Nina lo abrazó por la cintura con brazos que temblaban ligeramente, no solo por la humedad sino por la mezcla compleja de emociones que la recorrían. Alzó su rostro hacia él con una sonrisa que intentaba ser traviesa y despreocupada: —Oye, ¿sí me vas a dar la comida? —preguntó con una voz que adoptó deliberadamente un tono juguetón, intentando recuperar la atmósfera íntima que habían compartido antes de su desliz verbal. Salomón sintió inmediatamente una oleada de alivio al ver que Nina estaba tranquila. Su sonrisa genuina regresó a sus labios mientras la miraba con esos ojos verdes que ahora brillaban con una mezcla de gratitud y deseo renovado: —Claro que sí —respondió, inclinándose hacia ella para capturar sus labios en un beso suave pero cargado de significado. Era un beso que habla

