Empiezo a avanzar, muy lento. El viento y la lluvia son un gran impedimento, pero no doy marcha atrás, ni me acojono, a pesar del dolor en mi pie y de lo incómodo que es caminar en esta posición, con mi cuerpo todo extendido para poder sostenerme del borde superior. Sigo adelante y mi pie resbala, dejándome casi suspendida en el aire. Suelto un grito ahogado y mi corazón se dispara latiendo a todo lo que da, temiendo que voy a caer al suelo. Cómo puedo, me aferro al borde superior y hago un esfuerzo para alzarme y volver a apoyar mi pie en el borde inferior. Ya no nada más me duele el pie, sino también las palmas de las manos, que se me han raspado con la superficie rasposa del borde. Finalmente, logro levantarme y continuar. Hay una esquina y aspiro profundamente , esperando poder pasar

