Entramos al castillo. Karen estaba tan nerviosa que podía sentir su ansiedad en el aire. Sus pensamientos eran tan caóticos y extraños que empezaron a influir en mí, poniéndome incómodo, en una situación verdaderamente difícil de manejar. Estaba al tanto de lo que implicaba estar junto a ella en ese lugar, pero las emociones fluctuaban constantemente. Cuando cruzamos la puerta, los guardias hacían una reverencia a medida que pasábamos frente a ellos. Lo sabía: era porque ella era la reina o, mejor dicho, lo será de nuevo. Pero aun así, la situación me resultaba rara. Aunque soy un alfa de una de las cinco manadas estelares, jamás había presenciado ese tipo de sumisión hacia nosotros. —¡Su majestad! —escuché la voz de alguien cuando nos adentramos en el gran salón del castillo. Karen se t

