La observación era devastadoramente precisa. Salomón se dio cuenta de que había subestimado completamente cuánto se notaba su origen privilegiado, incluso cuando intentaba ocultarlo. —Vaya, entonces si me disfrazara de un pobre nuevamente, debería pensar en la piel. No pensé en eso —admitió Salomón con honestidad, sintiendo una mezcla de respeto y ligera humillación por haber sido tan transparente para un adolescente. —Sí, eso es clave, señor. Necesitaría a un pobre de verdad para que se lo enseñe, jajaja —respondió Emir con una sonrisa que mezclaba humor con esa sabiduría prematura que lo caracterizaba—. ¿Pero dígame, por qué lo hizo? La pregunta directa y sin evasivas colgó en el aire como una espada. Salomón lo miró directamente a los ojos, reconociendo que este muchacho merecía la v

