Observo detenidamente cómo mi estómago se mueve; es como una ola que lo atraviesa de un lado a otro. Sonrío, mientras imagino a ese pequeñín dando vueltas dentro de mí, ansioso por salir al mundo.
Un sentimiento de angustia me embarga. La sonrisa se desvanece y se transforma en una mueca de tristeza, dolor e impotencia.
He intentado tantas cosas para que me suelten; he fingido que me siento mal, que tengo dolor, que voy a perder al bebé, cualquier cosa contal de lograr que me suelten, pero nada resulta. Lo que he ganado son bofetadas de parte de Justyna, quién es la persona que ha estado a cargo de mi vigilancia y de atenderme.
A Cristina no la he vuelto a ver desde esa mañana en que salí de caza con Deian. Le he preguntado a Justyna por ella y no responde, solo se ríe maliciosamente. P
