Justyna termina de limpiar la cama, pero nada más recoge los trozos de vidrio, hasta el más ínfimo, exceptuando el que yo tengo escondido en la boca, el cual ya ha labrado mi paladar y mi lengua con su filo. El sabor metalizado de la sangre se impregna en mis papilas gustativas, pero ni eso logra que abra la boca y revele lo que esta esconde. Deian y los perros ya se han ido. Una vez que Justyna termina, va a la puerta y la abre. Se detiene bajo el umbral y voltea a verme, con una sonrisa burlona en su boca. —Espero que las cucarachas y los ratones vengan a hacerte compañía esta noche —manifiesta, refiriéndose a la comida que ha quedado esparcida en la cama, almohadas y edredones. Suelta una carcajada burlesca y finalmente sale y cierra la puerta, dejándome otra vez sola. No soy tan to

