UN POCO DE ALCOHOL

1409 Words
El teléfono de Rebecca había estado sonando insistentemente durante los días posteriores a su discusión con Luciano. El hombre no dejaba de llamarla, pero ella no quería hablar con él. Realmente se encontraba muy molesta con toda la situación. Se sentía totalmente engañada, no solo por las mentiras sino porque había visto como él se “divertida” con una de las profesoras de la universidad. Ese no era el chico de ensueño que ella creía. Estaba molesta, muy molesta y no encontraba cómo lograr quitarse esa sensación de malestar, frustración, decepción y sobre todo de enojo que sentía en su interior. Estuvo dando vueltas por la sala de su casa intentando aclarar su mente hasta que decidió rendirse y hacer lo que hubiese hecho Marisa en ese momento. Ir a beber. A pesar de todo, su amiga por lo general parecía manejar mejor las situaciones que ella, así que esa noche no pensaría como Rebecca sino como Marisa. Corrió a tomar su bolso y salió por la puerta rumbo al bar más cercano. Ya estando sentada en la barra del bar, comenzó a pedir una bebida tras otra. Bebió sin descanso. Los vasos de alcohol frente a ella se vaciaban uno tras otros sin detenerse. Había pasado alrededor de una hora en el bar cuando Rebecca sentía que todo le daba vueltas. Estaba completamente ebria. Quizás había exagerado un poco con la cantidad de alcohol que había decidido beber, pero ya era muy tarde para arrepentirse. No había vuelta atrás, estaba totalmente borracha. Aun así, su mente no parecía calmarse, seguía pensando en Luciano. Maldijo para sí misma y decidió que debía acabar con eso de una buena vez. Así que como pudo, tomó su bolso y luego de varios intentos fallidos, logró sacar su teléfono. Buscó el número del chico y le marcó. El joven respondió de inmediato. – Eres un imbécil –le reclamó apenas escuchó a Luciano del otro lado de la línea– ¿Cómo te atreves a engañarme así? –dijo entre titubeos. Intentaba sonar fuerte, pero la ebriedad la invadía. – ¿Rebecca? ¿Estás borracha? –preguntó el hombre confundido. – Cállate –le regañó– eres un idiota –le insultó mientras comenzaba a llorar– tú me engañaste. – ¿Qué estás diciendo? – Ella, tú la quieres a ella. – ¿A quién? ¿De qué hablas? – Te vi, no me lo puedes negar, te vi. – ¿Qué vistes? –Luciano aún se encontraba confundido por la conversación y el hecho de que Rebecca estuviese borracha en ese momento, no ayudaba a aclarar las cosas. – Tú te acostaste con ella. Con la profesora. No te importó que ella estuviese casada… o que yo te amara –exclamó esto último casi en un susurro mientras lloraba. – Rebecca ¿Dónde estás? – No te diré ¡no te quiero ver! –le gritó– eres un mentiroso. Eres… eres un hombre que engaña –le dijo llorando al tiempo que colgaba el teléfono. Rebecca colocó sus brazos apoyados sobre la barra y ocultó su cabeza dentro de ellos. Se soltó a llorar desconsoladamente. Por otro lado, Luciano se había quedado muy preocupado tras la llamada de la chica. No entendió qué era exactamente lo que le estaba reclamando, pero si estaba seguro que se encontraba muy borracha y vulnerable. Una presa fácil para cualquier hombre malintencionado. Ella era hermosa y por eso no dudaba que el lugar donde se encontrara, iba a captar la atención de varios hombres y así había sido. Durante el tiempo que Rebecca estuvo en el bar, diferentes tipos se habían acercado a ella para insinuársele, incluso cuando estuvo llorando. Cada uno de los que llegaba, buscaba atraerla de alguna manera. Por el momento, la chica no se había dejado seducir por ninguno. A pesar de la cantidad de alcohol que había ingerido, se mantenía consciente de lo que hacía y no dudaba en rechazar a cada galán que se le acercara. Sin embargo, solo era cuestión de tiempo para que el efecto de las bebidas se hiciera presente. Muy pronto iba a perder la consciencia y los buitres malintencionados que la observaban desde las mesas alrededor de la barra, lo sabían. Estaban esperando ese momento para atacar y aprovecharse de la chica. – ¡VELAN! –se escuchó gritar a Luciano luego de haber hablado con Rebecca. La mujer corrió a toda velocidad al cuarto de su jefe. Varias veces escuchó gritar su nombre antes de que pudiese llegar hasta donde él se encontraba. Llegó a la habitación asustada sin saber que ocurría. Se detuvo frente al hombre esperando la información y la orden de lo que necesitaba que hiciera. Velan siempre estaba dispuesta a hacer todo lo que Luciano le pidiese. – Necesito que averigües YA MISMO donde se encuentra Rebecca Stellar –le ordenó apenas la vio. La mujer solo asintió y se retiró a cumplir con lo que el chico le había pedido. Velan comenzaba a sentir cada vez más odio hacia Rebecca. La atención que Luciano le daba a la joven no lo había tenido con nadie, ni siquiera con ella que había sido su amante por más de 10 años. Por lo general a Velan no le importaba mucho que el chico sedujera y se acostara con otras mujeres, ella sabía que eran solo aventuras fugases de las que al final se aburría y terminaba regresando a su lado, pero esta chica era diferente. Ella en su interior sabía que era diferente y eso la asustaba. No quería creer que Luciano se estaba enamorando de esa mujer, pero lo temía y cada orden que el chico le daba relacionado con la tal Rebecca, le preocupaba aún más. Sin embargo, ella era una subordinada fiel y cumplía con todo lo que el hombre le pedía, por eso se apresuró a hacer su trabajo. Tras varias llamadas logró localizar a la chica e informó de inmediato a Luciano cuál era el bar en donde esta se encontraba y en las condiciones en las que andaba. – Ordena a los guardias de seguridad del local que estén pendiente de ella, que no dejen que nadie se le acerque hasta que yo llegue –ordenó a Velan mientras él tomaba sus cosas y salía por la puerta camino al bar. La mujer nuevamente obedeció sin replicar. La ventaja de ser el jefe de una de las familias de la mafia más poderosa de la ciudad era que la gente hacía todo lo que él deseaba. Luciano no tardó más de 20 minutos en ubicar la posición de Rebecca y conseguir quien la protegiera mientras él llegaba hasta ella. Todos observaron al joven en silencio mientras entraba en aquel bar. Cada uno de los presentes conocía muy bien quien era él, por lo que nadie se atrevió a acercarse o dirigirle la palabra. La gente le temía. Sabían qué era capaz de hacer, por eso todos se asustaron al ver la reacción de la chica, ya que esta apenas esta lo vio, se acercó como pudo a él y lo abofeteó con todas sus fuerzas. La cachetada resonó entre las paredes del lugar. La gente miró con preocupación la escena. Estaban escandalizados. Luciano respiró profundo tras la abofeteada que recibió, sabía que la chica estaba borracha así que de nada servía discutir con ella, además de que la preocupación que sentía por su estado era mayor, pero al voltear para verla a la cara pudo notar que Rebecca tenía náuseas, por lo que la tomó del brazo y rápidamente la llevó hacia el baño para que pudiese vomitar. Los guardaespaldas que acompañaban a Luciano, caminaron tras de él siendo testigos del momento en que apenas llegar al área de los sanitarios, la joven perdió la batalla contra el vómito y arrojó toda la sustancia que salió de su interior encima de su jefe. La cara de los subordinados de Luciano iban del asco al susto. Comenzaron a susurrar entre ellos cual sería el destino de la pobre chica, después de todo, la última persona que se había atrevido a ponerle una mano encima a su señor, había desaparecido sin dejar rastro y eso que aquella persona no se había atrevido a golpearlo delante de tanta gente y mucho menos a vomitarlo encima. Los hombres de seguridad estaban seguros de que faltaba poco para que la chica dejara de caminar entre ellos.
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