Rosella sintió como si su mundo se desmoronara una vez más. Estaba cansada, agotada de intentar complacer a un hombre que solo parecía desear su sufrimiento. Mientras lo observaba, intentando procesar las palabras llenas de veneno que le había arrojado, la decisión de mantenerse fuerte comenzó a tambalearse.
Sin decir una palabra, Rosella se dio la vuelta y salió corriendo hacia el interior de la casa. Necesitaba escapar, aunque solo fuera por un momento, de la oscuridad que Esteban emanaba.
Al entrar, su corazón se hundió aún más al ver que todo estaba destruido. Los muebles que había comprado con la esperanza de convertir esa cabaña en un hogar habían desaparecido. Solo quedaba el colchón, tirado en el suelo, desprovisto de toda dignidad, los utensilios y adornos tirados.
Se dejó cae
