FLORECIENDO DE NUEVO

1688 Words
❀~✿ ANDREA ❀~✿ Me tiré en el viejo sofá de la sala, miro hacia el techo de la casa, entre más lo pienso, menos sentido le encuentro a mi vida, tantos planes que teníamos con mi padre, y en un cerrar de ojos todo se ha esfumado. “Papá, por favor, llévame contigo, no creo sobrevivir sola en este mundo”. Mi agonía crecía con cada hora que pasaba, mi desesperación era grande, oía que tocaban la puerta, me hacía la que no escuchaba, ya no sé qué decir, ellos no me consideran que no tengo dinero. Mantengo las luces apagadas como si nadie viviera en la casa, la casa parecía abandonada, ya que fingía que la casa estaba vacía, mi vida es un completo desastre. Tantos días sin ingerir alimentos, no tengo fuerzas para levantarme. —Señorita Andrea, se encuentra en casa. Señorita me escucha. —escucho a lo lejos, de seguro estoy soñando—¡Señorita, está bien! Abra la puerta, por favor. Un silencio por unos minutos después, un estruendo en la entrada de mi casa, ya he perdido toda la voluntad, si son ladrones ¿qué pueden llevarse?, no hay nada de valor en esta casa. No me importa nada ni siquiera yo misma, mi dormitorio está cerrado, tocará botar la puerta si quieren entrar, mis párpados pesan tanto que no los puedo abrir, apenas escucha el escándalo en la casa. Han derribado mi puerta. Siento que alguien me lleva en sus brazos, ha de ser un ángel que me lleva junto a mi padre, ya me morí, por fin podré estar feliz. O de seguro es mi padre que vino a recogerme, estoy feliz de ir con él. “Gracias, papi por venir por mí”. Digo a susurro. —¡Dios mío! ¿Señorita me escucha? Abran el auto hay que llevarla a una clínica. —fue lo último que yo escuche. Sumergida en la oscuridad, veo una pequeña luz, quiero caminar hacia ella, pero algo me mantiene inmóvil. La luz se aleja y sé que no puede pasar al otro lado, mis ojos pesan, trato de abrirlos, escucho voces, pero no comprendo lo que están diciendo, abro con esfuerzo mis ojos y lo primero que veo son unas paredes blancas. —¿Estoy en el cielo? —Doctor, ella vino en sí. —una mujer de blanco gritó, dirijo mi mirada hacia esa voz. —Hay que ponerle el medicamento en el suero. El médico se me acerca y me examina, me tienen con suero inyectable y colocándome medicamentos para mi pronta recuperación, el doctor le dice al extraño que yo estoy recuperándome. El médico se retira dejándonos solos. —¿Quién es usted? —apenas se me escucha. —Hola, gusto en conocerla, señorita, mi nombre es Williams, soy su representante legal. —Estoy en quiebra, no dispongo de ningún dinero, si desea cobrar alguna deuda, haga fila, ya que no puedo pagar. No debió traerme aquí, ha de ser caro, no podré pagar. —¿Son muchas sus deudas? Ya las averiguaré, por los momentos descansé. —Hasta ahorita hay varios haciendo fila para cobrarme, no tengo ni para pagar estas atenciones. ¿Cómo voy a descansar? Lo que quería era morirme. —Por eso no se preocupe desde ahora, a usted no le faltará nada. —¿Qué dice? —este hombre se volvió loco. Se escaparía de algún manicomio, como son de irresponsables de dejarme sola con un desquiciado. —Como le dije antes, soy su representante legal, su benefactor desde ahora asumirá todo lo que concierne con usted. —¿De qué benefactor me habla? ¿De qué manicomio se escapó? —Por los momentos no puedo revelar su nombre, no me lo ha permitido, lo único que le diré, que esto, es la última voluntad de su padre. —mi padre, como se atreve a mencionar a mi padre, está jugando conmigo. —¡No entiendo, explíqueme más claro! ¿Por qué menciona a mi padre tan deliberadamente? —cuando dijo eso, quiero llorar. —El benefactor suyo es el hijo de un viejo amigo de su padre, su padre le pidió un último deseo antes de morir y es velar por su bienestar, yo haré que eso se cumpla. Señorita. —me derrumbé, mi padre me sigue protegiendo. —Está diciendo que mi padre, no me dejo desamparada. —sollozo… —No, señorita, su padre se aseguró por su bienestar, por eso estoy aquí, imagínese si me tardo más, hubiera sido demasiado tarde, no pensé que las cosas estuvieran tan mal para usted. En aquel instante no pude detener mi llanto, no era de tristeza, era de esperanza, mi padre seguía a mi lado cuidando mi. El abogado se asusta al oírme llorar de forma desgarradora, él trata de tranquilizarme, acaricia mi cabello, estoy tan sorprendida de que mi padre, aún fallecido, no me ha dejado desamparada. En este instante me prometo a mí misma que daré lo mejor de mí, no voy a desperdiciar esta oportunidad que mi padre desde el cielo me está dando. Voy a vivir bien, lo haré por él. La vida regresó a mi cuerpo, no sé en qué me ayudará, pero de algo estoy segura de que es un mensaje claro de mi padre que no me rinda, que luche por mis sueños y que mire con otros ojos la vida. —¿Se encuentra bien? ¿Le duele algo? —Estoy perfectamente bien, muchas gracias por haber llegado, no se imagina las cosas que pasaban por mi cabeza. —Ahora solamente dedíquese en recuperarse, estará tres días aquí en la clínica, después veremos qué hacer. —Usted regresará. —siento que, si se va, no vuelva por aquí. —Le aseguro que estaré aquí con usted todos los días, ahora me retiro, tengo que resolver lo de su casa. —Es cierto, será rematada. —Así es, pero dejaremos que lo hagan, porque usted no regresara ahí. —¿Cómo? ¿A dónde iré? —Usted recupérese, déjeme eso a mí. Duerma lo más que pueda. —lo veo alejarse, estoy calmada, siento una paz interior, gracias, papito. Me estoy recuperando, siento cómo las fuerzas y la esperanza regresan a mí. Cada día siento como una nueva oportunidad que se está revelando ante mis ojos, todos los días el abogado viene a verme, habla con el médico y muy amablemente se despide de mí. Siempre me hace muchas preguntas, sobre mis gustos, ya sea de colores o estilos. Él dice que me ve más animada, ese señor me inspira confianza, aunque siento curiosidad por la persona que fue tan amable de aceptar la petición de mi padre. Lo he pensado mucho, ya estoy porque me den de alta, siento que mi cuerpo está más fuerte, aunque la verdad es que no soporto estar en la clínica, me atienden bien, pero es sofocante no hacer nada. —Me gustaría conocer a mi benefactor. —¡Lo siento, él reside en el extranjero, por los momentos no podrá verlo! —¿Puedo hablar con él, por teléfono? —Lo discutiremos más adelante, yo hablaré con el señor y dependiendo de lo que él me diga yo se lo informaré. Ahora quiero que se concentre en mejorar, porque muy pronto viajaremos a Santo Domingo, allá usted residirá en un apartamento que el señor compro exclusivamente para usted. —¡¡Iré a la capital, nunca he viajado!! Y que pasara con la casa y las deudas que mi padre ha dejado. —Mientras usted se recupera, cancelaré sus deudas y si me permite vender su casa para pagar la hipoteca y el dinero que sobre ira a su ahorro personal que su benefactor me ordeno abrirle. —¡Está bien! Por favor, véndala. Si mi padre me está brindando una oportunidad de vivir, debo abandonar el pasado, haga lo que tenga que hacer. —Ya he consultado al médico, mañana la dan de alta, vendré por usted para llevarla conmigo, por favor, trate de estar lista. —Muchas gracias, también dígaselo a mi benefactor, y no se le olvide decirle que lo quiero conocer. Quiero agradecerle personalmente su ayuda. El anciano asintió con la cabeza, saliendo del dormitorio donde he permanecido encerrada y siendo atendida, me acerco a la pequeña ventana y miro al cielo, con una sonrisa dibujada en mi rostro, que me hubiera muerto sin importarle a nadie, pero mi padre me cuida desde el cielo. “Gracias, papito, jamás me olvidaré de ti”. —el abogado hace los trámites, yo volví a sonreír. Tú, hasta el último día de tu vida, deseaba irme contigo, pero tú tenías otros planes para mí, te juro que voy a aprovechar cada oportunidad que el benefactor me dé. No te voy a defraudar ni a ti, ni a tu amigo. Empecé a alimentarme bien, me estaba esforzando por mejorar lo más rápido posible, después de que me retiraron el suero, la mejoría iba muy bien, tal como le dijo el abogado, a los dos días exactos yo recibí mi alta. Una alegría inmensa, no sé qué tiene para mí el futuro, pero el presente lo viviré con intensidad. Al salir lo veo esperándome a la salida de la clínica, me puse un vestido cómodo, al parecer el abogado me lo compro, me hice a la idea de que esto había sido solamente un sueño. Pero no. Es real. —Hola, señorita, lista para partir. —lo veo parado junto a un auto, una sonrisa se me formó en mi rostro y suspiré de aliviada. —Sí, muchas gracias por venir, estaba aterrada, me imaginé que no vendría. —Le dije que vendría y estoy aquí, nunca falto a mi palabra, no sé si quiere ir a su casa para obtener algo que le resulte muy importante. —No hay nada de valor. —Entonces no hay porque ir. —Muchas gracias. —tengo que empezar de cero, una nueva vida, nueva oportunidad, no puedo frenarme por el pasado. ¿Eso querías, verdad, padre?
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