Maggie no dijo nada. No quería volver a discutir sobre eso. Nunca ganaba esas discusiones. Observó el paisaje mientras se alejaban de la ciudad en coche hacia la casa de los padres de Suzie McMahon. Sintió un cosquilleo en el estómago y, sin darse cuenta, se llevó una mano al vientre. —¿Nervioso? —preguntó Kaeden. —Sí, esto —dijo señalando su vestido— no va conmigo. —No, no lo es, pero aun así te ves increíble. Quizás podrías ser así de vez en cuando —dijo, volviéndose para mirarla de nuevo—. Tengo que admitir que me gustan ambas versiones de ti. —No conoces bien ni una sola de esas versiones —dijo riendo. —Estoy bastante seguro de que ya no eres una terrorista, a pesar de tus increíbles habilidades terroristas —dijo entre risas—. Puede que no nos hayamos visto, pero hemos hablado, de

