Mientras, Nina absorbía toda la información en la oficina de Khadija, una conmoción repentina alteró la serenidad del lujoso vestíbulo del edificio Al-Sharif. Una adolescente de unos catorce años, vestida con un llamativo hijab color rosa pastel y un abaya ne.gra con detalles brillantes, irrumpió en el espacio como un pequeño tornado de indignación. Sus pasos resonaban con furia sobre el mármol pulido mientras se dirigía directamente al mostrador de recepción, ignorando las miradas de desaprobación que le lanzaban los ejecutivos que transitaban por el lugar. —¡¿Cómo que mi padre no ha llegado? Dijo que estaría aquí temprano! —exigió la chica, golpeando la superficie de mármol negr0 con la palma de su mano, haciendo que su brazalete de oro tintineara con el impacto. El recepcionista, un

