❀~✿ ANDREA ❀~✿
La sabana se deslizó, dejando ver con claridad el cuerpo que cubría. Mis ojos se abren como plato al ver el rostro de mi padre pálido y sus labios morados, con varios golpes en su rostro, en ese momento mi mundo se cayó a pedazos.
—Papá, papá. ¿Por qué tú? — me le tiré encima al cuerpo inerte, duro y frío, llorando, desgarrada y destruida por dentro y por fuera— Es mi padre, ¿Por qué? No, esto no es posible. ¡¡PAPÁ!! —desgarre mi garganta gritándole para que se levantara. Esto es el dolor más inmenso que puedo sentir, cuando mi madre murió era muy pequeña no entendí nada, pero ahora es diferente.
—Cálmate, Andrea. ¡No sabes cuánto lo siento! No tengo palabras para consolarte, estaré a tu lado apoyándote. —esas palabras las escuché lejos, mi mente estaba demasiada dolida para procesar eso.
—Él es su padre, señorita, tiene que llenar los papeles para que retire el cadáver. —ese hombre tan frío como ese cuarto.
Sus palabras eran como una daga en mi corazón, no quiero separarme de él. Estoy aferrada al cuerpo de mi padre, no quiero que se vaya, tiene que regresar, me ha dejado sola en este mundo. Orlando me saca de ahí a la fuerza.
Mi amigo llena los papeles, mi cabeza gira respecto a lo que me está aconteciendo, mis manos tiemblan, no dejo de llorar, cuando él termina de llenarlos me los da para que nada más los firme, aún estoy en shock como puede estar pasándome esto, mi padre, mi viejito, me ha dejado sola y desamparada. En eso miro que viene hacia mí un compañero de mi padre que varias veces lo vi ir a dejar a mi padre en su carro.
—Andrea, ¡Nena, cuanto lo siento! Disculpa que venga hasta este momento, pero me acabo de dar cuenta.
—¿Qué fue lo que le paso a mi padre? Dígame ¿qué le paso a él?
—Choco con una rastra, no sabemos cómo sucedió, si la volqueta tuvo fallas mecánicas. Imposible que quedara vivo. Aún no proceso todo lo que ocurrió.
—¿Por qué mi padre? Él era un buen hombre, ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser él?
—Tranquila, no llores de esa manera te puedes enfermar.
—No me importa, me quiero morir, no me queda nadie en este mundo, quiero morir con mi padre. —él me abraza para que me tranquilice, me llevan a la casa, me inyectan un sedante para relajarme.
Los amigos de mi padre me ayudaron comprando el ataúd y el terreno, durante el velorio llegaron muchas amistades de él que yo no conocía, me dejaron dinero, estuvieron hasta ciertas horas de la noche, en la madrugada solamente quedamos él y yo. Me mantuve de pie mirando a través del pequeño vidrio del ataúd, parece que durmiera, su rostro se lo dejaron intacto.
—Papito, ¿Por qué me dejaste solita? Te extraño, mi primer cumpleaños que pasaré sin ti. —su expresión se ve como si estuviera vivo, su piel se ve nítida, lo arreglaron con elegancia, como viviré sin ti, mi viejito.
No dormí toda la noche ni la madrugada, estuve tumbada en el ataúd, deseando que se le abrieran sus ojos y me dijera que es una broma. Al día siguiente llegaron los encargados de llevarlo al cementerio. Este es el trago más amargo que estoy pasando, verlo ir en el auto fúnebre, aún no lo creo, siento que estoy dentro de una pesadilla.
—Señorita, señorita, Andrea, mañana llegue a la empresa que le darán un dinero por el accidente de su padre. —me dice el amigo de papá. Solamente asentí con la cabeza.
Los amigos lo cargan en sus hombros hasta el lugar de su sepultura, mi corazón quiere estallar, ya mis lágrimas se han evaporado, mis ojos me arden del desvelo, pero lo que me inquieta es el alma, no quiero aceptar que él ya no estará presente en mi vida. Siento que muero junto a él, no quiero vivir, no le veo sentido a la vida sin mi padre.
—Papá, levántate, no me dejes sola, teníamos planes, ¿lo recuerdas? —grito a todo pulmón cuando lo veo descender donde será su nuevo hogar— Papá, no me dejes, quiero irme contigo.
El amigo de papá me sujeta fuerte y mi amigo Orlando me abraza para que me tranquilice. De repente, todo se volvió oscuro. Trato de abrir los ojos, los siento pesados, no quiero dejar a mi padre ir, despierto y parpadeo, me veo en mi dormitorio, miro a todos lados, sabía que era una pesadilla, nada fue real, sonrió y me levanto rápidamente de mi cama. En la sala de la casa veo unas personas que desconozco, en eso el amigo de mi papi se me acerca al verme aturdida.
Él me sienta y me da un té, los veo aturdida, que hacen estas personas en mi casa, no veo a mi padre, será que las invito para mi cumpleaños, mi mente quiere negar la realidad. Hay niños también en mi casa, todo es confuso.
—Princesa, ¿Cómo te sientes? Ella es mi esposa, y mis hijos, ¡Ya te sientes bien! —me señala una mujer que me mira con lástima y dos pequeños.
—¿Dónde está mi padre? —quiero que me diga que está trabajando, lo deseo tanto que cierro mis ojos para escuchar lo que va a decir.
—¡Todo estará bien!, él está descansando, no tienes que preocuparte por él. —cuando dice eso, corro a la habitación de mi padre, cuando la veo vacía, caigo al suelo llorando, ese hombre y su mujer me han seguido—Tranquila, todo estará bien.
La presente afirmación me brinda una excusa para evitar la situación actual. Nada será igual, que será de mí, soy menor de edad, no me dan trabajo, además el vacío que él deja nadie lo llenara. Me quiero morir. La mujer me abraza y me lleva a mi cama, me da algo que relaja mi cuerpo y me da sueño.
Dos días tirada en cama sin comer, tirada en el abandono, no quiero nada, la mujer del amigo de mi padre viene cada mañana, queriéndome consolar y que coma algo. Para qué voy a comer, siento que tierra estoy comiendo, mi corazón se debilita con el pasar de los días.
Ha transcurrido una semana sin mi padre, es una agonía horrible, que marchita mi vida de a poco, me encuentro sola, todos regresaron a su diario vivir. En eso escucho que tocan a la puerta, como pude me levante, las fuerzas me están abandonando, miro a un hombre de mediana edad.
— Señorita Rodríguez, lamento su perdida, solamente quería notificarle que su padre tiene una deuda con el banco, tiene varios meses de retraso, la casa se rematara en subasta. Esta es la primera notificación, debe abandonarla a más tardar tres días.
—¿Qué dice? Abandonar mi casa, ¿a dónde iré?
—¡Lo siento! Únicamente tiene tres días para que desocupe la propiedad.
Esto no me lo esperaba, siento un fuerte dolor de estómago, me dirijo a la cocina, miro un pan, saco un jugo y me lo devoro, el dolor es insoportable.
Luego recuerdo que me darán un dinero donde trabajaba mi padre, después de comerme el pan, me baño y me cambio de ropa, porque dos días sin bañarme y cambiarme, mi cuerpo apesta. Al llegar a la empresa me dirijo a la oficina principal, un hombre que parecer ser el jefe me atiende en ese sitio, él me dice que me siente.
—Buenas, vine porque me dijeron que me darían un dinero que le pertenece a mi difunto padre.
—Señorita Rodríguez, Lamento la pérdida de su padre, en efecto su padre trabajo mucho tiempo con nosotros, este es el monto que le corresponde. —me da un sobre sellado, donde se refleja la cantidad de dinero, al parecer es suficiente para mí— Pero lamento, informarle que su padre tenía deudas con la empresa que lamentablemente se tienen que cobrar, este es lo que él nos debe. —cuando miro lo que se debe, prácticamente no me queda nada de ese dinero.
—Gracias. —él me entrega un sobre con poco dinero.
Salgo de ahí frustrada, no sé qué haré, ¿A dónde iré? Qué cumpleaños él que me ha tocado vivir. Al llegar a la casa me tiro en la cama a llorar, es todo lo que puedo hacer, llorar como si esto se fuera a solucionar llorando. No tengo nada que comer en casa, el dinero apenas me alcanza para pagar los gastos de la casa, ¡Padre, quiero irme contigo! Grite desesperada. ¿Por qué me dejaste sola?
Revise la cocina y las cosas que había comprado para mi cumpleaños, se fueron en las personas que asistieron al velatorio de él, no me ha quedado absolutamente nada, de seguro es mi destino, solo tengo que esperar la muerte. Estoy tan desesperada porque los cobradores no dejan de llegar, ni siquiera he podido llorar a mi padre adecuadamente, me siento tan desprotegida, únicamente quiero morirme, es la única salida que veo, ellos me ofenden porque no les pago, pero la realidad que no tengo de dónde sacar dinero.