NO TE QUIERO VER

1622 Words
La subasta a la que había asistido Rebecca si involucraba a la mafia como ella había imaginado, lo que ella no sabía era que la familia encargada de organizar todo el evento era la dirigida por Luciano. Ella en ningún momento había sospechado de esto, pues nunca se llegó a tropezar con el joven o alguno de los empleados que ella conocía. Todos se mantuvieron alejados durante su estancia en el crucero y eso no era simple casualidad, Luciano lo había preparado de esa manera. Sabía lo delicado que era la situación en el crucero. En ese lugar se encontraban muchas personas peligrosas, por lo que tener alguna especie de contacto con su chica, la expondría haciéndola correr riesgos, pues cualquiera de sus enemigos podría atacarla buscando lograr hacerle daño a él. Además, él aún no estaba del todo seguro de las razones por la que Rebecca se encontraba en aquel evento. No era precisamente el lugar ideal para encontrar a chicas como ella, por lo que necesitaba primero averiguar sobre eso, necesitaba saber que la había llevado a estar ahí, pero indiferentemente de las razones, Luciano quería asegurarse que la joven estaría bien, así que ordenó a un grupo de sus guardaespaldas que se mantuvieran cuidando de ella en todo momento. La orden que Luciano había dado era muy clara. Los hombres de seguridad debían mantenerse vigilando a Rebecca. Lo harían desde lejos para que ella no notara su presencia, pero al mismo tiempo se encontrarían lo suficientemente cerca como para asegurar que la chica estuviese siempre protegida. Fue gracias a esto que Luciano se enteró rápidamente que dos hombres comenzaron a seguir a Rebecca apenas esta abandonó el barco. Debía ayudarla, pero no quería hacer las cosas muy obvias para todos, por lo que mientras el personal de seguridad se mantenía atento a la situación, Luciano trató de escaparse de sus compromisos. Se despidió amablemente de todos los invitados y con la excusa de que debía atender a los inversores de su próxima subasta, procedió a retirarse de la forma más calmada que pudo. Apenas se encontró fuera del crucero, Luciano se apresuró a buscar a Rebecca. Caminó a toda prisa en la dirección que sus subordinados le habían enviado. El plan que tenía era chocar con ella de forma casual para invitarla a salir, evitando así que aquellos hombres que la seguían se acercaran más y pudiesen hacerle daño. La parte fallida de su plan era que de alguna manera se arriesgaba a exponer a la joven ante la mafia, ya que los sujetos al verla con él, sabrían que se conocían y existía algún tipo de relación entre ellos. Eso le preocupaba, aunque esperaba que los hombres pensaran que simplemente se trataba de una más de sus amantes y no descubrieran lo importante que era para él. De cualquier manera, en ese momento no tenía mucho tiempo para preocuparse por eso, su chica corría peligro y debía ayudarla, así que luego pensaría en cómo resolver aquella otra situación. Luciano siguió el plan que se había trazado y cuando Rebecca cruzó en una intercepción a toda prisa, se apresuró a dar la vuelta para toparse con ella. – Hola preciosa ¿Qué haces por aquí? –preguntó sonriente apenas la tuvo enfrente. Rebecca no podía creerlo, de todas las personas en el mundo con las que podía encontrarse aquel día, tenía que hacerlo con Luciano. Vaya que tenía mala suerte. La joven se limitó a explicarle que andaba de viaje de negocios y que pronto se iría. Además, le aclaró que estaba ocupada, intentaba encontrar la manera de que se fuera, pero Luciano no quiso, de hecho, intentó aprovechar la oportunidad y se apresuró a invitarla a cenar. Ella se negó de inmediato. En ese momento, Luciano escuchó por medio de un audífono pequeño que cargaba, el aviso de sus guardaespaldas, estos le informaron que los hombres que estaban siguiendo a Rebecca se habían retirado de lugar. Se sintió aliviado, su plan había dado resultado. De igual manera el personal de seguridad le solicitó que les diera permiso de investigar de quienes se trataban y a que familia pertenecían. Luciano asintió disimuladamente ante aquel pedido para luego proseguir con la conversación que llevaba con su amada. – ¡Vamos! Solo quiero que conversemos un rato –insistió, pero Rebecca se rehusaba a aceptar la invitación. Ella no quería tener nada más que ver con Luciano e intentaba alejarse de él, pero en ese preciso momento, sus ojos captaron algo que le llamó la atención. Un señor canoso que se bajaba de un coche estacionado al cruzar la calle. Se trataba de Vetter, el encargado de dirigir la mina de sus padres y también uno de los accionistas mayoritarios de la empresa. Rebecca lo miró sorprendida. No podía ser simple casualidad que aquel hombre estuviese por ahí. Su mente comenzó a revolverse entre tantas ideas que le llegaban, por lo que ignoró por completo a Luciano y se propuso a perseguir a Vetter. Trató de escabullirse entre las sombras para ver hacía donde se dirigía y rápidamente descubrió que el hombre iba en dirección al crucero que estaba estacionado en el puerto. La chica se había bajado aprovechando la parada que había hecho el barco, pero sabía que pronto volvería a zarpar. No quería regresar a ese lugar, pero ahora sentía que era necesario. Debía culminar el viaje si quería descubrir que estaba pasando con aquel hombre. Rebecca andaba en su misión de espía cuando fue alcanzada por Luciano. – ¡Te van a descubrir! –le regañó el chico tomándola brazo en cuánto salió de su escondite para perseguir a Vetter. – ¡Suéltame! –le reclamó soltándose del amarre– largo de aquí, estoy ocupada. No te metas –le insistió. – Conozco un mejor método para que puedas espiarlo sin ser descubierta tan tontamente –replicó el chico. La joven lo miró molesta. – Bien… ¿De qué se trata? –quiso saber cruzando de brazos con enfado. – Bueno, yo quiero conversar contigo, así que acepta mi invitación a comer y prometo mostrarte la reunión que Vetter tendrá con sus aliados –la chica resopló ante la propuesta del joven. – No digas tonterías. Solo quieres que salga contigo, pero al final no vas a ayudarme con nada. Solo quieres volver a engañarme –replicó molesta. Luciano la sujetó del brazo y tiró de ella a la fuerza. La llevó casi a rastras hacia el crucero. Rebecca iba quejándose hasta que el chico la mandó a callar. Le dijo que si seguía armando escándalos, los iban a descubrir y entonces ya no podría ayudarla. Rebecca hizo silencio de mala gana, no le gustaba tener que obedecerlo, pero sabía que tenía razón. Además, su objetivo era averiguar qué tramaba Vetter y no iba a poder hacerlo si los descubrían. Continuaron su camino en silencio y pronto entraron en una habitación que se encontraba en la parte inferior del barco. Se trataba de una sala de vigilancia. El personal de Luciano tenía cámaras ocultas por todo el lugar. Ellos se mantenían observando todos los movimientos en cada una de las habitaciones del crucero. – Eres un sin vergüenza –lo regañó Rebecca tras darle una cachetada. Luciano la miró desconcertado. – ¿Qué hice? –preguntó entre confundido y asombrado. Los vigilantes apretaron los labios aguantando la risa. Intentaban disimular lo cómico que les parecía la situación. Nunca pensaron ver a su jefe siendo regañado de esa manera por una mujer, así que agudizaron el oído e intentaron prestar atención al chisme mientras fingían continuar con su trabajo. – Tienes cámaras en las habitaciones, eso quiere decir que también las había en la mía ¿Me estuviste espiando mientras me bañaba y me cambiaba? –reclamó furiosa. Los hombres del personal se estaban divirtiendo con la situación, pero la alegría les fue arrebatada tras observar la mirada que Luciano les daba. Era una advertencia para que se comportaran y dejaran de meterse en lo que no les importaba o él se encargaría de castigarlos. El rostro de los hombres volvió a ser serio y se olvidaron de inmediato de la discusión que estaban presenciando. Se olvidaron de la pareja y se enfocaron en su trabajo. – No cariño, por supuesto que no –aclaró Luciano con calma– hace tiempo mandé a retirar todas las cámaras de tu habitación. Créeme que le sacaré los ojos al imbécil que se atreva a mirar a mi mujer –expuso en tono serio. – ¿Y quién se supone que es tu mujer? –inquirió Rebecca de manera burlona mientras tomaba los auriculares que se encontraban sobre el panel de control. Se los puso para escuchar la conversación que estaba teniendo Vetter. Luciano le arrancó los auriculares antes de que ella pudiese escuchar algo– ¡Oye! –se quejó por la brusquedad. – Te olvidas de algo –le dijo Luciano – ¿Qué? –quiso saber. Su tono reflejaba su molestia. – Si usas estos auriculares quiere decir que aceptas mi propuesta y por lo tanto, también aceptas cenar conmigo, así que dime ¿Estás de acuerdo? –quiso confirmar. Rebecca suspiró. – Sí, de acuerdo. Acepto tu invitación –aclaró la chica mientras tomaba los audífonos y se los colocaba para finalmente poder escuchar la conversación que tanto le interesaba. Luciano se colocó el par de auriculares extras para escuchar lo que estaban diciendo. Había varias personas en la habitación principal que vigilaban. Rebecca observaba todo a través de las cámaras de seguridad sin poder dar crédito de lo que estaba siendo testigo. Las cosas definitivamente eran mucho más oscuras de lo que ella se podía haber imaginado.
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