Marco: El club de los hombres posesivos.

Capítulo 4: Decepción

Laura aún no sabía qué sentimiento era peor, si el dolor que sentía en su cuerpo por la violación, o el dolor que sentía en el alma. Cada vez que despertaba los recuerdos la destrozaban a tal punto de hacerla desear la muerte. Incluso llegó a pensar que prefería que los dos hombres que la tacaron la hubieran matado aquella

noche. Sentía una mezcla de sentimientos encontrados, a veces la ira le dominaba, después de todo ella no estaba haciendo nada más que regresar a casa a pie, y otras veces el miedo la hacía delirar hasta el punto de casi hacerle perder el conocimiento. Y luego estaba también la vergüenza, que también se asomaba para

hacerle compañía. De hecho, se sentía estúpida por haber sido atrapada tarde en la noche y sola. Ella incluso conocía que las estadísticas de las mujeres víctimas de abuso s****l anualmente, era una de las más altas. Pese a ello, Laura nunca imaginó que ella podría ser parte de estos números, ni que sería una mujer más agredida y abusada por el mero hecho de ser mujer.

Su hermana se había ido a cenar al restaurante, ofreció traerle un chocolate, pero la verdad es que Laura no tenía ganas de comer, ni siquiera los dulces que tanto le gustaban. La chica oyó pasos y luego apareció Diógenes, su padre, quien parecía que había envejecido 10 años en los últimos dos días. Sin entrar se paró en la puerta a mirarle, Laura agradeció que mantuviera la distancia, no podía soportar estar más cerca de él, se sentía asustada y muy herida.

- Lo siento hija, quería salvar la comodidad de nuestra familia y te sacrifiqué.

- Traté de persuadirlo, pero el hombre es…

Don Diógenes guardó silencio. No porque quería asustarla más.

- Puede que no lo haya demostrado durante ese tiempo, pero te amo, eres mi hija.

Laura no respondió, se sentía impotente incluso para luchar. Guardó silencio y solo le miró marcharse, después de eso la soledad la consumió. Incluso su madre trató de argumentar que quería hacer lo correcto al convertirla en una dama respetable.

Pero Laura ya no se sentía respetable, no después de lo que le habían hecho, de hecho, se sentía usada y sucia. Y aunque era consciente de que no era su culpa y que como víctima tenía derecho a la justicia ya rehacer su vida, su alma estaba destrozada. Deseaba, como sus hermanas, poder elegir al hombre al que dar su

primera vez.

Pero ahora, además del abuso del que fue víctima, estaba el plus de verse también obligada a unirse a un hombre que podría ser más pervertido, si no igual a los hombres que la atacaron, y eso era aún peor, porque sería su esposo y se creería con el derecho a usar su cuerpo cuando le apeteciera. Era como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros y toda la vergüenza podía sentir también.

Como estudiante de periodismo, había tenido contacto con víctimas de violación y nunca entendió por qué estas mujeres tenían un sentimiento de vergüenza tan latente, si ninguna de ellas había hecho nada malo, pero ahora no solo las entendía, sino que también sentía la misma vergüenza, una espesa, fuerte y devastadora.

Cuando su madre entró en la habitación, ella no estaba durmiendo, pero la mirada de lástima que su madre le dedicó fue tan incómoda, que Laura prefirió mantener los ojos cerrados. No tenía ganas de hablar.

Pocos segundos después su madre se acercó a la cama y le acarició el pelo, luego de este gesto Laura ya no podía fingir más.

- Necesito que firmes unos documentos.

Doña Concepción entregó la pluma e indicó los lugares de firma. Laura estaba tan ajena a todo eso que simplemente firmó, suponiendo que eran papeles del hospital, ya que era mayor.

- ¿Son los documentos del plan de salud?

- No, lo siento mucho.

- Mamá, ¿qué me has hecho firmar?

- Son documentos del registro de su matrimonio, su prometido no se dio por vencido con usted.

- No soy un objeto, no podrías haberme hecho esto...

- Hija, sólo quería asegurarme de que estuvieras debidamente casada.

- ¿Incluso si eso significa ser violada todos los días? ¿Me dejarás pasar por esto una vez más? ¿mientras estoy casado? ¿Qué tipo de madre eres?

- No tuve elección.

- Fui yo quien no tuvo elección, hace dos noches no tuve elección, toda mi vida no tuve elección, y ahora me ha quitado el poder de elección una vez más. ¿Al menos puedo ir a casa? Necesito recuperarme antes de que Marco me recoja.

- No, en cuanto te den de alta, te irás con él a tu nueva casa.

- SAL.

- Hija.

- FUERA MAMÁ, FUERA.

Nunca le había gritado a su mamá ni a su papá, pero estaba muy enojada, primero la vendieron como vendían cualquier pedazo de carne en el mercado, y su prometido la había comprado como compraba su ganado. No conformes con eso, se habían burlado de ella una vez más, esta vez fue su madre, quien usó su tristeza para hacerla firmar los documentos engañándola sin piedad. Y como la cereza del pastel, estaba la peor parte, como la trataría ese hombre cuando ella se negará acostarse con él.

Su hermana incluso intentó pasar la noche con ella, pero Laura la echó, en ese momento se sentía sola, y estaría sola, aunque aceptaba la compañía de cualquier familiar. Después de que la enfermera le dio el medicamento para la noche, sintió sueño al fin. Las últimas noches solo pudo dormir bajo el efecto del medicamento.

En su somnolencia escuchó voces en la habitación, una de las voces era la de su madre quien parecía discutir con alguien.

- Ella es mi esposa, no me voy.

- Lo sé, ha firmado el papel, pero ahora está inconsciente y le pido que se vaya.

Marco se enfureció cuando la madre de Laura lo echó de la habitación para poder vestirla. Se fue porque quería tener una conversación civilizada, y en toda su vida nunca había usado la fuerza física contra una mujer. Le había jurado a su madre en su lecho de muerte que nunca atacaría a una mujer, y su suegra tenía el poder de cabrearlo con solo unos minutos se quedaron juntos.

Necesitaba mantener la calma, por eso había decidido llevarse a Laura cuando ella estaba inconsciente, de esa manera no tendría que lidiar con sus gritos histéricos en el camino, y en el avión podía acostarla sin demasiados problemas.