La curiosidad se apodera de mí como si me poseyera un mal espíritu. Avanzo por la habitación viendo todo lo que hay en ella. Veo sobre el tocador cepillos, peines, perfumes y polvos. La cama está hecha. Veo la blancura de las sábanas y de las almohadas y el pico de una manta bajo el acolchado cubrecamas. Hay flores en el tocador y en la mesilla de noche, y también en la tallada repisa de la chimenea. Durante unos momentos de angustia, creo que le ha ocurrido algo a mi cabeza, porque me parece que alguien está ocupando esta habitación y que de repente, la ocupante va a entrar, se sentará en el tocador, canturreando, y comenzará a alistarse; a peinarse el cabello una y otra vez, frente al espejo del tocador. No ocurre nada. Pero yo permanezco inmóvil, esperando. Vuelvo a la realidad al escu

