Samuel parpadeó, la oscuridad de la habitación aún lo envolvía. Su cabeza latía y el sabor amargo del alcohol persistía en su boca. No tenía claro cuánto había bebido la noche anterior, pero sabía que fue más de lo debido, ya que no recordaba cómo llegó a la cama. Se frotó la sien, intentando recordar. La cama se sentía extraña; no estaba en su casa. Miró alrededor, notando las cortinas echadas que bloqueaban cualquier rastro de luz exterior. Buscó a tientas su teléfono en la mesita de noche, pero no estaba allí. Ni su reloj. Solo un vacío incómodo. Con un resoplido de frustración, bajó de la cama, sus pies descalzos tocando el suelo frío. Se dirigió al baño, o al menos eso pensó. Abrió la puerta equivocada y se encontró fuera de la habitación, en un pasillo desconocido. El mareo y la r

