es muy poco tiempo, debes estar nerviosa. Hace tanto que deseo ver comprometido a mi hijo, después de ese desafortunado…—sacude la cabeza y me tiende una mano enguantada—. Ven, querida, demos un paseo y hablemos, debes estar muy confundida. Vamos, linda—insiste cuando no me muevo.
En un segundo me viene a la mente sus tratos fríos hacía su hija, a Emma nunca le sirvió ser cálida con su madre. ¿Qué me hace pensar que conmigo será distinto?
—Disculpe, Majestad, mis modales no son agradables, como ve. Y como usted ha adivinado, estoy aquí por el asunto del matrimonio. Estoy agradecida con su hijo y con usted, pero no puedo aceptar tal honor, no estoy a la altura. Su hijo merece casarse con una muchacha de su clase y posición.
La mano de la Reina se enlaza con la otra, y acentúa su sonrisa. ¿Cómo pensé que la suya era una expresión agradable?
—¿A la altura de mi hijo? ¿A la altura del futuro Rey y soberano de cada trozo de tierra y mar? —su voz ya no es suave ni amable, es dura y helada—. No hay nadie que esté a su altura, excepto su propia familia, más casarse entre hermanos es denominado como incesto. Lástima, un desperdicio de nuestra valiosa sangre, ¿no te parece? Además, ninguno de mis dos hijos mira al otro más que como hermano, así que ya no pongas esa cara. Y, por otro lado, tú, niña estúpida, no rozas los pies de mi hijo, pero aun así te he hecho el gran honor y te casarás con él.
No quiero, casarme no estaba en mis planes, y hacerlo con alguien tan insoportable y mujeriego, mucho menos.
—Majestad, si me permite opinar—ella no responde, así que continúo—. Las casas nobles que aspiran a unirse a la familia real podrían tomar este matrimonio como una ofensa. Hay varias candidatas que recibieron una Notificación Real casi al nacer, son chicas que se han preparado toda su vida para convertirse en esposas del Príncipe. Y, sinceramente. yo no…
—Una Notificación Real no es más que una pizca de esperanza para las casas, una forma de hacerles ver que sus herederas están siendo tomadas en cuenta. y con ello tener asegurada la lealtad de esas familias, sólo eso. Ahora mismo nuestro objetivo es simpatizar con el pueblo, no con los nobles. Esas chicas pueden aspirar a concubinas, si tanto desean unirse a la familia real.
Veo que no puedo cambiar su decisión, sólo me queda temblar.
—¿Por qué yo? Si querían a una chica, podrían haber elegido a cualquier otra.
Mira a nuestro alrededor para cerciorarse de que estamos solas.
—Te dije que te recompensaría, salvaste al Príncipe y ahora serás su esposa, es un gran honor, no estás en condiciones de negarte—se acerca y yo no retrocedo, pero me estremezco. No tengo el valor que siempre creí poseer, ¿siempre he sido tan cobarde? —. Además, de entre las plebeyas, tú eres la más cercana a la familia real: entiendes lo crítica de la situación, conoces a mi hijo y estimas a Emma, eres la única que no dará de qué hablar como esposa de Gian. No provoques una catástrofe en tu familia, esos pequeños hermanos tuyos son una monada, espero que lleguen a crecer fuertes, y tus padres, bien podrían vivir unos años más.
Las lágrimas se agolpan en mis ojos.
—No, por favor, son mi familia—suplico con la voz rota.
La Reina sonríe y me toma de la mano, nuevamente dulce.
—Estarán bien, mientras tú lo estés y pienses con la cabeza. Deja de compórtate como una mártir y empieza a actuar como una feliz novia. Emma ha estado llamando, dile que tú serás la esposa de su hermano y no quiero oír que te quejes con ella, ya tiene suficiente con estar atrapada ahí.
Asiento repetidas veces, asustada por su explícita amenaza.
—Muy bien, aprendes rápido, a este paso pronto quitaré la vigilancia que tengo en tu familia. He preparado todo para ti, la próxima semana estarás instalada en las habitaciones del Príncipe—la sonrisa no vacila, es una expresión muy bien ensayada—. Y más vale que aprendas a sonreír, no me importa si has pasado mala noche; no quiero oír ni una queja, que nunca salga de tu boca nada que afecte a mi familia. Mientras más pronto aprendas a callar tus problemas maritales, mejor nos llevaremos nosotras. Tú eres la chica perfecta para cumplir el rol de esposa que necesitamos, elegir a alguien más implicaría un riesgo; una chica aristócrata haría preguntas sobre Emma y las rebeliones que despertó el atentado contra mis hijos; mientras que, por otro lado, una chica común despertaría inmediatamente el recelo entre las casas a causa de su nula relación con los Creel.
Me han elegido por estar en medio, por mi estrecha relación con la Princesa y por mis años sirviendo a la familia real; y por ser una don nadie que ha vivido en un mundo que no le corresponde. Ahora tiene mucho sentido que se hayan fijado en mí; todo el personal que sirve en De Silvanus pertenece a alguna casa menor, menos yo, soy la única que ha llegado hasta aquí por otras razones. “Callar problemas maritales”, ella lo hace bien; todo mundo sabe que el Rey actual tiene al menos tres concubinas, y que la Reina las ignora de maravilla.
Me tiembla el labio inferior y ella acentúa su sonrisa todavía más, cómo si le complaciera verme devastada. Silvana Creel es igual a su hijo.
—Ambas tenemos algo en común—agrega sin dejar de sonreírme—: amamos a nuestra familia. Yo debo proteger a mi hija, aunque mi esposo no haya pensado en ella, con esta boda toda la atención recaerá en ti y Gian. Al menos por unos meses ustedes serán lo único que el mundo verá, y ese será el tiempo suficiente para traerla de vuelta. Sé que aprecias a la Princesa y seguro entiendes que entre menos gente se interese en ella, más segura estará, ¿verdad? Y aunque no lo parezca, Laured es una ciudad más insegura para ella que Diamante, Laurasia está a cientos de kilómetros de aquí y más allá del océano, con los últimos levantamientos que han habido en Pangea, su vida corre menos riesgo en Diamante que si estuviera aquí. Y estoy segura que no quieres verla triste o preocupada, menos en peligro por tu culpa, ¿me equivoco, Veena Cianí? —ladea la cabeza. No esperaba que una mujer tan importante como Silvana Creel supiera mi nombre real—. Este es uno de los muchos beneficios que traerá esta unión, y ya debes estar al tanto del resto.
Bajo la cabeza, completamente derrotada.
—Como diga, Majestad