VETTER

1932 Words
La quijada de Rebecca cayó ante la sorpresa. Aquella conversación era mucho más de lo que había podido imaginar. De alguna manera Vetter se había enterado que la chica iba a asistir a esa subasta y quería eliminarla. Desde hacía tiempo estaba deseando sacarla del camino. Le estorbaba en sus planes. Él quería adueñarse por completo de la empresa de joyas, pero no podía mientras la chica existiera. Por eso había ideado matarla ese mismo día durante su estancia en el barco. Había contratado a un par de asesinos que se encargarían de resolver el problema, pero le acababan de informar que la chica se les había escapado en el último momento, la habían estado persiguiendo y antes de que pudiesen hacer algo, un hombre la había ayudado a escapar. No quisieron especificar nombre, solo le habían dicho a Vetter que preferían retirarse y no hacer el trabajo. El anciano no lo sabía, pero los asesinos se habían topado con Luciano y al darse cuenta que la chica lo conocía, temieron meterse con ella. Sabían el poder que el jefe de la mafia tenía y estaban seguros que no tendrían a donde huir si lastimaban a alguien cercano al hombre, por lo que prefirieron renunciar al trabajo y a los millones ofrecidos antes de arriesgar su pescuezo. Rebecca supo en ese preciso momento que la intervención de Luciano la había salvado y se sentía un poco avergonzada por cómo lo había tratado, pero prefirió no decir nada. Ambos continuaron escuchando. Vetter insistía en que no quería rendirse con su plan. Necesitaba eliminar a la chica cuanto antes, por eso ofrecía darle la cantidad que pidiera a quien se atreviera a acabar con ella en ese mismo barco. Los asesinos al retirarse le habían dicho al hombre que la joven había regresado al barco, así que aún tenía oportunidad para deshacerse de ella. - No creo que esa sea la mejor idea –repuso uno de los presentes en la reunión. - ¿Y eso por qué? –quiso saber Vetter. Se escuchaba molesto. - ¿No sabes quién está a cargo de este crucero? –preguntó incrédulo- ¡Ja! –se burló el hombre– la banda del Dr. D. son los encargados de organizar las subastas en este lugar –Vetter tragó duro al escuchar esas palabras. Vetter sabía muy bien la reputación de Luciano o mejor dicho, de Dr. D como él lo conocía. Por eso estaba seguro que incluso si la chica no tuviese ninguna relación con el jefe de la mafia, él se enfadaría si asesinaban a alguien en su crucero sin su consentimiento, después de todo, los asistentes al evento eran todos clientes suyos y no permitiría perder a ninguno. Vetter decidió renunciar al plan y cambiar de idea. Temía demasiado a las represalias que Dr. D pudiese ejercer sobre él. - Vamos a atacarla en cuanto baje del barco –propuso uno de los sujetos. La mayoría estaba de acuerdo. A todos le interesaba de alguna manera acabar con Rebecca, ya sea para que no quedara en evidencia su intervención en el desastre de la mina o simplemente para ayudar a Vetter, ya que el hombre formaba parte importante de la mayoría de los negocios que llevaban a cabo los presentes en esa habitación. Todos estuvieron de acuerdo con aquel plan propuesto excepto Vetter. Luego de enterarse que Luciano era quien estaba detrás del evento, no se sentía seguro de atacar a Rebecca ni siquiera si ésta ya estuviese fuera del barco. Prefería esperar a otra ocasión para ejecutar su plan. Esto hizo molestar a los demás hombres quienes querían acabar con ese asunto lo más pronto posible. A todos les convenía que Vetter se hiciera cargo de la empresa de joyas. Había muchos planes de negocios importantes que no podían aplicar mientras la chica estaba a cargo. El hombre que había hecho la propuesta se levantó de la silla y se acercó hasta Vetter que se encontraba de pie en medio de la sala. Sin titubear o si quiera emitir palabra, el hombre sacó una pistola y se la colocó en la cabeza a Vetter quien lo miró asustado. - Seguiremos mi plan y no habrá un no por respuesta –ordenó en tono serio. Vetter no tuvo opción más que aceptar. Luciano prestó atención a aquel hombre que se había levantado para apuntar con el arma a Vetter. No tuvo que detallarlo demasiado para descubrir de quién se trataba. Era uno de los hombres de Max. El joven maldijo para sus adentros. Una vez más se encontraba Max en medio de todo. Tenía que encontrar la manera de deshacerse de ese idiota de una vez por todas. Después de eso, la reunión de los hombres acabó, así que Rebecca y Luciano no tenían nada más que hacer en aquella habitación. Se despidieron con Luciano recordándole a la chica su promesa de la cena para esa noche, así que un par de horas después, Rebecca llegó al restaurante del crucero luciendo un hermoso vestido rosa. Luciano sonrió al verla entrar. La estaba esperando en una mesa privada del segundo piso. La vio caminar acompañada de los mozos y corrió para extenderle la silla en cuanto ella llegó a donde él estaba. Rebecca se sentó agradeciendo el gesto y Luciano le entregó un ramo de rosas rojas que tenía para ella. Rebecca sonrió ante el regalo, se había olvidado de lo encantador que podía llegar a ser ese hombre. Un momento después Luciano pidió al camarero que les trajera una botella de vino tinto antes de ordenar la cena. La mayor parte de la noche transcurrió con tranquilidad. Ambos sonreían con alegría mientras conversaban plácidamente de cosas triviales. Rebecca debía admitir que a pesar de las cosas malas que pudiese tener ese hombre, de todas las mentiras y lo peligroso que pudiese llegar a ser, la verdad es que estaba loca por él, lo adoraba. En su mente se quejaba de lo injusta que podía ser la vida. Desde muy pequeña había soñado con enamorarse de verdad y había terminado sintiendo mariposas en el estómago por un hombre que significaba un riesgo para ella. Sin embargo, la chica decidió disfrutar el momento y aunque el día de mañana saliera corriendo para no volver a ver a Luciano, por lo menos por esa noche deseaba disfrutar de cada instante que pasara junto a él. La cena ya estaba por terminar cuando Rebecca quiso preguntar a Luciano por su identidad. Sentía que necesitaba una explicación. Una parte de ella no quería alejarse de él. Realmente lo quería, pero no podía aceptar tener una relación con él si la engañaba. Además, le daba miedo despertar un día descubriendo que las consecuencias de que su esposo fuese un criminal peligroso y toda su vida hubiese sido una mentira. Necesitaba que le dijera ahí mismo quién era. - ¿Quién eres realmente? –preguntó sin titubeos. Luciano no supo que decir. Se debatía internamente sobre si debía o no decirle la verdad. No quería seguir mintiendo, pero sabía que si le contaba la verdad, lo más seguro era que ella saliese huyendo de ahí. No quería que eso ocurriera. Pensó por un momento en que quizás debía decirle las cosas a medias. Explicarle que estaba implicado en algunos negocios y con algunas personas peligrosas, pero ella no tendría por qué saber todos los detalles. Luciano no se decidía sobre qué hacer, pero justo cuando iba a comenzar a hablar apareció ante ellos una mujer. Se trataba de Catherine. Una pelirroja despampanante que era hija de una de las familias más ricas de toda la ciudad. Ella había sido la pareja s****l de Luciano desde hacía mucho tiempo. Catherine al igual que todas las demás mujeres que el joven había tenido, sabía muy bien que ella no era exclusiva. Después de todo, el chico era apuesto, millonario y poderoso. Con esas cualidades era muy difícil que alguna mujer lo pudiese atrapar por completo, aun así Catherine se creía la favorita. Sin importar lo que las demás pudiesen pensar, ella aseguraba que Luciano le tenía como prioridad y que era incapaz de reemplazarla. Pero al igual que como había ocurrido con Velan, la joven se dio cuenta que Rebecca no era como las demás. Había estado observando a ambos desde hacía un rato antes de acercarse a la mesa, por lo que había notado la manera en como Luciano miraba a la chica que lo acompañaba. La manera en como este la trataba era diferente. Catherine podía sentirlo, por eso decidió acercarse y confirmar su teoría. - ¿No me presentas? –preguntó la chica a Luciano con tono seductor. - Eh… -Luciano carraspeó- Sí, sí. Claro que sí –corrigió de inmediato- Rebecca, ella es Catherine… es una amiga muy querida desde hace años –hizo la presentación tranquilamente. El tono en que el chico usó para la palabra “amiga” le molestó a Catherine. Cualquiera pensaría que estaba loca, pero ella estaba segura que le estaba lanzando una indirecta- Catherine, ella es Rebecca… es… -calló por un segundo sintiendo algo de vergüenza. Un poco de rubor apareció en su rostro. Ese pequeño detalle hizo molestar aún más a Catherine quien miraba a la otra fémina con rabia– ella es una de mis más preciadas y adoradas amigas –soltó finalmente. Esa presentación hizo que Rebecca dejara escapar una pequeña risa. Ambos se miraron de manera cómplice. - Mucho gusto –respondió Catherine molesta. - Igualmente –replicó Rebecca sin dejar de mirar a Luciano quien también tenía los ojos puestos en ella. Catherine no soportó el momento, por lo que pidió disculpas y se retiró del lugar. La ira la invadía. Nunca había tenido temor de enfrentarse a cualquier mujer por Luciano, ella siempre había estado segura que era su favorita, pero ahora había sido reemplazada. Esa pequeña presentación le había confirmado que Rebecca era quien mandaba en el corazón de su chico y que la relación que ella había mantenido por años con él, se había acabado. La joven en esa mesa se lo había quitado. Catherine estaba increíblemente molesta y quería cobrársela. No podía permitir que una mujer como ella llegara de la nada a quitarle a su amante. Se apresuró a ir a recepción donde sobornó al empleado que ahí se encontrara para que le dijera cual era la habitación de la chica. Al obtener la información armó un plan rápidamente. Corrió hasta la cocina y antes de que acabara la cena de la pareja, Catherine le pagó al mesero que los atendía para que colocara dos potentes drogas en el postre de la chica. Después de eso la mujer solo esperó. Cuando Rebecca estaba de vuelta en su habitación comenzó a sentirse terriblemente cansada, los ojos parecía que se le cerraban solos. Antes de que si quiera pudiese hacer algo, Rebecca perdió el conocimiento. Una de las drogas que Catherine había usado estaba comenzando a hacer efecto. La terrible mujer se apresuró a entrar en la habitación de Rebecca en cuanto calculó que había transcurrido el tiempo necesario para que se durmiese. Efectivamente la encontró tendida en el piso, complemente desmayada. La tomó como pudo y la levantó pasando una de sus manos por su cuello y sosteniéndola por la cintura y tras asegurándose de que nadie la veía, caminó tan rápido como pudo agarrando a la chica para luego dejarla abandonada a su suerte sobre la cama de la habitación de su primo, quien sonreía feliz por el pequeño regalo que le estaban haciendo.
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