Se miraron a los ojos mutuamente, parecía como si a través de ellos pudieran mirarse el alma, se sintieron como animales salvajes dejándose guiar únicamente por instinto, no sabían nada el uno del otro, únicamente conocían sus nombres y sus rostros; al igual que los animales lo único que importaba era que eran un macho y una hembra, con un deseo que los consumía por dentro y que los conducía al apareamiento, a dejarse llevar por su naturaleza salvaje, ya no importaba lo que pasaría después; para ellos no había un después, estaban allí al filo de la muerte, cada vez estaba más oscuro allí dentro, la escasa luz que penetraba por la ventanilla trasera de la camioneta apenas les permitía ver su silueta.
Se tomaron de las manos y se acercaron lentamente, se besaron apasionadamente y comenzaron a despojarse de sus ropas rápidamente, como si se les acabara el tiempo, como si en ello se les fuera la vida; sus cuerpos se acoplaron con una precisión exacta, como si fuesen piezas de un mismo rompecabezas, se entregaron por completo el uno al otro, sin pudor, sin tabúes y sin reservas. Juntos subieron al cielo y bajaron al infierno varias veces, hasta quedar exhaustos por el cansancio.
Mónica se entregó por completo, por primera vez en su vida, si bien no era la primera vez que estaba con un hombre, si era la primera vez que se entregaba de esa manera, sin ninguna reserva, hizo todo lo que pensó que nunca haría y sintió lo que nunca antes había sentido.
Jonathan por su parte, había tenido sexo con decenas de mujeres, rubias, morenas, pelirrojas y nunca se sintió del todo satisfecho, eran relaciones totalmente superficiales, sin ningún tipo de conexión espiritual, pero esta vez era totalmente diferente, era como si hubiera estado esperando este momento durante toda su vida.
Ella cerró los ojos para disfrutar al máximo los últimos momentos que le quedaban de vida, recordó su niñez, cuando disfrutaba correr por el campo y esconderse entre los agaves para que su hermanita cuatro años menor que ella la buscara, recordó la última vez que habló con su madre sonriendo y festejando con ella su cumpleaños número doce, recordó a su padre recorriendo los inmensos campos de agave a caballo, sin duda había sido muy feliz en su niñez y era lo único que valía la pena recordar en este momento, esos recuerdos de su pasado y la maravillosa experiencia vivida en los brazos de Jonathan era lo único que le importaba llevarse consigo al más allá.
Él por su parte lamentó no poder decirle adiós a su padre quien seguramente tendría las palabras adecuadas para ese momento, lamentó no haber llamado a su hermano para despedirse antes de subir al avión y lamentaba profundamente no haber cumplido una promesa hecha años atrás a una personita inocente a quien amaba con todo el corazón, sin embargo a pesar de todo la experiencia vivida con Mónica hace unos minutos fue lo más maravilloso que había sentido en su vida s****l, era un momento mágico, tanto que bien valía la pena morir en ese momento.
El nivel del lodo había subido considerablemente, Jonathan tuvo que cerrar la ventanilla que los dejaba respirar para evitar que entrara y se llenara la cabina, sabían de antemano que en algún momento tendrían que hacerlo si no querían morir ahogados por el lodo, ya únicamente el aire acumulado dentro, los mantenía con vida, el tiempo se acortaba y la muerte estaba cada vez más cerca.
Yacían abrazados, desnudos, que importaba ya la incomodidad del espacio ?, ya no tenían la suficiente fuerza para aferrarse a la vida, lo único que les quedaba era esperar.
-Mónica - dijo él tratando de ver su reflejo en los hermosos ojos de ella - Quiero que sepas que en este momento no hubiera preferido estar con nadie más, tú me has hecho sentir algo que ninguna de las mujeres que he conocido había logrado, es la primera vez que siento que no sólo he tenido sexo, sino que me he sentido plenamente satisfecho, en cuerpo y en alma, es como si te conociera de toda la vida, como si yo hubiera nacido únicamente para vivir contigo este momento. Nunca he sido creyente, pero si hay un Dios esperando por juzgarme, le doy gracias por estar aquí contigo.-
Era realmente sincero al decir aquéllas palabras, salían de lo más profundo de su corazón y de su alma, estaba a un paso de la muerte, ya no era necesario fingir, ni mentir.
- A mí me ha pasado lo mismo Jonathan, - dijo ella suspirando - ahora ya no me importa saber que en unos instantes vamos a morir, ahora sé que todo lo que he vivido en el pasado por muy malo que fuera ahora ya no existe, y lo volvería a vivir una y otra vez si fuera necesario, para morir aquí, junto a ti. Cuando llegué aquí, en varias ocasiones dudé que venir a África hubiera sido una buena decisión y ahora ya no tengo dudas, estar aquí contigo, era mi destino, yo siempre he creído en Dios, pero en algún momento de mi vida llegué a renegar por las pruebas que puso en mi camino; pero hoy sé que fue él quien me envió hacia ti para que muriera feliz a tu lado-
Unieron sus labios en un beso tranquilo, profundo, sabían que era el último, ya que pronto el aire no sería suficiente, guardaron silencio, ella recargó su cabeza en el pecho de él, quería escuchar el débil latido de su corazón, hasta el último momento.
Él le acarició suavemente los cabellos y beso su cabeza, quería llenar sus pulmones con su aroma y llevárselo para recordarla por toda la eternidad.
-Adiós- dijo ella y cerró sus ojos con un suspiro ahogando sus lágrimas en lo más profundo de su corazón.
-Adiós hermosa - dijo Jonathan, y sus ojos azules también se llenaron de lágrimas, como hubiera deseado conocerla antes, en otras circunstancias y con más tiempo para disfrutar su de su amor y su compañía- Hasta siempre ...