Verdugo

3211 Words
Sana Comenzaba mi estación favorita del año. El invierno y todos andaban eufóricos por lo que eso significaba. A los betas no les agrada mucho la idea de ver la primera luna llena de invierno, pues para ellos es algo peligroso, ya que eso quiere decir que están a una luna menos de enloquecer. Habíamos sobrevivido dos décadas sin un alfa “real” al mando y eso provocó que los betas perdieran la habilidad de reconocer a su mate a través del olor. La única manera de saber cuál era tu destino, era con sexo. Sí, el sexo despertaba el instinto del lobo. Al principio, les gustaba tener una excusa para probar varias parejas, pero conforme pasaban las lunas, su animal se ponía más y más ansioso, agresivo, triste y esa era la primera señal de que estaban atravesando la locura lunar. La pesadilla de todo cambia forma. Porque, el lobo que siempre fue manso, se convierte en un forastero. La locura es tan grande, que si no encuentra a su pareja, poco a poco pierde todo rastro de humanidad, llegando al punto en el que es el lobo quien lo domina y le hace cometer atrocidades en cada pueblo que pisa. Matar, violar, torturar, no hay límites para un ser al cual le han robado el alma. Por eso mismo, esa noche que Bastian me contó que había estado frecuentando a una humana y que esta, parecía domar a su animal con la punta de su dedo pequeño, la alegría que sentí fue tan grande, que bien podría haberme puesto a llorar. Ya no más Bastian triste, no más malhumor sin razón ni caras largas, no más miedo a verlo enloquecido, muerto. Su sonrisa… dios, esa sonrisa iluminaba tanto su rostro que provocaba celos de ese sentimiento. Suspiré y no voy a mentir. Le eché un ojo a la señorita. Tenía un rostro precioso, blanca como la mismísima nieve. Labios rojos, lo cual dudaba que fuera maquillaje y el cabello lacio de un n***o azabache que contrastaba muy bien con su piel pulcra. De cuerpo no era muy extraordinaria, nada que ya no haya visto antes. Caderas anchas al igual que piernas voluminosas y senos medianos que presumía muy bien debajo de la ropa ajustada. Pero, noté un detalle que mi amigo no. Ella, no es una humana ordinaria. Al ser Omega, no tengo dones, pero si hay algo de lo que puedo presumir, es de tener un fuerte instinto de supervivencia y eso significa que sé detectar a un cambia formas con facilidad. No solo eso, también puedo darme una idea de su fuerza. Aunque no pienso decírselo. De todas formas no me creería. —¿Necesitas ayuda?— pregunté confundida. Bastian estaba literalmente babeando por la chica a lo lejos, hasta podía oír como su corazón tamboreaba por ella. Pero no hacía nada, parecía miedoso a acercarse y eso comenzaba a desesperarme. Forcejeamos un rato, él con miedo, yo con bronca. Hasta que por fin, decidió hablar. —Solo necesito que me dejes solo. ¿Puede ser? ¿Desde cuándo quiere hacer las cosas por sí solo? Esto era ridículo. Nunca hacía nada por él. Incluso esta noche, cuando dijo que quería probar con humanas, fui yo quien se las buscó. Bastian no había movido ni un dedo. Aun así lo dejé ir. Confiaba en que todo le saldría bien y obviamente, yo estaría cerca por si llegara a necesitar de mi ayuda. Esa no fue la primera noche que pasé sin él, pero sí era la primera en la que tenía la seguridad de que Bastian ya no me necesitaba. Lo sentí… triste. ¿Qué haría ahora? El lugar estaba atestado de gente nueva y nadie llamaba mi atención, ni siquiera la música parecía de mi agrado. —¿Entonces?— pregunta una de las humanas que olvidé que me estaban acompañando. Sutilmente, les hago una seña para que se vayan. Total, sin Bastian ya no habría fiesta privada. Las chicas se ven desilusionadas, mientras yo, tengo una contradicción de felicidad y tristeza que no sé cómo afrontar. ¿Qué debería hacer? Nos queda al menos unas ocho horas sin luz solar y diez hasta que Cole abra la tienda en la que trabajo. El aburrimiento hasta ese entonces será mortal. **** Max Destino… debo dejar que el destino haga su trabajo. Soy un cambiante, se supone que es lo que hacemos. Dejamos que la vida nos sorprenda y nos haga descubrir las maravillas que tiene para nosotros. ¿Pero, cómo? Lo único que ha demostrado hasta ahora, es que me quiere quitar todo lo bueno que poseo. Tengo veintiséis años, un trabajo lucrativo y prometedor en el área gastronómica, mi propio departamento, una hermosa novia que me ama con locura y con la cual tenemos el futuro planificado. Al menos, así era unos días atrás. Específicamente hasta que a su padre se le ocurrió enviarla a escondidas de mí a este remoto lugar en donde es carne de mercado. ¿Qué tengo ahora? Absolutamente nada… Dejé mi trabajo para venir por ella, rogando porque su amor no la tiente a buscar aquello que ya tiene. Enfrenté a mis padres y a nuestro líder por venir aquí. ¿Todo para qué? Maldición… Demasiadas preguntas rondan por mi mente y las respuestas me saben a soledad. Samantha es Beta con linaje Alfa y su padre, quien es nuestro líder, la envió en busca de su destino. En busca de su compañero. Y es que, este pueblo no es ordinario, de aquí venimos. Nuestros ancestros, r**a e historia están aquí. Sonrío al recordar a la pequeña Seolyun. Siento que gracias a su influencia, me estoy convirtiendo en alguien más empático con mi r**a, cosa que antes me irritaba e incluso detestaba. El momento feliz que el recuerdo de esa chica me provocó, se esfumó al pensar en sus palabras. Aunque me queme en las entrañas, es evidente que no soy el mate de Samantha. Solo soy su protector, un beta que se enamoró y rezó a la luna para que nunca le diera el primer celo. Algo imposible, pues su animal es fuerte y fui testigo de como su necesidad ha ido creciendo las últimas semanas. Lo inevitable había sucedido. Mi novia estaba en celo y es humillante aceptar que no soy el indicado para calmar su apetito s****l. De todas formas, rendirme no es una opción en mi mente. Pues no solo soy su beta protector, también soy su compañero. Aunque no es el que el destino le tenía preparado, es el que ella eligió. Sí, ella me eligió y me quedaré a su lado. No la dejaré hasta estar seguro de que su compañero la marcó. Eso es lo que le prometí a su padre. Me quedaría cerca, como siempre para alejarla del peligro y no sería una molestia para el destino. Pero si ella llegara a sufrir… Si tan solo odia esto y quiere marcharse, ahí estaré, esperando por ella para retomar nuestra vida, tal y como lo habíamos planificado. Nadie podrá impedir que lo haga. ¿Y sí eso no sucede? ¿Si ella encuentra su destino? ¿Qué será de mí? Solo con pensar en verme sin ella, un dolor profundo me apuñala. El sufrimiento es tan hondo, que siento como me quema por dentro. *** Seguí el aroma de Samantha hasta este lugar abarrotado de gente. Pero ni bien ingresé, su esencia desapareció, otra vez… Es evidente de que hay alguien que tapa su olor. Un lobo. Un cambia formas que la mantiene oculta de los posibles pretendientes. ¿Bastian? El policía que la siguió hoy en la tarde, es mi primer sospechoso. Esto es muy frustrante. He seguido todas las advertencias de mi alfa. No me he metido en problemas, no llamé la atención, ni busqué a mi familia que no conozco para que me ayuden con esto. Pero ¿Cómo voy a protegerla si no puedo verla? Todo esto es muy estúpido. “¿Seguro que era una mujer?” El mensaje de Samuel me saca de mis casillas. Se cree que por ser mi líder puede desconfiar de mi palabra y si lo soporto, no es solamente porque sea mi Alfa, sino también, porque por desgracia es el padre de Samantha. “Te dije todo lo que sé. La seguí hasta el bosque y una mujer en forma de lobo la acechó. No hice nada más que ver, porque la policía estaba ahí. De hecho, todavía están buscando a esa mujer” Tecleo rápido, porque encuentro una butaca libre en la larga barra de tragos y el cansancio ya es insoportable. Masajeo mi cuello, ignorando sutilmente las miradas femeninas que ya olieron a mi animal, comprendiendo que este lugar es la zona de encuentro en dónde los cambia formas se juntan en busca de sus parejas. “Debes involucrarte. Decirles lo que sabes y ayudar, al menos hasta que estemos seguros de que Sam está a salvo” “¿A salvo de qué?” Pregunto, aunque sé la respuesta. “De cualquier cosa. Mantén a Sam a salvo” Es lo último que dice, porque obviamente, no dará explicaciones, solo manda, porque sabe que haré lo que fuera por ella. — viejo estúpido— le hablo al teléfono como si fuera la cara de Samuel. Es inevitable para mí no sentir ansiedad y una especie de angustia estando aquí, rodeado de cambiantes desconocidos. Simulando pasar el rato, cuando lo único que quiero es olvidarme de las órdenes de mi líder, buscar a mi novia e irme lejos de aquí. Pero no puedo hacer eso. Por más cólera que me da seguir sus órdenes, no tengo otra opción. Mi deber y la razón de mi existencia es mantener a Samantha a salvo. Aunque eso signifique que tendré que verla del brazo de otro hombre. Me preparé toda la vida para esto. Viví veinte años en la ciudad rodeado de humanos, lejos de mi manada y sobreviví a pesar de las bajas expectativas de los adultos. Lo hice por Samantha y regresé aquí también por ella. —Estoy de paso, todavía no encontramos al forastero. Pero quería asegurarme de que Bastian estuviera lejos de problemas. Escucho ese nombre y se me revuelven las tripas. Bastian… El maldito Beta que cree que puede quitarme a mi novia. Con disimulo, miro al dueño de la voz para darme cuenta de que se trata del mismo policía que vi en el bosque donde perdí por primera vez el rastro de Samantha. Al parecer, este es el protector de ese ser enfermo que evita que pueda hacer mi trabajo, entonces, decido hacer lo que mi alfa me ordenó. “Involucrarme” Hago contacto visual con el rubio. Evidentemente, está de guardia, ya que trae su arma reglamentaria y uniforme. Este me mira arrugando la frente, quizás intentando reconocerme. —Era una loba cualquiera— comento y su expresión se frunce más. —Lo que apareció esta tarde en el bosque. No era un forastero. —¿Y tú, cómo sabes?— pregunta con cautela, pero al parecer la respuesta le llega a su cerebro, porque se relaja y con un asentamiento de cabeza me pide que lo siga. Obviamente que lo hago. Gracias a él, podría conseguir con el paradero de Bastian, porque estoy seguro, de que es ese maldito quien oculta a Samantha. Subimos por unas escaleras y el olor a sexo tapa mis fosas nasales. Nunca estuve en un hotel transitorio, pero sospecho de ha de oler igual. Salvo que aquí es tan fresco el aroma y se potencia tanto con el sudor de la gente amontonada, que marea. Bueno… Al parecer solo a mí, porque los demás parecen no percatarse o quizás ya están acostumbrados. Demasiado arcaico para mi gusto. Definitivamente, jamás podré sentirme como en casa en este lugar. Llegamos a una habitación bien iluminada y me asombra lo insonora que es. A penas se oye la música de afuera y a pesar de tener las ventanas abiertas, la temperatura es agradable. —Lamento conocerte en estas circunstancias. Generalmente, cuando un verdugo de otra manada aparece, me busca en las calles— Ahora resulta que me convertí en verdugo. Y bueno… habrá que seguirle la corriente. Es mejor si confía en mí. Jamás he lastimado a un humano, menos a un cambia forma, ni hablar de terminar con la vida de alguien, pero en este momento, seré lo que este hombre quiera y si lo que quiere es un Verdugo despiadado que mata lobos enloquecidos por la luna, lo seré. —Soy James. Quizás nos vimos en otra ocasión, tu aroma y rostro me resulta familiar. Carajo… De todos los miembros de esta manada, tenía que ser justamente él a quien vengo a conocer. Esto no debería ser así. Le sonrío de manera nerviosa, dejando que estreche mi mano en un saludo fraternal. —James, ¿Jung?— Asiente y en lo único que puedo pensar es mi madre. El parecido es increíble. Salvo que este hombre tiene el cabello corto y cuerpo de leñador, pero su sonrisa amable y la tranquilidad en sus ojos es la misma. James es mi pariente, tío por parte de madre y aunque no lo reconozco, mi lobo lo hace porque una necesidad de abrazarlo me hace temblar todo el cuerpo. Ese será el instinto de nuestra r**a o el hecho de que este día había dejado salir a mi animal más de lo que acostumbro. Usualmente, no lo dejo participar demasiado, no permito que me domine, cosa que aquí me resulta difícil. No conozco el lugar, ni la gente y tengo que hacer uso de mi olfato, oídos sensibles para orientarme y del cambio para moverme más rápido. Sea lo que fuera, la sensación de reconocimiento es grande, quizás es ese lazo biológico que nunca tuve al no haber crecido en una manada. —El mismo. ¿Y tú, como te llamas? —Max— es todo lo que digo. Me recuerdo a mí mismo que utilizar el nombre que se me dio al nacer sería darle demasiada información. De todas formas no miento, ya que Max es el nombre que se me dio en la ciudad por protección. —¿Qué opinas?— dice James, pero la pregunta no va dirigida a mí. Hay una mujer a mis espaldas sosteniendo la puerta. Una que no había notado antes. —Le creo— dice mientras se acerca, pero no es hasta que queda a escasos centímetros que puedo percibir su olor y verla claramente. —Es la primera vez que veo un verdugo aparte de ti, hasta se me hace que son parecidos. Salvo que él es más alto y su cabello es de un n***o muy oscuro. Los dejo regodearse de mi persona como si fuera un animal de circo, porque no puedo explicar lo que le pasa a mi cuerpo en este momento. Lo había sentido antes, cuando me enteré de que Samantha estaba en este pueblo. Una necesidad por liberar a mi lobo y dejarlo correr. Pero hay algo más, algo que no puedo explicar con palabras. Solo puedo sentirlo y me agobia. —Necesito salir de aquí— Murmuro a duras penas. James estudia mis movimientos. No sé si puede notar lo alterado que me encuentro, pero luce comprensible. —Entiendo— dice sujetándome del hombro. —Estamos perdiendo el tiempo aquí. Será mejor que salgamos a buscar ese forastero que estás siguiendo. Y de la mujer que viste en el bosque… ya averiguaré quien es. Es increíble la manera tan fácil en la que este hombre confía en mí. No me conoce, a penas sabe mi nombre, pero actúa como si se sintiera a salvo conmigo, algo parecido a lo que sentí con Seolyun. Lo cierto es, que estoy preparado para matarlo, a él y a quien se atreva a meterse en mi camino. Al salir nuevamente a la calle, pude respirar con más normalidad. Las ansias habían disminuido considerablemente y el frío ayudó a tranquilizarme y atar a mi lobo. A lo mejor, no estaba siendo consciente y pequé de ignorante creyendo que podría con controlarme en ese pueblo. Mi animal, estaba más presente que nunca, tanto que costó esconderlo como usualmente hacía. —Tu olor, desapareció— James comentó sin ocultar su asombro. Y es que, lo mío era una especie de don. Ni mi madre que es beta, ni siquiera nuestro alfa es capaz de controlar a su lobo como lo hago yo con el mío. Ahora comprendo que no es normal. —¿Cómo hiciste eso? Cualquiera diría que eres un simple humano. Titubeo una respuesta, aunque no considero que sea algo malo esconder mi olor. —Es que… bueno, adquirí esa técnica hace tiempo. Esconder mi olor ayuda a qué los forasteros se confíen y se muestren. —¡Es genial! Tienes que enseñarme. Jamás se me hubiera ocurrido. De verdad, eres muy bueno. Me eligió. Quizás, si tengo futuro como Verdugo. Aunque nunca me imaginé persiguiendo lobos enloquecidos por la luna, ni humanos psicópatas acechando un pueblo en medio de la nada. Pero cuánto más pienso, más me agrada la sensación de justicia que la idea genera. Es gratificante imaginar la cantidad de vidas que se puede salvar con esa vocación. —Claro— prometí, listo para seguirlo al bosque helado. Pero me detengo cuando llegamos a una camioneta, que supongo que es suya. Puedo sentirla, la rubia de minutos atrás nos está siguiendo y el golpeteo de mi corazón me hace detener en seco. Como si mi cuerpo se rehusara a dejarla. —Sana, es peligroso. Quédate— James la reprende, pero la mujer sujeta mi brazo mientras niega. —¡Déjame ayudar!— Súplica sin mirarme. Me está tocando, pero su atención está puesta en el otro cambia formas y me siento un muñeco que utiliza para protegerse. —Seré la carnada. ¡Vamos! No me dejes aquí. James me mira esperando colaboración, sé que lo hace, a pesar de que mis ojos no se despegan de la rubia. Entiendo la preocupación de James. Nunca he visto un forastero, pero sé que es muy peligroso. La cuestión es que mentí. Yo no soy un verdugo persiguiendo a su presa. Los motivos que me trajeron aquí son muy diferentes a lo que ellos piensan, lo que significa que es muy posible de que allí afuera no haya nada peligroso y esta chica no corre ningún peligro. ¿Estoy buscando excusas para llevarla? Ni idea… —Max, Sana es terca. ¿Crees que estará bien si la llevamos? Ahora sí me mira. Sus pestañas aletean coquetas en mi dirección y mi pulso se acelera considerablemente. ¿Qué es esto? ¿Será que en verdad la luna de invierno es tan poderosa aquí? Cuánto más tiempo paso en este extraño lugar, más me convenzo de que las cosas se pondrán difíciles para mí. Mi animal, el cual he mantenido sumiso durante tantos años, anhelaba con salir y ser libre. Por primera vez, la biología me estaba obligando a seguir mi instinto y lo odiaba. Odiaba sentir que las cosas se saldrían de mi control. —Llevémosla. Somos dos y podremos mantenerla a salvo.
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