El aire dentro de la cueva seguía siendo pesado, denso con la humedad y el rastro persistente del miedo, pero el terror que había atenazado a Hunter se había disipado con su despertar. Una oleada de alivio recorrió a sus compañeros, cuyas expresiones de angustia se transformaron en sonrisas débiles y miradas de alivio palpable. Devin fue el primero en reaccionar, ayudando a su mejor amigo a incorporarse, mientras los demás se reunían alrededor, ansiosos por escuchar qué rayos había pasado. El hijo de Afrodita y Ares no perdió el tiempo. Con su voz aún un poco rasposa por la sequedad y la emoción, y un leve temblor en sus manos, les contó con sumo detalle todo lo que había ocurrido en su prisión mental. —Fue… horrible —comenzó Hunter, sus ojos bicolores, aunque ya no brillaban con la int

