Orgullo roto

1878 Words
Al día siguiente, ella tenía que ir al trabajo. Su cabeza estaba hecha un caos total. Se convenció ella misma de él estaba tan ebrio que, no se había percatado de que era nada más ni menos que: Catherine Bennet, la nada atractiva secretaria y no una de sus hermosas conquistas de exquisitas curvas. Aún tenía el sabor de él completamente impregnado en sus labios, aún recordaba su respiración entrecortada y el maravilloso aroma de su perfume. Sacudió la cabeza cuando escuchó el timbre del elevador. Se puso extremadamente nerviosa ¡Ahí venía él! ¿Y cómo rayos debía actuar? ¡¿Cómo?! Estaba absolutamente nerviosa y se le notaba en su rostro, ahora pálido. Respiró profundo e intentó fingir demencia. Marcus Hoffman entró por el vestíbulo. La miró y sonrió. Ella se ajustó los lentes, sus horribles gafas, ya que fue vestida igual que siempre: con su horrenda ropa. –Buenos días, señor Hoffman. –Saludó. –Buenos días, Catherine. –exclamó él. –Tengo una resaca tremenda. –se frotó la sien. –No recuerdo nada de lo que pasó anoche, ni recuerdo cómo llegué a casa. –argumentó el rubio con una convincente sonrisa. Ella dio un respingo ante su comentario. –Vaya...–exclamó sorprendida. –Ni yo sé cómo llegó a casa, creo que el señor James Bomer lo llevó. –le sonrió para regresar a fingir que tecleaba en su computadora aún no encendida. Marcus por su parte, le correspondió la sonrisa y caminó hasta su oficina después de pedirle unos papeles y proceder a pasar el día encerrado en su despacho. Cuando dijo: "No recuerdo nada de lo que pasó anoche" le dejó muy en claro que, si en verdad no lo recordaba como él decía entonces... simplemente no quería recordarlo. La chica sonrió al recordar sus palabras. –Es así como se comportan los mujeriegos...–se dijo así misma en silencio, ahora, conocía la mentira que le daba a sus múltiples conquistas, lo maldijo en sus pensamientos y procedió a regresar a sus labores diarias. –Hola Catherine, ¿Podrías ser tan amable de decirle a Marcus que estoy aquí? –Cuestionó el muy apuesto pelirrojo de James Bomer con sus hermosos ojos verdes. La miraba pícaramente mientras le hablaba, como si antemano supiera que la noche anterior hubiera pasado algo entre ella y Marcus. La chica sonrió tenuemente, alzó el teléfono y tecleó un número. –Señor Hoffman, el señor James Bomer está aquí. –exclamó ella despacio. Escuchó atentamente las indicaciones de su jefe y colgó el teléfono. –Dice que pase. –le sonrió con dulzura. –Gracias, Catherine. –le guiñó el ojo y deprisa cruzó la inmensa puerta de roble. James entró con una terrible desesperación que tuvo que disimular en presencia de Catherine para no ser obvio, una vez cruzada y cerrada la inmensa puerta, exclamó desesperado: –¡Cuéntamelo todo, ahora! –sonrió con picardía y complicidad, mientras se servía una copa de vodka que tomo del surtido bar de Marcus, procedió a sentarse frente al rubio quien, tenía una mano en la sien como si intentara contener su resaca. –Nada. –se atrevió a conferir segundos después. –¿Eh? –James no entendía nada. –No pasó nada. –reiteró como sí no quisiera darle mayor importancia al asunto. –¡¿Qué?! ¡¿Te quedaste dormido, verdad?! ¡Estabas muy borracho! ¡Idiota! –gritó enojado James. Marcus rodó los ojos a las acusaciones de su amigo. –¡No maldición, no me quedé dormido! –le gritó fuertemente. –¡Ella se quedó dormida! ¡Ah, que tonta mujer! –chilló furioso. A James Bomer le encantaba realizar especulaciones previas de los acontecimientos previos. –¡No, tampoco eso pasó! –bramó hecho una fierecilla. –No pues... ya no se me ocurre otra cosa. –se cruzó de brazos. –¿Qué pasó entonces?– le cuestionó tomando de su copa. –¡Me rechazó maldición, me rechazó! –gritó con su orgullo de mujeriego herido, y esa era una frase que no quería volver a repetir en su vida. –¡¿Te qué?! –exclamó el pelirrojo a punto de escupir su vodka sobre el traje n***o de Marcus. –¡Me detuvo, me puso un alto, me rechazó! –le gritó con más ira para que le entendiera el idiota de su amigo. –No pude seducirla... me detuvo cuando la besé y le intenté bajar el cierre del vestido. –se tapó la cara llena de vergüenza, su orgullo estaba en el suelo. –No puedo creerlo... –musitó James con los ojos abiertos de par en par. –Dime Marcus, ¿Cuántas mujeres te han rechazado de esa manera? –le cuestionó lleno de curiosidad. –¡Ninguna, ninguna! ¡No hay razones para rechazarme! –exclamó con orgullo. –Entonces... Catherine Bennet ha sido la primera...–demandó y de pronto... se echó a reír estrepitosamente. –¡No puedo creerlo! ¡Tu secretaria te rechazó! ¡Seguro te dejó alborotado anoche! –su risa se hizo más fuerte y odiosa. Marcus comenzaba a perder la poca paciencia que tenía. –¡Cállate, James! –bramó furioso. –Calma, calma. –exclamó mientras intentaba contener su risa. –¡Qué vergüenza! ¿No te da vergüenza verla a la cara después de lo que intentaste hacerle anoche? –se volvió a echar a reír rompiendo con ello su vano intento por contenerse. –¡Claro que sí! ¡Tuve que fingir resaca y que no recuerdo nada! –posó la mano sobre su frente lleno de vergüenza. –¡Qué patético soy! Qué bajo caí..–estampó su cara sobre su enorme escritorio. –¿Y qué harás? –Cuestionó James probando su bebida alcohólica. –¡¿Qué haré?! ¡Nada, no haré nada! –anunció enojado. –Pues deberías. Sabes... yo creo que la tomaste por sorpresa y entró en pánico. Seguro llegó a su casa, se miró al espejo y se lamentó mucho por haberse perdido el calor de tus brazos. –exclamó con absoluta seguridad. –¿Tú crees? –le cuestionó dudoso. –¡Por supuesto que sí! Esa mujer debe estarse lamentando de haber salido corriendo –se rió mientras probaba su licor. El rubio se quedó pensativo. –Quizás, pero... verla hoy me hizo dudar de la belleza de mujer que quise tomar ayer, quizás estaba muy desesperado y borracho, no quiero repetirlo. –exclamó con decisión. –Eres bastante idiota...–se burló de él. - - - - - Los días siguientes ella iba vestida igual de horrorosa que siempre. Con sus inmensos lentes y su desaliñada apariencia. El rubio sin duda desertó de su plan de "seducirla" de nuevo. Lo olvidó... porque su apariencia no lo soslayaba a tentarlo. Mejor optó por mantener su relación: jefe- secretaria intacta. Le gustaba más la idea de aprovecharse de ella para que le ayudara en sus conquistas. Después de todo, él... solo respetaba a las bonitas. Pero hubo una ocasión diferente... Esa tarde, Catherine le había pedido permiso a Marcus para llegar un poco más tarde a la oficina. Había llegado al fin, el día en el que, iría a su cita con Robert Anderson. Era su momento, al fin llevaría aquel manuscrito que había redactado con tanto esfuerzo y cariño, por fin tendría la oportunidad de alcanzar su sueño. Estaba muy nerviosa y cruzaba los dedos para que todas esas palabras inscritas en papel produjeran en Robert alguna sensación. Se puso aún más nerviosa de lo que ya estaba cuando Robert Anderson le dijo: –Bien lo leeré, veré que puedo hacer por ti ¿sí? Te llamaré cualquier cosa –sonrió. Catherine sentía que las piernas le temblaban como una masa gelatinosa. Era tarde, muy tarde, se había demorado más de lo pensado en su entrevista así que, sin tiempo de cambiarse tuvo que optar por llegar a su trabajo exactamente igual que como se presentó frente a Robert Anderson: preciosa. Nadie la reconocía a su pasar, centenares de veces tuvo que decir: Soy Catherine Bennet, y aun así... varios dudaban de sus afirmaciones. Llegó por fin a su escritorio, se sentó de prisa y empezó a ponerse al día en su trabajo atrasado. Echó un respingo al aire cuando recordó que Marcus le había pedido que le avise cuándo llegará. Le llamó entonces a su línea privada y el rubio al saber que había llegado, le pidió unos papeles que ella tenía consigo. Escuchó la voz de otra persona... seguro estaba con James. Se levantó y tocó la puerta. –Adelante. –exclamó Marcus fuertemente. Catherine abrió la puerta y entró a la oficina –Buenas tardes. –saludó, mientras nerviosa, caminaba por la mullida alfombra hasta el escritorio de Marcus. Ambos hombres quienes reían por un chiste que había dicho el rubio quedaron sin habla al ver a esa preciosa figura cruzar esa puerta, llevaba una falta apretada, altos tacones, una blusa de botones, el cabello largo y lacio caía sobre sus hombros y había optado por cambiar sus feos lentes por unos que se ajustaban a sus ojos y la forma de su rostro, sin duda y por la expresión de ambos caballeros, Cath lucía bellísima. –Aquí están los documentos que me pidió...–explicó, mientras se los extendía. –Ah sí, gracias...–exclamó Marcus intentando disimular su shock. –Con permiso. –afirmó extremadamente nerviosa y, salió de ahí porque el sitio se había vuelto tenso. –¡Wow! ¡Entonces la belleza de la otra noche, no fue para nada una ilusión! –exclamó James impresionado, ladeó la mirada hacía el rubio... –¿Marcus? –cuestionó. El rubio estaba en un completo shock. Esa chica le había robado el aliento. –¿Pondrás en práctica tu anterior plan del que desertaste? –el rubio solo lo miró impresionado. El resto del día, se la había pasado espiando a la chica del escritorio de afuera. A la hermosa mujer del escritorio que estaba en el vestíbulo. Quería hablarle, decirle cualquier cosa pero no podía... si James estuviera ahí, muy seguramente se estaría burlando de él. Observó como varios compañeros de la oficina la halagaron enormemente, eso le hizo enojar, y más se cabreó cuando comprobó que el cartero tuvo el atrevimiento de dejarle una nota en su escritorio, nunca se había percatado de esos pequeños detalles con respecto a su secretaria hasta ese momento. –Señorita Bennet. –llamó Marcus interrumpiéndola, mientras leía esa nota y echaba una risita, se puso nerviosa y de prisa, levantó la mirada, se ajustó los lentes. –Sí, señor Hoffman. –respondió enseguida, procurando ocultar bajo una libreta de su escritorio. –Le decía que necesito los reportes del último mes, pero noto que está muy ocupada... ¿Qué leía? –se acercó a su escritorio y la fulminó con la mirada. –Nada importante señor Hoffman, se los llevo enseguida. –argumentó ella, porque nunca la había cuestionado de esa forma. –Gracias. –afirmó él y se metió a su despacho. ¿Acababa de sentir celos? Se sintió un gran idiota por su comportamiento infantil.
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