—¿Podríamos hacerlo nuevamente?
Amaru no esperó una respuesta de mi parte y se abalanzó sobre mí, los dos caemos en la misma posición en la que antes estábamos. Nuestras miradas se encuentran y justo ahora, en este preciso momento, es que me doy cuenta de lo pesada que se siente su respiración y lo ansiosa que se escuchó su voz.
Puedo ver su rostro con claridad: la punta de su nariz se halla teñida de un ligero color rojo, que se esparce sutilmente hacia sus mejillas y quijada, y pese a que a su semblante es serio, puedo saber lo turbado que está por la rapidez en la que sube y baja su pecho.
—Me siento mal con esto, Amaru —expongo con la voz temblorosa, lo que agradezco porque temí no poder pronunciar palabra alguna por el nudo que se formó en mi garganta—. La verdad es que no sé por qué aún no te he alejado, pero tengo completamente claro que los amigos no hacen estas cosas.
No apartó sus ojos en ningún momento, se quedó fijo mirándome y difícilmente hice lo mismo.
—¿Quién dijo eso?
—¿Qué?
—¿Quién dijo que los amigos no pueden hacer esto? —cuestionó en un tono seco. Rápidamente, volteé mi rostro hacia el costado, siendo incapaz de sostenerle la mirada por más tiempo—, ¿no vas a responder?
—No.
—Entonces por lo menos mírame —una de sus manos se posicionó en mi mentón y me obligó a posar mis ojos en él—, si no quieres hacer esto —abrí mis ojos en sorpresa al momento en que sentí el tacto de su palma contra mi vientre—. Si no quieres sentir mi toque en tu piel.
Separé levemente mis labios dejando salir un suspiro, cuando aprecié como de manera lenta y tortuosa para mí, su mano se empezó a mover; haciendo un recorrido desde donde antes estaban posicionadas hasta llegar a mis marcadas costillas y pasearse con total libertad por esa zona.
El cerrar mis ojos no fue suficiente para experimentar con la intensidad necesaria la sensación que su toque me estaba brindando. Mi respiración se intensificó cuando sus manos se cerraron en mis pechos semidesnudos, solo cubiertos por mi sostén, y mi vergüenza incremento al mismo ritmo. Sus manos dejaron mis senos y las percibí luego en mis muslos, haciéndose camino hasta el interior de mi falda.
Abrí mis ojos alarmados al sentirlo acercándose a ese sitio, al lugar prohibido, a ese que no debería entrar sin mi consentimiento.
Iba a detenerlo, lo juro, inclusive Amaru se detuvo un momento como si estuviera esperando a que lo detuviera, pero al sentir su mano tentando tan cerca, pero a la vez tan lejos, se me nublo la mente por completo.
—Emylie…
—A-Amaru —su mano se quedó quieta en mi vientre bajo y yo contuve la respiración por un segundo.
—Este es el momento en donde me dices que no quieres esto —se relamió los labios y prosiguió—, que no es correcto —adentro sus dedos dentro de mi ropa interior—. Que debemos parar aquí.
Tragué saliva contrariada con la guerra, con lo sensato y el fervor de mi deseo.
—Quiero que sigas.
Al pronunciar esas tres palabras, sus ojos adquirieron un tono oscuro, n***o. Reflejado en líneas cursivas alrededor de ese mar verdoso que rodea sus pupilas.
Un quejido sorpresivo abandono mis labios cuando su mano se adentró por completo en mi ropa interior y tocó de lleno en ese lugar que me palpita. Fueron toques suaves y temblorosos explorando, que al principio me incomodo, pero a medida que pasaban mis labios se abrieron en busca del aire que me faltaba.
De lo único que estuve consciente en este mar de sensaciones, que extasiaban mis sentidos, fue de mi falda alzada por el aire que rozaba mi piel expuesta, y de Amaru, quien observaba establemente el punto en donde ahora se encuentra su mano.
—Necesito que me beses —hablé con la voz entrecortada.
Amaru pareció no escucharme, se le veía abstraído. Mis manos, las cuales estaban a cada lado de mi cuerpo, apretando bajo mis puños, a las flores a mi alrededor, se hicieron su camino hacia sus orejas.
Él me miró, pero no dejo de tocarme.
—Te dije que me beses —exclamé en un jadeo.
Amaru detuvo el movimiento de su mano y me hizo fruncir la cara en molestia. Lo jalé de sus orejas en dirección de mi pecho y cuando su cabeza se encontró ahí, cerré mis ojos con fuerza y susurré—: pero no que te detuvieras, sigue.
Solté sus orejas y dirigí mis manos a su cabello, enredé mis dedos en el tiempo en que sentí como nuevamente empezó a moverse.
—Un poco más lento, presiona un poco, por favor. Sí, así… —mordí mi labio inferior al instante en que lo hizo justo como sentí creer que lo deseaba.
Mi respiración y mi cuerpo estaban descontrolados.
Sentí la necesidad de que se detuviera por un segundo, pero el sentimiento paso a segundo plano cuando sus labios encontraron los míos por breve momento. Al separarnos me miró para tiempo después hacerse camino hacia mis pechos y dar un casto beso en el centro.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo. En ese instante todo fue lejano para mí, solo basto un segundo para qué encontrará fuerzas para arquear mi espalda a más no poder y dejar salir todo para tiempo después sentirme debilitada.
Amaru dejó de mover su mano, mas no la quito.
—¿Se sintió bien? —preguntó en un hilo de voz dubitativo.
Me vi sin fuerzas hasta para hablar, así que solo me limite a asentir con la cabeza.
Varios minutos pasaron en los que pude estabilizarme y con pudor lo encaré.
Al posar mis ojos en él, no podría decir con certeza quién de los dos se encontraba más apenado y no ayudo el hecho de que mis ojos inconscientes se guiaron hacia abajo, en donde aún se encontraba su mano. Mis labios se abrieron en horror y Amaru retiró su mano de un tirón y negó con la cabeza.
—¡Perdóname!
—¡No!, ¡no digas nada! —mi voz salió escandalosa por lo brusco que me senté.
Una mueca se acentuó en mi rostro, cuando pude sentir lo pegajosa que se encontraba mi entrepierna y no solo eso, sino lo humedecida que estaba esa zona. Mis ojos picaron sin poder evitarlo, no puedo creerlo. ¿Cómo paso esto?
…
—Pamela, necesito hablar contigo, ¿puedes después de clases?
Al escuchar su nombre dejó a las personas con las que estaba hablando de lado y me prestó atención.
—Lo siento, ¿qué decías?
—Necesito hablar de algo contigo —repito y siento como el calor se cuela por mi cuerpo.
—Vamos.
Se levantó y tomó mi brazo para después empezar a andar entre la multitud de estudiantes que había en la cafetería.
—¿De qué quieres hablarme?
La miré unos segundos para tiempo después apartar la mirada y enfocarla en algo a sus espaldas.
—Es difícil de decir…
Al sentir su mirada pesada en mí, pose mis ojos en ella.
Pamela está afirmando con la cabeza.
—¿Qué pasa? —inquirí.
—Se trata de un chico.
—Eres adivina —dije con una sonrisa nerviosa, la verdad era que no quería hablar de ningún chico, sino de la cuestión de hacerlo con el chico. Eran cosas distintas, ¿cierto?
—No puedo creerlo, tienes novio, Emylie.
Abrí mi boca para negar aquello, pero la cerré al darme cuenta de que sería mucho más fácil explicarle pretendiendo que tengo novio.
—Exactamente —sus manos se posaron en mis hombros y con brusquedad me sacudió, mientras una sonrisa pintaba sus labios— y tendremos relaciones —sonreí incrédula al escuchar mis propias palabras.
Pamela abrió sus ojos a más no poder y su sonrisa se enganchó de igual forma.
—Y quieres saber algunos consejos para prepararte para cuando llegue el momento, ¿verdad? —pestañee desorientada, ¿uno se tiene que preparar para ese momento?, ¿no es solo sentirse preparad?
—¿Prepararse?
—No pensabas ir toda peluda a tener relaciones por primera vez, ¿cierto? —abrí mis ojos horrorizados y tragué saliva con dificultad. Los recuerdos de Amaru tocándome llegan a mí y también el hecho de que nunca en la vida me había importado traer pelos ahí abajo—. No me digas que ya hicieron algo y tú no…
—No sabía que eso era importante —admito un poco avergonzada.
—No es relevante, si a ti te gusta tenerlo peludo es cosa tuya. El vello es algo natural y completamente normal después de todo, pero mayormente uno, tú sabes… se arregla y recorta, aunque sea un poquito para esas ocasiones.
—Ah… entonces es así.
—¿En qué mundo vives, Emylie?
—En uno muy diferente al tuyo por lo que veo.
Mi respiración por algún motivo se hizo irregular, el solo pensar en que él se haya fijado en ese detalle hace que la inseguridad y la ansiedad incrementen al no poder saber la impresión que le ocasionó. Es decir, él ignoró el incidente que paso aquel día, pero esto es algo que me tendrá tener malos pensamientos que se volveran en malos momentos.
—Creo que es mucha información por ahora. Además, ni siquiera quería saber eso, ¡solo quería saber a qué tiempo se le debe decir que sí! —respiré hondo y retrocedí dos pasos al sentir arcadas.
—Tranquila, no hay un tiempo determinado —arrugué mis cejas y situé una de mis manos en mi boca—. Si tienes ganas de hacerlo, hazlo, pero recuerda eso, no se hace con todo el que se te cruce por el lado y te hable bonito al oído. Algunos hombres hablan mucho y hay que ser precavidas al momento de elegir a la persona y sobre todo estar segura de si realmente quieres hacerlo. No que sea por presión y esas cosas, tú sabes.
—Entiendo.
—Y dime, ¿quién es el afortunado que se llevará tu flor? —una mirada pícara ronda sus labios y yo dejé caer mi mano y sonreí con nerviosismo.
—Es alguien… bueno —el timbre de la finalización del descanso retumbó por toda la estancia y yo suspiré aliviada—. Vamos, tenemos que ir a clases —la tomé de la mano y la arrastre conmigo.
—Tendrás que decirme quién es luego —anunció autoritaria.
—Sí, sí.
—Hablo en serio, Emylie.
—Yo también, Pamela.